Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Zefora y Becca 1/1

La brisa frescas de la tarde azota mi rostro con fuerza logrando que parpadee varias veces seguidas. La ventanilla del auto está baja y el viento sopla con fuerza al lado contrario. El cielo está despejado, aunque algunas nubes grises demuestran que va a llover o al menos eso interpreto. La música cambia, a una peor que la anterior. Giro la cabeza para ver al acompañante que tengo de copiloto.

Él lee rápido mis gestos visuales ya que suelta una risita entre irónica y burlona. No hace nada, ni yo tampoco. Sigue  manejando por las calles,  cuando mi limite esta al tope me inclino hacia adelante para apagar de una vez por todas ese maldito aparato.

—Lo siento, Adrián. Pero esas canciones están acabando conmigo— defiendo mi sentido del oído. Gira el volante en la avenida siguiente.

—Digo lo mismo. ¿Quién escucha eso?— señala sin apartar la vista del frente.

—Los que no tienen buen gusto de la música. Los marginados, las personas despechadas...— enumero con la vista fija al frente lejana a la situación.

—Entiendo— dice con lentitud —¿Tú en qué categoría estás— tuerzo los labios buscando la respuesta a su pregunta. Creo que yo no me catálogo con categorías o etiquetas, por ahora estoy cruzando una línea que debo respetar.

«Creí que lo tenía todo bajo control pero no es así»

Muerdo el interior de mi mejilla:
—En ninguna que disponga la sociedad. Soy mi propia categoría porque como yo, no hay otra— murmuro regresando la mirada y atención al chico de cabello ondulado y facciones muy bien perfiladas.

—Única en tu clase—  La charla se termina ahí un tiempo más tarde el auto se aparca frente a un local de bebidas, helados y todas esas cosas. Desabrocho el cinturón de seguridad.

—Si quiero que vengas por mi te enviaré un mensaje— informo lista para irme —Aunque puede que no. Tal vez y tomemos un taxi— digo más para mi que para él.

—Entiendo, ocupo el puesto de chófer contigo. Gracias, Zefora, me haces sentir especial— hace una mueca fingiendo que le duele. Sonrío para mis adentros, odio admitir que esa pequeñísima parte del chico es la que me encanta.

—Sí sabes, entonces no preguntes. Joder, Adrián— abro la puerta, no obstante, mi amigo rodea mi cuello con su enorme mano  atrayendome hacia sí. De un segundo para otro nuestros labios se unen; un beso lento, casto, que va subiendo de tonalidad conforme los segundos transcurren.

Coloco una mano en su pecho, mientras que él coloca la otra sobre mí mejilla impidiendo que me separe. Nuestras lenguas se encuentran, nos besamos con vehemencia, como si nunca lo hayamos hecho en un largo tiempo. El calor aumenta en el pequeño espacio, su sabor mentolado es una caricia sutil que vuelve exquisito aquel beso húmedo. Fuerte, retante y sabroso. Succiona mi inferior, no puedo negar que se ha sentido bien...

—Mía aguarda, allá adentro— recuerdo cuando nos separamos para inhalar aire. Entre sus dientes toma mi labio halando este,  un acto seductor

—Ella puede esperar— habla, su aliento roza mis mejillas.

—Sí, pero cuando yo digo no. Es no— doy un empujón a su cuerpo bajándome por completo —Adiós, Adrián. Vete— sonrío con malicia. Este vira los ojos ante mi comportamiento y sale despacio del lugar adentrándose en las calles junto a los demás autos.

Adrián, aparte de ser mi amigo es.. es algo complicado que he estado haciendo a escondidas de muchas personas. Se supone que los chicos no me gustaban hasta que no fue hace mucho que cambié de opinión, con Adrián mi perspectiva cambia, él es un buen chico, divertido, diferente a los demás. Que logró convencerme de iniciar este rollo que no sé cómo llamarle. Sé qué está mal. Lo sé, lo admito pero una parte de mí no quiere dejarlo, he estado analizando mis situaciones, sentimientos y todas esas cosas llegando a un solo veredicto.

No puedo andar por las calles compartiendo saliva con dos personas increíbles. Algo complicado,  no fácil de entender y saber manejar.

Adentro del local busco con la mirada a Mía, cuando logro localizarla avanzo hacia ella dejando caer mi culo en la silla frente a ella en una de las mesas color amarillo pastel del pequeño y acogedor lugar.

—Ya estaba considerando la idea de abandonarte. ¿Por qué tardaste tanto?— inquiere con la cabeza recostada sobre sus brazos encima de la mesa. Se ve aburrida.

