
13. Toma una decisión, niña.
Anabelle camina a hurtadillas por Hogsmeade, en unos diez minutos se supone que debe encontrarse con la Potter más joven para ir a por unos dulces y recorrer el lugar. Claro que no se encontraría con Lily en su apariencia normal, sino con la apariencia de una dulce niña de trece años, Bell.
Rió cuando notó que a la hora de elegir su nombre no lo pensó mucho y prácticamente le estaba dando la mitad de su verdadero nombre a Lily. Pero esa niña era tan ingenua y crédula que simplemente aceptó la amistad de una extraña a la que siquiera había visto antes por los pasillos del colegio.
—Estúpida —se mofó y respiró hondo.
Cerrando los ojos su cuerpo comenzó a hacerse más pequeño. Su largo cabello negro se acortó y aclaró. Pronto se vio como una niña de trece años con grandes e inocentes ojos marrones. Se sacó la túnica. Ropa acorde a la edad era lo que llevaba puesto ahora, un ridículo suéter tejido para fingir que fue su madre quien lo hizo.
Paró un segundo para observar el estúpido suéter con diseños de ositos. Su madre jamás le daría un suéter así, ni viva, ni muerta. El pensamiento pareció ensombrecer por completo a su persona, apretó tanto los labios que se estaban tornando pálidos. Aunque, qué sabe ella si su madre alguna vez le regalaba un suéter menos ridículo, si siquiera tuvo la oportunidad de ver la si Bellatrix la vestiría de cierta forma en invierno.
Con ese pensamiento solo estuvo aún más segura de lo que iba a hacer. Pasó los dedos por sus mejillas húmedas y se dijo que debía dejar de llorar, y comenzar a actuar. Frotó bajo sus ojos para acabar con las lágrimas y sorbió un poco la nariz. Movió las manos para animarse mientras ponía una gran sonrisa en sus labios. Practicaba su expresión para ir a ver a Lily.
Cuando se retiró hacia el gentío, un hombre que estaba escondido entre unos árboles, y la había visto cambiar, se permitió jadear. Su viejo cuerpo temblaba de horror mientras unas imágenes se mostraban en su mente. Tartamudeó por lo bajo antes de balbucear con un tono un poco más fuerte.
—Bell... Bellatrix Lestrange.
Lily empujó al chico para que le deje pasar, este le gruñó que era una idiota pero ella lo ignoró y siguió su camino. Ni ese idiota de último año iba a arruinarle su día. Solo podía divertirse las veces que había visitas a Hogsmeade y ella se escurría por el pasadizo que ya aprendió de memoria. El resto del tiempo vivía asfixiándose entre su padre y sus hermanos sobreprotectores.
Escondió aún más su cabello rojo candente en el gorro de lana, en parte agradecía el frío para poder camuflarse mejor, aunque estaba muriendo de calor bajo tanta tela. Repitió varias veces que valía la pena y que una vez Bell estuviese con ella podrían ir a algún lugar donde se quitaría el gorro y la bufanda de la cara.
—Eh, ¿es que estás ciega? —chilló la rubia con la que había tropezado.
La menor de los Potter casi cae y se sujetó de la susodicha con fuerza, aunque en el proceso la bufanda que le tapaba la mitad del rostro bajó y dejó ver sus conocidas pecas. Sus ojos se abrieron como platos al reconocer a la platinada, se trataba Julia Edward, y era la chismosa del colegio.
Tengo tanta suerte, pensó con sarcasmo mientras se hacía para atrás y comenzaba a correr. Julia le gritaba con burla y una falsa ansiedad innata.
— ¡¿Potter?! ¡Tú no deberías estar aquí! ¿Qué dirá el director si le cuento?
La maldijo mil veces cuando comenzó a seguirla por el lugar, Julia era mucho menos atlética y se cansó pronto de corretearla. Comenzaba a tranquilizarse hasta que la vio dirigirse al colegio con el paso más rápido que podía. La sangre abandonó el rostro de Lily Luna.
Alguien la abraza por detrás, sus pies abandonan suelo firme por unos segundos mientras una risita resuena en su oído derecho. Por un segundo olvida a Julia y sonríe antes de voltear para abrazar mejor a su amiga. Bell pedía perdón por tardar.
—Me quedé mirando a unos pájaros, lo siento —excusó.
—Eres una distraída sin igual —reprocha empujándola sin fuerza y luego añade—. Lindo suéter.
—Uh, sí... Mi madre —murmuró la castaña.
