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Las bayas del Golgot

—Te digo que era mi mamá.

—Ana, tu madre está muerta —soltó Alis, aún dormida. La había despertado luego de que la silueta de una mujer, que estoy segura, era mi madre, desapareciera ante mis ojos.

—Sí —digo, sintiéndome confundida. Una parte de mí vuelve a la realidad—: es cierto, mi madre está muerta.

—Dormí, seguro fue parte de la pesadilla que tuviste.

Al día siguiente me levanté muy tarde. Por primera vez, Nolrad, el perezoso del grupo, no despertó de último. Consigo ponerme el uniforme y me dirijo al patio de comidas, donde me encuentro a Alis, cortando un poco de pan de centinela. Quiero decirle que necesitamos la ayuda de Ris, pero Peter llega y arruina todo.

—Hola —dijo, luego agarró un trozo de pan y se lo tragó—. ¿Ya... se enteraron?

—¿Enterarnos de qué? —preguntó Alis.

—Hay una recompensa de 500 fichas para el que entregue al más buscado.

Alis y yo nos quedamos petrificadas por un instante. Acto seguido, corrimos hacia el centro de los rótulos, donde todos los campistas estaban amontonados sobre el tablón de anuncios.

Se ofrece una recompensa de 500 fichas al campista que tenga información relevante de «El más buscado» y colaboren con su captura.

Sanguinarios, es hora de que se revelen.

Escucho a unos Iluminados decir algo sobre unos «gritos raros», que, según ellos, se escucharon por la noche. Algunos de ellos, lo adjudicaban a un antiguo espíritu que vagaba por los terrenos; no obstante, la gran mayoría, aseguraba que alguien había irrumpido en los terrenos. Y ese alguien tenía nombre y apellido.

—Eso no es posible —dijo uno de ellos—. Los terrenos están protegidos por los sortilegios.

—Sí —confirmó otro—, pero acordaos que El más buscado tiene en su poder medallas con poderes impresionantes.

—No lo sé —dijo otro, que parecía dudoso—. Ya es la segunda persona que logra burlar los sortilegios. Algo raro está pasando.

A partir de allí, las competencias ya no parecían tan divertidas como antes. Las caravanas aplicaban diversas formas para conseguir información sobre El más buscado. Los Trompetos tenían pájaros chismosos en distintos lugares, estos repetían información relevante que escuchaban de los campistas. Los Sanguinarios, por otro lado, habían encantado una serie de objetos filosos que se encargaban de buscar a los campistas que escondían cosas; por suerte, no parecían funcionar, porque nunca nos siguieron la pista a Alis y a mí. Pero nada daba más terror que un selecto grupo de Iluminados que se hacían llamar los «Lame Cerebros», estos afirmaban tener la habilidad de leer la mente de todos los que estuvieran cerca de su perímetro. Alis y yo siempre nos asegurábamos de estar lo suficiente lejos de ellos.

Estábamos en la cámara de Peroles cuando una transfiguración de un fantasma con una motosierra desproporcionalmente enorme apareció, provocando que más de uno pegara un brinco. La mayoría quiso culpar a Leux, pero la figura de Panick no apareció para asustar a nadie, más bien, habló y me dijo que había lecciones por la tarde.

Estaba esperando este momento. Es hora de poner en evidencia a Panick.

De camino a la lección me encuentro con Alex y su pájaro, Linda, que me observaba con aprensión.

—Esta vez, ¿si te llegó la transfiguración? —me preguntó Alex.

—Sí —digo.

Como íbamos algo tarde, Alex, como buen conocedor del bosque, me hizo acompañarlo por un atajo. Cruzamos un par de charcos burbujeantes y atravesamos una zona con árboles muy tupidos. Al llegar a un claro, giramos sin dudarlo a la derecha y nos deslizamos por un camino rocoso y bastante irregular.

—¡Ya estamos!

Sorprendentemente habíamos llegado a la Bahía Ígnea, justo a tiempo.

