11. Cayendo en la tentación.
La profesora Morgan era una mujer hermosa, joven y con un cuerpo divino. Era la imagen soñada de muchas jovencitas, al mismo tiempo que causaba pequeños enamoramientos imposibles. Era inteligente y de buena imagen, más joven que el resto del profesorado de Hogwarts, y claro que también levantaba pasiones entre algunos de colegas.
Pero no se supone que Harry debería ser uno de esos, siendo ya un hombre casado, padre de familia, con canas que debía esconder cada mañana al cepillarse los dientes. Aquellas miradas que le dedicaba, por más fugaces que fueran, estaban mal. Se sentían mal, al mismo tiempo que pensaba lo bella que era la vista.
Helen Morgan no había notado que el director del colegio estaba en la puerta del aula, no sentía su mirada, estaba muy ocupada acomodando ingredientes y anotando lo que faltaba. Se llevó un gran susto cuando miró de reojo, y vio una figura allí.
— ¡Merlín, señor Potter! Me asustó.
—No era mi intención —balbucea el hombre, una mini sonrisa culpable aparece en su rostro—. Quería hablarle.
—Sí, claro —responde, dejando la agenda a un lado y caminando hacia él.
No notaba lo bochornoso que se encontraba el mayor mientras caminaban uno junto al otro.
Harry tenía que hacer su trabajo normal, tener una reunión con ella como con el resto de los profesores y discutir sobre nuevas medidas de seguridad. Pero toda su voluntad por cumplirlo se apagó al verla, ¿por qué tenía que sentirse como un adolescente junto a su enamoramiento de secundaria? Era tan incómodo.
En especial cuando había estado teniendo sueños con la profesora Morgan, nada profesionales. Empezaron de la nada hace un par de semanas tal vez, antes de eso nunca se le había ocurrido mirarla con otros ojos. Desde entonces, despertaba mirando con vergüenza el bulto en sus pantalones.
Además, Morgan tenía que ser tan agradable y considerada, además de bonita. La forma en que se preocupaba por sus alumnos, recordando a cada uno de ellos y sus dificultades, para luego ir a discutirlo con él. Cuando iba a verlo solo para contarle, con una bella sonrisa emocionada, que habían mejorado. De alguna forma, sus visitas se habían convertido en algo que esperaba con ansias.
Era tan encantadora, y tan peligrosa para su matrimonio. Pero ahí estaba, tentando a su suerte y acercándose de todas formas.
Porque Helen le sonreía, mientras Ginny solo reprochaba todo lo que debía hacer, descargando sus frustraciones en él. Contrario a lo que le pasaba con Helen, no le causaba ilusión las estresantes visitas de su esposa, porque la mujer siempre estaba muy deprimida o muy enfadada.
La situación de los últimos meses hizo que su matrimonio cayera en picada, como su estabilidad emocional.
Helen era una pequeña felicidad en todo el lío; no llegaba con problemas, llegaba como una forma de hacer que olvide sus problemas, con solo una mirada.
Cuando llegaron al fin a su despacho, se sintió mareado, y todo lo que tenía planeado decirle, se le borró de la mente.
Ella caminó hasta tomar asiento frente al escritorio, muy diligente y preparada para una charla seria. Lo miró con sus grandes ojos castaños, atentos y a la espera.
— ¿Qué sucede, señor Potter? —lo invitó a hablar, cuando ya pasó tiempo suficiente y él seguía en silencio—. ¿Es sobre Lucy Weasley? Pasé por la enfermería, mejoró bastante. Sigo sospechando que fue un imperius...
Siguió hablando, y él se quedó fascinado con la forma en que sus labios se movían.
—Propongo hacer rondas de vigilancia solo de profesores —despertó de su ensoñación a tiempo para escuchar la conclusión de sus ideas—. Ya no más prefectos en las noches, no debemos poner en peligro a los alumnos.
—Tampoco hay que alertarlos —logró decir, carraspeando un poco y acomodándose en su silla—. Si vamos y les decimos que los profesores van a patrullar, van a pensar que...
