1
Iba absorto en el rasgueo de la guitarra y la voz hipnotizadora que sus oídos recibían con bienvenida, intentando distraerse de los nudos y alaridos de su cabeza. Miraba con quebranto a través de la ventana del coche de su padre, grabando en sus recuerdos cada edificio, casa, cielos, rostros que pasaban de largo. De vez en cuando no aguantaba su quietud y comenzaba a juguetear con sus pálidos dedos, sintiéndolos fríos y algo rígidos, tal como los de sus pies. Cuando sus oscuros orbes se estrellaban con el reflejo de su perfil en el espejo lateral izquierdo y terminaba por suspirar profundamente; piel amarillenta, mejillas enjutas, cabello largo, ocultando sus ojos, pajoso, ojeras fatigadas y violáceas... Una cara sin expresión alguna, sin rastro de las muecas que antes resaltaban tanto en Jungkook.
—¿Tienes frío? —alcanzó a oír de parte de su padre. Se quitó uno de sus auriculares de la oreja para poder escucharlo mejor, asintiendo con un ánimo destripado y derrotado. Estaba por decir algo, pero su voz cascada ya le era algo difícil con lo que podía lidiar ese día— Puse el aire acondicionado más cálido para ti —Jungkook volvió a asentir. El padre ladeó el puchero meditabundo en sus labios y suspiró profundamente—. Jungkook, no voy a decir que sé cómo te sientes ahora mismo porque, en realidad, no tengo ni una idea de eso. En serio —se sinceró ante su hijo medio sumido en la música y las palabras del hombre al volante—. Lo único que quiero que sepas antes de llegar es que todos queremos que te mejores. Por eso decidimos llevarte hasta aquí y, por última vez, te digo que no es un "castigo" como tú lo defines. Es todo lo contrario. Estarás allí un tiempo. Lo suficiente para volver a encontrarte.
—¿Volver a encontrarme? —dudó Jungkook, contrastando su mirada con la de su padre gracias al espejo retrovisor— ¿Crees que no he sido yo últimamente o...?
—Estás distinto. Todo tú está borroso. Aveces tu mamá ya... no te reconoce.
Hubo un momento de silencio que tornaba el aire más pesado y cargante. Jungkook empezaba a recapitular todas las veces en que su madre pudo verle con otros ojos, más decepcionados. Las ocasiones en que no disfrutaba de ningún día en particular. La hora en que le cortaron las alas...
—Pero sigo siendo yo... —musitó cabizbajo.
—Entonces quiero que lo demuestres —se estacionó y apagó el motor de la camioneta para luego endulzar su tono—. Llegamos.
Al chico le recorrió un escalofrío en pies a cabeza y supo de un frío más insoportable del que padecía a todo minuto. Guardó su reproductor de música y sus auriculares, bajando del auto con algo de timidez. Su padre le aguardaba con su equipaje en la puerta y cerró la misma en cuanto Jungkook estuvo en tierra. Se habían mirado con titubeo antes de girarse al lugar.
Una mujer castaña les esperaba a saludando con su mano a la distancia, llevando sus pasos a la familia para presentarse.
—Hola... Soy Ahn Hyojin, pero tú me puedes llamar solamente Hyojin —se dirigió sonriente a Jungkook—. Llevaré tus cosas, ¿está bien? —le pidió con la mirada cordial al padre que soltase el bolso— Por favor vengan conmigo.
El padre tomó de la mano a su hijo y la apretujó con aliento, poniendo los vellos de punta al castaño. Fueron subiendo los escalones con vacilación y finalmente pusieron un pie sobre la estadía, sin fijarse todavía en su alrededor.
—Bueno... Aquí estamos —les sonrió la mujer—. Bienvenido al centro de rehabilitación para desórdenes alimenticios, Jeon Jungkook —el mencionado no articuló ni una palabra. Estaba totalmente consternado—. Usted, señor Jeon —se dirigió ahora al ascendiente—, debe tener unas cuantas cosas en cuenta. Su hijo está en las mejores manos aquí. Puede contar con que podrá contactarse con el cuando se le de aviso. Estaremos siempre dispuestos a hacerle saber de Jungkook. Ya sabe... Altas, bajas, recaídas... —un estruendo y un sollozo resonó por algún punto del lugar, sin alterar la serena cara de la enfermera, pero estremeciendo a los Jeon— Solo unas cosas que debe saber antes de irse —le sonrió amplio.
