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XY&Z ~ Capítulo 47 [4]:

— Serena... ¿a qué hora sale tu avión?

— Pues... sale el primero, Ash. Sobre las cinco.

— ¿No pudiste conseguir uno que saliera más tarde? - dije apenado.

— No, Ash... Además no debería llegar tarde, tengo que colocar el equipaje y esas cosas allí en Hoenn.

— Ya veo... - miré hacia el suelo entristecido.

— ¿Qué pasa?

— ¿Tienes que irte la primera?

— Sólo serán unas horas antes... tampoco es...

— Quería estar contigo el máximo tiempo... - la interrumpí.

— Ash... - se sonrojó - Estás... raro.

— Déjalo, no importa...

      Yo me encontraba con Serena en la posada. Íbamos a dormir todos en la misma habitación. Citron y Eureka habían salido a hacer unas compras para hacer una buena comida de despedida. Era ya de noche y tenía sueño. Escuchaba murmurar de Serena unas palabras inaudibles. Supongo que estaría preocupada por mí. Es verdad que nunca había actuado así por Serena... y ahora podría parecer raro.

— Buenas noches, Serena.

— Buenas noches...

      Estaba incómodo durmiendo al lado de ella. Eran camas separadas, pero sentía que me miraba. Yo dormía de espaldas hacia ella y constantemente me movía. Me tapé para darme cierta seguridad, aunque hacía calor. Tuve que soportar el calor durante muchos minutos hasta que Serena se durmió y me pude tranquilizar.

— ¿Qué me pasa? ¿Por qué... estoy tan triste?

— ¿Pika?

— Perdona, ¿te he despertado? Voy a dormirme ya, Pikachu.

     Tras destaparme, pude dormir. He de decir que la llegada de los dos hermanos me tranquilizó mucho más y gracias a ellos es que pude dormir.

      Eran altas horas de la madrugada y me desperté. El cielo estaba de un color azul oscuro, pero a la vez era claro. Estaba amaneciendo y lentamente se aclaraba el color azul del cielo. Me fui al baño y luego bebí un poco de agua.

       Estaba despejado nada más levantar, algo raro en mí. No tenía sueño. Además, ahora que había estado tanto tiempo viendo el cielo tornar claro, quería ver completamente la salida del sol.

— Serena... - la miró y se quedó de pie en frente a dónde dormía - Estás aquí, pero... en a penas medio día, no vas a estar. Es curioso, ¿verdad? He viajado tanto, he tenido tantos amigos..., ¿pero por qué esta vez me cuesta tanto? - aparté la vista de ella y me fue al balcón.

      El azul tan claro que había se estaba tornando más bien a un color rosa anaranjado muy leve. El sol estaba saliendo y el primer haz de luz ya daba a la fachada de la posada.

— El día amanece más plácidamente de lo que merece el día...

— ¿Por qué dices eso? - entró Serena y se puso al lado mía.

— Pues...

— Ash, de verdad estás diferente, ¿pasa algo?

— ¿Que si pasa algo?

— Sí...

— ¿No es obvio? Es decir, hoy nos despedimos... estoy triste. ¿Tú no estás triste?

— Estoy triste, pero... me puedo alegrar. Pienso en todas las cosas que he aprendido, conseguido y querido durante todo el viaje y... sé que cuando esté en Hoenn, me alegraré al recordar todos los momentos que hemos estado juntos.

       Contuve las ganas de llorar y seguí escuchando.

— Además... si nos despedimos en un día tan bonito, cuando nos volvamos a encontrar, será igual.

— Cómo sabes... que será tan bueno ese día...

— Lo presiento, Ash.

— Lo... presientes.

— Sí, es algo que... sea como sea... desplazaré todos los obstáculos que se pongan en mi camino, pero me reencontraré contigo, eso seguro.

— ¿Tú crees? - me giré y la miré.

— No lo creo, estoy segura - se giró y me miró.

— Entonces... ¿es una promesa?

— Es una promesa.

      Amaneció completamente. Los rayos de luz se refractaban a través de las hojas de los árboles que había en la parte trasera de la posada. Estábamos los dos mirándonos en silencio.

— ¡Es el amanecer! Wooooow - saltó Eureka y se puso con nosotros en el balcón -. ¿Os habéis despertado para ver el amanecer y no me avisáis?

