Capítulo 17 Memorias emocionales
Francis comenzó a anotar en su libreta de escritura las ideas que se le habían ocurrido para una nueva historia. Luego de la muerte de su padre, las cosas estaban mejorando, no así su relación con Mikel pero trataba de dejar eso al margen y la escritura siempre lo había salvado.
Cristian lo miraba escribir desde la otra punta de la mesa, con las manos entrelazadas y mirando a su libreta que nada tenía escrito.
—La verdad que no se me ocurre nada, tengo ¿Síndrome de la hoja en blanco le dicen los escritores?
—Eh... sí. Trata de escribir sobre cómo se siente tu personaje. Leí su historia de vida y es bastante triste o quizás escribir un flashback de él con su esposa o hija —comentó Francis acercándose.
—Lo intentaré. Leí tus libros, son entretenidos y además varios lo recomiendan. En tiktok hacen reseñas positivas, aunque dicen que hace tiempo no haces firmas y tampoco das noticias sobre un nuevo libro.
Francis suspiró y se sentó a su lado.
—Antes era muy activo pero luego de lo de Mikel yo me detuve. Fui un estúpido, lo lastimé, por mi culpa él fue a parar a la Crimson zone —se llevó una mano a la frente y con la otra tomó la libreta de Cristian.
—No sabía lo de Mikel.
—¿Alguna vez la culpa te ha carcomido la conciencia? —preguntó de pronto.
Cristian no respondió, agarró su libreta y escribió "Trabajar la culpa del personaje en una escena"
—Me has dado una idea y sí, sé bastante sobre la culpa.
—Debí ser más fuerte, no mentirle a Mikel. Además, parece que él ya no me ama. Disculpa, viniste a que te ayudara con el personaje y me he puesto a hablar de mis problemas.
—Me suele pasar cuando saben que soy psicólogo. Poner en palabras el dolor, ayuda.
Francis sacudió la cabeza y sonrió, tomó la libreta y escribió una consigna: «Escribir cómo afectó a tu personaje, que su hija lo haya dejado de hablar. Usar la primera persona».
—A trabajar.
Cristian estaba dormido sobre una pila de psicodiagnósticos, con la libreta donde escribía sobre su personaje y un café ya frío. Estaba en el escritorio de su consultorio. No había dormido bien últimamente y se la había pasado escribiendo.
Tatiana entró despacio y al verlo dormir con el brazo como almohada, sintió una ternura y se sonrojó. Se acercó y quiso tocar los rulos de su cabello, no sabía bien por qué, pero incluso quería acariciar su mejilla. Tragó con dificultad y apartó esas ganas de su mente y en su lugar, tomó la taza de café.
Él comenzó a moverse y abrió los ojos algo confundido, no sabía qué hacía allí, hasta que sintió dolor en el cuello y visualizó la libreta. Levantó de pronto la cabeza y miró asombrado a Tatiana que se alejaba con la taza de café.
—Me quedé dormido. Qué torpe —gruñó, rascándose la cabeza—. ¿Hay pacientes?
—Ya no, además mi turno ha terminado, así que venía a despedirme ¿No estás descansando bien?
—La verdad que no ¿Tienes un momento o tienes que irte? —preguntó sin saber por qué lo había hecho ¿Un momento para qué, para contarle sobre su personaje o...?
—Sí, ¿Te fue bien con Francis?
Se sentó al frente de él y apoyó un brazo llevándo la mano al mentón. Lo miró y sintió que las pulsaciones se aceleraban ¿Pero por qué?. Tenía que controlarse, no podía de nuevo sucumbir a sus sentimientos.
—Sí, escribí bastante, pero de eso no quería hablarte —comenzó diciendo pero las dudas se le acumularon ¿De qué entonces quería hablarle?—. Em...la verdad que no busqué información de mi madre, pero al parecer ellas no se llevaban mucho.
Tatiana largó una risita y él se hundió de hombros.
—¿No recuerdas que apenas te llevaba a las reuniones? ¿No recuerdas que sólo yo jugaba contigo?
Cristian entrecerró los ojos y rememoró, pero los recuerdos vinieron fragmentados: Ambos de pequeños jugando cerca de la fuente de leones, ella tirándole el cabello y él sacándole una muñeca y corriendo. Pero todo terminaba ahí y si quería ahondar más, una puntada en la cabeza le avisaba de que no siguiera. Se agarró la frente y Tatiana le tomó la otra mano con delicadeza.
