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Fichas por terror


Una vez que dejé atrás la Bahía Ígnea, lo primero que hice fue ir a buscar a Alis para contarle todo. Ella está en la cámara de Peroles. Una vez ahí, le digo que Panick me ha dado una insignia y que me ha recibido en sus lecciones. Por un instante, ella no parece estar muy contenta, pues hay algo que pasé por alto.

—No lo sé Ana, acordate que él entrenó a tu madre hace mucho tiempo —dijo, ella no parecía estar segura de seguir hablando, sin embargo, lo hizo—: se supone que vos debés demostrarle a los campistas que nos sos igual a ella. Y ahora vas directo a hacer exactamente lo que ella hizo...

—No estoy segura de que mi madre haya sido una mala persona —digo y pienso si es correcto compartir lo que Orl me ha confiado, con Alis. Después de todo, Alis es mi amiga.

Alis hace como que quiere decir algo pero luego se interrumpe, concediéndome una sonrisa. En este momento estoy entre dos opciones: ser leal a Alis o a Orl. Luego de que mi «yo» razonador entrara en conflicto con mi «yo» sentimental, al final, pude resolver que Alis lo merecía.

—Mi madre, mi madre podría ser inocente —digo finalmente—. Ella escondió algo muy poderoso en este campamento. ¡La Llave de los Huesos!

Le explico a Alis que debíamos encontrar ese objeto. Que debíamos seguir con el plan de mi mamá. Que le necesitaba. Que me perdonara por ser imbécil con ella.

Fue muy evidente para ella que obvié varias partes de la historia. No fui capaz de decirle que Orl era el más buscado y que él, como único testigo, era el fundamento a todo lo que le estaba contando. Debía respetar mi pacto con él. Agradecí a los Legendarios que Alis no me persuadiera para que se lo dijera. Al contrario, pareció algo contenta de no cargar con ese peso. Pues si de algo me estaba dando cuenta, es que cada vez que nos enterábamos de algo nuevo de mi madre muerta, las cosas se ponían feas.

El resto de la tarde Alis y yo comimos helado de tramontana y pasamos el tiempo armando absurdas teorías sobre los poderes de la Llave de los Huesos. Alis aseguraba que podía convertir caracolas de mar en piedras preciosas. Algo que para mí no era gran cosa. Cuando nos cansamos de hablar de viajes en el tiempo y de hacer volver a la vida gente muerta, Alis tuvo que cambiar el tema de la conversación, muy rápido.

—Mi día también fue muy bueno —terminó—. Conseguí ganar 7 fichas. Derroté a unos Trompetos lanzando jabalinas. Los muy tontos arrojaron las suyas y yo las detuve con mis campos de fuerza —dijo y me señaló a un Trompeto que estaba muy cerca de nosotras, según ella, espiándonos—. Mirá Ana, compré un nuevo paquetito de cartas. Si logro reunir una espada, un escudo y un hacha, podré intercambiarlas por un premio grande. Glo me dijo que ella tiene ocho espadas y un escudo, las hachas son difíciles de conseguir. ¿Querés ir a ver mis cartas a la cabaña?

Asiento con la cabeza sin siquiera pensarlo y volvemos a la cámara de Peroles.

Luego de saludar a Glo, que estaba muy ansiosa y parecía esconder algo, no tardé ni un par de minutos en entenderlo todo. Era una sorpresa. El tarro de fichas estaba lleno. Alis me dirigió una sonrisa y me dijo que Ferrum consiguió 12 fichas usando su martillo para golpear gnomos, Nolrad, por otro lado, ganó tres en la competencia de eructos. Todos se habían puesto de acuerdo para comprar las piedras y se habían esforzado para conseguir muchas fichas.

Estamos riéndonos de Leux, que estaba sufriendo un raro efecto de unas uvas que había consumido, cuando Eroc apareció por la puerta para enseñarnos las normas básicas de la batalla.

Trajo con él una lata de espray de color blanco. Comenzó a hacer tres enormes rayas, partiendo desde el centro del cuarto. Después de eso, nos pidió que nos formáramos.

—Ya tengo en mis manos la fecha de la campaña. He estado reunido con varios profesionales y han contribuido muchísimo.

—¿Cuándo es la campaña? —preguntó Ferrum.

—En una semana.

—¡Eso es muy pronto!

—Lo sé... lo sé —dijo inquisitivamente Eroc—. Por eso, traigo esto.

—¡Las formaciones!

Todos queremos abalanzarnos a la lista de formaciones pero Eroc nos detiene.

—Quédense donde están —ordenó con paciencia.

Todos permanecemos inmóviles y escuchamos con atención.