—Hace rato que estoy aquí, vine con Adrián...— dejo la frase al aire porque al parecer su aburrimiento se va muy lejos de ella cuando menciono el nombre de nuestro amigo.

Carraspea:
—Así que, Adrián ¿eh?— mueve las cejas con insinuación descaradamente claras, ánimos absolutos y puros.

Sí, Mía sabe de mi romance.

—Tampoco es como sino supieras—.  Ella exhala despacio, cuadra los hombros.

—Tienes razón. Entre los cuatro no hay secretos. ¿Qué tal tu novia?— el sólo hecho de recordarla ya no se siente bien.

—Estudiando, creo. No lo sé hace mucho que ya no pasamos tiempo juntas— Admito sin ocultar el disgusto en los gestos que hago. Ella hace una mueca dolorosa.

—Uh... suena doloroso. No por ti, sino por ella, se veían bien juntas. Además, tu novia parece tener todo lo que tú buscas— señala cada una de las características de Becca resaltando cada detalle.

Sí, Becca es una persona que pudo moverme de forma sentimental sin que yo lo viera venir, se metió bajo mi piel, casi estuve en borde de volverme loca por el simple hecho que, detestaba la idea que pudiera tener el control sobre mí. Sus gestos, la forma en que se expresa, sus ojos cafés, tanto o más que el grano de café más puro y natural que haya por haber. La inocencia que da a conocer al mundo, pero que en realidad esconde una perversidad tan jodidamente atractiva que manipula cada célula en mi interior.

La pelinegra fue creada en un laboratorio erróneo, su aura de ser gentil. La verdad que oculta bajo aquellos anteojos que muchas veces quité para que se dejara hacer por mí para que la situación fuese  mucho mejor. No podía apartar las manos de ella, es adictiva, casi tan prohibido como la droga, tan sabrosa como la miel pura recién elaborada.

—Sí, una lástima. Aunque creo que ella está bien con esto. Ya casi no nos vemos, la última vez que salimos juntas fue casi un mes...— pausa —Sí, un mes— confirmo pensativa.

Hunde las cejas extrañada por mi afirmación.
—¿Por qué? Ustedes dos eran mi pareja favorita.

Hace un puchero que logra sacarme una risa por lo patética que se ve. Agarro una servilleta de papel del centro de la mesa, la vuelvo bola y se la tiro en la cara. No logra esquivarla.

—¡Auch!, Me golpeaste el ojo.

—Te lo mereces. Por idiota.

—Ja, ja. Cállate.

Vuelvo a reír.

—No lo sé, de un momento a otro, dejamos de buscarnos, además,  parece que cambió de actitud y...— No completo la frase porque considero que voy a sonar muy ñoña, maldición. No, no lo diré.

—¿Y...?— Mía blanquea los ojos buscando que siga.

Suelto un respiro resignado.
—No puedo creer que vaya a decírtelo— esta vez ella sonríe con malicia —Caleb, el chico patético más que tu novio, ha estado muy cerca de ella lo que me jode los ovarios. De verdad, es un enojo tan grande a niveles más altos que tú y yo juntas, los celos me corcomen. He pensando en sacarle los ojos para que ya no la vea, pero recuerdo que debo darle su espacio y no seré una novia tóxica como esas que están de moda— culmino.

Mía baja la mirada hacia mis manos, sus cejas se curvan, sus ojos están muy abiertos y esa sonrisa crispada  que muestra sorpresa.

—¡Wo! Vaya, si te joden los ovarios que vean a tu novia no tan inocente— comenta sin dejar su expresión de asombro.

—¿Por qué lo dices?— sus ojos se clavan en los míos mirándome con aburrimiento,  como si mi respuesta tuviera una pregunta muy obvia que solo yo no puedo ver.

—Zefora, desde que comenzaste a hablar sobre ellos dos arrugaste todas las servilletas en tus manos. Aún lo haces— bajo la mirada hacia mis manos confirmando su veredicto. El puñado de servilleta ya son nada bajo las palmas de mi mano ya que las sujeto con demasiada fuerza, tanto que mis nudillos se vuelven blancos de a poco. Abro las manos de inmediato dejando mi enojo.

—Cualquiera haría lo mismo.

Trato de justificar mi acción. Ella curva una de sus perfectas cejas depiladas.

—Ajá y yo nací ayer. Ven, mejor vamos a la barra— acto seguido, abandonamos las sillas para ir a la barra del lugar a pedir dos frapuccinos,  acompañados de unos nachos cubiertos por queso derretido.