—Estábamos preparando una celebración fenomenal —soltó Panick al percatarse de que Alex y yo habíamos llegado a tiempo—. Únanse al resto y calentad la sangre.

Seguimos la orden.

—No será difícil calentar la sangre —me susurró Alex—. Este sol está que arde.

Alex dio unas volteretas y yo me aseguro de que Panick me vea lanzando unos puños al aire. Al mismo tiempo, unos Trompetos comenzaron a arrojarse ataques para calentarse y Panick desvió su atención hacia ellos con la esperanza, seguramente, de que alguien resultara lastimado.

Luego de unos minutos, y ya empapados de sudor, dijo:

—Hoy vais a aprender la habilidad de la traición.

—¿Qué?

—¿Qué?

—¿Qué?

—Sí, como escucháis. Hay poderes que pueden hacer cambiar de bando a cualquier campista. Poderes que pueden romper una relación de amor y los lazos más fuertes de la amistad.

—¿Pero cómo puede existir algo así? —preguntó Alex.

—En mi lección no se hacen preguntas estúpidas —cortó Panick a salivazos. Luego sumando algo de autocontrol, dijo—: hoy aprenderéis a detectar la traición en los fantasmas.

—Pensé que íbamos a continuar con la destrucción de las paredes de fuerza —dijo un Trompeto—. Estuve practicando sin parar en...

—¿Qué tú pensaste? —Panick volvió a estallar—. ¡Qué detalle! No sabía que tenías esa habilidad. Debería hablar con la Campeona Quiteira, quizá ella esté dispuesta a repetir el desafío de las puertas. Una mente pensante como la tuya está perdiendo tiempo en la caravana de los Robles. —Panick se acercó de forma intimidante; el novato no intentó ocultar el temor que le invadía, sus piernas, algo flacuchas, comenzaron a temblar como gelatina—. Ahora bien, señor pensador, imagino que puedes leer las mentes también... dime algo, ¿qué estoy a punto de decir?

—No lo sé señor.

«Lo sé», pienso y mis sospechas se hacen realidad cuando escucho:

—¡ESTÁS FUERA!

El chico se retiró con una velocidad impresionante y desapareció por el mismo rincón por donde Alex y yo habíamos llegado.

—¿En qué estábamos? ¡Ah, sí! Aprenderemos a detectar traidores —recordó—. Ana, niña. ¡Ven aquí!

Me acerco con mucho cuidado, a la espera de una llamarada de color negro o un ataque con su motosierra.

—La mayoría de vosotros conocéis el funcionamiento de las bayas. Os voy a entregar una a cada uno, menos a la Sanguinaria. —Panick estaba fascinado—. Este tipo de bayas son altamente peligrosas. Fueron sacadas del árbol del Golgot. —Panick mostró una baya diminuta, parecida a un arándano; luego la introdujo en un tarro y las mezcló con otras bayas de igual color y tamaño—. Tomareis una baya cuando os indique. Unas provocan rabia, otras hará que se pongan amarillos y otras algo que me hará divertir como nunca. ¿Qué estáis esperando? Tragadlas.

Todos compartimos miradas. Los novatos y Alex, con algo de temor, eligieron una baya al azar y luego la introdujeron en sus bocas.

—A la cuenta de tres comeréis las bayas que os he dado. Tú niñata, atenta... uno de ellos pudiera atacarte en cualquier momento. —Panick me miraba fijamente a los ojos, a través de sus gafas rojas—. Lo primero que debéis saber es que la traición es un poder oscuro, por lo tanto, tenéis de encontrar algún indicio. Yo particularmente me fijo en la mirada, en el instinto asesino. Fíjate en sus expresiones, escudriña sus espíritus —dijo, dirigiéndose esta vez, solo a mí.

¿Qué significará eso de escudriñar el espíritu? No tengo tiempo para averiguarlo. Todos los campistas están rodeándome. Ya se tragaron la baya, así que en cualquier momento uno de ellos pudiera atacarme.

