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La puerta de los Iluminados


—He encontrado otro pasadizo subterráneo.

—¿Qué? —sotó Alis— ¿Pero cómo? Solo hay tres alcantarillas en el mapa. La de la cueva, la del árbol y la nuestra.

—Pues esta es la cuarta —digo.

Tardamos varios minutos en ponernos de acuerdo, ya que Peter quería volver a la cabaña de la curandera para entregarle la sombra. Por otro lado, yo, intentaba persuadirlo de ingresar a la alcantarilla. No fue hasta que Alis sugirió separarnos cuando, de repente, apareció una versión distorsionada de la curandera (su transfiguración). A los gritos nos apremió, porque, según ella, Joan estaba mal. Muy mal.

—Ana. Es mejor que hablemos con Orl, él debería, ya sabes, acompañarnos a ingresar a esa alcantarilla. Podría ser una trampa.

No discuto. Le entrego el ojo a Andra y ella lo pone en su lugar. Luego avanzamos por el bosque y nos dirigimos a la cabaña de la curandera. Al llegar ahí, lo primero que hicimos fue intentar ingresar, pero quedamos inmovilizados.

—¿Qué me está pasando? —soltó Peter, alejándose de inmediato de la cabaña.

Es cierto. Hay algo raro acá. Es como si de repente, mi peso no era mi peso, como si estuviera arrastrando sacos muy pesados e invisibles.

Alis también se aleja lo suficiente y logra recuperarse. Por otro lado, Andra, entre llantos, dice que se siente débil, como si alguien estuviera succionando su poder.

—No puede ser —digo.

—¿Qué? —preguntó Alis.

—Es la habilidad de intimidación —respondo con mucha seguridad—, la Campeona Quiteira está acá.

Los ojos de Andra se pusieron muy grandes, tanto, que tuve el presentimiento de que el ojo iba a escaparse de su lugar otra vez. Y fue cuando Quiteira salió de la cabaña, con su elegante silueta y rostro perfilado.

—Señorita Phantom —dijo al verme—. Es una sorpresa para mí encontrarla en este lugar. ¿Está enferma?

—No, vine a traer esto. —Andra le muestra la sombra—. Estaba acompañando a mis amigos.

—Es muy considerado de su parte —dijo, observándome fijamente—. Acompáñeme por favor, y dejemos que la señorita Bulgueroni y el señor Sarsfield colaboren llevándose a su amiga de ojos encantadores lejos de este lugar. Me parece que es muy susceptible a mi habilidad de intimidación.

Alis y Peter obedecen sin pensarlo. Andra me da la red, con la sombra atrapada, y se aleja para no sufrir. Luego ingresamos a la cabaña mientras mis amigos se perdían de vista.

Adentro, observo como la campeona Quiteira, con un chasquido, hace que la sombra deje de deslizarse y se somete ante ella, luego queda muy quieta al lado de Joan.

Acto seguido, un montón de sustancia negra comienza a aparecer del cuerpo de Joan y se dirige hacia la sombra, que pareciera estar absorbiendo lo que fuere que estaba dentro de él.

—Las sombras son criaturas incomprendidas —dijo de repente la Campeona. La observé y ella siguió hablando—: dicen que son seres malditos porque guardan la oscuridad del mundo. Sin embargo, son necesarias, ¿o a dónde iría todo ese mal que tanto daño causaría?

—No lo sé señora —respondo. No sé por qué, pero se me vino una frase a la cabeza y no dudo en decirla—: pero todos tenemos algo de oscuridad en nuestro interior.

—Es muy cierto eso —dijo, mostrándose algo sorprendida—. Señorita Phantom, necesito que me haga un enorme favor.

Esto me agarró por sorpresa. Respondo asintiendo con la cabeza.

—Necesito que no vuelva a ir a la zona de las ruinas, sería muy peligroso para usted y sus amigos. —La campeona se acercó a una de las ventanas y observó un arbusto por varios segundos. Luego retomó la conversación—: Tengo la impresión de que, en el campamento, hay un viejo fantasma que pensé, como muchos otros, que cumpliría su promesa.

