El mito de los pájaros
Cuando estamos a escasos metros del portón de Leba, a escondidas, Alis hace aparecer una pared de fuerza muy cerca de los guardias, con la esperanza de que alguno de ellos se distrajera.
—Si uno de ellos cae, yo me encargo del otro —le digo a Alis.
Pero ninguno de los dos movió siquiera un músculo. Al contrario, nos habían descubierto:
—¿Quién anda ahí? —preguntó uno de ellos, dirigiéndose a nuestra posición.
Alis y yo nos quedamos escondidas y escuchamos un forcejeo, seguido a esto unas quejas de dolor y un «Pueden venir» de una voz conocida. Orl estaba en el portón y los guardias se encontraban desmayados.
Alis está detrás de mí. Totalmente confundida.
—¿Por qué...?
—Te contaré todo —le interrumpo—, te lo prometo. Pero no aquí.
Alis y yo avanzamos muy deprisa siguiendo a Orl y procuramos no pisotear a los guardias noqueados. Atravesamos, juntos, el portón doble y llegamos a un lugar que no es el salón oval, el de la fama, el de los Campeones.
En su lugar, hay una cámara espaciosa que tiene varias alfombras enrolladas; Orl intenta decirnos algo pero es demasiado tarde... ¡Las alfombras están vivas!
Saco mis dagas y me convierto en fantasma. Las alfombras sobrevuelan sobre nosotros pero no nos atacan.
—Solo tienen que frotar las manos así —nos explicó Orl, viendo las alfombras, que ondulaban en el aire con satisfacción—. Hagan lo que les digo y no les obligaran a montarse.
Tengo la sensación de que Orl trata a las alfombras como si fueran mascotas.
Es la primera vez que algo en este campamento no quiere asesinarnos.
Seguimos por un pasillo con grandes ventanales y subimos las escaleras, que estaban algo pegajosas, hasta una puertecilla con el dibujo de un hombre bastante raro, pues cada parte de su cuerpo estaba en un lugar incorrecto, «¡el Disparejo!» soltó Orl al visualizar lo mismo que yo. A diferencia del tramo anterior, no había alfombras. La cámara del Disparejo era poca espaciosa y tenía las paredes más torcidas que había visto. Los ladrillos estaban dispuestos de una forma tan descuidada, que tuve la impresión de que se encontraban así por alguna razón. Debíamos descubrir cuál.
Orl se movió con mucho cuidado.
—Hoy el espíritu está aquí —soltó—. Tengan cuidado de no tocar ni un ladrillo torcido.
—¿Por qué? —preguntó Alis.
—Tienen el sortilegio del Disparejo.
Pero era imposible. Los azulejos del piso, que también estaban tan desordenados como los ladrillos de las paredes, entorpecían el camino hacia el final de la cámara, donde se supone que el sortilegio terminaba. Intento moverme, pero se me hace muy complicado. Orl decide ir de primero y atraviesa la cámara con una velocidad impresionante. No es por nada que es nuestro capitán. Me señala donde debo pisar y logro llegar al pasillo, donde estaba a salvo del sortilegio. Cuando es el turno de Alis...
—No pongas el pie ahí —advirtió Orl, angustiado.
Demasiado tarde. Los ladrillos torcidos se despegaron de la pared y comenzaron a atrapar a Alis. Los azulejos, por su parte, iban por los pies.
—¡Ana! —se quejó—. No puedo moverme, esto me está atrapando... ¡Oh, no! He perdido mi bastón.
Es cierto lo que dice. Los ladrillos seguían, uno a uno, inmovilizándola.
De pronto, ella hace que una pared de luz aparezca y gran parte de los ladrillos se rompen en mil pedazos. Aprovecha el momento y... ¡Oh, no! presiona otro azulejo torcido.
Una vez más, y con más violencia, los ladrillos seguían disparándose hacia Alis, esquivando las distintas paredes de luz que ella convocaba para protegerse.
Orl se convierte en fantasma y está a punto de ir a ayudarla cuando, de pronto, apareció un enorme pájaro verde. Enganchó sus garras a la camisa de Alis y, sujetándola, voló con ella. Ante mis ojos, tanto el ave como Alis aterrizaron junto a nosotros, cerca del pasillo.