—Ana, Ferrum, Yois y Leux serán los reveladores. Ustedes forman las primeras posiciones. Muy cerca de los humanos. Su misión será asegurarse de que los humanos descubran a todos los integrantes del equipo contrario.

—Alis, Vik y Glo serán nuestra defensa. Tienen que encargarse de ayudar a los reveladores y de proteger muy bien al señuelo.

Alis y Vik, asintieron con la cabeza.

—Andra será nuestro señuelo.

—¿Qué es un señuelo? —preguntó ella.

—El señuelo es el jugador más importante de todo el equipo. Si un señuelo es descubierto por un humano, el resto del equipo pierde, así se encuentren todos en pie. En una campaña de terror, los equipos suelen elegir al mejor de todos sus jugadores como señuelo. Yo he decidido cambiar esa regla.

—Quieres engañarlos —digo yo.

—Exacto. Andra estará como si fuera una defensa más. Ustedes tres deberán protegerla sin ser tan evidentes.

—¿Y yo qué haré? —preguntó una chica. Creo que se llama Sara.

—Vos y Derling son las delegadas. Cuando la mayoría de los atacantes sean eliminados por el adversario, ustedes lucharan. Son la última esperanza del equipo.

Una chica que tiene verrugas asiente, imagino que es Derling.

—¿Y qué ataques son válidos?

—Todos hasta el nivel cuatro. Nosotros podemos usar armas porque somos Sanguinarios.

—Esa es una ventaja —soltó Ferrum.

—No tanto... los Trompetos no necesitan de armas para ganarnos. Recuerden que ellos poseen la naturaleza.

—Igual no vamos a ganar —soltó Yois—, este equipo es una basura.

—No digas eso.

Eroc ignoró el comentario de Yois, pues era evidente que parecía importarle más los detalles de la batalla. Estaba muy entusiasmado y seguía dibujando posiciones en una de las paredes de la cámara. Me parece que entiendo, hasta ahora, mi posición en la batalla. Tengo que impedir que los humanos me descubran. Al mismo tiempo, debo asegurarme de que mis contrincantes sean descubiertos por humanos. No importa cómo, solo tengo que hacerlo. Por otro lado, está el señuelo. Andra tiene muchas posibilidades de pasar por invisible. Nadie apostaría ni una sola ficha por ella. Yo estoy segura de que hará un trabajo excelente.

—También están los Centinelas —continuó Eroc—. Son los vigilantes de las afueras del lugar.

Eroc dibujó un enorme cuadrado en una pizarra y puso nuestros nombres sobre él.

—Casi siempre la campaña se hace en un lugar con historias tenebrosas. A los humanos...—dibujó varias equis desparramadas por todo el cuadrado— les encanta visitar estos lugares. Son muy tontos, si me preguntan. Pero gracias a ellos, ganamos muchas fichas.

Eroc explicaba muy bien. La campaña consistía, básicamente, en meternos a todos en un lugar con muchos humanos. El equipo que lograra sobrevivir más tiempo sin ser descubierto era el que resultaba ganador. Parece fácil, pero no lo es. O eso dice Eroc.

—Los Centinelas tienen la función de impedir que los campistas enemigos se escapen del lugar de la campaña. Los Centinelas, al no entrar, no son eliminados ni tampoco pueden ser un señuelo.

—El resto de ustedes, los que no nombré, serán Centinelas.

Ser Centinela no parece ser un trabajo muy difícil.

—¿Qué es lo más raro que ha pasado en una campaña?

—Mmm. No sé —dijo Eroc con un tono pensativo—. Recuerdo que un día, un Trompeto se convirtió en un pelicano de cuello corto y escapó de la campaña sin que los Centinelas pudieran hacer algo. Nuestros Sanguinarios tuvieron buscándolo durante tres meses, hasta que perdieron la paciencia y se rindieron atacando a su propio señuelo.

—Esos Centinelas eran muy malos —soltó Ferrum.

Pasado los días, con las fichas que la caravana había logrado conseguir, compramos dos piedras de poder. Glo, la niña rechoncha, y Andra, eran piezas importantes para el equipo. Es cierto que Andra era una heredera, aunque su poder no funcionara para absolutamente nada y, por otro lado, Glo, no lo es. Son esas las razones por la que decidimos que ellas las merecían más que otros.

Las piedras guardaban una gota del elixir de poder. Algo que no era suficiente para usarlas en más de dos ni tres oportunidades. Cambiamos 85 fichas por la piedra de explosión membranosa y 47 en la piedra con el poder de rebote.

Por su parte, Vik se las había arreglado, de alguna forma, para conseguir una piedra por sus mismos medios; piedra que ella denominaba centella infinita.

No nos arriesgamos a que usaran las piedras de poder en las prácticas, pues no estábamos seguros de que iban a poder usarlas de nuevo.