Al transcurso que estuvimos ahí hablamos de todo un poco dejando de lado mi situación con Becca. Sí, suena mal pero justo ahora tengo un dilema conmigo misma. No había tenido semejante problema mental hasta ahora, ¿por qué estar en una relación es tan complicado? Implica muchas cosas y límites que estoy rompiendo en primera persona. Hago un mal en no decirle a Kayla, ella siempre, aunque no dé buenos consejos al menos siempre pone en prioridad a Becca.

También debo solucionar el problema con mis padres, en sí no es un problema, pero aún así. Debo tomar una decisión, el tiempo se está acabando. Mis padres me presionan para que les diga cuál fue mi decisión... ¿La vida siempre ha sido tan complicada? Al venir acá mi primer día lo vi como algo soso y que no iba a funcionar, al menos para mí, sin embargo, fue todo lo contrario, conocí a personas...  divertidas con mucho drama.

Cuando hemos pasado hora y media acá decidimos ir a casa para realizar  un trabajo para la universidad. Nos vamos en taxi,  porque el mío... bueno, el mio está en el cielo de los autos, mis padres se negaron a comprar otro, no sobrevivió para contar cómo fue el accidente de Kayla y Justin.

Tardamos cuarenta y cinco minutos en llagar a casa, por fortuna mis padres no están ya que andan en su mundo.

—Deberías contratar a alguien para que limpie todo este desastre— comenta Mía buscando alguna forma de caminar por el piso. Hay cajas por todas partes, desorden y mucho polvo.

—Vienes para ayudarme, no para juzgar mi casa. Además, no se tardarán mucho en deshacerse de todo esto— hago una mueca ya que iba a caerme de culo al suelo por  todo este jodido desastre.

—Hasta de ti— se ríe. Logramos llegar a las escaleras sanas y salvas. Las paredes desprenden olor a polvo, el ambiente está helado.

—¿Qué has logrado hacer?— inquiere. Mi cuarto es el único que está recogido. En orden.

—Nada— río. Ella voltea a verme diciéndome algo como: "¿En serio, niña del mal?

—Eres imposible, Zefora.

Poco después iniciamos a investigar, hacer ensayos y más cosas por el estilo, una hora más tarde el ruido allá abajo se escucha,  sé que son mis padres. Pasan por el cuarto a saludar a Mía luego se largan a la calle otra vez, deben realizar mucho papeleo antes de irse del país. Bajo a la cocina por unos tazones con cereal para comer, hemos avanzado y eso es bueno.

—Tu celular acaba de sonar— avisa ella sin apartar la mirada del papel donde escribe. Hundo las cejas, dejo el tazón de ella a un lado, lejos de los papeles para evitar un desastre.

Cojo mi móvil, desbloqueo la pantalla entrando al icono de mensajería por Internet. Un número desconocido ha enviado unas fotos, mientras descarga el archivo acomodo mi cuerpo en el sillón cerca del escritorio. Meto una cucharada de cereal a mi boca, cuando las fotografías ya se pueden ver la imágen que puedo visualizar provoca que deje de masticar.

Por unos largos segundos mis ojos están fijos en la pantalla. Tan sorprendente, difícil de explicar. Ladeo la cabeza para poder entender mejor lo que veo, empero, sólo confirmo lo que mi imaginación ya había leído.

Una fotografía con muy buena calidad de Becca besándose con Caleb en una especie de heladería. El lugar donde se encuentran me es conocido, pienso, recuerdo dónde he visto esos colores junto a la decoración hasta que caigo en cuenta que es la heladería del centro comercial de la ciudad. Al que siempre vamos.

—Hey, Zefora. ¿Qué te pasa?— chasquea los dedos frente a mí cara trayéndome al mundo de nuevo. Sacudo la cabeza y termino por tragar el bocado que retuve por un tiempo.

—Nada, no pasa nada. Prosigamos— asiente lenta, no tan convencida por mi respuesta. Quisiera decir que siento remordimiento o al menos celos pero claramente estaría mintiendo. Es todo lo contrario, siento un alivio, como si el aire por fin llegara a mis pulmones.

Qué rara soy.

Seguimos por media hora más, ahí sentadas compartiendo ideas, olvidé por un buen tiempo las fotografías. Cuando el sol comenzó a ocultarse por el norte dándole lugar a la luna, o sea, a las seis de la tarde.  Mía recibe una llamada de su novio, Renato por lo que ella decide irse.

—Bueno, ya sólo te queda por hacer lo más fácil. Todo el trabajo lo hice yo, eres imposible Zefora— entorna los ojos tratando de sonar repulsiva aunque no le sale.

Abandono mi lugar para acercarme a ella.