Gustav tiene una expresión muy seria y me observa con curiosidad, Moy, un campista bastante guapo y de ojos claros, parece estar algo amarillo. Recorro a cada uno de los novatos hasta llegar hasta Alex, que tampoco parece estar bajo el efecto de una baya del Golgot.

Hay tres novatos que parecen ser candidatos perfectos, pues tienen una mirada asesina. A continuación, comienzan a surgir los efectos de las bayas rabiosas. Gustav y los otros tres novatos tiraban un líquido burbujeante por la boca y sacudían las cabezas como si fueran perros. Moy se estaba poniendo muy amarillo y Alex seguía sin sufrir algún efecto.

Por un momento, tuve la sensación de que aquellos cuatro comenzarían a ladrar y a morderse el trasero. Pagaría unas cuantas fichas para ver eso.

Pero fue entonces cuando surgió en mi cabeza una impresionante revelación: «Traición». Solo uno podía traicionarme en este lugar, alguien a quien yo considerara amigo, compañero. Ese era Alex, por lo tanto, él debe ser mi atacante. Sin embargo, él no parecía querer asesinarme... al menos claro...

Sin pensarlo dos veces dirigí los ojos a la verdadera víctima de este entrenamiento: Linda. El ave guía de Alex revoloteaba desesperadamente en el aire. Los efectos de la baya se habían trasladado de Alex al ave verde.

—¡Alex! —grito desesperada—. ¡La baya! ¡Vomítala!

—Yo no siento nada.

—¡Pero Linda, sí!

Tengo que agacharme para esquivar al ave guía que venía disparada, como un proyectil, directo a mi cabeza. El ave retomó el vuelo justo a tiempo antes de chocar contra un árbol; luego, se alzó sacudiendo las alas de forma amenazante.

Alex comprueba que mis advertencias son ciertas y acto seguido intenta escupir el contenido de su boca. Por su parte, el ave, estaba resignada a seguir luchando conmigo. Si el traidor fuera un fantasma, no dudaría en atacarlo... pero Linda no es un campista, es un ave y no sabe lo que está haciendo.

Un montón de plumas verdes salieron volando por todos lados cuando Linda quiso impactarme de nuevo... pero yo había usado mi poder fantasma.

—¡Entrenador Panick! —exclamó Alex, como pidiendo clemencia—. Haga algo. Ayúdela.

—No puedo hacer nada.

Cierro con fuerza mis puños antes de que el fantasma que habita en mí agarre a Panick por el cuello para borrarle, de una buena vez, esa estúpida sonrisa de su cara.

Pero no lo hago yo. Entre los arbustos, surge una figura gorda con pantalones ridículos.

—¡Por las estrellas centelleantes! —soltó el entrenador Pote—. Ya me parecía que una pobre criatura estaba sufriendo. Ordeno que la dejen en paz.

Era la primera vez que el entrenador Pote tenía una expresión seria.

—Vete de aquí Armand.

Pienso que ese el nombre de pila de Pote.

—Esta es mi lección. Estás usurpando mi autoridad. Esta es mi bahía.

—¿Tu autoridad? —soltó Pote con una sonrisa que le arruinaba el exceso de maquillaje—. La única con autoridad en todo el campamento es la Campeona Quiteira. ¿Quién de ustedes está haciéndole daño a esta criatura?

Linda seguía luchando contra la fuerza oscura que recorría su cuerpo.

—Nadie está haciéndole daño al pájaro Armand —dijo Panick con desprecio—. No había previsto esto.

—El ave está sufriendo.

—Claro que está sufriendo. Está bajo los efectos de la baya del Golgot.

—¡Por la trompeta del Legendario Larte! —soltó Pote con terror—. Eso es muy oscuro Panick. No deberías... eso... eso no se hace.

En ese instante, Alex cayó en la arena.

