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Pantalones de lunares

Al día siguiente soy la primera en levantarme. Los rayos de sol se filtraban a través de la tienda de campaña haciendo que, adentro, la temperatura aumentara de forma exponencial. Limpié el sudor de mi frente, me puse las zapatillas y cuando quise bostezar, escuché, de repente, un sonido ensordecedor. Cerré la boca de inmediato pensando que ese sonido provenía de mi interior. Tardé varios segundos en comprender que aquello era el toque de diana, que anunciaba la hora de levantarse. Los novatos se pusieron de pie al instante. Muchos saltaron asustados y se incorporaron entre bostezos y estiramientos. Eroc y Ariam hicieron su aparición y nos acompañaron a entrar a la cabaña, por el mismo agujero del día anterior. Nos llevaron a los cuartos de baño para que nos aseáramos y laváramos los dientes.

Una vez que Andra terminó de ponerse unas gotas especiales en sus ojos, pudimos continuar. Los chicos se fueron con Eroc y las chicas seguimos a Ariam por uno de los pasillos. Nuestra guía traía consigo, con bastante dificultad, una escalera improvisada de troncos.

—Necesito ayuda —nos dijo ella cuando llegamos a un salón oval.

Ariam ubicó la escalera justo por debajo de un portón redondo (en el techo) que parece una moneda gigante, pues es plateado y tiene el dibujo de una mujer que sostenía perchas de ropa. Atravesamos el portón hasta una cámara que parecía el camarote de un artista que, a juzgar por los atuendos, parecía utilizar la misma ropa todos los días. Muchas camisetas blancas, pantalones cortos y bandas moradas.

—¿Qué se supone que debemos hacer acá? —pregunto.

—Debemos cambiarnos y ponernos los uniformes —me respondió la niña rechoncha—. Soy Glo, un placer conocerte.

—Gracias. Yo soy Ana. Un gusto.

—Este te va a quedar —me dijo Andra, la novata con ojos saltones, apiadándose de mí—. Me llamo Andra. —Ella se queda mirando un trozo de tela para luego decir—: ¿Sabías que antes trabajaba gente en los uniformes? Los arreglaban constantemente si se estropeaban. Y si no eran de tu medida, se pasaban la noche ajustándolos. Era una orden del Legendario Di, porque era todo un galán. Todos debemos estar prolijos siempre. Es un mandamiento.

Glo asiente con la cabeza mientras me ayuda a ajustarme una banda morada alrededor del cuello y me pone un botón plateado en forma de espejo con alas.

—Pero después de que ocurrió aquello, lo del gran robo, disminuyeron el presupuesto de la caravana... o por lo menos eso es lo que dicen —explicó Glo, que con orgullo le muestra el resultado a Andra.

—Te queda bárbaro —me dijo ella, y terminándose de ajustar unas rodilleras, señaló algo—: mirá... allí, debajo de ese taburete parece haber algo.

Me agacho y encuentro un par de calcetines.

Quise preguntar sobre ese supuesto gran robo, pero no me dio tiempo. Consigo ponerme las zapatillas antes de salir. Volvimos a la cámara Principal y los muchachos nos esperaban ansiosos. El capitán Orl también está y nos mira con aprobación. Él ahora está vestido con el uniforme y carga una banda con muchas insignias. También carga en su mano derecha un casco de armadura.

—Novatos, acompáñenme —ordenó y todos le seguimos. En esta ocasión, fuimos a la cámara 11 que estaba resguardada por una puerta común y corriente; en un costado tenía una simple inscripción:

Campeón Peroles.

—Normalmente los Sanguinarios acostumbran buscar acá algunos armamentos para practicar en el campamento —explicó, mientras se ubicaba delante de la puerta—. Somos los únicos fantasmas que tenemos permitido usar armas. El Legendario Di era el maestro de la posesión a lo inanimado —siguió explicando Orl, parecía bastante orgulloso—. Entren y escojan un objeto o arma para su primera lección.