—Dígame... —el hombre se rascó la mejilla con incertidumbre, ahora sí echando un ojo a los alrededores— ¿Cómo son los demás aquí? ¿También son tratados con el doctor Zhang?
—¡Ah! Qué bueno que lo consulte —se animó la mujer—. En esta comunidad tenemos a distintos tipos de personas que, a pesar de sus dilemas, sabemos que se llevarán muy bien con Jungkook —otro sollozo se hizo escuchar—. Y... sobre su última duda. Sí, todos están bajo la supervisión del doctor Zhang.
El señor Jeon asintió con aflicción y supo que había llegado la hora de la despedida.
—Jungkook.
—Papá... —su voz tembló— Sé... Sé que no te puedo pedir que me lleves de vuelta a casa contigo, pero quiero que sepas que los extrañaré mucho. Mucho, mucho, mucho. Intentaré esforzarme y mejorar de algún modo. Así podré conseguir que...
—Jungkook, ya. Son solo unos meses... —le cortó, prediciendo las palabras que iban a salir de su incansable boca.
—Eso ni siquiera lo sabes tú —arrugó inevitable el entrecejo y su voz pareció quebrarse.
—Todo dependerá de ti, hijo. Lo sabes —le abrazó peinando las hebras de Jungkook, percibiendo los atemorizados latidos de su muchacho—. Te amamos mucho.
—Es que yo los amo más... —susurró ininteligible escondiendo su nariz gélida en el cuello del mayor.
El abrazo fue soltando agarre y ya no había nada qué decir. Ni siquiera una despedida, porque él sabía que Jungkook no era de aquellos que acostumbraban a decir un "adiós". Jungkook sabía que se reencontrarían muy pronto. Quizá en alguna terapia del doctor Zhang si es que sobrevivía hasta entonces en ese orco.
—¿Jungkook? —le llamó ella— Vamos. Te llevaré a la habitación donde dormirás. Kibum está allá esperando para registrar tu equipaje.
—¿Por qué registrarán mis pertenencias? No soy un caco.
—No lo pienses así —se apenó de escuchar aquello y rascó su nuca—. Todo eso se hace para confiscar que no traigas... ya sabes. Laxantes, medicamentos sin receta médica, pastillas para suprimir el hambre, diuréticos, vomitivos...
—Creo que ya entendí —serio se incomodó.
Ahn Hyojin le pidió al muchacho que le siguiera por las escaleras para luego recorrer un largo pasillo algo descontento. En las paredes no había mucho que destacar. Se estaban aproximando a una puerta en especial, donde un chico de pelo muy corto y rubio les veía cavilando. Jungkook supuso que él debía ser el nombrado que hurtaría en sus cosas.
—Hola, chicos. Jungkook, soy Kim Kibum. Soy parte del servicio del centro de rehabilitación y necesito ver unas cosas en tu bolsa. Creo que te hicieron saber de ello —se presentó simpático ante el castaño, quien seguía sin emoción en su cara amarillenta.
—Escudriñe cuanto quiera. No llevo drogas —bromeó con mal gusto. Sin embargo, Kibum no hizo ni una alusión a la agria chanza. Estaba claramente acostumbrado a todo eso.
Detrás de esa máscara dura y desagradable que estaba mostrando Jungkook, más allá de ella había un traslúcido ser que sufría a gritos. Estaba en un peligro superrealista.
Una vez ambos encargados se fueron, le pidieron conocer a su compañero de cuarto que resultó ser un chico. Era un poco más bajo que Jungkook, llevaba una melena marrón oscuro con "mullets". Era pálido y a simple vista sugería ser un muchacho con mucho de lo que chacharear. Jungkook lo describió como alguien interesante.
—¿Jungkook, no? —su voz era ronca.
—Jeon Jungkook. Recién llegado.
—Ya todos nos dimos cuenta —rió mostrando los dientes—. Me llamo Min Yoongi y llevo nueve meses aquí.
Jungkook se atragantó.
—¿Nueve?
—¿Te sorprendí? —se sentó en la cama sucesiva a la de Jungkook y se acomodó con los codos en el colchón.