Un día, nos reunimos en el pequeño patio que hay detrás del palomar. Leux y Ferrum distribuían varias figuras de humanos, hechos de madera. Ya que somos 14 campistas, nos dividimos en dos grupos de siete. Unos contra otros.

—¡Andra, dejá de esconderte!

Leux había provocado una ilusión, donde un humano se estaba comiendo a Glo.

—Me va a comer...

—Es una ilusión —explicó Ferrum, mientras le daba un cabezazo a Leux y lo hacía derrumbarse enfrente de un humano de madera.

—Estás fuera.

En los días siguientes, no me dio tiempo de pensar en las puertas de los Legendarios. Mi cuerpo estaba tan agotado por las prácticas que por una de las noches, tuve una extraña pesadilla: ahí, me encontraba con Judaes, Di y Larte alrededor de una mesa donde yo era el postre. Por un momento pensé que Leux se estaba metiendo en mi cabeza, pero él me juró por sus bolas de acero que no había sido él. Algo que todavía sospecho.

Alis, por otro lado, estaba muy entusiasmada porque había conseguido la carta que le faltaba para reclamar el premio: que resultó ser un báculo (una especie de bastón) con una esfera en la punta. Estaba ansiosa por usarlo en batalla y todas las noches se dormía tarde lustrándolo.

Orl había vuelto a la cabaña y alguna que otra vez nos daba un buen consejo, porque a pesar de que había perdido la contienda con Eddw, el capitán de los Iluminados, seguía siendo el mejor de todos los Sanguinarios. Una vez me lo conseguí cuando estaba saliendo del cuarto de baños de chicos, estaba medio desnudo, solo con una toalla.

—Oh, Ana —dijo al verme—. No sabía que había campistas despiertos.

—¿Ustedes no tienen baños en sus cámaras? —pregunto.

Orl intenta cubrirse su torso desnudo. Es cierto lo que decía Vik, nuestro capitán tiene muchos músculos.

—Nuestro baño está en una de las cámaras clausuradas.

—Ah, bueno... —No sé si es el momento de hablar de las puertas, pero lo hago— ¿Y descubriste algo en la puerta de los Trompetos?

—No, he ido tres veces, pero no conseguí nada. No es que sea muy grande el limbo de Larte —susurró.

Recuerdo las dos paredes y los cañones. Es cierto.

—Yo no he podido hacer nada —admito mientras intento contar todas las cicatrices de Orl—, he estado muy ocupada...

—Lo entiendo perfectamente. —Orl parece algo incómodo—. Tienen que ganar la campaña, ya habrá tiempo para preocuparnos de. —Bajó el volumen de su voz— la Llave de los Huesos.

Luego aseguró su toalla y se fue.

El día llegó. Alis y yo nos levantamos muy temprano. Ella memorizaba unos cuantos movimientos para lograr que sus campos de fuerzas fueran más eficaces. Por mi parte, guardé las dagas y la medalla de mi madre en mis bolsillos, también me puse las gafas de aviador. Si iba a hacer historia, lo haría como toda una Phantom.

Los campistas de más categoría pasaban de vez en cuando para saludarnos y desearnos éxito. Margot, incluso, parecía algo encantadora cuando se reunió con nosotros, los reveladores, para darnos unos buenos consejos.

—Nunca le den la espalda al enemigo —dijo para terminar.

Los terrenos del campamento amanecieron con carteles pegados por todas partes. Muy cerca de nuestra cabaña, hay uno que dice: «Los Sanguinarios son podredumbre» y tiene el dibujo de una enorme caca abrazando a nuestro espejo con alas. También hay tiras de papel higiénico envolviendo los rótulos del centro.

—Son unos rufianes —expresó Ariam haciendo un gran esfuerzo para quitar los papeles—. No sé cuándo terminaran de prohibir esas barras peligrosas.

En el centro de los rótulos, habían armado una mesa gigantesca de apuestas. Hay una gran cantidad de campistas ansiosos que hacen fila para apostar. El capitán Orl está presente en una de las filas, me pregunto si su apuesta será por nosotros. Me quedo para averiguarlo. Siguen pasando los campistas y todos colocan grandes puñados de fichas en las cajas de apuesta de los Trompetos. Orl es el primero en introducir sus fichas en nuestra caja de Sanguinarios. En eso, llega Panick y, sin hacer la fila, apuesta con la mano no robótica unas 100 fichas por su equipo.

—Te estaba buscando Ana —me sorprende Eroc por detrás, con aire preocupado—. ¿Qué haces aquí? ¿Y esas gafas?

—Vine a dar un paseo —dije, solo respondiendo a la primera pregunta.