¿Qué fantasma era ese? ¿Estaba hablando acaso del Come hombres?

—¿Puedo saber quién es ese fantasma, señora?

—La medida de la sabiduría es saber con medidas...

La Campeona siguió mirando hacia afuera, como a la expectativa. Como nada ocurrió, después de varios minutos, decidí despedirme. La Campeona Quiteira ni siquiera se percató de mi ausencia, ya que cuando empecé a dejar atrás a la cabaña, pude observarla todavía, a través de la ventana, muy concentrada en el mismo arbusto.

Cuando llegué a la tierra de todos, Alis y Peter me esperaban muy cerca de una estatua en forma de gotas gigantescas. Les conté que a Joan le habían sacado algo maligno de su cuerpo y también les dije que la Campeona nos prohibió, de una manera bastante peculiar, ir de vuelta a las ruinas.

—Y supongo que no le vas a dar bolilla —soltó Peter.

—No lo sé —digo—. Ella sospecha sabes, ella puede leer las mentes. Algo tiene que saber. No sé si lo de la alcantarilla o lo del objeto poderoso. Pero de algo estoy segura.

—¿De qué?

—De que nos van a tener más vigilados.

Y no me equivocaba. Al día siguiente, la zona de las ruinas había sido clausurada con un cordón que según Ris, era utilizado por los Iluminados novatos para aprender a no usar los poderes («Verán, nuestro poder viene de la paz interior y es por eso que nosotros los novatos no podemos usar ninguna habilidad...») y estaba hecho de cimientos de cementerios o iglesias.

—Me parece muy estúpido —dijo Peter, haciendo que Ris se enojara mucho.

—Vos no lo entenderías. Sos una bestia —escupió con furia—. Los animales no razonan.

—¿Razonar para qué? Ah, claro, sí... para pagarle al escudero de Panick y cortarle el brazo —soltó Peter de forma audaz— Y así tener por primera vez un campeón Iluminado.

Peter había llegado demasiado lejos. Ris había perdido la paciencia y se abalanzó sobre él, queriendo lastimarlo de alguna forma.

Alis sujetó a su hermana, mientras esta decía que la culpa era de los Sanguinarios.

—Mirá vos, la señorita «paz interior» ya no parece tan pacífica —dijo Peter entre risas y algo nervioso, pues se aseguraba de estar bastante lejos de Ris, que seguía intentando soltarse de su hermana para asesinarlo.

Pasaron varios minutos antes de que Ris recuperara su paz interior. Luego se retiró diciendo que la Campeona Quiteira era, por lejos, la mejor dirigente que tenía el campamento.

—Ahora sí que no vamos a contar con la ayuda de Ris —dijo Alis, observando cómo su hermana iba perdiéndose a lo lejos.

—¿La ayuda para qué? —preguntó Peter.

—Para descubrir lo que hay dentro de la puerta de los Iluminados.

—¿Eso? —soltó Peter como si fuera cualquier cosa—. Preguntémosle a Dativo, mi cuidador.

¿Cómo no se me ocurrió antes? El señor Dativo era uno de los entrenadores de Iluminados más viejos del campamento. Peter tenía suficiente confianza con él como para preguntarle aquello.

—Voy a intentar hablar con él y les digo qué me dice, ¿les parece?

Alis y yo asentimos.

Era martes en el campamento, Alis ayudaba a un grupo de chicos que estaban lustrando sus armaduras. Dentro del grupo estaba Orl, que se entretenía haciendo bombas de chicle mientras se aseguraba de que los rubíes de sus guantes quedaran resplandecientes.

Alis que se había encontrado, por casualidad, con nuestro capitán unos días atrás, le había contado todo sobre la nueva alcantarilla, algo que para Orl no era una sorpresa porque (según él) era de esperarse que las ruinas hubiesen sido, en su momento, la antigua cabaña del Campeón, lugar que había sido destruido en la invasión del 1880, cosa que tanto para Alis como para mí, era una novedad. Por otro lado, con respecto a Pote, aseguraba que era una víctima más de las bayas del Golgot. Algo que para mí resultaba poco creíble.

