Cuando los Malfoy llegaron a su casa, lo único que sabían que debían hacer era ir a por Anabelle y escapar. Pero entonces leyeron una breve carta de Edward Cronwell donde informaba que habían escapado a otra casa para mantener a Ana a salvo. Por lo que tuvieron que hacer otro viaje a la casa de los Cronwell.

Para su sorpresa y horror, la casa estaba en llamas.

Draco y Narcissa se lanzaron al lugar, con la mente fija en Anabelle, en la pobre niña, nada más.

Buscaron por todo el lugar donde podían ingresar, estaban a punto de pensar que tal vez ellos lograron escapar. Pero entonces lo vieron, justo en la sala, tras el sofá, se hallaban tres cuerpos calcinados. Dos eran obviamente de adultos, uno era pequeño y estaba abrazándose a sus piernas.

Draco soltó un sonido estrangulado al notar la vincha en la cabeza del cuerpo. Era un accesorio inconfundible, puesto que él mismo se la regaló a su prima hace unas semanas y desde entonces ella no se la sacaba.

Era Anabelle.

Soltó un grito, su mamá no dejaba de llorar. El lugar ardía a su alrededor y Lucius había llegado a ellos chillándoles que debían irse.

Ella no se lo merecería, no se merecía un final así. Ella debía tener una familia, ella lo necesitaba.

Y ellos iban a ser su familia. Estaba planeado, irían a otro país, a otra casa que tal vez no sería tan grande, pero allí podrían jugar a las escondidas todas las veces que se les antoje. Allí no habrían juntas de personas que deseen destruir a la sociedad.

Sería una vida normal, digna.

Pero Ana nunca la tendría, porque ella estaba muerta.

Al menos eso les hizo creer.

Fin de la primera parte.