— Pensé que no querrías que te despertaran... - dije yo.

— Pues me lo he perdido, además, es el último día que estamos juntos, ¿cómo me podría enfadar? Tenemos que crear recuerdos...

— Recuerdos... ¿eh? - reflexioné.

      En el transcurso del día, me engañé a mí mismo sobre que estaba animado y no estaba triste, pero yo sabía profundamente que sí estaba algo deprimido. De alguna manera, sentí cómo la esencia de esa persona que me importaba tanto, se escurría de mis manos lentamente como si de arena se tratase. Inconscientemente, quise estar más con ella, tener más contacto con ella, ayudarla... cualquier cosa para usar como excusa era válida si pasaba más tiempo con Serena.

— Bien, la comida está reposando, en unos minutos comeremos.

— Qué bien, eres una gran cocinera - pasé mi brazo por sus hombros.

— G-gracias... - apartó la mirada de mí.

      Creí que la había molestado que le pasase el brazo, debido a que se puso nerviosa y desvío la mirada, entonces quité el brazo rápidamente y me senté en la silla.

— Ash, hoy estás muy pegajoso, ¿no? - me dijo Citron.

— ¿Pegajoso? - me tocó Eureka - Está normal.

— No quiero decir eso, Eureka.

— Ohhhh, ¿te refieres a lo otro?

— Sí, Eureka, a «eso».

— Jii - sonrió de oreja a oreja y puso sus ojos rasgados - Con que era eso, ¿huh?

— Bueno, hoy es el último día que nos veremos - dije sin entender muy bien qué pasaba.

— ¿Último día? - dijo Eureka en tono enfadado - Después de esto... - aclaró su tono de voz a triste - ¿no nos vamos a volver a ver?

— No quise decir eso, claro que nos veremos de nuevo, pero digo que... hoy nos separamos. Aunque luego volveremos a estar juntos - sonreí para animarla.

— ¡Sí! - dijo entusiasmada.

— Chicos, la comida está lista.

— ¡Ohh! ¡Buen provecho! - dijimos los tres a la vez y empezamos a comer.

      Yo comía rápidamente sin decir una palabra, mientras que los demás hablaban.

— Serena, sí que te has vuelto buena cocinera - dijo Citron.

— Sí, he aprendido al ayudarte a cocinar.

— Quería ayudarte..., pero no me has dejado.

— Sí... sobre eso... quería hacer la comida yo sola para las personas que más me importan - me miró.

      Cruzamos la mirada. Yo al oír esas palabras y ver que me miraba a mí, tomé que iban únicamente para mí. Mi cara ardió y paré de masticar en seco. Tenía la boca llena de sopa, pan y algunos vegetales. Me atraganté y empecé a toser.

— Ash, no deberías comer tan rápido - se levantó y me dio unos golpes en la espalda.

      Aunque estaba ahogándome, no quería escupir desde la garganta los trozos de comida, puesto que se vería mal y repulsivo. No era un buen rato el que pasé, pero temía que Serena le diera asco que escupiera.

      Desesperadamente, y ante la situación, tenía que escupirlo, pero al menos necesitaba algo para cubrirlo. Cogí la servilleta rápidamente e intenté escupir los trozos de comida.

— Hay que ver... Ash, debes comer más despacio.

— Perdona, perdona - me llevé la mano a la cabeza.

— Tenía una cara muy graciosa - reía Eureka.

— Eureka, no te rías... - la regañó su hermano.

— Es que... - seguía riendo.

— Ash, escúchame - se agachó un poco para estar cara a cara y me cogió de los hombros -. Come despacio, ¿vale?

— Vale... - noté que mi cara ardía de nuevo. Ella estaba muy cerca mía.

— Está bien - se levantó y seguimos comiendo durante un rato.

— Ash... te dije que comieras lento..., pero no tanto...

— Yo... uhm... La comida está más buena cuando la saboreas - dije nerviosamente.

— Bueno, come algo más rápido, tenemos que prepararnos.

— ¡Sí! - dije tomándolo como una orden y terminé el plato en seguida - ¡Ya!

— ¿Ya? - se dio la vuelta - Si hace dos segundos tenías el plato a la mitad... y... Ash... otra vez muy rápido...

— Perdona...

— No te disculpes... mientras no te ahogues de nuevo está bien.