—Es la mascota de Alex—digo, después de asegurarme de que Alis está bien.
—¿Ese no es el pájaro del Trompeto? —preguntó Orl.
—Sí que lo es —respondo y le acaricio el pico a Linda, ella me observa con sus ojos amarillos, brillan como un par farolas en la oscuridad.
—Muchas gracias por salvarnos, pero tenemos que seguir —le digo a Linda. No creo que me entienda—. Es mejor que vuelvas con Alex. Debe de estar preocupado.
—Hay que sacar a ese pájaro de aquí. Puede ser una espía de los Trompetos. No sé ni cómo entró a la cabaña. —Orl parecía preocupado.
—¡Me ha salvado! —soltó Alis, algo molesta.
—Sí, pero no podemos confiar...
—¿Y yo si tengo que confiar en vos? —soltó Alis—. No pienso moverme de aquí hasta que me expliquen qué es lo que está sucediendo.
Cuando voy a decir algo, Orl me sorprende y le da un golpe a Linda, dejándola tirada en el piso, inconsciente.
—¿Qué te sucede? —pregunto indignada.
—Es un pájaro controlado por un Trompeto. Tengo que asegurarme de que no escuche nada.
Entrecruzo mis brazos mientras Orl le explica todo a Alis. Le dice que estamos buscando un objeto que conserva muchos poderes, pero Alis no se sorprende, porque ya lo sabía.
Después de darle la última noticia, Orl tiene que esperar varios minutos para obtener una respuesta:
—¿Vos sos el más buscado? —dijo finalmente, y sus ojos brillaron. Sus sentidos fantasmas se despertaron.
—Sí —dijo Orl con calma—. Pero yo no me robé nada. Es cierto que ingresé a la bóveda de los tesoros, pero solo para buscar la Llave de los Huesos.
Alis no pareció muy convencida. No obstante, me apartó hacia un lado, asegurándose de estar suficientemente lejos de Orl para que este no nos escuchara. Después de preguntarme en más de siete oportunidades si estaba segura de confiar en el capitán, terminó cediendo, diciendo: «si vos confiás en él, no me queda de otra que hacer lo mismo. Pero lo seguiré vigilando de cerca», me aseguró. Luego de esto, sus ojos volvieron a la forma humana y seguimos avanzando. Atravesamos un largo pasadizo y recibimos una bocanada de aire frío en la cara, tengo que cubrirme los ojos para que el polvo no entre en ellos. No sé por qué, pero recuerdo como mis sentidos se rendían ante la habilidad de intimidación de la Campeona Quiteira.
No seguimos hablando ni tampoco nos detuvimos; Orl seguía caminando muy seguro de sí hasta que conseguimos llegar a un portón con el dibujo de una boca. Hay un cartel que dice lo siguiente:
Cámara del mal aliento.
Bienvenidos novatos, aquí es donde morirán.
Atravesamos el portón y nos detuvimos en un salón espacioso y bastante acogedor. En el centro hay un sofá enorme arremedando, encima de éste hay varias montañas de armaduras y elementos de guerra. Por otro lado, las paredes estaban llenas de notitas autoadhesivas de todos los colores; cada una de ellas con mensajes y consejos de los campistas de las categorías más avanzadas.
—Tengo que decirles algo —dijo Orl, cogiendo una rodillera de aluminio entre sus manos, jugaba con ella como si estuviera nervioso.
—Escupilo —soltó Alis con desdén.
Orl nos explica que la alcantarilla de la cabaña está dentro de una de las habitaciones del fondo, justo debajo de una cama. También nos dice que mientras nosotros estábamos preparándonos para la campaña del terror, él se las había arreglado para entrar en varias oportunidades al portal de Di. También admitió que a pesar de haber miles de objetos poseídos en el lugar, no había ningún indicio de la Llave de los Huesos por ningún lado. Fue cuando descubrí que siempre nos estuvo guiando hacia las alcantarillas. Íbamos a la boca del lobo, a los terrenos de los Iluminados.