—En mi caso mi abuela —ríe mientras abre su abrigo y muestra un suéter color rosa. No nota la chispa en los ojos de Bell cuando menciona la palabra "abuela"
Bell logra recomponerse rápido para luego hacer un gesto hacia el camino donde había ido Julia.
— ¿Ella te reconoció?
Una mueca por parte de la pelirroja —Sí, ahora seguro va a por mi padre.
La otra arruga la nariz.
—Es una maldita chismosa.
Pasa un momento donde Lily se deprime y encoge los hombros con la mirada en el suelo. Bell dedica ese tiempo a planear una idea para detener a Julia, finalmente parece lograrlo y chasquea la lengua.
—Vamos a detenerla.
Tira del brazo de Lily y la arrastra hacia el camino que tomó la rubia. Lily parpadea confundida y clava los pies en la nieve.
— ¿Y cómo vamos a hacer eso? Ya debe estar lejos.
—Julia es una cerdita con piernas cortas, Lily. Te aseguro que no está muy lejos.
Aunque el comentario fue cruel, Lily rió. Porque era verdad, y odiaba lo suficiente a Julia Edward para no sentir pena por decirlo así. Por lo tanto ambas se echaron a correr mientras reían y se empujaban levemente.
Julia no había recorrido mucho cuando paró a respirar. Estaba sentada en una pequeña muralla destruida a un lado del camino. Su gran rostro redondo estaba rojo y con una capa de sudor. Necesitaba llegar al colegio y contarle al director que su perfecta hija estaba rompiendo las reglas al ir a Hogsmeade sin permiso. Esperaba esa oportunidad para dejar mal a Lily Potter desde primer año, cuando estaba más pasada de peso, cayó accidentalmente encima de la pelirroja y esta armó un gran escándalo diciendo que por poco la mata. Nunca la habían avergonzado así.
— ¡Eh! ¡Bolita de grasa! —le dicen con burla.
Bell daba zancadas hacia ella, su expresión tenía algo que aterró un poco a Julia. Esa chispa de que iba a hacerle algo que no le gustaría.
— ¿Y tú quién eres? —suelta con la voz aguda, se resbala un poco al levantarse.
—Alguien que va a enseñarte a dejar el chisme —responde con malicia.
Julia apenas logra moverse cuando Bell saca su varita y apunta hacia ella. La nieve al lado de sus pies parece levantarse gracias a una explosión y grita aterrada. En ese momento llega Lily, quien sujeta a su amiga con cierta sorpresa.
—Bell, ¿qué diablos haces?
—Solo le meto miedo, Lily —dice con normalidad, señala a la temblorosa Julia que temía separarse del árbol. Una sonrisa divertida adorna el rostro de la morena—. Tampoco voy a matarla.
—No fue divertido —aprieta los labios.
—Para mí sí. Vi a un cerdito saltar —susurra—. ¿Quieres verlo tú también?
La malicia de Bell era extraña, poco propia de un tejón, y no estaba gustándole. Cierta angustia invadió a la Potter mientras abría la boca para decir que no.
— ¡Se lo diré a tu padre, Potter!
La amenaza hace que vuelva la vista a la rubia, quien apretaba los puños armándose de valor.
— ¡Todos sabrán que la hija del héroe no es más que una maldita perra! —asegura, las mejillas de Lily se encienden—. Una maldita que se cree la mejor cuando en realidad es una cruel despreciable con todos...
— ¿Aún no superas primer año, Edward? —escupe—. Por favor, teníamos once años, y admite que estabas gorda. Tu trasero estuvo sobre mi pecho, casi me quedo sin aire.
Los ojos de la otra se llenan de lágrimas —No hacía falta que te pases lo que restaba del año diciendo lo gorda que estaba —murmura pero la pelirroja no la escucha de la furia por haber sido tachada de perra.
Lily se habría avergonzado en ese momento, esa Lily que intentaba ser mejor persona se hubiese declarado una mierda. Pero esa Lily había sido encerrada mientras que la otra, la que Ana quería afuera, miraba con asco a Julia. Bell observa atenta a la pelirroja mientras sacaba su varita.
—Sí quiero ver al cerdito saltar —murmuró antes de señalar hacia la rubia.
Estaba a punto de seguir los pasos de Bell cuando alguien se abalanzó tras ellas, y Lily sintió que la empujaban al suelo. Gritó asustada al ver a un hombre viejo sobre Bell, intentado sujetarla al suelo.