—Lo había olvidado. Rememoré algunos fragmentos ahora, pero si quiero recordar más, no puedo.
—Está bien, es normal. Las víctimas de la infección de los demonios, no recuerdan ciertas cosas. Así que no recuerdas que te dije que me casaría contigo al crecer —se sonrojó al decirlo y apartó su mano—. Creo que me iré, Henry anda algo enfermo aún.
Se levantó y Cristian hizo lo mismo tomándola de la muñeca con delicadeza. Ella se detuvo y lo miró algo confundida.
—Yo quería decirte que... Gracias a que ese día me hablaste del taller, pude conectar con mi pasado, volver a escribir y aunque las cosas se hayan vuelto difíciles yo... —la fluidez se le acabó y soltó su muñeca, se sentó de nuevo y sintió que lo que realmente debía decir, le era imposible poner en palabras.
—Bueno, me alegro, es decir, me alegro de que hayas regresado. Me ayudaste con lo de Nicolás, estaba tan sumida en su pérdida que no quería salir demasiado. Mi hermano me animó a buscar trabajo y cuando te vi llegar, recordé la infancia y aunque tú no me recordabas me gustaron las charlas.
Los recuerdos aparecieron todos juntos en la memoria de Cristian. Los dos de adolescentes, antes de que él se fuera, antes del desastre, compartiendo dulces y mirando videos de internet, las manos entrelazadas, él abrazándola, él besándola. Se incorporó de pronto.
—Tú y yo éramos...
Ella sonrió.
—Lo has recordado, sí, algo teníamos o mejor dicho lo estábamos teniendo, pero luego de lo de tu madre, me dijeron que estabas internado y que era mejor que no fuera a verte porque lo habías olvidado todo. Después no supe más, por eso pensábamos que estabas muerto y cuando te vi y me di cuenta que no me recordabas yo fingí porque...
Se acercó y la abrazó. Ella sintió sus latidos y los recuerdos de las veces que habían estado juntos, la hizo sentir paz y una calidez que había olvidado. Quería quedarse en sus brazos y entonces, él se separó, levantó su mentón y la besó con ternura.
Junto al beso vinieron más recuerdos y eso apaciguó su angustia. Los recuerdos le despertaron emociones, sentimientos, sensaciones y vinieron a envolver su mente, su cuerpo y alma. Eso era lo que los demonios crepusculares robaban, de lo que se alimentaban y entonces, al borrar memorias emocionales, sus víctimas quedaban vacías, abandonadas de todo, no había a qué aferrarse y eso lo sabía Cristian y ahora qué parte de sus recuerdos habían regresado, pudo abrazar y besar a quien tanto había amado.
—Aunque había olvidado el tiempo contigo. Me volví a enamorar de ti, supongo que los demonios no pueden quitar nuestros sentimientos por siempre, nos pueden hacer olvidar, pero estos empujan hasta hacerse conscientes de nuevo.
—Claro, licenciado —tocó su cabello—. Yo nunca dejé de quererte. Amé a Nicolás, pero rechacé casarme con él y por eso él fue infectado ese día él...
Cristian llevó un dedo a sus labios y luego lo sacó para volver a besarla.
Ninguno de los dos notó, como el colgante de Tatiana comenzó a emitir un leve brillo.
En la habitación del rey Astaroth, las cortinas rojas se movieron con violencia por el viento y él cayó de rodillas, tirando una bandeja de frutas en la alfombra dorada.
Su hermano corrió a socorrerlo.
—¡¿Qué sucede, hermano?! —gritó Alastor alarmado.
—¿Sabes por qué los demonios crepusculares, tomamos las memorias emocionales más significativas? —preguntó el rey incorporándose.
—Nos alimentamos de ellas —respondió Alastor, recordando que tuvo que borrar la memoria de Mikel.
—No sólo eso. En las emociones está todo, la raíz del amor, la alegría, el miedo, la bronca y la angustia. Todas confluyen en la vida psíquica de todo humano y parte de ellas, son la materia prima para los traumas. Esas memorias nos alimenta, nos dan poder y hasta no recuperar a Éride, debemos seguir obteniéndolas de una manera cruel. Pero ahora, ese colgante se ha activado, ahora se viene lo interesante —comentó, tomando una trufa de la alfombra y mordiéndola.
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