Me muerdo el labio y lo hago con tanta fuerza que me causo daño. ¡Demonios, estoy sangrando! No sé cómo sentirme en este momento, por un lado estoy enojada porque Orl había hecho gran parte del trabajo sin mí, y por el otro, angustiada porque no me sentía mentalmente preparada para invadir los terrenos de los protegidos de la Campeona.
—No es necesario de que vengan conmigo —soltó Orl en respuesta a mi rostro. Era evidente que estaba algo preocupada, por no decir que demasiado.
—Espera un momento —le digo y me sorprende que mi voz sonó con mucha autoridad. Hablo con Alis e intento persuadirla para que regrese y no se ponga en peligro.
—Por supuesto que no —dijo apenas terminé—. Ana, van a necesitar toda la ayuda posible. Les acompañaré.
No me queda otra opción.
—Te lo digo —me dirijo a Orl, señalándolo—. Si vuelves a ocultarme cosas, mañana todo el campamento se enterará de tu pequeño secreto —le amenazo.
—¿Cómo te atreves a hablarme así? —Fue lo primero que profirió Orl, parecía insultado—. Soy tu capitán...
—No me vengas con eso de capitán a estas alturas —le digo—. En esto estamos en las mismas condiciones.
—Vuelve a hablarme así y te quitaré todos los puntos. Tengo la autoridad para hacerlo —soltó Orl en un susurro. Obviamente lo escuché, pero no quise seguir discutiendo.
Luego, entramos a una habitación con varias camas, que parecían muy cómodas. Alis no tardó en darse cuenta...
—¡Estamos en la cámara de los novatos!
Orl asintió y se encogió de hombros.
—Entonces no nos dejaron dormir aquí porque pensaban que íbamos a descubrir la alcantarilla —sugirió Alis.
—No lo sé —contestó Orl de inmediato—. Me gustaría pensar que somos los únicos que conocemos la existencia de las alcantarillas.
—¿Por qué lo decís?
—No es coincidencia que el mismo año que Ana ingresó al campamento, de repente prohíban la cámara de los novatos, ¿no les parece extraño?
Es cierto. De seguro alguien aquí sabe que existen las alcantarillas. Sabe que mi madre las usaba.
—Deben pensar que yo sé dónde está la llave —digo, pero solo le dirijo mis palabras a Alis. Aún sigo enojada.
—Debemos tener mucho cuidado —intervino Alis, sintiéndose algo incómoda. Pues el ambiente estaba algo cargado.
Ayudamos a Orl a correr la cama hacia un costado. Debajo de ésta, estaba la tapa de la alcantarilla. Orl se apresuró en cargar la tapa y la dejó, sin hacer ruido, encima de un colchón.
—Espero que nadie nos descubra —digo.
—Se me ocurre algo —soltó Alis con seguridad. Luego de esto, hizo aparecer una pared de fuerza entre los portones de la cámara.
—Te descubrirán —comentó Orl—. Solo hay dos campistas en este campamento que pueden hacer paredes como esa —siguió, mientras señalaba la prolija pared de Alis—. Y los dos estamos en esta habitación.
Recuerdo cuando Orl hizo parecer la pared en el puente, haciendo retroceder a Joan, brazos-de-trol.
Alis hace desaparecer la pared.
—Tengo una mejor idea —siguió Orl. Luego regresó al pasillo y se perdió de nuestra vista. Minutos después, apareció de vuelta y trajo consigo el pájaro de Alex. Aun inconsciente.
—Si tienen que culpar a alguien, que sea a un Trompeto —dijo, cuando dejó a Linda acostada a un lado de la tapa de la alcantarilla.
—Maltratador de animales —digo yo, también en un susurro.
Orl hace como que quería decir algo, pero se lo guarda para sí. Fue entonces cuando ingresó y con un ruido sordo, desde adentro, nos hizo señas para que le sigamos.
—¿Van a estar todo el día ahí o van a entrar?
