Siempre me pregunté como era sentirse amado por una persona que estuviese fuera de mi círculo amistoso y familiar.

Escuchar lindos te quiero provenientes de esa persona en situaciones indeterminadas, sentir sus caricias y la calidez de sus labios sobre los míos.

Siempre me lo imagine, pero jamás he sido capaz de hacerlo. El miedo abundaba en mi pero mis necesidades de sentirlo en piel y mente crecían a través de los años.

—Americano.

—Deja de relamerte los labios, me pones nervioso.

—Me da igual.

Bufo y se fue refunfuñando algo.

Toque mis labios y note que estaban fríos, las heridas de estos jamás sanaban y pequeñas marcas moradas se hacían visibles en ellos por el frío del mes de Enero.

Necesitas amor.

—No te gusta lo dulce.

Asentí tomando la cuchara y metiendola en la taza para comenzar a tomar mi café. Era cierto que las cosas dulces me hostigan un poco al comer, y por eso nunca he visto la necesidad de echarle azúcar a mi café, no quería quedar con mal gusto en la boca y tener que tragar un bote de pasta de dientes para sacar la desagradable sensación en mi boca.

—No lo he probado.

Asentí y Jimin se apoyo en la mesa, sonrió al ver que le había acertado a mi pensamiento del día y acaricio mi mejilla, sus ojos se iluminaron y se fue corriendo a la barra, lo segui con la mirada sintiendo algo de vergüenza ajena ante tal acto tan repentino, lo vi tomar no se que cosa y volvió caminando donde mi.

—Cierra los ojos.

Arrugue la frente y me encogí de hombros, cerré mis párpados de forma tranquila mientras no dejaba de jugar con la cuchara, paso un tiempo hasta que sentí que el asiento de mi lado era ocupado, sentí la taza de café cerca de mis labios y le di un sorbo, sabiendo que Jimin me lo estaba dando.

—¿Cuál es tu punto?

No dijo nada, mantuve mi boca entreabierta debido a lo caliente que estaba el café y me congele al sentir sus grandes labios tibios sobre los míos, mientras, pasaba un cubo de azúcar desde su boca hasta la mía.