—Pero así me amas, ¿o vas a negarlo?— cuestiono alzando una ceja. Ella sonríe con picardía acercándose más.

—No, así te amo, por ello te aprovechas de mí— nuestros ojos se clavan. El típico juego entre nosotras. Lo disfruto no voy a negarlo.

—Sólo tomo ventaja de la situación. Además eres mi chica favorita— coloco una mano en su cadera, ella sonríe. Me inclino para dejarle un casto beso en los labios huntados de labial rosa.

—¡ZEFORA!— El grito que se oye por todo el lugar volviéndose eco al instante hace que de un brinco y, el corazón se me acelere.

Mía da pasos atrás con gestos de horror. Veo por donde vino el grito llevándome para nada, una grata sorpresa. Blanqueo los ojos, Becca está parada al lado de la puerta, llena de  incertidumbre.

—¿Becca? ¿Qué haces acá?— mi voz sale más alterada por el susto que por verla.  Ella se adentra al lugar.

—Mejor me voy. Te llamo luego, Zef. Adiós, Becca— Mía le sonríe amable, mas la pelinegra le dedica una mirada que caba tumbas —Okay, entiendo. Estas molesta— se encoje de hombros —Adiós, chicas— sale por completo.

—¿Qué te pasa, Becca? Mía solo te saludó— recrimino su actitud. Tira su mochila a mi cama confirmando que viene de la universidad.

—No, ¿qué te pasa a ti? Veo como la besaste.

Ladra.

—Sólo es un beso, no significa nada. Además, Mía no es mi tipo. Es un beso y ya— muevo los hombros de arriba a abajo.

—¿Ah, sí que vas por el mundo besando a tus amigas?— se altera —Me lo hubieras dicho antes, yo también lo hubiera hecho. Hace mucho tiempo— crispa. Su pecho sube y baja, muy rápido. Está más que enfadada. Siendo sincera, con Becca casi no entro en enojo muy rápido.

Puedo lidiar con esto.

—Será mejor que te calmes. Ya, respira, los besos no significan nada la mayoría de veces. Puedes besar pero sin sentimientos o remordimiento. Ese es el secreto, si besaras a Kayla u otra chica yo no me enojaria. ¿Sabes por qué?— no responde —Por qué confío en ti, además, sé que no sientes nada por otra persona. ¿O sí?

Juego una de mis cartas. Ella parece entrar en un estado de nerviosismo ya que evita mi mirada y su cuerpo entra en tensión.

—¡Ese no es el punto! Una relación se basa en sinceridad y lealtad.

Acepto con un movimiento de cabeza. Dejo caer mi cuerpo en el sillón que ocupaba antes.

—Ya, lo acepto. Mejor dime a qué vienes.

Su mente parece recordar algo muy importante ya que su enfado crece dos niveles más, se le nota, conozca a mi novia o bueno, eso quiero creer. A estas alturas no sé qué somos. Saca su móvil de los bolsillos de su jean, desliza el dedo por la pantalla  hasta que encuentra lo que busca. Sin embargo, sea lo que sea no lo muestra, sino que añade:

—Cuando comenzamos a salir, creí que esto sería fácil. Que nos entendíamos y que íbamos a durar más. Por mi mente jamás pasó que nuestra ruptura sería un engaño. Que más bien terminaríamos por nuestros padres...

La interrumpo.

—A ver, has un stop. ¿De qué mierda estás hablando? Sé clara porque no entiendo un carajo lo que estás diciendo— hago una mueca de confusión. Sí, vale. No tengo tacto.

—De esto, maldita sea. Llegaron estas fotos a mi celular. Son tuyas, Zefora... no mientras. Veo tu rostro claramente— la voz se le quiebra. Tira el aparato al aire, logro tomarlo observando la pantalla.

Wow. ¡Joder! Bien, esto si que no me lo esperaba. ¿Quién rayos tomó esas fotografías y porqué se las enviaron? Son cuatro fotografías de diferentes ángulos, de la misma situación. Siento como mi paz interior se altera por una gran ola de calor, no un calor normal sino uno de enojo, rabia y furia.

—¿Cómo las conseguiste?— cuestiono. Ella se rie, una risa nerviosa. La detallo más, tiene los ojos rojos, ha estado llorando.

—Y no lo niegas.

Abandono mi lugar acercándome a ella. Aún con el celular en las manos.

—¿Para qué? Si es verdad, te pondrías aún más enfadada si te lo niego. Sí, esta soy yo apunto frotar mi anatomía con otra. O sea, de tener sexo— ahora estoy odiando cada jodida célula que me compone por hablarle así.