¿Primera lección? ¿Y el desayuno?

El capitán abrió la puerta y varios novatos lucharon por ser los primeros en entrar. Todos quieren tomar la mejor arma.

Me convierto en fantasma y traspaso a un grupo de campistas que querían la misma espada. La niña rechoncha me da una embestida que por poco me deja inconsciente, yo me río y veo para todos lados. Busco entre las montañas de cosas y encuentro un cartucho muy arrugado. Lo reviso y descubro dentro un par de cuchillos.

Alis cogió un arco con flechas y se protegió de Yois, lanzándole unos balines.

—¡No me vas sacar mi arma!

Ferrum, el muchacho negro, corre porque Andra quiere quitarle la espada que tiene entre sus manos. Minutos después, se resbaló con unas esferas de aluminio cayendo, luego, en una cosa que parece ser un tenedor gigante. Tenemos que ayudarla porque se ha quedado enganchada.

Ariam y Eroc ven el desastre que tenemos en la cámara de Peroles. Ariam tiene las orejas rojas y Eroc parece muy contento y orgulloso. Ambos, llevan consigo unas cuantas bolsas de dormir.

—No hay nada mejor como la emoción de ser novatos —dijo inspirado Eroc, mientras respiraba una gran bocanada de aire.

Ariam gruñe y nos ordena juntar todos los instrumentos para ganar espacio. Trabajamos en equipo... y para cuando comienza la lección, todos estábamos reunidos en un círculo alrededor del capitán Orl. Todos los novatos habíamos escogido un arma distinta y observábamos con cierto nerviosismo al capitán, que seguía muy concentrado enfrente de su casco de armadura.

De repente, una sustancia gaseosa de color blanco salió de su pecho, como si se tratara de su propia alma, y se dirigió hacia el casco de armadura. Este se sacudió de manera violenta como negándose a la posesión y luego se entregó a su merced, como si no existiese otra alternativa.

—Esta es la posesión extra anima —dijo de repente el capitán, mientras el casco flotaba en el aire—. Los herederos guarden sus medallas y dedíquense a usar el tiempo de esta lección a comprender la raíz de nuestro verdadero poder. —Orl seguía hablando de forma solemne sin prestar atención a los rostros embebecidos de la mayoría de los novatos.

Pasamos los minutos siguientes poseyendo diferentes armas y objetos. Yo, obviamente, era una experta con mis dagas; sin embargo, cuando lo intenté con los cuchillos, fracasé como una perdedora. Por otro lado, Alis no logró mover ni un centímetro de distancia una flecha que estaba en la aljaba, mientras Ferrum, que parecía desesperado, golpeaba su cabeza contra un jarrón de metal que se negaba a seguir sus instrucciones.

—Capitán —soltó de repente Andra— ¿Le puedo hacer una pregunta?

—Sí, obvio.

—Verá. Yo... —Andra se sonrojó y tuve la sensación de que sus ojos aumentaron de tamaño—. Yo no puedo hacer ningún poder básico.

—No te preocupes —respondió Orl con gentileza—. Muchos fantasmas no pueden usar ninguno de los poderes básicos. No eres la única. Me parece que la Campeona Quiteira es un buen ejemplo de ello, y mira a donde ha llegado. No tienes nada de qué preocuparte.

Fue entonces cuando descubrí que no todos los fantasmas tienen los tres poderes en común: la gran mayoría podía desvanecerse y aparecerse; muy pocos, como yo, atravesábamos lo material y casi ninguno sabía cómo utilizar la transfiguración (que consistía en enviar un espíritu para hacer trabajos o enviar mensajes por ti). Algo que es muy difícil de lograr, porque según Eroc, que estaba ayudando a Glo en ese momento, nos decía que sólo los fantasmas más avanzados lograban una buena transfiguración. Asimismo, el capitán Orl siguió explicándonos sobre las habilidades especiales. Prácticamente era lo que nos diferenciaba, a nosotros los Sanguinarios, de un Iluminado o un Trompeto.