—Te gusta Panick, ¿no es cierto?

—Me parece que es el fantasma más auténtico de todo el campamento —le respondí con tono cortante—. Dice lo que tiene que decir y no le importa romper las normas.

—¿A quién se parecerá? —soltó esta vez Alis.

Pongo los ojos en blanco. Decidimos vigilar muy de cerca las ruinas, por si alguien intentaba ingresar a ella, sin embargo, con los artilugios de la Campeona Quiteira, nadie se atrevía ni acercarse.

Asimismo, para Orl, no era una preocupación que Quiteira supiera lo de las alcantarillas. Más bien, para él, era una buena noticia. Porque si alguien podía encontrar ese objeto y hacer algo bueno con él, era la Campeona. No obstante, Orl aseguraba que la Campeona, al igual que la gran mayoría de los fantasmas, compartía el pensamiento de que la Llave de los Huesos era solo un cuento absurdo. Lo único que realmente le preocupaba era que la Campeona llegase a descubrir su secreto: que él era El más buscado.

Hablando de secreto... Orl estaba mitad molesto mitad angustiado. Pues habíamos roto nuestra promesa con él revelándole a Peter y Andra su identidad. Desde que le dijimos aquello no nos dirigió más la palabra y simplemente saludaba con la cara cuando nos encontraba por casualidad en un pasillo o pasadizo.

—Bueno... mejor dejemos de pensar tanto y vayamos apostar unas fichas —dijo Peter, por la tarde, cuando seguíamos discutiendo por el entrenador Pote y Panick—. Hoy ganan los Trompetos, carajo.

—Volvió el animal —soltó Alis, con picardía

Yo no pude evitar reírme.

Peter estaba muy ansioso, pues a las 17 horas (del reloj de los vivos) comenzaría la segunda campaña, que parecía bastante prometedora. Los mejores campistas de las categorías más avanzadas competirían por un gigantesco botín y la gloria para sus caravanas.

Nos despedimos de Peter, que se fue a su cabaña cantando una melodía sobre Larte y su gran roble. Algo que me pareció bastante perturbador.

Cuando llegamos a nuestra cabaña Orl estaba reunido con un grupo de campistas recordando algunas estrategias y dibujando alineaciones sobre una pared.

Alis se acerca para curiosear y yo me consigo con Ferrum y Nolrad, que parecen estar algo preocupados.

—¿Has visto a Leux? —preguntó Nolrad

—No —digo—. ¿Por qué?

—Desde ayer estamos buscándolo. No vino a dormir —dijo Ferrum.

—¿No estará con Glo?

—Ella estuvo con nosotros buscándolo en la mañana —contestó—. Bueno Ana, si sabés algo, por favor avisanos.

Cuando Ferrum se fue, Orl se acercó a mí para decirme algo muy importante:

—Tengo una misión para ti. —Orl observó cada centímetro del salón y luego me apartó a lo lejos—. Hoy es un día muy importante...

—Lo sé. Es el día de la campaña... ¿Ya no estás molesto?

—No me interrumpas —soltó, usando el tono de capitán—, Alis, ven, tú necesitas escuchar esto también.

Alis obedeció rápidamente.

—Miren, hoy es el día. Hoy todos vamos a estar muy ocupados en la campaña, como es la de los valiosos, apostaría todas mis fichas a que todo el campamento va estar ahí.

—¿Y los Iluminados? —preguntó Alis.

—Hoy también participa Eddw, el capitán de ellos. Es muy fuerte.

—Espero que estés hablando de mí —soltó una voz por detrás de nosotros. Era Margot—, Orl, mi querido capitán, necesito que mandes a buscar la caja de instrumentos a lo de vos sabés. —Margot le dirigió una mirada asquienta a Alis—. Vos sabés que yo no puedo estar haciendo todo ese trabajo. Deberíamos mandar a los novatos.

—Ya los novatos hicieron su trabajo —dijo Orl—, dile a los chicos de segunda que te ayuden y por favor, déjame solo. Que estoy algo ocupado.