Dos gruesas lágrimas resbalan por sus mejillas.

—Confíe en ti, te entregué todo lo que fui y soy. Zefora me dueles... ¿Por qué lo hiciste?— haber. Seamos realistas. Esto está mal sí, y,  las dos hemos fallado.

Tomo una gran bocanada de aire para poder canalizar bien las palabras siguientes:

—Becca, en estos momentos estoy pidiendo paciencia al ser más paciente que pueda existir. Me parece muy hipócrita de tu parte que vengas a reprochar que yo te he sido infiel con un chico— hago énfasis en la última palabra —Cuando tú lo has hecho también. ¿Verdad? Si vamos a sacar infidelidades tú no te quedas atrás. Se honesta y dime, si estás en el mejor lugar para criticarme.

Siseo, aprieto los labios esperando su respuesta, la cual nunca llega. Sus ojos me ven con incredulidad y entreabre los labios.

Tomo entre mi mano su barbilla obligándola a verme.

—Dímelo. Vamos, dime con toda sinceridad que no tienes faltas. Porque si es así, acepto mi culpa y esto se acabó sólo por mí. Porque sí, te he sido infiel con mi amigo Adrián. A diferencia de ti que no miento. Vamos, Rebeca, dilo.

La reto. Sorbe su nariz,  pasa la punta de su lengua sobre el inferior.

«Cálmate.»

—¿Cómo lo sabes?

Los papeles se cambian. Sin soltarla de la barbilla le muestro las fotografías que me fueron enviadas de ella con Caleb.

—Te ganaste mi respeto. No soy una santa, no, pero tu... maldición. Tuviste los ovarios para besarte con el chico más cercano a ambas. Al menos te hubieras buscado otro que no me viera la cara de estúpida cada vez que nos besábamos frente a él.

—Suéltame— forcejea, no lo hago —Bien, lo acepto. También acepto que fue mi culpa... yo no debí. Esto se acabó, Zefora. Lo nuestro se acabó— su ocres brilla en tristeza.

El corazón late rápido provocando un dolor que nunca había experimentado.

—Por mí está bien.

Trata de salir de mi agarre, aunque se lo impido. Sin dejarla a reaccionar estampo mis labios contra los de ella. Un beso rudo, destilando rabia, rencor, tristeza y odio por partes iguales. Quiero  saborear por última vez a la chica que me hizo correr muchos riesgos, en tan poco tiempo.

Con ambas manos sostengo sus mejillas impidiendo que se vaya, con sutileza separo sus labios logrando que mi lengua se cuele en su cavidad bucal. Cuando esta toca la suya la tiento, exploro su calor con vehemencia, con un delicioso baile que la hace jadear y que me vuelva loca. Corresponde a mi beso que se torna exquisito, un beso tan ardiente que se escuchan por la habitación los sonidos tan grotescos que soltamos. Doy mordidas, grabando cada línea de su perfecta boca mientras ella desliza sus carnosos labios sobre los míos, halando con sensualidad cada uno, su húmedad es tan sabrosa que pierdo la línea temporal que estamos viendo.

No obstante, el vivo momento me hace separarla de mí. Nuestras respiraciones se alteraron.

—Tal vez nunca fuimos hechas la una para la otra— murmuro. Ella abre los ojos por fin. Se aleja, agarra su mochila y celular. Muchas cosas pasan por mi cabeza con una rapidez poco imaginable, entonces sin pensarlo, suelto el secreto —Está será la última vez que me verás.

Becca levanta la mirada incrédula.

—...¿Qué? Zef... ¿Por-por qué?

—Me iré del país. Mi nuevo hogar se encuentra en Quebec.

—¿Cuándo pensabas decírmelo?

Viro los ojos.

—Nunca, porque no había tomado la decisión. La acabo de tomar, Kayla lo sabía antes que todos... dijo que debía decírtelo o te lastimaría. Pero nunca lo pensé.

Bajo la mirada avergonzada.

—Y lo hiciste. Pero ya no somos nada, feliz buen viaje, Zefora— sus ojos se llenan de agua. Gira para irse, la veo tomar el pomo de la puerta, joder.

Me siento tan patética al decirlo, empero. Lo vale.

—Gracias.

Se queda rígida. Ahí, parada, con la mano cubriendo el pomo y la puerta entreabierta.

—¿Por qué? Por haberte sido infiel, por dejarte que me besaras todo el cuerpo o porque te la puse muy fácil para deshacerte de mí.

Habla sin darme la cara. Le hecho un último repaso, a ese cuerpo que vi tantas veces desnudo.

—No. Por ser mi primer corazón roto.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro