12. Quiero a mi familia.
Astoria camina con rapidez por los pasillos de su hogar, la coleta de su largo cabello se balancea de un lado a otro a cada paso. En sus manos sostiene un papel con tal fuerza, que está a punto de romperlo. Lleva un buen rato intentando no llorar, pero no puede más, así que rompe en llanto mientras se sostiene de una puerta.
Le dolía en el alma, la destrozaba esta situación. Donde ella se preocupaba por su esposo, su salud, y él la ignoraba de forma olímpica. Luego de la charla que tuvo con Narcissa Malfoy, donde esta explicó a grandes rasgos lo que podría estar pasando con su hijo, Astoria pensó que tal vez Draco volvió a caer en el dolor del luto por la muerte de su prima. Las pesadillas eran algo que ya pasó antes, y tal vez el estrés de los últimos meses las trajeron de vuelta.
Intentó mimarlo, buscar la forma de que se sintiera mejor. Draco a veces la ignoraba a propósito, o no notaba lo que trataba de hacer, pero esta vez... Esta vez la destrozó.
Estaba en su despacho, escribiendo algo con suma atención en un pergamino. Astoría entró, arreglada con unas bien marcadas intenciones, y se acercó para abrazarlo por la espalda como siempre. Pero no fue como esas veces, Draco no volteo a besarla, ni a devolverle el abrazo haciéndole cosquillas en la cintura. En su lugar se tensó, y tapó el pergamino.
—Por favor retírate, Astoria. No estoy de humor —le dijo, frío como un iceberg.
Entonces ella explotó, harta de que todos sus intentos terminaran en fracaso.
— ¡Han pasado meses, Draco Malfoy! —le reprocha, soltándolo. Él se giró a verla, con su odiosa cara carente de emociones—. Llevo meses intentando que te sientas mejor, pero ignoras todo lo que hago, y tampoco quieres hablarlo. ¿Cómo se supone que te ayude si no me dejas, y tampoco dices lo que necesitas? —Comenzó a hiperventilarse un poco, sus palabras se trastabillaban—. Lo único que tienes en la cabeza es Anabelle, Anabelle, ¡y más Anabelle!
Solo entonces, la cara de Draco sufrió un cambio. Sus ojos se abrieron un poco más.
—Sí, te escucho en sueños. Solo repites ese nombre una y otra vez. Tuve que hablar con tu madre al respecto, porque sabía que no me dirías nada.
—Tú no... —el enojo se hizo paso en los ojos plateados.
— ¡Lo hice! ¡Lo hice porque estaba preocupada!
—Vete —le dice, señalando la puerta. Parecía no soportar el atrevimiento que se tomó al hablar con su madre.
Astoria respira hondo, y repite una vez más: —Estaba preocupada.
—Quiero que me dejes solo —Se vuelve a su pergamino, tomando la pluma otra vez—. Déjame solo, Astoria.
Ella soltó un bufido, era increíble, ¿otra vez con esto?
Se fijó en el pergamino, notando que su nombre estaba escrito en él. Tuvo un arrebato, y se lo quitó de las manos a Draco, corriendo lejos para poder leerlo.
Se le cayó el alma a los pies. No era una carta de amor, menos de disculpas. Era una carta de despedida, y cada palabra que Astoria procesaba la desgarraba por dentro. Observó la carta, y a Draco, con la nariz roja y los ojos inundados. Él solo suspiró, bajando la cabeza hacia el suelo mientras tocaba su cabello.
— ¿Qué es esto? —No hay respuesta, ahora ella estaba iracunda—. ¿Qué mierda es esto, Draco Malfoy?
—No quería que las cosas fueran así.
—Querías que la leyera cuando estuvieras al otro lado del país, ¿no?
Draco suelta un sonido frustrado, vuelve a mirarla, parece haber envejecido mucho en pocos meses.
—No, Tori. Tú no entiendes —se lamenta.
—No entiendo porque no lo explicas. Nunca explicas —se le quiebra la voz—. Se supone que soy tu esposa, y nunca me cuentas lo que te aflige para poder ayudarte, ¿por qué? ¿Qué es lo que sucede?
Avanza hacia él, parece indefenso, por primera vez cree que al fin obtendrá respuestas. Pero tan pronto como da dos pasos, la pared de Draco vuelve a subir.
—Porque no es de tu incumbencia.