Unos fantasmas están ofreciendo pancartas al público para acompañar a los equipos. El chico del águila compra una que tiene un enorme cuerno musical y dice «Los Trompetos ganan».

—¿Nerviosa? —me preguntó, al verme distraída.

—No —digo—. Estoy con ganas de patear unos cuantos traseros de Trompetos.

—¡Esa es la actitud! —celebra Eroc—. Tus compañeros te están esperando. Se hace tarde.

—¡Vamos, dupliquen sus apuestas! ¡La batalla comienza cuando las dos agujas se pongan en los aquarius! —exclamó el tipo de las apuestas.

Como una bala, nos dirigimos a la zona más oeste del campamento. Un lugar, donde no había gran cosa. Ni siquiera estos terrenos, que estaban atiborrados de árboles, eran reclamados por los Trompetos. No obstante, había algo por lo que valía la pena cruzar: el muro de cristales.

Un muro de casi 250 metros de altura se perdía entre las nubes. Cada espacio de la estructura tiene espejos de diferentes tamaños y formas, por donde se ve, como si fueran miles de pantallas, el lugar donde se supone que va realizarse la campaña.

Los campistas que querían conseguir los mejores asientos llegaban muy temprano, ocupando gradas fabulosas, que estaban alrededor del muro. Hay tres tribunas muy altas, con los símbolos respectivos para cada caravana: el espejo para los Sanguinarios, el cuerno para los Trompetos y la copa para los Iluminados.

Las gradas, como casi todo en el campamento, estaban amontonadas unas sobre otras sin guardar ningún cuidado. Algunas destruidas, probablemente por un ataque fulminante, y otras reparadas de forma muy torpe. Tengo la desagradable sensación de que un enorme temblor destruyó el lugar hace siglos.

Más cerca del muro hay otras tribunas que están reservadas con enormes carteles dorados, son para los entrenadores y valiosos.

Asimismo, hay otro espacio reservadísimo. Un espacio que solo podía pertenecer a una persona. Una silla con aires de trono, estaba esperando a que la Campeona Quiteira pusiera su trasero poderoso sobre ella.

—¿Dónde te habías metido? —me preguntó Alis, dándome un buen golpe por la espalda con su nuevo báculo. Quiero responderle, pero soy interrumpida por la Campeona Quiteira, que hacía su entrada triunfal, acompañada de Ris y los otros Iluminados.

Peter, o debería decir Pett, llegó junto a sus dos nuevos amigos. Los Trompetos se ubicaron en una fila, tomando sus posiciones. No me sorprendería que Joan, Ritcher y Peter sean los reveladores.

En este momento estoy muy nerviosa. Las barras comenzaron a entrar y ocupaban sus puestos. En poco tiempo, las gradas comenzaron a llenarse de fantasmas de todas las caravanas.

—Hay que tener mucho cuidado con las barras peligrosas —advirtió Eroc—. Pueden tirar cualquier cosa desde arriba.

En eso, una nube de humo colorado surgió de las gradas más superiores. De repente, el humo se puso rojizo y se transformó en llamas. Más tarde, un ave salió de ellas, acompañada de los gritos de todas las caravanas, que enarbolaban un sentimiento único. Un sentimiento que me decía que estaba en el lugar correcto.

—¡Hoy te venimos a ver, ponga huevos, hoy no podés perder! —cantaron en coro las barras con pancartas y banderines morados.

¡SAN-GUI-NA-RIOS!

Trompetos te venimos a ver. Trompetos no podés perder. Esta hinchada siempre va alentar, donde juegues siempre ganarás —respondieron desde la tribuna, la caravana de Larte.

—Y dale alegría, alegría a mi corazón —gritaron los Sanguinarios, eufóricos —. Lo único que te pido, ganemos hoy.

Por orden de Eroc, dejo de escuchar los gritos y pongo atención al réferi.

—Pónganse en posición —dijo uno de los réferis, tiene el pelo grasoso. Uno, dos, tres... Hay 13 réferis—. Las reglas son simples... Deben evitar a toda costa ser descubierto por los humanos. La caravana que se quede sin fantasmas, pierde. Así de simple. Protejan muy bien a su señuelo.

—Reveladores a sus posiciones. Defensores a sus posiciones. Centinelas y Delegados a sus puestos...

Conseguimos ordenarnos antes de que la Campeona Quiteira comenzara a dar un discurso de agradecimiento a los Legendarios y nos recordara las reglas de la campaña del terror. Una vez terminado:

—Este año, el señor presidente del gobierno español, nos ha permitido usar una de sus instituciones más importantes —vociferó la Campeona Quiteira desde su tribuna, parecía muy orgullosa—. Un lugar que es reclamado por los fantasmas desde hace siglos. Me enorgullece que la campaña del terror este año es celebrada en Madrid, tierra de muchos campistas de esta casa.