— Serena... ¿te puedo ayudar a lavar los platos?

— Ah... no hace falta.

— Pero quiero ayudarte...

— Vale, si quieres...

— ¡Sí! - medio salté emocionado.

— ¿Por qué te emocionas tanto por lavar los platos?

— Porque te puedo ayudar - le sonreí.

— Ah... - se dio la vuelta rápidamente - C-como sea... ayúdame...

— ¡Yo quiero lavarlos!

— Ash, será mejor que los seques.

— ¡No! Quiero lavarlos.

— Vale, vale.

      Empecé cogiendo el plato donde pusimos el pan, que era pequeño y plano. Lo lavé y se lo di a Serena. Lo peor vino con los platos hondos.

       Los puse de frente y abrí el grigo fuertemente. El agua caía en el plato y  esta salpicaba.

— Ash, así no, vas a mojar toda la cocina.

— Ah... eh... yo...

— Déjame que te enseñe.

      Ella se puso detrás mía y con sus manos cogió las mías. Ella me estaba abrazando indirectamente y me sentí muy nervioso al hacerme la idea de ello.

— Ash, debes inclinar un poco el plato para que el agua llegue y caiga abajo y no salpique. Si lo pones de frente, salpicará mucho debido a la presión con la que sale el agua.

— Claro...

      El tacto de las manos de Serena era suave. Sus manos eran delicadas y pequeñas. Además eran muy bonitas y bien cuidadas. Sus uñas eran algo largas y perfiladas redondamente. No me podía concentrar en lo que Serena decía. Ella hablaba de algo de platos, pero yo me centré en sus manos.

       En un momento, para coger un segundo plato y seguir enseñándome, se acercó algo más haciendo que me abrazara de más cerca. Puso su cabeza apoyada en mi hombro. Sentía su pelo tocar mi mejilla. Un cosquilleo recorrió mi cuerpo.

— Vale, ahora tú solo - se alejó de mí y fue secando los dos platos.

— Hummm... - estaba Eureka mirándonos atentamente y le sonrió a Serena.

— ¿Q-qué pasa? Le estaba enseñando...

— Sí, sí, enseñando. Quiero ver cuánto has aprendido, Ash.

     Ella se colocó a mi lado y esperó a que intentara lavar un plato. No había atendido mucho a Serena, pero escuché que tenía que inclinar el plato. Intenté lavarlo lo mejor que pude. Salpicó un poco, pero al ser Eureka baja, no le llegó.

— Vaaale... sí que ha aprendido - dijo desilusionada.

— Tampoco es para tanto... - dije yo.

— Pues en realidad, es verdad, no es para tanto - se fue.

— Vaya, Ash, sí que te ha dejado en mal lugar - se rió.

— Nunca había lavado los platos...

— Siempre debe haber primera vez, ¿no?

— Uh... - asentí.

     Así, ya fue hora de irnos al aeropuerto. Estábamos listos Serena y yo con nuestras respectivas maletas. Mientras íbamos de camino, unas cuantas veces pasé el brazo por su hombro mientras hablábamos. Estas veces no me apartaba la mirada y me sentí mejor.

— Bueno, nos vemos - Serena se disponía a despedirse.

— Sí...

— Sois los mejores... de verdad. He aprendido tanto de todos vosotros... ¡Tanto que no se puede contar!

— Serena, te buscaré, ¡sólo espera!

— Llama de vez en cuando.

     Serena abrazó a los dos hermanos, pero a mí no, me sentí algo apartado y pensé que todo lo que me había dicho esta mañana no importaba. A lo peor no le gustó que le pasara el brazo por el hombro...

— Ash... me alegra haber hecho el viaje... y, sobre todo... haberte encontrado. Quiero que sepas que tú eres mi meta - me guiñó un ojo y yo me sentí algo confundido.

      Esperaba un abrazo de ella después de decirme todo ello, pero se quedó unos segundos en silencio, segundos, que parecieron horas.

— Nos vemos - se dio la vuelta.

— ¡Serena!

— Dime...

     No podía pedirle un abrazo, no era adecuado. Ahora había gritado en mitad del aeropuerto y no tenía nada que decir, ¿qué podía decir?

— Ehm... yo... Buen viaje...

— Gracias - se subió a las escaleras.