Margot se sorprendió e hizo como que quería decir algo; pero no lo hizo. Luego se retiró.

—Disculpen, en estas horas todos estamos muy nerviosos y empezamos a recordar cosas —dijo finalmente Orl y luego me miró fijamente—. Es nuestra oportunidad de entrar a la cabaña de los Iluminados...

—¿Pero para qué? —soltó Alis— La puerta ya no está. Recordá lo que nos dijeron...

—Sí que está —dijo Orl, interrumpiendo a Alis; parecía muy seguro—. Mira lo que recibí hace unas horas. —Orl le entregó un trozo de papel.

Alis lo abrió y me lo mostró para que ambas lo leyésemos:

La puerta fue traída de vuelta a la cabaña de los Iluminados, está en una de las cámaras protegidas. Acá les estará esperando un buen compañero que les ayudará en lo que necesiten. Confíen.

Un amigo.

—Es una trampa —soltó Alis cuando apenas había terminado de leer.

—Puede ser —admitió Orl.

—Pero también puede ser nuestra única oportunidad —intervengo yo—, además, es evidente que esa misma persona nos ayudó con la historia de los pájaros —aclaro—, y nos advirtió, también, diciéndonos que nos habían tendido una trampa ese mismo día. Queramos o no, puede que tengamos un amigo dentro de los Iluminados.

—Es posible.

Alis no parecía muy convencida. No obstante, Orl, continuó:

—Deben utilizar la alcantarilla. Yo le enviaré una transfiguración a Peter, van a necesitar toda la ayuda que se pueda.

—¿Y qué hacemos con Pote? —insistí. Esperaba que Orl hubiese cambiado de opinión.

—Deja al entrenador Pote en paz. Es una víctima más.

—¡Víctima! —farfullé por lo bajo.

Esperamos que el reloj se pusiera en el símbolo de un león para poder ir a la cámara del mal aliento. Atravesamos aplaudiendo para evitar el ataque de las alfombras voladoras y no pisamos ningún azulejo torcido para no activar el sortilegio. Llegamos a las habitaciones e ingresamos a la alcantarilla.

Seguimos por las tuberías y atravesamos todo el camino sinuoso siguiendo el mapa de Orl. Luego de varios minutos, conseguimos llegar a los terrenos de los Iluminados, o debajo de ellos. Cuando estamos a punto de quitar la tapa de la alcantarilla, escucho unos pasos, por detrás de nosotras.

Mis sentidos fantasmas se activaron y mis dagas apuntaron a nuestro enemigo, que resultó ser Peter.

—Pará... ¿Me vas a asesinar?

—¿Qué hacés acá?

No pensaba que Peter iba a venir. Había esperado por mucho tiempo la campaña del terror de los campistas más grandes. No asistir era considerado, por él, casi que un suicidio.

—Orl me mandó una transfiguración —explicó. Alis y yo ya lo sabíamos—. Me dijo que ustedes me necesitaban.

—¿Qué nosotras te necesitábamos?

—Y sí. Recordá que es una de las puertas más difíciles. Tenemos más posibilidades si entramos los tres, como los viejos tiempos.

Alis y yo no discutimos. Peter nos ayudó a retirar la tapa y logramos ingresar a la cabaña de los Iluminados.

La entrada estaba entre dos estalagmitas con forma algo peculiar.

—Es una cueva —dijo Peter.

Así era. La cabaña de los Iluminados estaba ubicada dentro de una cueva. Los charcos de agua estaban repartidos por todos los rincones. Los ratones se paseaban entre libros ubicados por doquier y los murciélagos nos observaban con los ojos, brillantes, como esperando que hiciéramos cualquier movimiento extraño.

Era cierto que los Iluminados eran conocidos por ser austeros, pero vivir en un lugar como este debía ser muy difícil. El piso estaba helado y fue imposible para mí no preguntarme por qué no usaban todos esos libros para hacer una buena fogata.

