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Emma y Jav


Leandro llamó a la puerta de Emma, un tanto cansado. Escuchó un "pase" desde el interior y entró a la oficina.

—Emma, te recuerdo que hoy tienes que cubrir a Karen en la entrevista y lamentablemente tendrás que hacerlo sola, tengo que resolver un asunto urgente con la imprenta. Por favor no seas tan dura con la postulante.

—Leandro, por favor, no soy dura, simplemente soy exigente.

—Está bien, como digas, pero necesitamos ayuda urgente en el departamento de informática. Te has deshecho de muchos candidatos —rezongó.

Emma sólo le lanzó una mirada dura, haciendo que Leandro se retirase suspirando. Llevaban meses en ello ya que Emma los rechazaba a todos. La empresaria esperó a que Leandro se fuera para ir a la entrevista, ya que llevaba 10 minutos de retraso y eso era impresentable.

Cuando llegó a la sala de reuniones casi pasa de largo, ya que la que esperaba era una mujer, por lo que se reprochó a sí misma por su inconsciente machismo. Cuando tomó asiento, lo primero que notó era que la mujer era muy atractiva, su pelo rojo y aquellos ojos verdes derretirían a cualquiera, no usaba casi nada de maquillaje pero lucía impecable. Vestía una blusa blanca que de alguna manera resaltaba su pecho y un pantalón negro, por lo que alcanzó a visualizar.

Parecía cuidar su presentación, a diferencia de otros postulantes que habían aparecido antes.

—Buenas tardes, disculpa la demora.

—No te preocupes. Ah, no eres el hombre con el que hablé ayer por teléfono. ¿Eres encargada del departamento de informática?— preguntó la pelirroja.

—No, soy Emma O'Hara, la...

—Dueña de esta empresa. Guau, me siento honrada —dijo sonriendo.

Sin embargo, a Emma no le hizo gracia que la interrumpiera, menos para mostrar aquella sonrisa perfecta. Así que decidió hacer aquello rápido, ya había leído su currículo de camino a la sala.

—Bueno, comencemos, ¿cuál fue la razón por la que te desvincularon de tu último trabajo?

—Verás Emma, —dijo sonriendo, aumentando la irritación de la empresaria— tuve algunas diferencias con mi jefe, era un tanto anticuado, no le gustaba trabajar duro en pos de la modernidad, por así decirlo.

—¿Estás diciendo que tu jefe era flojo? —preguntó sorprendida Emma, mientras que la ingeniera parecía bastante divertida.

—Es una manera perfecta de decirlo, Emma —volvió a sonreírle, y la empresaria tenía cada vez más ganas de abofetearla.

—Ok. ¿Cuál crees que sería tu aporte en esta empresa?

—Pues, lo primero que haría sería mejorar la terrible seguridad de la intranet de tu empresa. No me tomó ni dos minutos entrar. Pero te aseguro que puedo terminar las mejoras antes de pedirte una cita conmigo y conseguir una niñera para que no puedas negarte —finalizó guiñándole un ojo. Emma no lo podía creer.

—¿Disculpa? —la empresaria sentía que la sangre le subía a la cabeza, estaba poniéndose roja pero de la ira.

—Perdona, Emma, es que acostumbro investigar bien a las empresas a las que voy a postular, y me pareció interesante que ésta la dirigiera una mujer. Y ahora que te veo, no pude resistirme, eres aún más hermosa en persona. Y el hecho que tú seas mi jefa, me encanta— finalizó con una sonrisa lujuriosa.

La empresaria no fue capaz de emitir ni una sola palabra, se sentía sumamente avergonzada. Aquella mujer le había ganado, y eso no sucedía hace mucho tiempo, que alguien le ganara alguna batalla. Además, por alguna razón, se sentía extrañamente acalorada, tenía que terminar esa reunión cuanto antes.

—Bien, tú ganas, el puesto tuyo.

La pelirroja sonrió ampliamente. Pero aquello no era suficiente.

—¿Y nuestra cita?

—No habrá cita, nuestra relación es estrictamente laboral.

—Oh —dijo haciendo un puchero.

—¿Qué te parece si te invito a una copa, como amigas que se conocen del trabajo?—sonrió con inocencia.

"Porqué tiene que ser tan insistente" pensó Emma.