     La tristeza que había conseguido evitar volvió por cada segundo que ella se alejaba de mí. Me acerqué a las escaleras mecánicas. Sabía que cuando llegara al final, ya no habría vuelta, y se habría ido.

— Ash, ¡una cosa más! - se dio la vuelta y comenzó a subir hacia mí.

      Yo en ese momento, no sabía qué hacer o decir. ¿Qué podría ser? Estaba algo nervioso, así que sólo pude esperar para ver qué sucedía.

       Estaba ya en el último peldaño y aún seguía acercándose. Estábamos ya muy cerca y seguía acercándose. No sabía qué intentaba hacer. Cuando se acercó a centímetros de mis labios me di cuenta. Fui abriendo los ojos y la boca de la sorpresa. No estaba preparado para dar un beso. Sería mi primer beso. Ella fue acercándose más y más. Estaba ya al roce de mis labios. Yo flexioné los brazos intentando pararla. Cuando sus labios llegaron a los míos, mis brazos se detuvieron en seco. Fui bajando los brazos lentamente. Serena cogió mis manos y las bajó totalmente. Otra vez sentí el delicado tacto de sus manos. Me relajé con ellas en los pocos segundos en los que ella me besó.

       Cuando las escaleras mecánicas la llevaron hacia atrás, la vi. Sonrojada, los ojos luminosos. Yo esperaba no estar sonrojado, pero estaba bastante seguro que frente al ardor de mi cara, estaba rojo. Me quedé mirándola. Ella no decía nada tampoco.

— ¡Muchas gracias! - gritó ella.

      Cuando ella habló, salí del trance y cambié la expresión de mi cara, que parecía pausada. No pude evitar sonreír.

— ¡Adiós, Serena! - dije yo.

      El resto del grupo me siguió y la despidió también.

       Cuando ella se fue, Citron y yo tuvimos una batalla pokémon. Citron no dijo nada sobre el beso, algo que agradecí internamente, ya que era algo que me sonrojaba. Eureka intentaba unir absolutamente todo lo que decía con el beso y me desconcentraba en la batalla. A parte de eso, Eureka no hizo mucho más.

— Bueno, es hora de que coja el avión.

— Sí...

— Pero nos volveremos a ver, lo prometo.

— ¡Claro! ¡Es una promesa!

      Eureka se puso al lado mía y me pidió que me agachara un poco.

— Has quedado subcampeón, pero te has echado una novia, ¿eh? - me dio codazos en el brazo.

— ¿Eh? - me puse nervioso y lo único que deseaba era no estar sonrojado.

— ¡Eureka!

— Tenía que hacerlo... aunque... aún no me he despedido... Ash... - me abrazó.

      Era una niña muy pilla a veces, pero en realidad es muy tierna. Esa misma mañana dio un discurso a Dedenne que realmente fue conmovedor. Supongo que era una buena chica al fin y al cabo.

— Te quiero, Serena... - me susurró.

— ¿Eh? - la alejé de mí bastante nervioso.

— Es lo que te ha faltado decir - me sonrió plenamente.

      El avión ya estaba abriendo las puertas y tuve que despedirme rápido, lo que fue una gran suerte. No podría soportar a Eureka más tiempo sin que me fuera sudando...

— Adiós, Citron - nos abrazamos.

— Adiós.

     Subí al avión y me fui. Estaba ya atardeciendo. Las vistas del mar de Kalos eran muy bonitas.

      En el trayecto, recordé todas mis aventuras en la región de Kalos. Dar una vista hacia atrás y ver el pasado era algo melancólico. De repente, se vinieron las palabras de Eureka a mi mente: « Subcampeón, pero te has echado novia...». Me avergoncé yo solo, pero fue algo que me gustó pensar.

— Una novia, ¿huh?

— ¿Pika?

— ¡No he dicho nada! - me olvidé de que estaba Pikachu.

— ¡Pika, pika!

— Pikachu, me estás sonrojando...

— Pika, pika.

     Me tapé la cara con las manos y quedé en silencio.

      Lo poco que quedaba de trayecto se hizo insufrible. Pikachu no paraba de preguntar. Yo me moría de la vergüenza porque había mucha más gente en el avión, que estaban en silencio... y Pikachu gritando.

       Cuando llegamos a Kanto, se calmó y no dijo nada. Entonces llegué a mi casa...

— ¡Ya estoy aquí!

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