Él se retira a paso rápido, y la castaña lo persigue todavía exigiendo respuestas. Llega un punto en que lo pierde de vista en la gran mansión, y Draco desaparece del lugar.
Perdió la compostura por completo, comenzando a llorar a los gritos mientras golpeaba las paredes. Le pidió que regrese, pero no había forma, porque Draco se había ido.
Draco odiaba escuchar el llanto de Astoria, odiaba ser el culpable de este, pero había que hacer algunas cosas mal para al fin poder hacer algo bueno. Eso era lo que se repetía cuando la imagen rota de su esposa volvía a su mente. Era necesario, mascullaba, sacudiendo la cabeza.
Se obligó a seguir caminando, por una calle muggle que en realidad no conocía muy bien. Solo seguía el mapa en sus manos, quería confiar en que no estaba loco y que ese mapa realmente lo llevaría a la persona que él creía. Era lo único que lo animaba a caminar por las calles de Escocia muggle.
—Eh, rubiecito —escuchó que lo llamaban a los gritos, eran unas mujeres de ropas llamativas—. ¿Buscas diversión?
No se inmutó. Hace varias calles que le decían lo mismo, él no venía para eso. No venía a cagar aún más su matrimonio, en realidad era un pobre movimiento con la esperanza de salvarlo. Tenía la mirada plateada fija en el frente, de vez en cuando bajándola al mapa.
Anabelle, pensó y tragó saliva. Posiblemente estaba viva, o eso era lo que decían las cartas que comenzaron a llegar hace unas semanas. Todas acababan con un Te quiere, Ana.
Al inicio, las cartas se enfocaban en actualizarlo, le decían que había crecido mucho, que se veía diferente. Luego le preguntaban cómo terminó casado con Astoria Greengrass, obviamente no respondía, ni siquiera sabía de dónde venían, las lechuzas se retiraban apenas lo veían tomar el recado. Pero luego de esto, las cartas comenzaron a verse más como escritas por una niña celosa.
Querido Draco,
Hoy vi a tu esposa en el Callejón Diagon. Realmente no es tan bonita, su cabello se veía descuidado y feo, ella misma está poniéndose aún más fea. ¿Qué te parece a ti? ¿Por qué sigues casado con alguien así?
Te quiere, Ana.
Aunque fueron las últimas las que comenzaron a inquietarlo. Esas que ya no llegaban por lechuzas, sino que aparecían de repente en su escritorio de la casa.
Vi a Scorpius hoy, es igual a ti. Quisiera llevármelo, quiero tener a mi Draco, porque lo perdí hace muchos años y lo extraño.
No me agrada que Astoria este detrás de ti todo el día, hay que hacer algo con ella.
Casi tomé a Scorpius, pero luego me dije que sería mejor tener a mi verdadero Draco, ¿te parece?
Con esa última se quedó hecho piedra. Temía que realmente se llevara a Scorpius a quién sabe dónde. Por eso se sentó y escribió una respuesta, incluso si no sabía qué hacer con la carta luego. Entonces escuchó unos golpecitos en la ventana, allí estaba la lechuza que solía traerle las cartas.
Se acercó con recelo, y le entregó el sobre; apenas lo hizo, esta salió volando. Tomó como una hora que volviera con la respuesta, que no era solo una carta.
Quiero a mi familia de antes, al menos lo que me queda.
Eran tres cosas. El primero, un dibujo donde aparecía él, Narcissa, y quien parecía ser Anabelle, muy parecida a su madre Bellatrix. En el otro papel había instrucciones que más bien parecían amenazas, junto con un mapa.
Era simple, o iba donde ella decía, o mataría a Scorpius y Astoria.
—Rubiecito —volvieron a llamarlo. Pero esta vez no era un tono seductor, era de pura emoción contenida, y tal vez algo de burla. Se detuvo, al igual que los latidos de su corazón, y se giró para ver a la dueña de la voz—. Viniste.
— ¿Ana?
Cuando miró sus oscuros ojos marrones, Draco perdió el conocimiento, y cayó al suelo. Ella se inclinó, para admirarlo mientras acariciaba su cabello.
—Vamos a ser una familia feliz —murmuró con lágrimas en los ojos—. Pero primero debo encargarme de todos lo que me lo impidieron antes.
Y ambos desaparecieron. Una vez más, una calle desolada. Como se sintió Ana durante todo este tiempo.
***
Si me alcanza la voluntad, estaré escribiendo un capítulo más. Caso contrario, espero volver pronto uwu.
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