Pongo los ojos en blanco y entro. Alis también lo hace. Dentro del pasadizo, hay un olor terrible que no pasa inadvertido por Alis, que estaba a punto de vomitar.
—¡Qué asco! ¡Qué asco!
—¿Qué esperabas? Estamos en las alcantarillas.
Acto seguido, Orl sacó un mapa de su bolsillo y continuó guiándonos por el subterráneo sinuoso. A veces nos sobresaltamos por los sonidos, pero resultaron provenir de alguno que otro ratón.
Terminamos de llegar a un lugar que se volvía rocoso. Nuestros pasos hacían mucho ruido de eco. Teníamos que caminar muy sigilosos, pues nos descubrirían.
Cuando Orl nos señala el fin de la alcantarilla, nos damos cuenta de que alguien nos ha dejado una nota.
Alis y yo no movemos ni un solo músculo. Esperamos que Orl diga algo, pero no lo hace. Pasaron varios segundos (interminables) hasta que nuestro capitán se llenó de valor y se dirigió por la nota. Podía ser una trampa, pero no lo era.
—Es una advertencia —dijo, luego de leerla. Se acercó a nosotras y le entregó la nota a Alis. Me acerco para leer:
Ya nos habían advertido que iban a venir. La puerta de Judaes ya no está aquí. Se la llevaron a otro lugar.
Les han tendido una trampa aquí arriba. No cometan el mismo error que la campista Margot.
Buena suerte, novatos.
Un amigo.
Y acompañado de la nota hay una página de un libro, que parecía ser arrancada sin ningún cuidado. Esta tenía escrito en letras relucientes:
El mundo se vistió de oscuridad y todos pensaron que el fin había llegado. Cuatro mujeres dieron a luz ese día. Cuatro mujeres que no tenían donde reposar siquiera sus cuerpos. Ellas, con poca valerosidad, fueron a consultarle al maestro del pueblo. Éste les indicó que deberían dejar a sus hijos en nidos de aves antes que la señal se revelara.
La primera de ellas, lo dejó con un Flameante Alicanto. La segunda de ellas lo dejó con un Pico Grueso Tucanes. La tercera de ellas lo dejó con una Rapaz de Ojos Azules. Por último, la cuarta de ellas no pudo entregarlo antes que la señal se revelara ante sus ojos. La mujer pudo distinguir cuatro destellos plateados que aparecieron en los cielos. Aterrada, optó por dejar a su retoño a la suerte de las fieras salvajes.
Este niño no murió como todos pensaban, pues un Buitre Come Huesos, antes de recoger las sobras, fue incapaz de matarlo para acabar con su hambruna.
Pasaron varios minutos antes de que Alis hablara:
—¿Qué quiere decir todo eso de los pájaros y los niños? —preguntó.
Y fue como si una lluvia de fuegos artificiales explotara en mi cabeza. Los pájaros. Los niños. ¡Eran los Legendarios! No por nada, hay un espejo con alas, una copa con ojos y un cuerno musical con pico. Los Legendarios eran representados con aves. Por eso las fichas tienen dibujados pájaros. No tres, sino cuatro.
—Lo entiendes Ana —soltó Orl.
—¿Entender qué? —preguntó Alis, que parecía muy confundida.
—El come huesos no era un fantasma común y corriente. ¡Era un Legendario!
Alis se tapa la boca.
Es cuando mis pensamientos explotan como fuegos artificiales de nuevo: había un cuarto Legendario. Tan poderoso que había conseguido asesinar a sus pares. Ahora teníamos más razones de encontrar la llave. Y teníamos que comenzar por la puerta de los Iluminados. Al menos claro...
—¡Orl! —digo, pero con bajo volumen—. ¡Alis!—. digo ahora, recordando que estoy furiosa con Orl—. ¡No sabemos si lo que hay en este papel es cierto!
—Puede ser una trampa —soltó Orl.
—¿Qué decís?
—Digo que hay una sola manera de saber si esto es una trampa o no.
—¿Cuál? —preguntó Orl.
