Capítulo 6 Encuentro
—Yo digo que intentes acercarte a Cristian, necesitamos información y sé que la tiene. Si Francis no nos hubiera interrumpido, algo nos hubiera dicho —dijo Henry asomando la cabeza a la habitación de su hermana, aún con el cabello despeinado y con el cepillo de dientes en la boca.
—¿Por qué no lo haces tú? Le va a parecer raro, soy su secretaria, no su amiga. Si bien nos recordó, al parecer no lo nuestro —respondió molesta, arrojándole un peluche.
—Pará, no te enojes —esquivó el peluche y puso cara de niño lastimado—. Ya sé, se nota que eso no recordó. El problema es que a mi como que me tiene desconfianza y nunca nos llevamos del todo bien. Anita, lo necesitamos, sabes bien que es importante.
—Está bien, lo intentaré. Ahora sal de aquí que me cambio.
Henry sin decir nada cerró la puerta.
Tomó el celular y miró al fondo de pantalla de ella sonriendo con un chico de tez trigueña y de ojos verdes que le daba un beso y suspiró angustiada. Entró a la galería de imágenes y la cambió por una con su hermano. Salió de ahí y escribió un whatsapp a Cristian:
«—Buenos días em... perdón que moleste pero quería hablar contigo
—¿Tatiana? ¿Qué pasa?»
Se quedó pensando en qué iba a inventar. Se desconectó y comenzó a arreglarse, se puso una blusa azul y un jean del mismo color y se cepilló el cabello aún pensando y el sonido de la notificación le llegó.
«—¿Estás bien? Si quieres pedir el día, no hay problema.
—No es eso, yo... ¿Quieres desayunar? Necesito hablar respecto a nuestras familias, algo ibas a decir el otro día, pero Francias interrumpió.
—Ah, bueeeno, está bien. En la esquina del consultorio hay un café ¿Lo conoces? Te veo ahí en 30 minutos.
—Sí, nos vemos»
Tatiana arrojó el celular a la cama y se hizo una coleta, respiró profundo y sintió una angustia terrible que le oprimía el pecho, no entendía bien, quizás se debía a haber borrado la foto que tenía de fondo de pantalla o la situación de estar a solas con Cristian, luego de tantos años.
Henry volvió a tocar y ella le abrió, él al verla mal, la abrazó y le acarició la cabeza.
—¿Qué pasa?
—Me veré con Cristian en 30 minutos, iré a desayunar con él y no sé porqué me siento tan mal —levantó la mirada y él le pasó un dedo debajo del ojo, limpiando una lágrima.
—Yo sí sé qué pasa. Hace un año que ni sales con chicos y no lo tuve en cuenta. Tampoco es que te esté empujando a que te acerques a él.
—Lo sé. Eliminé la foto con Nicolás
—Me parece lo mejor, era cuestión de tiempo —quiso decirle algo más, pero entendió que no era el momento.
—Ya estoy bien, es sólo que a veces me trae nostalgia. Bueno, voy a terminar de arreglarme.
Cristian se vistió con una camisa blanca y pantalón negro, se mojó el cabello y miró a sus muñecas, las marcas de las últimas cortadas le ardían y las detestaba, pero sabía que había hecho lo correcto.
Pensó de pronto en Tatiana y se dio cuenta que hacía tiempo desayunaba solo y que no tenía pareja. Sus parejas habían sido escasas y habían terminado debido a su depresión y sus cortes.
Tatiana había llegado antes y se encontraba mirando videos de Tik Tok, mientras ponía azúcar a su café. A su alrededor, las parejas se daban chocolates, flores y peluches, era San Valentín y ella había decidido ignorarlos.
Cristian se sentó al frente sigilosamente y miró sin interés a las demostraciones amorosas de los demás clientes.
—Buenos días y feliz San Valentín.
—¡Buenos días! no te oí llegar, em... Feliz San Valentín.
—No recordaba la fecha, me di cuenta cuando salí de casa y vi todo de rojo y parejas por todos lados. Creo que el clima alegre hace bien y los demonios no pueden atrapar a sus víctimas, así que algo positivo tiene.
—Es cierto. Cristian, perfóm pero con mi hermano creímos que...
—¿Estaba muerto? mi tía me sacó de la ciudad, luego de que salí de mi internación —se dio cuenta que no había contado a nadie eso y se hundió en la silla.
Tatiana dejó de batir el azúcar y lo miró asombrada.
—Lo sé, fui a verte pero tú...
—No lo recuerdo, disculpa. Estar ahí fue una pesadilla.
Ambos quedaron en silencio y sólo les llegó el sonido de una canción romántica, totalmente ajena a la conversación que tenían.
—Entonces...
—¿Qué querías preguntarme? —agregó con rapidez, no quería contar más sobre su internación.
Ella miró su brazo y vio los cortes en la muñeca y la pregunta se difuminó y sólo prestó atención a los finos tajos que aún no cicatrizaban. Alejó la mirada y dijo:
—Mis padres murieron esa noche en que los demonios crepusculares atacaron el laboratorio y tu madre estaba allí y se salvó ¿Sabes si ella tiene informes de la investigación?
Cristian comenzó a mover los dedos en la mesa y cuando iba a decir algo, la mesera trajo su café y dos pequeñas tartas en forma de corazón.
—Feliz San Valentín a ambos, es regalo de la casa —anunció sonriendo.
—Ah, gracias —respondió tapándose las muñecas, descubriendo que Tatiana las miraba.
—Qué rico, gracias —tomó el tenedor y cortó una rebanada.
La mujer notó el ambiente tenso y se alejó.
—Descubrí unos papeles y he estado leyéndolos. Si quieres puedes venir y verlos.
—Me gustaría. Perdona por incomodarte.
—Está bien, gracias por no hacer más preguntas.
Las pisaditas del huésped que esperaba al dueño de casa y a la joven secretaria, comenzaron a transitar la parte baja de la casa. El hermoso Hall estaba decorado con lámparas doradas y cortinas rojas de terciopelo. A cada paso que daba, dejaba huellas de barro gris y un aroma a azufre.
Cristian y Tatiana abrieron la puerta y el huésped se elevó, tenía alas amarronadas y peludas y un rostro desfigurado como si se hubiera quemado, una mezcla de dragón de los libros y gárgola y emitía un sonido agudo que dejó aturdido a los jóvenes.
Tatiana sacó de su bolso una daga plateada y comenzó a blandir frente al demonio que volaba y trataba de esquivar. La daga era transparente y en su interior, un líquido brilloso la recorría.
—Había olvidado que estos seres se meten a las casas como ladrones —soltó Cristian sacando una espada detrás del cajón para los paraguas—. Estoy muy oxidado la verdad —agregó blandiendo la espada larga, de mango negro y con el mismo líquido recorriéndola.
El demonio descendió y rasguñó la mejilla de Tatiana y la sangre brotó, mezclándose con el veneno de las garras. Cristian corrió hasta ella y en un ataque de ira, incrustó la espada en el pecho del ser y cayó lanzando un alarido, mientras se convertía en cenizas.
—¿Estás bien?
Ella sintió ardor y algo más, algo que la mareaba y se tambaleó.
—Cristian... algo...algo.
Se desmayó y él la sostuvo antes de que cayera.
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