—Está bien, sólo una copa. A la salida, el viernes.

La ingeniera sonrió satisfecha, se despidió y Emma por fin pudo calmarse. No lo había notado, pero su corazón estaba acelerado desde que la pelirroja le pidió la cita.

La semana transcurrió con tranquilidad, y la ingeniera ahora tenía nombre para Emma, ya que le insistió en que le llamara Jav. Todas las mañanas la saludaba en el ascensor y le regalaba un capuccino delicioso, ¿o tal vez le sabía bien porque ella se lo regalaba? Emma simplemente negaba estas preguntas en su mente, hasta que de pronto, llegó el viernes.

Jav la saludó más animada de lo normal, e incluso se acercó peligrosamente a su boca cuando le dio un beso en la mejilla a modo de saludo; haciendo que Emma se sonrojara e incluso se bajara en un piso que no le correspondía. ¿Qué diablos tenía esa mujer, que la colocaba así?

A la hora de salida, Emma tenía la secreta esperanza que Jav no apareciera, ya que estaba muy nerviosa, y no acostumbraba a perder el control de la situación. Sin embargo, una vez que salió del edificio, la vio allí, apoyada en la reja de la vereda, con su pelo rojizo al viento, y por alguna razón la empresaria pensó que se veía sexy, sorprendiéndose a sí misma.

Cuando Jav vio a Emma, se acercó a ella sonriendo alegremente.

—Casi pienso que me dejabas plantada, pero soy muy linda como para que me ignores.

—Sólo cumplo mi palabra —respondió la empresaria desviando la mirada.

—Claro, claro. Emma, —dijo en un tono más serio, captando la atención de la empresaria— ¿te importa si yo escojo el lugar de nuestra no cita?

—Eh, no, para nada —respondió intentando disimular sus nervios. ¿Por qué dejaba que ella escogiera el lugar, si sólo sería una copa?

Pero no fue solo una copa, fueron varias, porque Emma se dejó llevar por cómo llevaba la conversación Jav, parecían llevarse bien naturalmente. Pero todo cambió cuando la ingeniera volvió la conversación más personal, gracias al efecto del alcohol.

—Emma, hay algo que aun no entiendo, ¿cómo es que siendo tan sexy aún sigues soltera? Es que de verdad no me lo creo.

La miró directamente a los ojos, y algo en aquella mirada verdosa le impedía mentir. Por alguna razón, se sentía confiada con la ingeniera, como si siempre hubieran sido amigas.

—Decidí enfocarme en mis ojos, perdón, en mis hijos —soltó una carcajada, al parecer sí estaba un poco ebria.

—Aaah, ya entiendo, te rompieron el corazón.

—¿Qué? ¿Por qué crees eso?

—Porque, aunque no lo creas, a mí también me lo rompieron.

—Pero quién sería capaz de romperle el corazón a un angelito como tú —bromeó Emma.

—¿Cierto? Soy demasiado buena para merecerme algo así.

Ambas se rieron a carcajadas, quedando casualmente muy cerca la una de la otra. Hubo unos segundos de duda, pero finalmente se besaron. Jav parecía devorarla con la boca, mientras Emma sentía que su cuerpo se calentaba desde su vientre hacia el resto, jamás un beso le había parecido tan intenso.

Cuando se separaron, Jav se aclaró la garganta para poder hablar, le era muy difícil controlarse con Emma, desde que la vio había estado conteniéndose, pues sabía que ella no salía con mujeres.

—Emma, creo que deberías irte a casa.

—¿Qué?

—Verás, no quiero que te ofendas, pero tengo la regla de no acostarme con mujeres ebrias, es, como un código para mí. Y en verdad es muy difícil contenerme contigo, es mejor que te vayas a casa.

—No me iré a ningún lado, además no estoy ebria.

—¿Ah no? Pruébalo. Haz el 4.

Emma se paró e hizo el 4 perfectamente, envalentonada por la adrenalina del momento. Le gustaba mucho que Jav le haya dicho que no podía contenerse, le hacía sentirse viva, y deseada otra vez.

La ingeniera se rio mientras negaba con la cabeza. Se levantó y se posicionó muy cerca de Emma, mirándole a los ojos con deseo contenido.

—Muy bien, Emma, dime, que quieres hacer.

