Me encontraba en uno de esos días en donde solo quería hundirme en mis sábanas y matar a quien me despertara.

Mi mandíbula inconscientemente la llevaba tensa y mi mirada era gélida, y aunque quisiera ser más suave y no usar el sarcasmo con las personas que me dirigían la palabra no podía.

Era un completo día de mierda.

Entre en la cafetería de un portazo, haciendo temblar el grueso vidrio y asustando a unos pocos clientes y un camarero que se encontraba cerca. Pasé al lado de Suran y Kihyun mientras caminaba hacia una mesa, este último saludandome y yo, ignorandole.

Me senté pesadamente, haciendo un ruido sordo con el hule de la silla y entrelazando mis manos encima de la mesa viendo un punto fijo de esta.

En algún momento, sentí pasos acercándose a mi, e instintivamente gruñi, aunque intenté detenerme, no pude hacerlo. Enseguida dejé de oír las pisadas detrás mio, e intuí que quien fuera que sea se cohibio.

—No te preocupes, yo me encargo— escuche a alguien susurrar, y luego una taza de café fue dejada en mi mesa.

Me relaje enseguida, cerrando los ojos y sintiendo los delgados brazos de Jimin se refugiaban dentro de mi chaqueta, lo atraje hacia mi, aspirando su cabello y volviéndome la persona más blanda que podía ser.

—¿Que sucedió...?— pregunto Jimin.

Negué con la cabeza, diciéndole en silencio que no quería hablar del tema si no disfrutar de su compañía. Y así lo hice, lo abrace, lo mime y deje besos por todo su rostro durante mi estadía en el café.

Yo soy tu paz, Yoongi.

joanne | 171226