—Ana... Ana —dijo con dificultad—. Corré... siento que ahora... ahora algo me está dominando. Una fuerza, algo que quema está corriendo por mis venas —dijo Alex con cierta dificultad—. Corré, alejate de aquí.

—Tú no irás a ningún lado —gruñó Panick.

—El objetivo de la traición era aprender cómo identificar al traidor —le respondo—. Ya lo he hecho. Ahora haga que pare.

—Ahora es que se pone divertido. —Este es el verdadero Panick. Cruel y sádico. Nada comparado con el Panick que se divertía asustando a los campistas con su brazo robótico.

—Tienes que luchar Alex —le aliento—. Debes ser más fuerte que el efecto de la baya.

Alex me observó por unos segundos y pude comprobar que el ingenuo campista había desaparecido. Con los ojos inyectados de sangre y con la mirada perdida, cayó en seco, desmayado en la arena blanca.

—¡Qué campista más débil! —exclamó Panick pareciendo estar algo decepcionado.

Por otro lado, el entrenador Pote parecía estar impresionado con lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, no parecía preocuparle el muchacho, pues se aseguraba de que el ave verde estuviera en perfecto estado.

Todos los campistas se acercaron para ayudar a Alex. Excepto yo, que no pude mover ni un músculo. ¿Qué fue todo esto? ¿Por qué Panick comenzó a entrenarnos con poderes oscuros? ¿Con qué necesidad? ¿Acaso quería darnos una muestra de lo que sería capaz de hacer cuándo obtuviera la Llave de los Huesos? Cuando intento contestarme alguna de las preguntas, Panick interrumpió mis pensamientos:

—Te puedes retirar —le dijo al entrenador Pote.

—No hace falta que me eches de esa manera. —El entrenador Pote parecía algo insultado—, ya estaba a punto de irme, pero antes de hacerlo debo advertirte que no toleraré otro episodio como este. ¿Cómo se te ha ocurrido? Te vigilaré...

—¿ES UNA AMENAZA? —gritó Panick salpicando de saliva a Pote. En eso, unas llamas de color negro surgieron del brazo robótico.

El rostro de Pote se tensó, parecía asustado.

—Yo...yo, ya... ya... me-me-voy... —tartamudeó Pote, aterrado. Dio unos pasos decisivos hacia el bosque y luego, como si hubiera olvidado algo, regresó para decirnos a los campistas, recuperando su ridículo tono de voz—: Están invitados a mi lección final. Es costumbre para mi persona que todas las caravanas participen.

Pote se va y yo consigo unirme a Moy y a Gustav, que siguen ayudando a Alex.

—Las bayas del Golgot son, sin que nada pueda oponerse, una pequeña muestra del impresionante poder que vive dentro de un fantasma —continuó Panick, sin siquiera prestarle atención al moribundo Alex—. Muchos de vosotros tenéis poderes inimaginables, poderes que les harían poner los pelos de punta.

¿Qué quiere decir Panick con eso?

—...y cuando algún contrincante intente usarlos en vuestra contra, debéis estar prevenidos. No me importa lo que digan los otros entrenadores. ¡Yo sé lo que hago!

Panick estaba muy serio.

—Es muy difícil protegerse de este tipo de habilidades —siguió Panick—. El campista tuvo suerte de contar con su pájaro para protegerse. Es una de las pocas formas para hacerle frente. No obstante, como pudieron darse cuenta, el pájaro no logró competir con los efectos del Golgot.

Panick dio por terminada la lección advirtiéndonos de no buscar bayas de Golgot en el bosque. Luego nos dijo que no podíamos decir nada de lo que habíamos hecho durante la lección.

Los Trompetos se llevaron a Alex directo a la cabaña de la curandera. Cuando nos despedimos, uno de ellos intentó sacarme algún tipo de información sobre El más buscado. Algo que me hizo caer en cuenta, de nuevo, que corría un gran peligro.

Alis, que me esperaba en el centro de los Rótulos, intentó convencerme para ir una competencia de escudos invencibles. Yo le digo que estoy muy cansada mientras damos unas cuantas zancadas para llegar a los terrenos de los Sanguinarios.