—No. Es solo que... Pensándolo bien, sí. ¿Por qué...? —como trabalenguas se perdió. No pudo creer que una persona pudiera vivir tantos meses en un lugar como este. Se imaginaba mil torturas y lágrimas desperdigadas.
Alguien irrumpió.
—El almuerzo está listo.
Era un poco más alto que el mismo Jungkook. No era pálido, mas era pecoso y bronceado. Su cabellera no era tan larga, pero sí despeinada y castaña, con uno que otro destello anaranjado. Su ceño era serio y llevaba sus manos en los bolsillos. Este se había sobrecogido un poco con la presencia de alguien nuevo.
—No —moduló Jungkook— tengo tanta hambre.
—Créeme que a todos nos dejarían saltarnos comidas si no tuviéramos "tanta hambre" —dijo Yoongi reincorporándose—. Las reglas son pocas, pero bien simples para que te las aprendas.
Jungkook solo asintió entristecido y el extraño volvió a insistir.
—Los estamos esperando —avisó y desapareció del dormitorio.
—Jungkook, tranquilo. ¿Qué tal si te animas a hablar con todos en la mesa y los conoces? —Yoongi propuso, con la intención de salir junto a él del cuarto para guiarlo por el centro.
—Suena bien.
Sus pies retumbaban sobre el piso de madera y cuando Jungkook intentaba comentar algo se les presentó Kibum, con su equipaje en las manos.
—Perdón, Jungkook. Tienes que ir a la sala de medición con Hyojin. Te está esperando allí.
—Sala de... —meditó sintiendo la mirada de Min posada en él— Van a pesarme —afirmó.
—Sígueme por favor.
Yoongi siguió su camino al comedor mientras alejaban a Jungkook de él. Kibum lideraba el camino a la sala de medición —que era algo estrecha al haber ingresado—. El rubio se había retirado sin hacer el menor ruido para no interrumpir, dejando solos a la mujer y al chiquillo. Jungkook estaba ansioso, ni siquiera sabía qué número le arrojaría la balanza. No se había pesado en varios días y, más que preocupación, contaba con una imperdonable curiosidad. Como la de un demonio.
—Quítate la ropa.
Jungkook se sintió terriblemente expuesto y prosiguió a desquitarse de sus ropas. La larga sudadora, sus holgados vaqueros, su indecente correa y sus desgastadas zapatillas quedaron en una silla a la esquina de la oficina. Había terminado cubierto solo con sus calzoncillos rojos y sus blancos calcetines. Andaba cabizbajo hasta que se le pidió dar la vuelta lentamente.
—Vaya.
Hyojin recorría desde las marcadas clavículas hasta las notables costillas. Los delgados brazos con algún que otro moretón, al igual que sus piernas. Estas se mostraban endebles y chuecas, como si estuviesen a punto de quebrarse al dar un simple paso hacia delante. La mujer le midió la cintura y cada extremidad con una cinta métrica y acabó anotando en una gruesa libreta negra.
—¿Me subo ahora? —cohibido y algo enfadado por la larga mirada de la paramédico se le afirmó la orden.
Otro de los escalofríos insoportables le corrió por los nervios a Jungkook, como condenada maratón. Permaneció con la quijada en alto y respiró profundo, escuchando voces en su cabeza. Expectantes a ver un número impactante. Y por otro lado yacía el sentido común de Jeon, quien esperaba a no hallarse en un grave aprieto. No quería ver el número de la pesa, pero muy dentro de sí estaba desfalleciendo por enterarse.
—Bien. Veamos —lanzó un suspiro al viento y se acercó a verificar la medida de Jungkook. En un principio quedó meditabunda recalcando los dígitos en la libreta de sus manos, pero luego se enderezó para mandar al castaño un paso fuera—. Cuarenta kilogramos —la cara de Jungkook se había desfigurado en un dilema. No se sabía si estaba a punto de sonreír endemoniado o estallar en llanto. Era un indescifrable—. ¿Te gusta lo que ves ahí abajo?
—¿Usted qué cree?
—Sí, pero supondré todo lo contrario. Ya puedes irte.