Observo a Panick por un instante, ¿se está riendo? No sé por qué, pero tengo el presentimiento de que él estaba enterado de la ubicación secreta de la campaña, me temo que ha beneficiado a los Trompetos.

—...La casa de las siete chimeneas fue, por mucho tiempo, el hogar de Elena, cuyo espíritu sigue encerrado dentro —siguió Quiteira, mientras recibía un espejo del señor Pierg—. Hay historias que confirman que todos sus tesoros fueron guardados en el lugar donde ocurrió su lamentable muerte. Por eso, he escogido la casa de las siete chimeneas —confirmó—. También es menester mencionar que he escondido varios premios adicionales. Encuéntrenlos y eviten a como dé lugar que los humanos les descubran ¡Bienvenidos a su primera campaña de terror y que los Legendarios les acompañen!

Los aplausos de los hinchas me hicieron sentir escalofríos.

El referí de pelo grasoso aclaró su garganta para luego gritar:

—¿Están listos? ¡Qué comience la campaña!

Y comenzó.

Ingresamos por uno de los espejos del muro. Cada caravana por uno distinto. Los espejos resultaron ser una especie de portal entre el campamento y la casa de las siete chimeneas en Madrid.

Cuando salimos del campamento, una oscuridad abrumadora provocó que Andra gritara, asustada. Ferrum tuvo que retarla y con toda la razón, pues descubrirían nuestra posición. Leux persuadió a los defensores para que revisaran el salón, que estaba muy oscuro. Cuando Alis chocó contra algo que hizo mucho ruido, se me ocurrió...: pasé parte de mi poder fantasma a una de mis dagas. Esta brilló y su luz reveló un amplio salón, que parecía una oficina, con sus muebles de madera y carpetas llenas de papeles.

—Buena idea —me dijo Leux.

De repente, un ruido (como de lluvia) golpeaba las paredes, provocando así, que mis sentidos despertaran. Ferrum quería decir algo cuando unas cuantas partículas de polvo se me metieron en los ojos. Y entonces sucedió: las paredes se tambalearon como si algo las azotara, un viento arrasador se aproximaba mientras que Alis soltaba unas cuantas palabrotas y se convertía en fantasma. Acto seguido, se materializó una pared de fuerza, impidiendo que algo desde afuera, ingresara. Era algo que golpeaba con gran violencia.

—¡Es una tormenta de polvo! —soltó Ferrum, que estaba muy cerca de la pared de luz que separaba nuestro salón del pasillo de afuera.

Me limpié los ojos e intenté acércame a Ferrum para corroborar...

—¿Qué te pasa? —le pregunté a Glo, algo indignada. Me ha empujado.

—Hay humanos —me susurró, mientras se aseguraba de que nadie me viera.

En eso, a través de la pared de luz y por el lado de pasillo, pude ver a dos chicos que estaban muy asustados. Eran humanos (vivos).

Ferrum me dice que ellos son incapaces de ver la pared de luz, y que pueden atravesarla sin problemas, ya que solo afectaba a fantasmas. Cuando quiero preguntarle cómo haríamos para espantarlos, aparecieron dos campistas de uniforme naranja. Ellos estaban igual (o peor) de desorientados que el humano. No pasaron ni tres segundos cuando fueron descubiertos por el vivo. Cuando este huyó del lugar, el réferi apareció por uno de los espejos del pasillo.

—¡Dos Iluminados fuera! —dijo, mientras los dos Iluminados salían por el mismo espejo.

Y llegó la hora de lo bueno... Alis deshizo la pared y salimos del salón. Seguimos por el pasillo y al cruzar, pude ver a Ritcher que estaba oculto entre la nube de polvo. Lanzo una de mis dagas, pero no logro darle. Ritcher es rápido.

Cuando quiero seguirle, él se envuelve con la nube de polvo haciendo un fabuloso tornado. ¡Oh, rayos! Varios humanos se acercan por el ruido y consigo atravesar una de las paredes más cercanas. Justo a tiempo.

Ahora todo se ve con más claridad, acá no hay ni un granito de polvo. Leux, nuestra defensa, aparece en la habitación y me pregunta si estoy bien. No respondo, pero se me ocurre una idea.

—Necesito que hagas algo.

Se lo digo. Al momento siguiente, Leux se convirtió en fantasma y sus ojos se pusieron en blanco para provocar una ilusión. Los rayos de luces, que habían salido de su cabeza, serpentearon y se dirigieron al pasillo. Yo hago lo mismo y me encuentro con varios Trompetos que huyen de algo que, para mí, es invisible. Uno de ellos grita que un humano le ha cortado la cabeza a un campista.