Por decisión de Peter, caminamos hasta el fondo de la cueva y visitamos la cámara contigua, donde nos esperaba alguien: un anciano muy pequeño y con un batín largo y andrajoso. Sus ojos estaban apagados y su cabeza calva brillaba con intensidad. Me parece que es...

—¿Quién anda por ahí?

Alis y yo conseguimos escondernos detrás de unas piedras. Pero Peter no.

—Dativo, soy yo... Peter.

—¿Quién? —respondió el anciano sobresaltándose— ¿Quién es? —dijo. Me asomo desde mi escondite y observo al Iluminado, que resultó ser el viejo Dativo; estaba buscando algo entre los bolsillos. Cuando se puso los anteojos—: ¿sos vos, Fabricio...? No te esperaba hasta mañana —prosiguió—, pasá, pasá.

—¿A dónde? —soltó Peter algo confundido.

—¿Quién es? ¡Por los Legendarios! ¡Hay una invasión! ¡Qué nos proteja Judaes!

—No señor, soy Peter...

—Mi querido Peter, hace mucho que no venías a tomar mate. Espera un momento... ¿Estamos en la casa?

—No señor. Estamos en la cabaña de los Iluminados.

Alis y yo salimos de nuestro escondite entendiendo que estábamos fuera de peligro. El señor Dativo no iba a delatarnos.

Peter le manifestó al viejo Iluminado sobre nuestra existencia pero este parecía muy confundido. Estaba buscando otra cosa entre un montón de libros.

—¿Usted fue quién nos envió la nota? —soltó Alis, perdiendo la paciencia—. ¿Usted sabe en qué lugar se encuentra la puerta?

—¿Peter, esa niña es Ana?, ¿ustedes son los buenos o los malos?

—Somos los buenos, señor.

—Ana, estamos perdiendo el tiempo, este viejo loco no quiere ayudarnos —soltó Alis—. Vamos a buscar la puerta sin él. Se nos acaba el tiempo.

—La puerta está en un lugar que solo yo sé —dijo el anciano, como si hubiera vuelto en sí. Le dirigió una mirada furiosa a Alis—: y respete... la locura no es algo para hacer bromas.

—Lo siento señor —dijo Alis, muriéndose de vergüenza.

—¿Nos vas a llevar a ver la puerta? —preguntó Peter.

El señor Dativo no dijo nada, pero empezó la marcha. Lo seguimos hasta una de las cámaras, donde una inscripción en una de las rocas nos informaba el camino a la biblioteca. Recorrimos un pasillo iluminado con antorchas y pasamos muy cerca de un salón, donde había elementos de tortura (entre ellos, látigos y cadenas). Cuando Peter quiso decir algo sobre unos clavos llenos de sangre, Alis tuvo que golpearle para que viera un jarrón de cristal lleno de medallas.

Peter quería regresar a ver las medallas pero el anciano caminaba muy rápido y era muy difícil seguirle la pista, inclusive, con su avanzada edad.

Nos deslizamos por unas escaleras y nos detuvimos enfrente de un portón de piedra con un enorme candado. El señor Dativo rebuscó entre un puñado de llaves hasta que encontró la correcta. Luego, recitó unas palabras en una lengua extranjera y el portón se abrió como por arte de magia.

Adentro, daba la impresión de estar en una antigua caja fuerte, donde el tesoro más grande, era la puerta desconchada de los Iluminados.

El anciano Dativo nos dijo algo, usando de nuevo la lengua extranjera y sonriéndonos, salió de la caja fuerte.

—Ya era hora, ¿no?

Alis se apresura a leer la inscripción del dintel:

Reyes y reinas se satisfacen. Religiosos rituales hacen. Ni uno ni el otro. Mi contenido es el saber. Grandes murallas he de vencer.

—No hay que descifrar la inscripción —le digo a Alis—. Es una copa.

No le doy tiempo de responder a Alis y le digo que los objetos son los símbolos de cada caravana: Una Copa con ojos, un Espejo con plumas y un Cuerno musical con pico. Alis asintió con la cabeza mientras Peter se desternillaba de risa, diciendo: «Por primera vez no soy el boludo del grupo».

