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Capítulo 7.

Las voces se alzaban en murmullos y susurros tensos mientras Athena intentaba explicar la presencia de los jóvenes y adultos venidos del pasado. Cristal, aún sorprendida, fue la primera en romper el silencio, recobrando finalmente el habla tras haber estado atónita.

—Y aún faltan dos de nuestras amazonas… la de Géminis y la de Libra, que siguen en misión —agregó Cristal, con un tono de preocupación, mientras sus ojos se posaban con dudas sobre Athena—. Athena ¿Qué hacen todos ellos aquí?

Athena tomó aire con una paciencia solemne antes de responder, intentando suavizar la revelación:

—Viajaron en el tiempo, Cristal. Ellos están muertos en esta época... Bueno la mayoría… pero siguen vivos en la línea temporal a la que pertenecen.

El semblante de Cristal se apagó visiblemente ante la confirmación de sus palabras. Bajó la mirada, sintiendo el peso de aquella revelación como un golpe en el alma.

—Y yo que quería darle una buena noticia a mi niña —musitó Cristal, su voz temblando con tristeza—. Esto es muy cruel de su parte, señorita Athena del pasado… jugar así con los sentimientos de una pobre anciana.

Su lamento pronto se convirtió en un dramático llanto, pero las lágrimas fueron interrumpidas por la joven Saori, quien observaba a Cristal con extrañeza y cierta perplejidad.

—¿Anciana? Pero si la veo más joven que mi abuela —comentó Saori, frunciendo el ceño mientras miraba a Cristal con más atención notando de quién se trataba—. Esto tiene que ser una mala broma… ¿Cristal? ¿es realmente usted? Pero si estamos en el futuro, debería tener unos… ¿50 años o más?

Sin previo aviso, una chancla voló en dirección a Saori, impactándola con precisión. La diosa de la sabiduría y la guerra retrocedió, sorprendida.

—¡Vieja bruja! —exclamó Saori, tomándose la mejilla en donde había recibido el golpe.

Cristal, con su carácter decidido, cruzó los brazos y miró a Saori con una autoridad que solo una madre podía tener.

—Más respeto conmigo, jovencita —le advirtió, con una mezcla de indignación y cariño—. Solo porque mi niña me lo pidió hace unos años no te mando a…

Antes de que pudiera terminar, Athena le cubrió la boca a Cristal, interrumpiéndola con apremio. Todos observaban en silencio, intentando asimilar el inesperado reencuentro, hasta que la voz de Camus, temblorosa y susurrante, rompió la quietud.

—¿Cristal? —susurró, casi como si pronunciara un nombre prohibido.

Cristal giró para mirarlo lentamente con un pequeño temblor, sus ojos llenos de nostalgia y cariño, pero también de mucha culpa y arrepentimiento. Era una visión que le parecía irreal, pues para el, Cristal habia sido su primera relación, la mujer con la que tuvo a su primogenito, pero también alguien que se había ido mucho antes de lo esperado, dejando un vacío imposible de llenar y a un niño a cargo de su padre totalmente perdido.

Hyoga sintió un escalofrío hacer su cuerpo temblar y retrocedió incapaz de procesar que la mujer que tantas inseguridades y abandono le provocó a su hijastro, aquella que habían perdido hacía tanto tiempo estuviera ahora ante sus ojos. La idea misma parecía un cruel espejismo, podía hacerse una idea de cómo se sentia Camus.

—No, no y no… Esto tiene que ser una mala broma —susurró, tratando de negar la realidad.

Cristal avanzó, intentando acercarse a ellos, sus manos temblando con la necesidad de abrazar a su ex amor del pasado, al que había dejado atrás.

—Camus… jamás gastaría una broma de este tamaño, lo sabes —dijo Cristal con voz temblorosa—. Yo si te amaba, pero me entró el miedo y… tenía que irme... Perdoname...

Camus desvió la mirada, llenándose de una tristeza tan profunda como el mar. Reuniendo las palabras que tanto tiempo había guardado, finalmente habló.

—Cristal... Yo también estaba aterrado, desapareciste de un día a otro y abandonaste a Ethan, lo dejaste solo conmigo sabiendo el tipo de vida que yo llevaba... Te esperamos por meses y nunca volviste... Lo abandonaste en su cumpleaños ¿Tienes una idea de lo que a sido lidear con eso? Noches de pesadillas, miedo constante de ser otra vez abandonado ¿Sabes lo que me pasó a mí? Sino fuera por los chicos, sino fuera por Hyoga y Milo, Ethan hubiera terminado en un orfanato completamente solo, me da igual que me dejaras de la forma en que lo hiciste, pero a el no, era tu hijo, Cristal y lo dejaste como si fuera menos que nada. –musito, sus ojos llenos de resentimiento y dolor reprimido. —¿Dónde está, Ethan? —El silencio se hizo presente y la conversación que mantuvieron los pertenecientes a ese tiempo solo mirándose puso más tenso el ambiente.

