Llegue media hora antes de que cerrarán el café en donde Jimin trabajaba, pero al menos llegué.

Estaba estilando, muerto de frío con mi cabello goteando y mis labios morados, mi piel ya era palida de por si. Mire hacia el suelo y note que había un pequeño charquito de agua bajo mis pies.

—¡Yoongi!— levante la mirada y Jimin corrió hacia mi, tocó mi mejilla de forma preocupada y arrugó la frente —Estas congelado.

Solté una risita castañeando mis dientes —Fíjate que no.

Me golpeó suavemente el hombro y corrió hacia lo que parecía ser la sala de empleados, y yo con mis brazos y dedos congelados intenté quitarme la enorme casaca mojada que llevaba hoy. Pero luego vi como Jimin se acercaba de nuevo con una manta entre su brazo y costilla.

—¿Que haces?— pregunte.

El no dijo nada y me quito la casaca, dejándola colgada en uno de los cuantos percheros de la tienda, y luego tomando mi mano helada me guío hasta la barra y me sento allí. Tomo la manta y me cubrió con ella con cuidado, besando mis mejillas con sus calientes labios que me quemaban la piel. Luego tomo el control de la calefacción desde el otro lado de la barra y subió la temperatura.

—¿Que haces?— volví a preguntar, extrañado al verlo tomar servilletas y acercar sus regordetas manos a mi.

—Ya casi Yoongi, espera— me dijo.

Paso las servilletas por mi cabello, secandolo lo que podía con las servilletas. Y recién me di cuenta que Jimin era el único de turno, y que no había nadie más en la cafetería que estaba demasiado cálida, tanto que Jimin llevaba camiseta de manga 3/4.

—Listo...— Susurro Jimin, alejándose de mi y botando las servilletas a la basura.

Lo mire con ternura, cobijandome con la manta y sonriendo como bobo. Y al darse cuenta de que lo miraba, dirigió su vista hacia mi y frunció el ceño.

—¿Que?¿Que pasa?

Solté una risita y tome su brazo, alarmandolo y tirandolo hacia mi, para envolverlo con mis brazos y la manta con fuerza, haciéndolo chillar.

—¡Yoongi, estas hel-!— corte su frase besando sus labios con fuerza, una corriente eléctrica recorrió mis finos labios al entrar en contacto con tan dulces y cálidos belfos que Jimin portaba.

Cerré los ojos y acune sus mejillas, para luego separarme de él y acariciar su pómulo con mi pulgar. Jimin inconscientemente hizo un puchero y sus mejillas tomaron un leve color carmín, dándome ganas de morderlas.

—V-voy a prepararte un— trago saliva y camino hasta estar del otro lado de la barra —café...

—Te preocupas por mi— hable apoyando mi barbilla en la palma de mi mano encima de la mesa.

—Hace tiempo— respondió el, moviendo sus manos y buscando cosas a las cuales no les prestaba atención.

Tres minutos después, Jimin dejó una taza humeante de café frente a mi, y casi corriendo, se acurrucó entre mis brazos mientras yo leía la nota.

Te gusta tomar por sorpresa a la gente.