—Además, Alis —soltó Peter cuando terminó de reírse—, no vinimos por la copa. Vinimos a buscar la Llave de los Huesos.

—Tenés razón —admitió Alis, poniendo los ojos en blanco—, pero recordá que, para luego salir, necesitamos encontrar la copa, ¿no es cierto?

—Sí.

Peter no dijo nada más e ingresó al portal a través de la puerta. Alis y yo le seguimos.

Fuimos trasladados a una habitación muy elegante. En el centro, descansaba una mesa de madera enorme. Alrededor de ésta, había seis sillas que estaban ocupadas por estatuas, todas observaban una reluciente copa que estaba en el centro de la mesa.

Nos concentramos en buscar por cada rincón de la habitación cualquier objeto que se pareciera a una llave. No fue hasta que intenté husmear en uno de los bolsillos de la estatua cuando me di cuenta de que había una inscripción que decía:

Uno de ellos miente.

—¡No hay nada! —exclamó Alis— Ahí está la copa. Tomémosla y salgamos de acá.

—Espera un momento —le advierto—. No puede ser tan fácil.

Alis se detuvo en seco. La copa seguía en el centro de la mesa, esperando ser reclamada por alguno de nosotros.

—No podemos agarrar la copa como si fuera cualquier cosa —digo—. Estamos dentro de uno de los desafíos de los Legendarios. Hay que solucionarlo antes.

—Tenemos que intentarlo —insistió Alis—. La copa está ahí. Me parece que no hay desafío alguno. Para mí, está apagado. —Cuando ella se acercó a la copa, pude ver como los brazos de las estatuas se acercaron también.

—¡Pará! —exclamó esta vez Peter.

Alis retrocedió.

Peter también había advertido el movimiento de las estatuas. Estuvimos varios minutos pensando hasta que logré recordar la inscripción de una de las estatuas. Les digo a ellos y buscamos todas las pistas que hay en cada personaje. Cuando logramos juntarlas todas, Alis las repite.

—Uno de ellos miente.

—Yo soy un Iluminado.

—Yo soy un Roble.

—Yo soy un Sanguinario.

—Solo el Iluminado puede coger la copa.

—Uno de ellos dice la verdad.

—Estos Iluminados sí que saben joder —soltó Peter cuando Alis terminó de señalar las pistas.

Una de las estatuas miente y otra dice la verdad. Uno de ellos es un Iluminado y solo él puede tomar la copa. Ahora bien, ¿quién es el Iluminado?

—Tiene que ser uno de ellos dos —dijo Alis, luego de pensarlo suficiente—. Si uno de ellos miente, lo más posible es que sea el personaje que dice ser Iluminado. Entonces debemos escoger entre esos dos personajes —Alis señaló al Trompeto y al Sanguinario.

—No lo creo —digo yo—. Uno de ellos dice la verdad. Entonces podría ser el Iluminado.

—O el personaje que hace de Trompeto —intervino Peter.

—Podría ser cualquiera —admito.

Nos quedamos varios minutos pensando en el acertijo. Peter en varias oportunidades sugirió que el mentiroso era el que decía que había un mentiroso. Algo que para Alis no parecía posible.

—Claro que sí —soltó Peter—. Mirá, el que dice que hay otro mentiroso tiene unos guantes de armadura. Él es un Sanguinario. Solo los Sanguinarios usan guantes como esos.

—¡Es cierto! —digo—, Peter, tienes razón.

Peter quedó sorprendido. Es cierto que el personaje tiene guantes de armaduras. Reviso a quién dice ser un Sanguinario y resulta que tiene las manos llenas de cicatrices y las uñas como garras. Este es un Trompeto. Si este personaje es el mentiroso... el Iluminado no lo es.

—¡El Iluminado! ¡Él dice la verdad! —digo y mis palabras son como un interruptor. La estatua de ese personaje se levantó y agarrando la copa, nos dirigió una mirada de admiración.

La puerta apareció de nuevo.

—¡Esperen! —exclamo en tono de advertencia.

—¿Qué? —soltaron Peter y Alis al mismo tiempo.