Había salido despavorido de la sala y solo anhelaba encontrar el comedor en el primer piso, pero tuvo que toparse con algunas habitaciones muy peculiares. Pasaban los minutos y abrió la puerta indicada. Lo primero que notó fueron unas cámaras en cada rincón del techo y una mesa grande y redonda casi llena —a falta de él—. Min Yoongi le hacía señas para que tomara lugar a su lado.
—¡Eh! ¡Eh! ¡Llegó otro soldado! —un rubio con la boca llena y un suéter amarillo cadmio— ¿Cómo te llamas? Dinos. Somos todo oídos.
Parecen ser buena gente pensó.
—Jeon Jungkook.
—Jeon Jungkook. Soy Kim Jaejoong.
—Puede decirse que es como el "payaso" del centro —comentó irremediablemente una muchacha castaña.
—La payasa que habló es Park Sandara —complementó el rubio, ligeramente ofendido—. Dile Dara. Al lado de Dara está Im Yoona. Le sigue Kim Dahyun. Ya conoces a Yoongi, ¿no? —rió con gracia viéndolos sentados uno al lado del otro— A tu derecha están Kim Minseok y Kim Taehyung.
Todos le saludaron de vuelta y Jungkook se sintió un poco más reconfortado.
—¿Y qué cuentas Jungkook? ¿Quieres contarnos de ti?
—Apuesto a que es un anoréxico —bromeó Minseok, siendo reprimido por un altavoz en algún punto del comedor—. Ya, ya. Perdón. Es que no puedo evitar adivinar. Es tan poco común descubrir a un masculino con anorexia —confesó masticando comida y limpiando la salsa de sus comisuras con una servilleta—. Ah, dime Xiumin.
—Bueno, Xiumin. Acertaste —admitió avergonzado frente a los demás.
—Oh, no te pongas así, amigo —habló Dahyun, una muchacha con largo y negro cabello—. Todos tenemos ese "algo" que nos enferma. No somos iguales, pero sí similares.
—Tienes razón —masticó y habló Yoona.
—¿Comerás? —preguntó Sandara a Jungkook, quien lo veía inapetente— Si no, me lo puedes dar a mi —sonrió y la curva de sus labios se le esfumó al ser reprimida también por el altavoz—. Olvídalo. Come ya.
—No quiero en realidad —se apenó escrutando su plato—. Solo miren esta lasaña... —se susurró más para sus adentros— Para algunos esto es un privilegio, pero de la forma en que lo veo... La masa, la carne, el queso... Yo...
—¿Te imaginas todas las calorías que tiene? —le preguntó suavemente Dara para que el altavoz no le notara.
—Ni que lo digas —suspiró con pesadumbre Jaejoong.
—Quinientos treinta —bisbiseó Dahyun, enmudeciendo a toda la mesa con inquietud. Le miraban sin dar otro mordisco—. Sumando los platillos y bebidas que siguen, más el extra queso que le agregan a la lasaña.
—Dios, Dahyun. Cállate —reclamó Kim Taehyung, inmensamente intimidado con lo dicho y enojado.
—Te faltó el "por favor" —irónica replicó ella.
Yoongi miró a Jungkook embarazoso y comenzaron a comer sin más que debatir. Jungkook tuvo ganas de saber más de todas las personas que estaban sentadas en las sillas cerca de él. Desde lo más mínimo a lo más trascendental. Deseaba no quedar excluido de aquella comunidad. Le animaba la idea de saber que todos tenían un mismo propósito. Jungkook quería parecer tan tenaz como los muchachos del centro se pintaban. ¿Sería mucho pedir?
Cuando llegó la susodicha bebida a la mesa, sintió una mirada muy centrada en él. Escrutando sus gestos, atravesando más allá de su alma con sus oscuros ojos. O así lo creía Jungkook. Lentamente giraba su cabeza para ver de quién se trataba y se sorprendió: era Kim Taehyung. No iba a andar en círculos intentando descifrar a otra posible persona, obviamente se resumía todo en el pecoso Kim Taehyung. Jungkook le miraba con la intención de que este se avergonzara de echarle un ojo sin razón. Pero no fue así. Kim no paraba de observarle absorto con sus muy oscuros orbes. Era un caradura. Mantenía su mirar en Jungkook como si este fuera una presa y él un depredador, silencioso y resuelto.
Jungkook se exasperaba.
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