—Ethan... El... —La voz salió titubiante de los labios de Cristal, Athena suspiró y asintió solemnemente, consciente de que las palabras que diría traerían dolor a todos los presentes. Su mirada se posó en Camus y Hyoga, quienes aunque sin tocarse, permanencian uno al lado del otro protegiéndose entre si, en un gesto de mutuo apoyo, como si supieran que nada bueno saldría de las palabras de la diosa.

—Hace 20 años… todo comenzó —Empezó la narrativa Athena, dejando que las palabras salieran despacio, con una cadencia medida—. Todos ustedes llevaban una vida tranquila, llena de paz y de felicidad. Cada uno tenía una familia formada… una vida que cualquier otro envidiaría. Pero, como suele suceder, los dioses… o mejor dicho, las diosas envidiosas, no soportaron verlos felices.

El silencio que le siguió era casi palpable. Athena tragó saliva y continuó:

—Afrodita fue la primera en interferir, convenciendo a Artemisa y a Hera de hacerles una jugarreta. Hyoga… tú y Camus iban a tener un hijo, algo que llevaban mucho tiempo esperando. Todos estaban felices por ustedes. Ustedes eran los únicos que aún no lograban volver a concebir un hijo.

Camus y Hyoga se miraron, apretando sus manos con más fuerza, reviviendo aquel dolor que nunca habían sanado del todo. Athena prosiguió, sin detenerse:

—Pero Afrodita, Artemisa y Hera conspiraron para separarlos.  Hicieron que Camus te fuera infiel, y cuando te enteraste, Hyoga, perdiste a ese bebé. La conexión que ambos compartían fue desgarrada por el dolor y la traición. Las peleas comenzaron, y lo que alguna vez fue amor, se tornó casi en odio.

Camus bajó la cabeza, recordando la desesperación que sintió al ser informado de esos posibles hechos que lo llevaron a preferir separarse de su amada, las palabras de Athena removían heridas que creía haber olvidado.

—Esa es la razón que te daría Saori ¿no?, pero nunca fue así. Todo fue causado por los caprichos y celos de las diosas —continuó Athena—. Sin embargo, eso no impidió que ustedes volvieran a unirse una vez más, intentar estar juntos.

Hyoga entrecerro sus ojos con confusión, aquellas dolorosas elecciones estaban siendo narradas como si fuera su situación actual, pero eso no era así. Athena respiró hondo, y con una voz quebrada continuó:

—Años después… hace 15 años, volviste a quedar en estado. Ese bebé… sí llegó a ver la luz del día, pero nunca tuvo la oportunidad de crecer contigo, Hyoga.

La confesión de Athena dejó a todos en silencio, los ojos llenos de incredulidad. Athena miró directamente a los implicados.

—Antonella… ella es ese bebé —confesó Athena, dejando que la verdad los abrumara. Algunos presentes ahogaron un jadeo de asombro, mientras otros miraban a la diosa, incapaces de creer lo que oían.

—¿Antonella? —musitó Hyoga, procesando lentamente lo que le habían revelado.

Athena asintió.

—Pero, por favor… no le digan nada. Ella no sabe lo que vivieron sus padres y nunca ha sospechado que ustedes… —la voz de Athena se quebró—. Ustedes… lucharon hasta el último aliento para protegerla. Todos lo hicieron. Cuando finalmente llegué a ella, tú, Hyoga, con tu último aliento, le diste un nombre. Dijiste: “Antonella”. En aquel momento, pensé en dejarla en un orfanato. Era demasiado peligrosa para el mundo de los dioses, pero… al verla… recordé todo el amor y sacrificio que ustedes dieron por mí. No pude abandonarla.

Las lágrimas resbalaban silenciosamente por las mejillas de Cristal, que miraba a Athena con una mezcla de rabia y tristeza.

—Athena… le ha mentido toda la vida —le recriminó Cristal, con voz temblorosa—. Nos mintió a todos. Si hubiera sabido la verdad, me habría llevado a esa niña… me habría encargado de ella.

Camus, sin embargo, se mantuvo en calma, sorprendiendo a todos. Miró a Athena con una frialdad que escondía el tormento en su interior.

—Comprendo lo que a ocurrido en esta línea temporal, pero me temo que eso no está conectado directamente a nosotros. Cuentas lo ocurrido como si estuviera pasando en estos momentos, pero temo decirte que nada de eso ha ocurrido, Hyoga y yo nos hemos separado hace bastantes meses, no hubieron terceros implicados en nuestras desiciones. —Informo con tranquilidad fingida, pero jamás espero la reacción de sorpresa y shock que causaria en los presentes pertenecientes a ese futuro.

—¡Pero ustedes... Ustedes estaban destinados...! —Athena comienza a sentir como una desesperación invadía su ser, sin embargo debía mantenerse tranquila frente a sus amazonas.

—Athena… quiero hablar con usted a solas. —Hablo Hyoga ignorando el dolor que sentía en su pecho que le causaba recordar sus decisiones pasadas.

Athena asintió, y ambas se alejaron, dejando atrás a los demás, quienes quedaron sumidos en sus propios pensamientos, enfrentando las verdades que acababan de ser reveladas.

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