De camino a la cabaña, le cuento a mi amiga lo sucedido en la lección, a lo que ella me respondió:

—¿Qué esperabas? Ese tipo está loco. Además, Ana, está claro que él es quien está buscando la Llave de los Huesos. Y no le importa exponerse así delante de los demás.

—No lo sé —digo finalmente.

Cuando estamos algo cerca del tótem, observo cómo un par de Sanguinarios (parecieran ser de tercera categoría), están pidiéndole tres fichas a la novata Andra a cambio de un rompe muelas.

—¿Estás seguro de que es indestructible? —preguntó Andra—. Hace unos días cambié dos fichas por unas semillas Tumbarrancho y no estallaron en mi boca como prometieron... ni cosquillas me dieron.

Cuando están a punto de hacer el cambio... Alis invoca una pared de fuerza para separar a Andra de los Sanguinarios tramposos.

—¿Qué les sucede? —soltó Alis llena de ira—. Ustedes sí que han caído bajo. Estafando a una campista de la misma cabaña. Vergüenza les debería dar.

Cuando los estafadores se largan, le doy a Andra tres normas para detectarlos rápidamente: usan gabardinas arrugadas, tienen gafas oscuras y siempre... escucha bien... siempre están en lugares solitarios.

Lo que acaba de pasar con el estafador hace que confirme lo que pensaba. Quedo muy convencida, Tal vez, existan algunos Sanguinarios que quieran delatar Al más buscado.

En el cuarto de los Peroles, los novatos, todos, tienen el mismo tema de conversación. Como una ola, la noticia de la recompensa de las 500 fichas se había esparcido por doquier, manteniendo muy atentos a nuestros compañeros. Muchos están convencidos de que El más buscado es alguien malo, muy malo.

Los días siguieron pasando y las tensiones, entre los campistas, fueron en aumento cada vez más. Muchos de ellos, de categorías más avanzadas, se preparaban para otra campaña del terror que se aproximaba. Alis y yo estábamos muy ansiosas, pues queríamos ver los poderes de los campistas más grandes. Orl, que era uno de ellos, no paraba de buscar la puerta de los Iluminados, tanto, que había olvidado por completo que la campaña se celebraría muy pronto. Cuando Alis y yo nos encontramos con él, pudimos notar que alrededor de sus orbitas, estaban dibujadas sendas ojeras.

—No sé dónde está —dijo finalmente luego de que Alis le ofreciera un vaso de agua—. Es imposible. Necesitamos a alguien dentro de la cabaña de los Iluminados.

—Tenemos a mi hermana Ris —sugirió Alis,

—Tu hermana es una novata. No debe saber dónde está la puerta.

—Pero sí debe saber qué prueba hay dentro —digo.

Orl asiente y me dice que lo averigüemos. Cuando le cuento sobre lo ocurrido en la lección de Panick, me observa y haciendo un gesto de curiosidad:

—¿Es que no lo entiendes, Ana? —dijo—. Esa es la respuesta. Panick ha estado utilizando las bayas del Golgot para obtener refuerzos en los Iluminados. ¡Mierda! —soltó dándole un golpe fortísimo a la pared—. Hay que vigilarlo muy de cerca. Está cada vez más cerca.

Alis y yo asentimos.

Orl prometió dejar de buscar la puerta por unos días con una condición: debíamos averiguar qué prueba se encontraba dentro de la puerta de Judaes. Alis y yo nos comprometimos sin saber que, a futuro, sería imposible obtener buenos resultados. Pues Ris se negó rotundamente a ayudarnos. Según ella (después de que le dijimos que era solo por curiosidad) el contenido de las puertas era absoluto secreto, también nos explicó que ella había realizado los votos de silencio y por lo tanto iba en contra de las normas revelar aquello.

Alis dijo un par de groserías cuando íbamos de regreso a la cabaña. Cuando quiero decirle que Ris es patética, alguien me interrumpe, corriendo por detrás de mí.