Aprovecho la confusión y lanzo dos dagas; que le atinan a un campista Trompeto, que queda atrapado en la pared, como un retrato. Otros campistas entienden que es una trampa y regresan.

—¡Ayúdenme! ¡No me dejen! —soltó el campista, intentado liberarse. Le ordeno a mis dagas que se resistan y no permiten que se escape.

Alis advierte el ruido y aparece en el pasillo.

—Vienen varios humanos, es mejor que huyamos —dice.

Escucho los pasos, que parecen estar muy cerca, y le hago caso a Alis sin dudarlo. Leux nos acompaña y vamos al final del pasillo.

—¡Fuera Roble!—escucho desde acá.

Ha funcionado. Leux y yo celebramos y seguimos avanzando, decididos a ir en contra de otros Trompetos.

Atravesamos un angosto pasillo, el piso de madera estaba tan reluciente que podía ver mi reflejo en él. Las gafas de aviador de mi madre están brillando con mucha intensidad.

Seguimos avanzando y cruzamos a la derecha hasta un pasadizo con un ventanal. La luz de la luna se colaba a través de las cortinas, provocando que los muebles dibujaran sombras terroríficas que, de vez en cuando, se confundía con la figura de un humano. Cuando Alis está a punto de decir algo...

—¡Eh! ¡Cuidado! —soltó Leux de repente—, me pareció ver algo.

Retrocedemos. Alis, casi al instante, se escondió debajo de una mesa y Leux ingresó al interior de un ropero minúsculo. Intento entrar con él, pero es muy chico el espacio. Escucho pasos acercarse y una luz (proveniente de una linterna) amenaza con descubrirme. Sea quien sea...está muy, muy cerca.

No me queda otra opción. Me hago un espacio entre las cortinas y abro uno de los ventanales y me subo al alféizar. Acto seguido, cierro los cristales tras de mí y ruego a los ascendentes para que nadie me descubra.

La luz de la linterna recorrió sin mucho cuidado el pasillo y por suerte nadie fue descubierto. Cuando estuvimos convencidos de estar a salvo, salimos de nuestros escondites.

—Ana, ¿cómo llegaste hasta ahí?

—No tuve otra opción —le respondí a Alis. Aún no me había bajado del alféizar cuando Leux me señaló algo, con la boca muy abierta.

—Es una bolsa de fichas —dijo.

—¿Dónde?

—Entre tus zapatillas.

Era cierto, entre mis piernas había una bolsita llena con muchas fichas.

—Uno de los premios —soltó Alis—. ¡Qué suerte que tenés!

Y de repente, todo pasó muy rápido. Alis me había protegido de un rayo, que estuvo a escasos centímetros de impactar contra mi cara. El rayo regresó, algo débil, y chocó en contra del techo, destruyéndolo. Del piso superior, aparecieron un par de campistas defensores, que aprovecharon el agujero para lanzarse por él y proteger a uno de sus reveladores.

Somos tres contra tres. Los primeros en atacar fueron los Trompetos, que hicieron aparecer fuego de la nada y lo dirigieron hacia nosotros como si pudieran darle órdenes. Alis, Leux y yo conseguimos huir antes de que nos alcanzara, pero el fuego, que parecía tener vida, nos amenazaba siguiéndonos la pista.

Alis se convierte en fantasma y dirige su báculo hacia el fuego, intentado hacerlo retroceder. Pero no funciona.

El fuego tampoco retrocedió cuando Alis intentó convocar una pared de luz. No obstante, algo inesperado sucedió: la pared se materializó del otro lado, obstaculizando nuestro espacio para seguir huyendo. Es como si su poder estuviera en contra de nosotros. ¿Qué está pasando?

Con el fuego pisándonos los talones hago lo único que sé hacer. Uso la única daga que me queda y le ordeno que vaya hacia al campista que provocó el fuego raro. Mi daga desapareció por uno de los pasillos, pasando muy cerca del fuego que estaba ya muy próximo a nosotros. Que funcione... que funcione...

Alis intentaba hacer desaparecer la pared de luz pero no obtuvo buenos resultados. Al contrario, la pared estaba cada vez más rígida.

El fuego seguía acercándose y ¡Auch! Algo me está quemando... caí de bruces por el dolor. Intento ponerme de pie, pero no puedo... Siento una corriente dentro de mí... es como si...

El fuego se detuvo a metros de mí, como si sintiera compasión... y no solo eso: de la nada, aparecieron varios hilos de luces que me conectaron a él. Como si yo fuera su nueva dueña.