—Si atravesamos esa puerta, lo más probable es que seamos trasladados a otro lugar fuera de la cabaña de los Iluminados.

—¿Por qué?

—Alis, tú cuando tocaste el espejo... ¿Qué pasó contigo?

—Quedé en el mismo lugar. En medio del bosque, donde encontramos la puerta de los Sanguinarios.

—Al igual que yo pero con la puerta de Larte —dijo esta vez Peter.

—Entonces toquemos juntos la copa y volvamos con el señor Dativo.

—¡¡¡¿Estás loca?!!! —soltó Peter, daba la impresión de que en lugar de escuchar «Toquemos juntos la copa», hubiese escuchado «Toma este cuchillo y córtate la garganta»—. No voy a iniciarme a los Iluminados. ¡Primero muerto!

Con que eso era.

—Peter, ya todos estamos iniciados. Me parece que no podemos volver a re-iniciarnos —digo, pensando en el significado de esa palabra, ¿será correcto?

—Prefiero no correr el riesgo.

—No seas estúpido Peter —dijo Alis y ambas conseguimos reducirlo y arrástralo hasta la copa.

Cuando la tocamos, no sucedió nada. Los tres habíamos permanecido en el mismo lugar al igual que la copa, que seguía inmóvil e indiferente a nuestra presencia.

—Es evidente que ninguno de los tres somos Iluminados.

Fue cuando me di cuenta. Yo no había tocado ninguna de las tres reliquias antes. Esta era mi primera vez, y la copa no parecía haberme aceptado dentro de su caravana. Recordé cómo Peter había tomado el espejo en el primero de los portales; en ese momento, no sucedió nada, no obstante, cuando Alis tocó el mismo espejo, desapareció, anunciando donde pertenecía: la caravana de Di. Respiro y sigo pensando... ¿Entonces puede que haya chances de que sea una Trompeto?

—Bueno, ¿vamos? —preguntó Peter, señalando la puerta.

Salgo de mi ensimismamiento y respondo:

—¡Vamos!

Fuimos trasladados, como me lo temía, a otro lugar diferente: una habitación que nunca antes había visto. Lo único que pude intuir, es que estábamos dentro de una cabaña ubicada cerca de la bahía, porque podía escuchar las olas del mar rompiendo en contra de las rocas.

—¡Leux! —soltó Alis.

Mis instintos fantasmas se activaron casi al instante.

Leux estaba sujeto a varias cadenas, que terminaban enganchadas en una especie de piedra gigantesca que brillaba. Parecía bastante enfermo.

—¡Oh, no! —soltó, esta vez Peter—. Estamos encerrados.

Era cierto. El único lugar para salir que había, a parte de la puerta Legendaria, claro, estaba sellado con una especie de candado gigante.

—¿Y ahora qué vamos a hacer?

—¡Por los Ascendentes! —soltó, ahora, una voz diferente. Era el señor Dativo, que aparecía por la puerta Legendaria.

No pasaron ni cinco segundos cuando El señor Dativo dijo varias frases y las cadenas empezaron a desenredarse y a dejar libre a Leux.

Alis y yo intentamos sostenerlo, pero Leux estaba muy débil.

—¿Quién te hizo eso? —le preguntó Alis.

Al escuchar la voz, Leux abrió los ojos suavemente y sonrío. Estaba volviendo.

El señor Dativo comenzó a dar vueltas en círculos y a decir cosas, de nuevo, en lengua extranjera. Por otro lado, Peter, intentaba ayudar a Alis, retirando las cadenas que quedaban alrededor de Leux.

—¿Quién te hizo esto? —preguntó de nuevo Alis.

—El entrenador Pote... él me absorbió mi poder y me quitó mi medalla.

—¿Pero por qué?