— ¡Bellatrix! ¡Bellatrix Lestrange! —repetía mientras le tomaba las muñecas y Bell gritaba sin parar.
— ¡Suelteme! ¡Suelteme! —Bell se retorcía y de sus ojos brotaban lágrimas—. ¡Lily!
Esta le miró unos segundos, en estado de shock mientras intentaba levantarse. Julia ya había salido pitando hacia colegio. Lily no sabía qué hacer, ella no era un héroe. Ciertamente era todo lo que Julia había dicho. Ahora no hallaba la forma de ayudar a su amiga.
—Tú, maldita bruja. Tú mataste a mi familia —decía el viejo mientras la golpeaba contra el suelo, Bell sollozaba sin parar mientras trataba de empujarlo—. Creí que estabas muerta. Pero ahora yo voy a acabar contigo de una buena vez.
Entonces despertó. Ese hombre intentaba matar a Bell. Debía hacer algo para que eso no suceda. Por ello se incorporó y le dio una patada en las costillas, con la mayor fuerza que podía. Fue suficiente para que él cayera de costado y Bell pudiera escapar.
Lily tiró de la morena y echaron a correr hacia Hogwarts. Aunque el hombre también las siguió.
Nunca antes había sentido eso, esa sensación de terror absoluto. Le dolía el pecho por la intensidad de sus latidos. Sus pulmones ardían por recibir tan poco aire. Se negaba a soltar la mano de Bell aunque sentía la palma sudorosa. Cuando ya estaba a punto de caer de boca en la nieve vio un ápice de esperanza ante ellas.
El profesor Neville Longbottom iba hacia ellas trotando, aunque al ver el rostro de las niñas a punto de explotar comenzó a correr.
— ¡Desmaius! —gritó señalando al hombre que también tenía la varita en la mano.
El viejo cayó inconsciente. Lily y Bell se sentaron a respirar y llorar. La Potter abrazó a su amiga con fuerza mientras se retorcía en sollozos.
Anabelle devolvió el abrazo fingiendo las lágrimas, la sorpresa era evidente. No esperaba que Lily la ayudara, no pensaba que iba a preocuparse tanto por ella. Tal vez la pequeña no era tan maldita como decían en los pasillos. Lily simplemente no iba a soltarla en esos momentos.
—Oh, Lily —resopló el profesor mientras se acercaba a ellas con expresión aliviada—. A tu padre no le gustará esto.
***
— ¡No salir del colegio! ¿Tanto costaba seguir esa regla? —le gritó Harry a su hija cuando esta llegó al despacho del director.
—Me suena a alguien —se escuchó decir al retrato de Severus Snape, con ironía—. Pero no logro recordarlo...
—Casi te matan —siguió Harry Potter, ignorándolo. Sus ojos estaban ardiendo en cólera, Lily nunca antes lo había visto así—. ¿En qué estabas pensando, Lily?
Ella tembló en la silla y relamió sus labios antes de hablar.
—Él no quería matarme a mí, quería matar a Bell —su voz se rompió, la expresión de Harry cambió al verla llorar—. No entiendo por qué quería matarla. No podía dejar que mate a mi amiga.
Se tapa la cara con las manos y llora, llora sin parar. Eso hace que su padre se ponga incómodo, él no sabía muy bien cómo calmar el llanto de su hija a veces. Rodeó la mesa y se puso junto a ella para frotarle la espalda.
—Ya, Lils, no llores nena —la abraza sin dejar de acariciar su cabello—. Ya están bien. Bell está bien, ¿sí? Tranquila.
—La golpeó contra el suelo.
—Está en la enfermería, Lily, va a ponerse bien. Van a curarla, no te preocupes —suspira—. Por Merlín, ya no salgas del colegio así.
—No lo haré —asegura aferrándose a su camisa.
—Eso espero.
Deposita un beso en su frente y la separa tomando sus mejillas para que le mire a los ojos.
—Voy a dejarte en la enfermería con Bell y la señora Todds, ¿bien? Tengo que hablar con tu tío Ron. Pero luego iré con ustedes.
Lily asiente mientras se sorbe la nariz.
Caminan abrazados hasta la enfermería, a un metro de la puerta Harry besa una vez más la frente de su pequeña y le recuerda que volverá pronto. Lily lo mira mientras él desaparece en la esquina del pasillo, respira hondo y voltea sobre sus talones para dirigirse a la enfermería.