Muevo mis brazos y el fuego me imitó como si fuera marioneta. Escondo mis manos detrás de mi cuerpo, asegurándome de que nadie observe mi conexión con el fuego.

Al instante siguiente, El fuego desaparece ante nuestras narices.

Por otro lado, Alis consiguió controlar de nuevo su pared de luz justo a tiempo cuando aparecen los Trompetos; dos de ellos cargaban al herido por mi daga.

—Vienen unos humanos —advirtió uno de ellos.

Le ordeno a mi daga que vuelva hacia mí y salimos corriendo, sin antes, claro, obstruirles la salida con una pared de luz.

—¡Fuera tres!

Seguimos por otro pasillo e ingresamos a un salón con una chimenea. Por esta, aparece Andra y Ferrum, a través del conducto.

—Las chimeneas se comunican —dijo Ferrum, que parecía algo nervioso—. Yois se ha ido por uno de los espejos. Se auto-eliminó... y por poco reveló a Andra. No sé si ya saben que es nuestro señuelo.

Sí que lo sabían. En ese instante, por la chimenea, aparecieron dos Trompetos. Ritcher le dirigió un puño (hecho de polvo) a Andra, y estuvo a escasos centímetros de dejarla tumbada. Rápidamente Alis construyó una pared de fuerza, justo a tiempo, y protegió a nuestro señuelo de otro campista, que lanzaba llamas por los orificios de su nariz. ¿Ahora todos son expertos con el fuego?

—Eso estuvo cerca —digo. Estamos detrás de la pared de Alis. Me siento segura porque, hasta ahora, ningún poder fantasma, ha podido atravesarla.

Desde acá, veo a aparecer a Ris, la hermana de Alis, por la chimenea. Parece que está huyendo de alguien. Acto seguido, aparece Joan, insultándola.

—Es la única que queda de los Iluminados —soltó Joan, mientras evadía algunos rayos que le lanzaba Vik, que aparecía también por la chimenea.

La pared de Alis desaparece y observo como ella va al encuentro con su hermana. ¿Pero qué está haciendo?

Ferrum golpea con un cabezazo al campista de las llamaradas y lo deja inconsciente. En eso, sin poder preverlo, Joan agarró un rayo con la mano de trol y lo redirigió a Ferrum. Nuestro amigo cae desmayado

Y los gritos de una multitud enloquecida se escucharon. Provenía de un espejo hermoso que estaba por encima de la chimenea. «Debemos estar dando un espectáculo maravilloso», pienso.

—Ahora sí... comienza el fuera de arena —soltó el referí desde otro espejo—. Atentos los Centinelas. Delegados, pueden ingresar.

Observo una sombra muy parecida a Derling y Sara en el espejo que está encima de la chimenea...

No había transcurrido ni un par de segundos cuando Joan se deslizó rápidamente hacia la parte superior de la chimenea y golpeó, con gran velocidad a las siluetas que estaban apareciendo en el espejo, haciéndolas regresar al campamento.

Eso sí que fue una canallada.

Joan se partía de risa. Mientras tanto, Vik arrastraba a Ferrum a un lugar seguro; Alis, que había vuelto en sí, protegía a Ris y a nuestro señuelo de Ritcher, que estaba muy concentrado intentando destruir la pared de Alis.

Derling y Sara protestaron desde el otro lado del espejo. Aseguraban que no se les había dado oportunidad de ingresar a la casa de las chimeneas y, por lo tanto, exhortaban al réferi a que las volviera dejar entrar.

No se preocupen. Voy a vengarlas

—¡Ey, Joan! —digo yo para provocarlo—. ¿Te crees muy machito, no? ¿Golpeando a tus contrincantes cuando están desprevenidos? Ven acá. Lucha conmigo.

—¿Creés que te tengo miedo novata?

—Yo creo que sí.

—Pues estás equivocada —escupió, acercándose a mí.

—Demuéstramelo.

Acto seguido, ingreso a la chimenea y me transformo en fantasma. Joan me sigue y los dos, nos introducimos a un espacio angosto lleno de hollín. Seguimos avanzando y la luz de mis gafas de aviador se perdía al final del espacio. Joan seguía siguiéndome la pista hasta que logró cogerme de mi tobillo. Tengo que luchar para que me suelte y mientras forcejeamos, uno de sus brazos enormes atraviesa mi cuerpo... ¡Caíste en mi trampa! Mis gafas dejan de brillar anunciando que mi transformación terminó. Su brazo ha quedado atorado dentro de mí.

Aparecemos en otro lugar de la casa y no sé cómo nos las arreglamos para salir de la chimenea. Aprovecho que Joan sigue atrapado dentro de mí y uso la daga que me queda para reducirlo. Que funcione... que funcione... que... ¡Muy bien!