—Los Sanguinarios, como nosotros, somos los que tenemos la mayor diversidad de habilidades especiales. Pues poseemos cualquier cosa que no tiene vida (Posesión extra anima). Es fantástico. Los Trompetos, por su parte, pueden hacer cosas increíbles con la posesión animal y natural. Hay gente que dice que los fantasmas Legendarios tenían la habilidad de convertirse en pájaros.

Es cierto. Recuerdo la frase que está en la entrada del campamento: «una Copa con ojos, un Espejo con plumas y un Cuerno musical con pico».

En el momento que terminamos la lección, Ariam nos repartió unas bolsas de dormir, lo cual nos pareció muy extraño ya que era bastante evidente que no era la hora de irse a la cama.

—Desde hoy, esta será su guarida —explicó Ariam con cierto desprecio—. Hasta que solucionemos el problema que hay con las otras cámaras, ustedes dormirán aquí. Las bolsas son para la noche.

Teníamos toda la mañana restante para organizar en nuestros cerebros la información que Orl nos había dado. Estábamos de camino al patio de comida cuando otro sonido extravagante ocasionó que nos sobresaltáramos.

RATAPLÁN... RATAPLÁN...

—¡Oh, no! —exclamó Eroc, preocupado—. Mira la hora que es. Es muy tarde, si no nos movemos rápido, no llegaremos a la demostración de poderes. ¡Ariam me va a matar! —siguió Eroc, mientas caminábamos detrás de él. Apresurados.

Glo y Vik, por su parte, no parecían preocupadas en absoluto por aquello, pues hablaban ansiosamente sobre la desventaja que teníamos los Sanguinarios. Según Glo, nuestra caravana no tenía entrenador desde hace muchísimo tiempo, ya que no había nadie que se presentara para el cargo. Por lo tanto, debíamos conformarnos con las lecciones de nuestros guías y capitán.

—...El entrenador Pote cada año reparte puntos a los novatos. Es una buena oportunidad para ganar fichas. Básicamente premia la belleza de los poderes, volar por ejemplo. Eso lo dejaría loco —dijo Eroc mientras nos dirigía por una plaza con techos muy planos—. Entre más asombroso sea lo que hagan, recibirán más fichas.

—Yo voy a participar pero necesito de tu ayuda, Ana —me pidió Alis mientras les seguíamos la pista a Eroc, que a grandes zancadas decía algo sobre Ariam y unos rayos.

—¿Mi ayuda?

—Sí... Necesito que me lances tus dagas —dijo.

—¿Te has vuelto loca?

—No me he vuelto loca. Las detendré con mi poder.

—¿Estás segura?

No le dio tiempo de contestar. Justo delante de nuestras narices se encontraba una tarima. Está muy cerca del lugar con flechas de madera que marcan para todas direcciones.

Un entrenador gordo y con cara muy graciosa estaba pidiendo ayuda para subir a la tarima. Varios campistas con brazos enormes van a su auxilio y logran subirlo, después de un esfuerzo casi inhumano, al lugar.

—¿Qué se cuenta? —Me doy la vuelta y veo a Peter. Lleva también el uniforme, solo que en lugar de una banda morada, la de él es verde. Asimismo, no tiene armaduras, solo una ceja pintada de rojo.

—¿Te diste cuenta? —me preguntó, como si leyera mi mente—. Los Trompetos me pintaron una ceja. Dicen que es una tradición.

Alis le dice que le hubiese gustado mejor un color rosado pero no pudimos seguir escuchándola porque tenemos que hacer silencio para prestarle atención al entrenador gordo.

—¡Qué barbaridad!, cada año se me hace más difícil subir a este armatoste —dijo en el momento y después de un gran esfuerzo, se puso de pie sobre la tarima—. Bienvenidos y bienvenidas oficialmente al campamento de Judaes el Iluminado, de Larte el Roble y Di el... ¿Cómo era?... no recuerdo... ¡Ah, sí! el Sanguinario.

