Frote mis sienes, obviamente estresado. Jimin se agarraba a mi brazo como un bebé mientras leía conmigo y me ayudaba a estudiar, además de darme café.

—¿Crees que estoy gordo?

Pregunto de la nada y me quite los lentes, mirándolo casi ofendido. Jimin estaba hasta más delgado que yo.

—Es broma, ¿no?

Negó con la cabeza e hizo un puchero, escondió su rostro en mi brazo y solo pude suspirar, sonriendo un poco y acariciando su cabello.

—Estas perfecto.

Soltó un raro sonido y sentí como sonrió, mientras resfregaba su nariz en mi camisa y aspiraba mi aroma.

Era una calidez impresionante, tanto que logró relajarme y alegrar mi pesado día de clases y estudio.

Me volví a centrar en mis estudios. Si quería graduarme con honores necesitaba tener al menos un 80% aprobado en este examen. Me coloque bien los lentes y comencé a repetir la materia y anotar en pequeñas notas los párrafos resumidos a los costados de las hojas.

De pronto me di cuenta que Jimin había escrito una nota hace unos segundos, dejándola en el café y parándose rápidamente al ver a su jefe entrar por la puerta.

—Dato nuevo, soy capaz de relajarte.

Me guiño un ojo y se fue a atender a los demás. Tome la nota entre mis manos mientras lo miraba sonreirle a los clientes.

Tu estrés solo hace que tu día empeore.
Sonríe.

Hice lo pedido, para después darle un largo sorbo a mi americano y pasar a la otra página del gran libro que tenía que estudiar.

Siempre fui una persona que se estresaba por todo. Siempre estuve sometido a la idea de ser el mejor en todo gracias a mis padres, que a pesar de no aceptar que entrará en la facultad de música, pagaban mis estudios y quería que fuera el mejor.

Me bloqueaba con ese pensamiento, el simple hecho de fracasar me daba terror, porque nunca había fracasado en algo, siempre salía triunfante, nunca con un mal gusto en la boca.

Pero ya estaba harto. Y aún así, no quería saber lo que se sentía.