Una luz plateada se reunió alrededor de mis brazos, haciéndolos enorme. Por otro lado, los de Joan se volvieron muy escuálidos, algo que aprovechó, muy inteligentemente, para liberarse. Al instante que intentó huir, corrí detrás de él para así conseguir cogerlo por los tobillos. Con estos brazos, siento el peso de Joan como si fueran un puñado plumas.

Joan se retorció cuando intentaba buscar alguna forma para huir, pero no pudo. ¡Qué indefenso que es sin su poder!

—¡Soltame!

Y pierdo el equilibrio. La casa se ha movido ligeramente. Peter aparece en el salón y observa la escena.

—¿Qué está pasando? —soltó muy sorprendido.

—Es obvio, ¿no? —digo—. Estamos en medio de algo acá.

—Dejálo. Él no es nuestro señuelo —dijo Peter—. Varios humanos vienen, pues he destruido la escalera que comunica con el piso de abajo. Así que no tardaran. Nos descubrirán.

Siento que mis brazos pierden fuerza. Estoy perdiendo el poder.

—Está bien —digo.

Agarro mi daga y la clavo en la remera de Joan, dejándolo, como un retrato, muy fijo en una de las paredes.

—Pero tú vienes conmigo

—¿Qué?—soltó Peter.

Con la poca fuerza que me queda le agarro por un brazo obligándolo a ingresar a la chimenea conmigo.

Llegamos al salón donde estaban los demás y observo como Ritcher se vuelve polvo ante mis ojos. ¡Ha desaparecido!

—¡Alis, ten cuidado! —le aviso a mi amiga—. Ritcher puede aparecer en cualquier lado.

En cuestiones de segundos, observo a Andra lanzando uno de sus ojos a un Trompeto. El ojo impactó contra este, produciendo una explosión gigantesca y liberando confeti.

—Alis... Andra está sola —le advierto.

No fue la única que me escuchó. Richter hizo su aparición enfrente de Andra, dirigiendo una mano de polvo hacia ella, para atraparla. Súbitamente una pared invisible apareció y protegió a nuestro señuelo. No solo eso, el poder de Ritcher impactó sobre la pared y rebotó hacia él mismo, haciéndolo volar varios metros de donde estamos. Un humano, algo asustado, se asomó y al instante lo vio desaparecer.

El humano nos dirigió una mirada a todos los que estábamos en la sala y fue muy confuso para mí saber quién había ganado. Por órdenes del réferi, todos abandonamos la casa de las chimeneas atravesando el espejo. La multitud estaba a la expectativa desde las gradas. Un silencio mortal regía en el lugar. El referí seguía reunido con varios de sus pares, discutiendo.

Una vez la reunión terminó, la Campeona Quiteira se levantó de su silla y dio los resultados.

—Los ganadores son los Sanguinarios.

¿Qué? ¿Ganamos? ¿Cómo?

Se escuchó un zumbido desde las gradas y varias explosiones antecedieron a los cánticos de victoria. Salieron nubes de humo morado por todas partes y los pájaros llameantes sobrevolaban la arena entre estrellas y confeti. Las barras peligrosas cantaban con voz potente:

—¡SAN..! ¡SAN...! ¡SANGUINARIOS!

Alis se acerca a mí con mucho entusiasmo.

—¡Ganamos Ana! Ritcher era el señuelo... y yo... yo lo he vencido. Mi poder fue más poderoso gracias al báculo —continuó Alis, muy emocionada.

—Alis, eres la mejor defensa que tenemos.

Nuestra caravana entera se lanza de las gradas y se acercan a nosotros para celebrar la victoria. Todos agarramos a Alis y con unos cuantos «¡Urra!» aprovechamos para hacerla volar por el aire. Sigo gritando cuando siento que alguien me hala del uniforme. Dejo de vitorear por un instante y veo a Peter, con el rostro pálido.

—Ana. Quiero... yo quiero —hizo una pausa.

El ruido de las barras no me dejan escucharle muy bien.

—Quiero pedirte perdón por lo tonto que fui con vos. Yo... yo me di cuenta de que ustedes no sabían nada de nuestras estrategias. He quedado convencido en la arena de batalla.

—Es muy tarde para pedir disculpas, ¿no crees? —digo y mis palabras son contundentes—. Preferiste creer en ella antes que en mí.

—No sé qué pasó conmigo ese día... estos días me he sentido raro. Con mucha furia.

—Yo también estoy furiosa —digo. Algún vestigio del poder de Joan aparece de nuevo y le doy un gran puñetazo a Peter en todo el ojo. Observo como toda la zona se comienza a colorear. Algo así entre morado y azul.

—Eso sí que ha sido un buen golpe —comentó el réferi.

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