—Buscando la puerta de los Iluminados —termino diciendo, como si fuera muy obvio—. ¿No les parece extraño que la hayan ocultado? Pues si dentro de esa puerta encontramos la Llave de los Huesos. —Observo a Orl por un instante. ¿Cómo no pudo pensarlo?—... quiere decir que solo quisieron desviarnos de nuestro objetivo.
—Tienes razón.
—Tenés razón —dijo esta vez Alis—, los Iluminados pudieron haber creado esa historia del cuarto Legendario para despistarnos. Ellos quieren distraernos ¡Ellos quieren encontrar la llave primero que nosotros!
—Pero hay algo que no entiendo —dije de repente.
—Si el objeto está dentro de la puerta... —Hago una pausa— ¿Por qué no lo han encontrado?
—Porque ningún fantasma desarrollado puede volver a ingresar a los portales —respondió Orl con rapidez. Su rostro lucía preocupado—. Solo los campistas novatos pueden.
—¿Qué querés decir con eso?
—Que si hay alguien buscando la Llave de los Huesos, ese alguien tiene que ser un entrenador.
Alis se tapó la boca de nuevo.
—¿Pero para qué quieren la llave?
—Para volverse campeón —dijo Orl—. Solo conozco a alguien capaz de hacer lo que sea por ser Campeón. Y más si estuvo tan cerca de ganarse el título.
Me muerdo el labio de nuevo y no me importa el dolor que me auto-inflijo.
—Panick —digo finalmente.
Orl me observó por unos segundos, luego, dedicándome una sonrisa, me dijo:
—Ya entiendo por qué tenían tanto miedo de que durmieras en la cámara donde se encontraban las alcantarillas —dijo Orl, sin retirar el gesto de preocupación de su rostro—. Hubieses descubierto todo por ti sola.
Yo hago como si no hubiese escuchado nada. Alis hace un gesto de desaprobación y Orl susurra por lo bajo una palabrota, que espero, no esté dirigida hacia mí.
Finalmente, volvimos por el pasadizo hasta llegar a la cámara del mal aliento. Conseguimos a Linda en el mismo lugar, aun desmayada. Alis se encargó de ella mientras el capitán y yo pusimos la tapa en su sitio y dejamos todo como lo encontramos. De regreso, tratamos de no despertar a las alfombras ni de tocar algún ladrillo en todo el camino. Alis y yo llegamos a la cámara de Peroles antes de que el reloj marcara el símbolo con el ojo.
Alis se durmió al instante. Por mi parte, no pude hacerlo tan rápido como ella, hay demasiadas cosas en qué pensar. La historia de los pájaros me recuerda lo poco que sabemos de este lugar. Me recuerda a mi madre muerta. Me recuerda que debo encontrar la puerta de los Iluminados ¿Dónde estará? ¿Qué desafío habrá dentro? Ris es la única que puede ayudarme ¿puedo confiar en ella? Quiero dormir pero mi cerebro está empeñado en torturarme una vez más con el mito de los pájaros. El niño que no fue entregado en el nido, sino que estuvo desnudo y perdido entre las sombras. Un niño que había crecido para convertirse en un fantasma poderosísimo. ¿Habrán inventado esta historia los Iluminados? ¿Qué sabrán ellos sobre este niño? ¿Por qué inventaron a un cuarto Legendario? ¿Por qué ayudarían a Panick? Esto suponía ir en contra de ellos mismos, después de todo la Campeona Quiteira pertenecía a la misma cabaña.
Me quedo dormida sin saberlo y aparece Panick cortándome una de mis piernas mientras se burlaba de mí diciéndome «Ahora no eres tan fuerte, ¿o sí, niñata?». De repente, Panick se fue y aparecí encima de una mesa, alrededor de mí, hay tres hombres discutiendo. Uno de ellos, con larga barba plateada, parece estar muy molesto... De repente desaparece la mesa y estoy enfrente de una puerta. Un ave de color verde sale y me picotea la cabeza hasta dejarme un buen agujero.
Abro mis ojos repentinamente. Me limpio el sudor de la frente y me levanto. Mi corazón se paraliza.
Acabo de ver a una mujer materializarse ante mis ojos. Ha desaparecido. ¿Habrá sido...?
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