Sonaron nuevamente las trompetas y tambores. En realidad hay muchos otros instrumentos, pero sólo reconozco esos dos.

—¡Sí!, ¡sí!, ¡sí! Hermoso...

De nuevo las trompetas.

La cara gorda y rosada del entrenador se enfureció. Para mí, parece más graciosa que antes. Aquel hombre era muy ridículo. Usaba unos pantalones rojos con lunares amarillos y un camisón blanco con botones y muchos encajes de colores brillantes.

—Él es el entrenador Pote... es un tipo muy rico, es un Trompeto como yo —explicó Peter—, dicen que nos da algo de ventaja por ser de su caravana. Pero no digan que yo se los conté.

Cuando intento decir algo, Peter me interrumpe para decirme que los Trompetos habían preparado la noche anterior un espectáculo con los otros novatos.

Y lo que Peter nos dijo, se evidenció cuando la demostración de poderes fue comenzada por ellos. El entrenador parecía muy orgulloso, como si tan solo el hecho de que los campistas subieran a la tarima era merecedor de miles de fichas. No obstante, el espectáculo fue bastante bueno, el chico de pies gordos, que resultó llamarse Joan (según Peter) hizo su transformación en fantasma, provocando que sus brazos crecieran y salieran músculos encima de los músculos. Luego, prosiguió haciendo malabares con los novatos Trompetos. ¡Sí, con sus mismos compañeros!

Primero lanzó a una chica que hacía burbujas con el agua; luego de ella, fue el turno de un muchacho que hizo añicos una roca, y se le unió otro novato, que tiene un ojo tatuado en la frente. ¡Chispas! Sin previo aviso, nos tenemos que arrojar al piso antes de ser alcanzados por los rayos que tiró el chico hacia los espectadores.

Mientras Andra buscaba otra vez su ojo, que había perdido mientras escapaba de uno de los rayos, Joan siguió con los malabares con tan solo tres novatos a la vez.

La multitud aplaudía y gritaba cantos a favor de los Trompetos. Hasta yo quise aplaudir cuando una chica se convirtió en una mariposa.

Eso era muy impresionante.

Para culminar, Peter estornudó y la tierra se sacudió haciendo que el entrenador gordo perdiera el equilibrio ¡se va a caer!... pero cuando todos cruzamos los dedos para que se diera un buen golpe, algo lo evita: un trono de rocas se construye rápidamente, y el entrenador queda sentado sobre él.

Detesto admitirlo, han hecho un buen trabajo.

En la tarima, el entrenador Pote estaba tan emocionado que lloraba con lágrimas rosadas. Me parece que el maquillaje no le funciona muy bien.

—300 puntos —dijo y todos los Trompetos aplauden y gritan, enloquecidos.

—¡Ahora nosotras Ana!

Alis no me da tiempo de negarme y me arrastra con ella directamente a la vergüenza...

—Acá entrenador Pote, nosotras también queremos participar.

El entrenador Pote celebra y nos hace señas para que subamos a la tarima. Siento que se me cae el mundo.

—Sus nombres campistas.

—Alis Bulgueroni —contestó Alis con orgullo cuando ya estábamos en la tarima.

—¡Esplendido! Un aplauso para la señorita Alis y su amiga... —Pote se interrumpe y me observa, esperando que le diera una respuesta.

—Ana... Ana Phantom —digo al final.

Y los aplausos cesaron. Un silencio mortal surgió de repente. ¿Qué hice? Acto seguido, todos me miraban como si fuera un bicho raro. Como si me conocieran... como si fuera una persona peligrosa.

—¿Vos sos la hija de la Campeona Phantom? —me preguntó el entrenador, con voz algo temblorosa.

No respondo.

¿Mi madre era una Campeona?

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