08
—Eres un coqueto, Jimin.
—Mira tu, no me di cuenta.
Estaba sentado en la barra esta vez, y en el pequeño espacio de la silla con la barra estaba Jimin entremedio de mis piernas jugando con el cuello de mi camisa mientras se relamia los labios.
—Ya basta, siento que me quitaras la camisa en cualquier momento.
—No es como si no quisiera.
Solté un ruido de indignación y golpee su cabeza, el soltó una carcajada y apego su pecho con el mio, mientras me abrazaba con fuerza y enterraba su rostro en mi hombro.
Bufé sin querer apartarmelo, y tome la taza, la lleve a mis labios y bebí de esta con tranquilidad. Suspire al ver que Jimin aún no me soltaba después de unos minutos y rodee sus caderas con mis brazos, aspire el aroma a café que desprendía de su cabello y sentí una corriente eléctrica cuando hizo un ruido de satisfacción.
—Eres un tierno.
—Tu un amargado.
—Pero aún así, te quiero.
Jimin se separo de mi levantando las cejas sorprendido. Por poco casi se le cae la mandíbula al suelo y comienzo a reír débilmente, acunando su rostro entre mis manos.
—Jimin, te estoy comenzando a querer.
—Ayuda Jehova...
Susurro antes de que un fuerte sonrojo se apoderara de él. Y de pronto me di cuenta de que el sabia varias cosas de mi, más yo muy pocas de el.
¿Porque no invertir un momento el juego de adivinar datos sobre mi?
—Jimin, amas que te digan cosas dulces.
Bajo la mirada, comenzando a jugar con sus dedos. Tome mi café de nuevo y volví a darle un sorbo, sin despegar la taza de mis labios y notando como las piernas de Jimin comenzaban a temblar levemente.
—Amo que tu me digas cosas dulces...
Susurro, y fui capaz de escucharlo.
Por un momento, sentí una calidez expandirse por mi pecho y comprendí un poco lo que muchas veces había oído de las personas, la televisión, y los libros.
No sabia si sentir miedo, o no.
¿Por que no disfrutar de esto?
Siempre te alegro los días. Por lo que me he dado cuenta.
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