Un escalofrío le recorrió la espalda cuando empujó la puerta. Pero ella lo ignoró. Un malestar general se apoderó de su cuerpo mientras ingresaba, y también lo ignoró. A todas y cada una de las advertencias les fue igual, ignoradas como a una simple brisa.
— ¿Bell? ¿Señora Todds? —dijo poniéndose de puntillas para mirar toda la extensa habitación.
La escena era un tanto escalofriante. Las camas vacías, el silencio total, el hecho de que más allá una sábana tapaba una zona de la habitación. Lily avanzó con las piernas temblorosas.
Un grito se atoró en su garganta cuando estaba haciendo a un lado la sábana blanca y una mano ensangrentada tiró de ella. Miró con pánico a la magullada y vieja señora Todds.
—Bellatrix Lestrange —le dijo con dificultad, entonces Lily notó que tenía un corte profundo en la garganta, la sangre no dejaba de brotar.
—Dios mío —lloró empujándola, aterrada con la sangre. Retrocedió a tropezones hasta chocar con alguien.
Volteó temblando, primero sólo vio el torso de una mujer vestida de un rojo oscuro. Subió la vista porque ella era más alta y su rostro palideció al verla. La mujer era tan alta que le aterraba, tenía el cabello color carbón con rizos despeinados. Sus ojos marrones brillaban con malicia mientras la observaba.
Esa malicia la había visto antes. La había visto en Bell.
— ¿Bell? —lloró, no podía moverse, estaba muerta de miedo—. ¿Eres tú, Bell?
—Shh, deja de llorar —le pidió Anabelle mientras se acercaba a acariciarle la cabeza, Lily gimió al sentir la sangre de la señora Todds.
—Por favor no me mates —rogó cerrando los ojos, sin dejar de llorar.
Anabelle se acercó lo suficiente para atraparla en un abrazo. Posó su mentón en la nuca de Lily y suspiró.
—Ese era el plan, linda —la pelirroja tembló—. Pero acabo de notar que eres mi mejor amiga.
Lily se sorbe la nariz. Por su cabeza surca el plan de gritar como loca hasta que alguien llegue. Pero si lo hace, ella posiblemente la matará.
—También eres mi mejor amiga —susurró apenas.
—No tengas miedo. No voy en contra de ti, Lily. Voy contra tu familia —explica y se separa para tomarle las manos. Lily siquiera se atreve a mirarle los ojos—. Pero ahora tú vas a ser de mí familia, ¿verdad?
Escuchó la voz de su padre en el pasillo, junto con la de su tío Ron.
Anabelle insistió tomándola de la barbilla, sus ojos marrones centellearon al acercarse.
—Sí —afirma a media voz y las lágrimas caen por sus mejillas.
Ana sonríe y Lily cae desmayada en sus brazos. La señora Todds aún balbuceaba cosas cuando ambas desaparecieron.
Harry entró llamando a su hija, tenía una pequeña sonrisa en sus labios hasta que notó a la señora Todds en el suelo rodeada de un charco de sangre.
— ¡Ron! —le gritó a su amigo antes de correr hacia la mujer.
Se lanzó junto a ella, intentó detener la sangre que emanaba de cuello. El déjà vu le pareció amargo. Pero la preocupación le invadió de inmediato.
—Todds, ¿dónde están las niñas? —pregunta sintiendo que le faltaba el aire.
La mujer balbuceaba cosas que no lograba entender, ella estaba muy alterada. Ron se puso a un lado y no fue de mucha ayuda al gritarle a la mujer que sea clara. Entonces ella, antes de quedarse sin aire de vida, gritó con todas sus fuerzas.
— ¡Lestrange! ¡Bellatrix Lestrange!
Escupió sangre, las gotas fueron directo al rostro de Ron, como una venganza. Ella quedó tiesa y Harry no dejaba de temblar. Ron sacó un pañuelo y se limpió el rostro con una mueca, le dio una mirada desesperada a su amigo.
—Quiero aurores en el colegio, Ron —determinó—. Van a registrar todo, y a todos.
—Harry —murmura—, Bellatrix está muerta.
—Lo sé —saca la mano ensangrentada del cuello de la mujer—. Necesitamos hablar con Malfoy.
***
Soy una mierda que se largó a reír con la palabra tiesa LOL
Esto fue escrito con una narración diferente a los anteriores, así que supongo que ya lo edité en el pasado, o lo escribí siendo un poco más grande. Me gusta cómo está, así que solo cambié algunas cosas.
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