—Es que deben estar alertas, señor Potter —le recuerda, con una mirada tan afligida que quiso ir a abrazarla—. Usted mismo vio lo que esa persona es capaz de hacer, no podemos seguir fingiendo que todo está bien.
Un suspiro se escapa de los labios del hombre.
—Lo sé, profesora Morgan. La patrulla suena bien.
Ella sonríe un poco y dice: —Hay que hablar con los demás maestros para formar equipos y horarios.
—Sí, convoqué a una reunión hoy antes de la cena.
Helen asiente, satisfecha porque su idea ha sido aprobada.
— ¿Es todo, señor?
—Eh... —se le secó la garganta, ¿acaso el aire estaba algo denso hoy? Ella estaba haciendo el ademán de levantarse, quiere decirle que se quede, pero no hay nada con lo que pueda retenerla—. Es todo, puede retirarse.
La acompañaba a la salida, por cortesía, cuando otro mareo se presentó. Esta vez, notó que todo su cuerpo se sentía caliente. Y cuando Helen se volteó, al parecer dispuesta a agregar algo, tener sus labios rosados tan cerca fue demasiado.
Se acercó para besarla, chocando sus labios con algo de rudeza, y pudo sentir a sus dientes encontrarse, pero no le prestó atención. Seguro solo fueron unos segundos, pero de todas formas se sintió tan bien como un beso de minutos.
Hasta que ella se separó, y el sonido de su mano estrellándose contra la cara de Harry resonó en la oficina.
Volvió a mirarla, ella estaba roja por completo, con los ojos aguados y labios sonrojados. Tomó aire para hablar, tal vez mandarlo a la mierda, pero no dijo nada y simplemente se fue.
Harry se tapó la cara con ambas manos, ¿qué había hecho?
El tiempo pasaba, y él seguía sin avanzar en su trabajo, con la cabeza hecha jirones con su actitud anterior. Lo peor de todo era que quería más de ese beso tomado sin permiso, era una mierda. Casi se arrancaba cada hebra de cabello cuando alguien tocó la puerta.
No pudo evitar levantar la cabeza, esperanzado con que fuera la profesora de regreso. ¿Tal vez ella también...?
—Adelante —invitó, tal vez con demasiada ansia.
Ginny entró, y la emoción burbujeante en su pecho se apagó. Por lo bajo, dejó salir un suspiro decepcionado.
—Harry... Vine a pedirte perdón por la forma en que te he tratado las últimas semanas —dice, pareciendo más apenada de lo que debería—. Descargué toda mi frustración en ti, y tú también debes estar asustado y enojado con todo esto.
Sus ojos azules se llenaron de lágrimas, caminó hasta quedarse junto a él, medio sentada en su escritorio.
—Perdón por ponerte otro peso encima.
Él se quedó mirando su vientre, sintiéndose tan abrumado por la culpa que también le entraron deseos de llorar. Solo se acercó a ella y la abrazó, sintiendo sus cálidos brazos rodearlo, y acariciar su cabello, pero tan solo dura unos segundos. Se siente asqueroso al escuchar sus disculpas, y además recibir caricias.
Se aleja, lastimándola una vez más.
—Yo lo siento, lo siento tanto —se le quiebra la voz.
Pero Harry tal vez no lo sentía lo suficiente, o tal vez lo que sentía era otra cosa. Porque más tarde en la noche, luego de la reunión de maestros, volvió a disculparse con la profesora Morgan. Solos en su oficina, sintiendo que el aire se tornaba denso otra vez, y que sus cuerpos ardían.
Harry no lo lamentó realmente, no cuando recorría con sus labios el cuerpo de otra mujer.
Alguien más los miraba, serpenteando con su varita y sonriendo satisfecha.
—Que sea un héroe no lo convierte en santo, todos pueden caer en la mierda —murmura Anabelle, y se ríe un poco—. Ya ni siquiera hay un hechizo de por medio.
Miró el reloj, era hora de ir por alguien más, y luego podría asistir a su ballet favorito.
***
Releer la versión anterior me resultó asquerosa lol tuve que reescribir todo de forma que me sintiera más cómoda. Qué verga con mi yo del pasado, te pasaste babosa.
Ahora solo me quedan once capítulos más wii
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