—¡Están las listas de los nuevos eliminados!

En el tablón, hay una nueva nota; en ella, está escrito los nombres de los campistas que deben abandonar el campamento por no tener más fichas. Por mala suerte, el nombre de Joan no está escrito, al contrario, Joan tiene más fichas que yo. Me pregunto con cuáles competencias las habrá conseguido.

Dejo de pensar en Joan y consigo leer las posiciones de los Sanguinarios.

ANDRA 03

ALIS 328

ANA 216

DERLING 45

FERRUM 160

GLO 78

JODRA 00

JORG 56

LEUX 172

NAJU 00

NALDRO 64

SARA 00

VIK 84

YOIS 98

Más tarde, tuvimos la visita de Eroc en la cabaña. A él le toca el trabajo más difícil... el trabajo que, quizás, Ariam no quiere hacer. Una vez más, tuvimos que enfrentar la escena de ver a algunos de nosotros irse del campamento. Eroc les dio palabras de aliento y les dijo que lo intentaran una vez más el año próximo. También les dio un fuerte apretón de manos y nos hace despedirnos, al resto de supervivientes, de ellos.

—Bueno, chicos, es hora de irnos... —dijo Eroc, mostrándose algo incómodo—. Naju... ¿Esos no son tus anteojos?

Glo los trae con ella y le da un abrazo. Puedo ver como algunas lágrimas caen por su mejilla.

Cuando desaparecen, queda un silencio mortal que solo es interrumpido por un grito de Andra:

—¡...Noooooooo...! —soltó—. Yo seré la próxima. Es mejor que vaya haciendo mis valijas. Lo sabía... mis padres me lo dijeron... soy demasiada estúpida para este campamento. Di, el Legendario, debe estar revolcándose en la tumba.

—¿Qué decís? —soltó Leux, el novato que crea ilusiones—. Vos tenés más fichas que nosotros... además, ninguno de nosotros tenemos valijas aquí...

—Ya no tengo fichas. Verán, hace unos cuantos días compré esta piedra para atraer la buena fortuna —soltó Andra mientras seguía lloriqueando—. El hombre de lentes me dijo que costaba 40 fichas... que me haría ganar el doble. No he ganado nada desde entonces.

—Tienes que ser muy estúpida como para caer en esos estafadores de nuevo —gruño—. ¿Qué sucede contigo?

—Lo sé... lo sé... por eso es que he decidido irme —siguió llorando—. Eroc debe estar en el campamento aún, si me apresuro puede que le alcance.

—Sí... deberías ir...

—Nada de eso —dijo Alis en tono cortante y dirigiéndome una mirada furiosa—. No estás ayudando Ana. Además... si vos te vas, también estarías perjudicándonos a todos. Recordá que las fichas de todos aquí disminuyen por cada uno de nosotros que es expulsado. —Alis hizo una pausa para pensar—. Andra se me ocurre una idea. Mañana, nuestro amigo Peter, nos invitó a una lección donde todos ganan, por lo menos, una ficha. Vení con nosotros.

No recuerdo que Peter nos haya invitado a alguna lección. No sé si lo que dice Alis es real o es solo para subirle los ánimos a Andra.

Todos los novatos se juntaron alrededor de Andra y consiguieron calmarla. Glo, que estaba algo alterada por la situación, había ido por té al patio de comidas. Cuando consiguió volver a la cabaña, ya Andra estaba dentro de la bolsa de dormir y se encontraba roncando. Todos hicimos silencio, inclusive Vik y Glo, que no hicieron su típica charla de las noches.

Por mi parte, me costó concebir el sueño. Seguía pensando en todos los eventos. Pensar en las bayas del Golgot y en el hecho de que descubriesen a Orl, me ponía nerviosa. Por suerte, no todos fueron malos presagios en el día, pues cuando al fin pude dormir, no tuve pesadillas y mi madre no volvió aparecer.

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