Por alguna razón, aquella mirada penetrante y esas palabras excitaron aún más a Emma, que sólo quería que le arrancara la ropa.

—Vamos a tu casa.

Jav se relamió la boca antes de responder. No tenía que contenerse más.

—Como digas, Emma —le gustaba llamarle por su nombre.

Pagaron un taxi, el apartamento de Jav no quedaba tan lejos. Ninguna de las dos habló en todo el camino, había tanta tensión entre ambas que incluso el conductor se sentía incómodo, tanto, que suspiró de alivio cuando ambas se bajaron.

—Bienvenida a mi dulce morada—dijo Jav con un tono de voz extraño. Apenas podía hablar.

Cuando cerró la puerta, se giró hacia Emma y la atrajo hacia sí para besarla. Ella no se resistió, se dejó llevar por la cadencia de sus besos, por sus manos que recorrían su cuello, sus muslos, sus pechos, su trasero. Jav parecía estar en todas partes, en todo su cuerpo.

La ingeniera se separó de ella para tomarla de la mano y llevarla a su cama. Antes de volver a besarla, ya en la habitación, Jav hizo una última pregunta.

—¿Estás segura de esto, Emma?

—Sí —contestó, para luego rodear con sus brazos el cuello de la ingeniera.

Jav la besó otra vez, lento, disfrutando del momento, mientras sutilmente bajaba el cierre del vestido de Emma. Una vez que lo quitó, besó su cuello, sus hombros, mientras la empresaria desabrochaba uno a uno los botones de la blusa de Jav.

La ingeniera volvió a sus labios, mientras le quitaba suavemente el sostén a Emma, para acariciar sus pechos, arrancándole un pequeño gemido. Jav logró que la empresaria se recostara, mientras se quitaba los pantalones lentamente, para que la mirara mientras hacía cada movimiento.

Luego se subió a la cama, gateando hacia ella, con una sonrisa coqueta. Emma la observaba extasiada, su cuerpo era precioso, sus pechos, su cintura, su piel blanca. Jav se colocó encima de ella, y otra vez la besó, a la vez que masajeaba sus pechos. Recorrió con una mano su muslo, regodeándose en la suavidad de su piel, apretando sus glúteos.

La ingeniera presionó ligeramente con su muslo la entrepierna de Emma, y la humedad traspasó la tela de sus bragas, haciendo sonreír a Jav mientras le mordía el cuello. Luego bajó lentamente hacia sus pechos, lamiendo suave, y succionando aquellos pezones que le parecían adorables. Casi tan adorables como los gemidos de Emma cada vez que usaba su lengua.

La empresaria sentía que perdía la cabeza, y aquello sólo era el comienzo. La ingeniera continuó recorriendo a besos y con la lengua su cuerpo, hasta llegar donde quería estar. Agarró sus bragas con los dientes para bajarlas, mirando fijamente a Emma en todo el proceso, que no sabía que podía excitarse aún más con esa mujer.

Jav separó un poco más las piernas de Emma, sonriendo con lujuria. Sin previo aviso, se sumergió en aquella humedad, devorándola con ferocidad, haciendo que Emma gimiera más fuerte de lo normal. La empresaria nunca había sentido aquella sensación, era como estar en el cielo, esa mujer sí que sabía usar su lengua. Sus caderas comenzaron a moverse sin control, pero Jav permanecía firme en su tarea, haría que Emma tuviera uno y mil orgasmos si fuera posible.

Pero el cosquilleo de su respiración, la sensación de su lengua moviéndose hábilmente alrededor del clítoris, hicieron que Emma perdiera completamente el sentido de la realidad por un momento: su cuerpo entero era invadido por ondas de placer; había alcanzado el clímax con la lengua de una mujer, algo que jamás habría imaginado.

Si 10 años atrás le hubieran preguntado si tendría sexo con una mujer, ella claramente se habría negado e indignado. Pero ahora que había conocido a Jav, ya no estaba tan segura. Aquella noche había dado vuelta su mundo por completo.

—Oh, Emma —dijo Jav con una sonrisa triunfal, acariciando su muslo— esto es sólo el comienzo. Sólo déjate llevar.

Emma cerró los ojos, calmando su respiración. Se dejaría llevar donde quisiera con la ingeniera.

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