—Lo vi entrar a un pasadizo, como una alcantarilla en las ruinas. Me pareció raro, sabés, la Campeona había clausurado el lugar. —Leux decía cada cosa con dificultad, como si no pudiera respirar—, y le seguí, le seguí hasta que encontró una puerta. Una puerta diferente a las otras tres de los Legendarios. —Leux hizo una pausa—. Sabés Ana, él sabía que lo estaba siguiendo, porque me lo dijo. Me dijo que yo debía abrir la puerta porque mi espíritu era nuevo. Que yo no había atravesado todas las puertas. Que él no podía. Que odiaba los artilugios de los Legendarios —soltó y Leux empezó a llorar—. Ana, te lo juro... no pude, no pude abrirla. Él decía que yo mentía pero no era verdad. Yo no podía.

—Tranquilo, tranquilo heredero de Di, fuiste muy valiente —dijo el señor Dativo, acercándose—. Es hora de que tomes un descanso. —Y tocándole la frente, hizo que Leux quedara dormido, en un sueño bastante profundo.

Después de eso, ninguno de los presentes emitió sonido alguno. La habitación estaba bajo un silencio sepulcral; Alis, caminaba en círculos y hacía gestos raros con el rostro, mientras que Peter solo observaba a Dativo, como esperando que este resolviera la situación.

—Hay una cuarta puerta —dije yo al final—. ¿Cómo pudimos ser tan imbéciles? Todo este tiempo hemos perdido el tiempo buscando la Llave de los Huesos y teníamos la respuesta ante nuestras narices: el cuarto Legendario.

—No podíamos saberlo —comentó Alis sin detener su caminata en círculos—. Vos misma lo dijiste. Todo podía ser un invento de los Iluminados. Además, Ana, recién descubrimos la existencia de la otra alcantarilla. ¿Cómo podíamos saber que había otra puerta escondida?

—No hace falta que nos pongamos a discutir —soltó Peter, de repente—. Tenemos que ir a la alcantarilla. Ahí está la puerta. Además, ahora no queda duda alguna de que el cuarto Legendario existió. Asimismo, no debemos olvidar que el entrenador Pote (¡Maldito!) estaba desesperado, solo deseaba que Leux abriera la puerta... mirá hasta donde llegó para conseguirlo. Lo que quiero decir es que debe haber algo dentro de esa puerta. ¡La Llave de los Huesos!

—Existe... pero no es lo que ustedes piensan —intervino el señor Dativo—. La Llave de los Huesos es otra reliquia. La reliquia del cuarto Legendario.

Peter, Alis y yo compartimos miradas. El señor Dativo admiraba con curiosidad una pared, como si de algo muy especial se tratase.

—La cuarta puerta resguarda la Llave con huesos. La reliquia perdida en la historia. Ojala alguien pudiera recordarla.

Alis, Peter y yo compartimos miradas de nuevo. Nos quedamos en silencio por unos buenos minutos... hasta que...

—Debemos detener al entrenador Pote antes de que la encuentre —dijo Peter.

—¡Maldita sea!—soltó Alis, haciendo que sus ojos se volvieran brillantes—. Ana siempre tuviste la razón. El entrenador Pote... Es hora de acabar con esto.

—Ustedes no harán nada —intervino, de nuevo el señor Dativo—. Yo iré a comunicarles esto a los otros dirigentes y a la Campeona Quiteira. También llevaré al campista a la cabaña de la curandera. Peter —dijo dirigiéndose a él, con preocupación. El señor Dativo ya no parecía confundido—. Te pido que vuelvas a tu cabaña y no salgas de ahí. Igual ustedes dos.

—Pero no podemos salir de acá, está cerrado...

Pero el anciano no pareció escuchar a Alis, ya que con varios chasquidos hizo que el candado gigante se rompiera en pedazos en el acto. La puerta se abrió a regañadientes.

Cuando el señor Dativo intentó salir de la habitación... un viento fortísimo azotó contra nosotros e hizo que me diera escalofríos. Acto seguido, apareció una versión bastante distorsionada de Orl, gritando cosas:

—¿Dónde están? Todos en la campaña están... —La voz de la transfiguración de Orl se cortó y me da la impresión de que estoy hablando por teléfono con él, en un lugar sin mucha cobertura.

—Vengan a ayudarme... necesito... ¡Oh! Esto está muy mal.

Y desapareció.

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