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2. Repudio infinito.

Anabelle no es una bebé normal, puede tener solo dos meses pero parece de seis, su crecimiento se ve afectado debido a los múltiples hechizos y las pociones para acelerar el embarazo de su madre. No es rodeada por los brazos de su madre a menos de que esta se encuentre frente a Voldemort, el resto del tiempo se la pasa entre su tía Narcissa, quien adora abrazarla y llenarla de mimos, y los elfos domésticos.

Bellatrix no estaba dispuesta a amamantarla, por más de que su hermana le repitiera una y otra vez que es importante para la bebé. De cualquier forma, no la quería, ¿qué sentido tiene cuidar de ella ahora? Cuando sentía incomodidad en los senos por la cantidad desbordante de leche, deposita el líquido en un frasco por recomendación de su hermana. Sin saberlo ella misma le prepara el desayuno y las demás comidas a su hija indeseada.

Su madre no la cuidaba, ni la quería, pero todo el cariño que esta carecía, Narcissa lo entregaba con creces. Adoraba cuidar de la pequeña, incluso era feliz al cambiarle el pañal o bañarla.

—Qué hermosos ojos tienes, querida —le susurraba mientras la bañaba, mojándola con lentitud, la bebé un poco recostada en su pequeña bañera. Cissy sujetaba su cabeza—. Son iguales a los de tu madre.

Ana la miraba fijo, apenas pestañeando, y cuando lo hacía  una cortina de largas pestañas negras descansaban sobre sus mejillas. No hacía ruido alguno, era extraño, ya que el día en que nació lloró a más no poder; pero luego no volvió a emitir sonidos. Solo se quedaba mirando con los ojos expresando todo lo que deseaba gritar.

Cissy sospechaba que fue porque se quedó con Bellatrix aquella vez, no tanto tiempo, pero algo habrá hecho la bruja.

—Es extraño que estés tan tranquila, querida —dijo y terminó de bañarla, la rodeó con una toalla y fueron a su habitación —. Veamos...

La vistió, de forma coqueta porque adoraba hacerlo, le acarició la suave y delicada mejilla, luego sacó su varita y la señaló.

Finite incantatem.

De inmediato la bebé comenzó a llorar, Narcissa sonrió de lado y la cargo.

—Mi pequeña, lo sabía... Agh, Bella.

Comenzó a caminar mientras cantaba para poder calmarla. Pero Ana no se calmaba, estaba dejando salir todo lo que había callado hasta entonces.

— ¡Calla a esa cosa, Cissy! —gritó Bella luego de diez minutos sin lograr que la pequeña se calme.

Entró a la habitación más furiosa de lo normal, con esos mismos ojos que Ana poseía, nada más que estos reflejaban una falta total de cordura.

—Lo siento, no puedo —La señora Malfoy también comenzaba a impacientarse—. Vamos Ana, calma querida.

— ¿Por qué diablos le sacaste el hechizo? —bramó caminando a su alrededor con las manos sobre las orejas—. ¡No tenías derecho!

—Tú tampoco tenías el derecho de silenciarla.

—Shhh —señaló a la bebé con los ojos desbordando locura—. Si no la callas... La mato.

Narcissa siguió balanceándola y luego, cansada, la tendió hacia Bella. Esta la observó con una ceja en alto.

— ¿Ya lo pensaste mejor y quieres que la mate al fin? Que quede claro que esa fue mi idea al principio —sacó su varita dando un suspiro—. Permíteme manchar un poco las sábanas...

— ¡No, Bella! —chilló con los ojos abiertos como platos—. Era para que la cargues.

La cara de la de rizos negros era digna de enmarcar, reflejando puro horror e indignación.

— ¿Qué? ¡Yo no voy a cargarla! Es suficiente con tenerla siempre que el señor está ante mi —farfulla por lo bajo—. A menos que él esté aquí ahora, no voy a tocarla siquiera.

Narcissa rodó los ojos mientras como fondo seguía el llanto de Anabelle.

—No. Voy. A. Cargarla —resaltó cada palabra mientras huía de su hermana.

—Tal vez se calme. Eres su madre.

Ante esas palabras Bellatrix arruga la nariz y aprieta los labios hasta que se tornan pálidos. Sus ojos ahora eran menos amistosos que antes.

— ¡No me lo recuerdes! Odio eso —gruñe entre dientes.

—Solo para que se calle antes de que Lucius se enfade por el escándalo...

—Pues que se enfade el rubio idiota —vociferó mientras se cruzaba de brazos—. Yo no voy a cargarla.

Pasaron más minutos, la niña tenía pulmones de acero, y Bellatrix no parecía ceder ante las súplicas.

Y lo hizo, ya harta del llanto y de todo lo que decía Narcissa.

—Dámela, maldita sea.

Sujetó a la bebé de las axilas, estirando los brazos para tenerla lo más lejos de su cuerpo que era posible. Le miró, sin dejar su cara de odio y asco hacia ella.

—Cierra el pico, repugnante rata...

—¡Bella! Así no le hablas a una be... bé.

La miró con la boca abierta.

Ana estaba riendo. Reía mirando a su mamá y estirando sus bracitos para intentar tocarla. Bellatrix soltó un Iugh, y la tendió hacia su hermana.

—No, no... Oh, Merlín —sonríe y se tapa la boca emocionada—. ¡Está riendo! Por primera vez.

—Yeii, si —fingió emoción y volvió a tenderla a Narcissa —. No la quiero.

—Pero, Bella...

—Toma a esta cosa —la puso en sus brazos y miró a Cissy a los ojos —. Y es la última vez.

Miró de reojo a Ana y luego salió de la habitación. El labio inferior de Anabelle tembló, Narcissa la abrazó mientras llenaba su pequeño rostro de besos.

—Tranquila mi amor, yo sí te quiero.

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