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Era día de fiesta, en el castillo se celebraba el cumpleaños número dieciocho del pelimoztaza, ya llavaba un mes de embarazo y apenas tenía estómago.

Su relación con Trollino.exe había mejorado mucho e incluso Mikellino ya hablaba cómodamente con él, todo parecía perfecto, aunque se rehusaba a dejarles el niño ya no les preocupaba tanto.

Todo el día la pasó feliz al lado de sus amigas y los demás invitados, la noche llegó y seguían festejando, la mesa estaba llena de regalos, sin embargo, aún faltaba el del príncipe, eso ponía ligeramente triste al menor.

A la hora de la cena estaban todos reunidos, el mayor aprovechó ese momento para lo que quería hacer, pues pensaba darle algo más que un obsequio al exe.

Hizo sonar su copa para después hablar.

- Buenas noches a todos, les agradezco por estar en este día tan especial- miró de reojo a su amado, este estaba sonrojado- al igual que todos ustedes quiero dar mi regalo a esta persona tan magnífica- hizo una pausa para tomar las manos del pelinaranja y ponerlo de pie, a este punto su dueño los miraba molesto, sabía lo que planeaba- Mikecrack.exe, te he amado desde el primer momento que te vi, por eso en este momento quiero hacerte saber lo importante que eres para mí- se arrodilló frente al exe sacando una caja de su bolsillo y mostrando un anillo- ¿Me harías el honor de casarte conmigo?

- ...- el de vendas estaba impactado- yo... Sí... Si quiero- se lanzó a sus brazos tirándolo- te amo Mikellino, quiero pasar el resto de mi vida contigo.

- Yo también, Mikel- le dio un tierno beso mientras le ponía el anillo.

Ese momento era perfecto, aunque bien se sabe que lo bueno nunca dura, Trollino.exe se levantó molesto de su silla para situarse frente a la pareja.

- Yo impido esta unión- separó a su mascota del chico.

- ¡Tú no tienes derecho a hacer eso, ya no eres mi dueño y soy mayor de edad!- se defendió el pequeño.

- Hay alguien que si puede oponerse- miró las demás mesas buscando con la mirada a alguien y al localizarlo sonrió- Señor Arthur.exe, hágame el favor de venir usted y su hija.

Los mencionados se levantaron, el más grande era un perro pelimoztaza con cabello del mismo color y expresión seria.

A su lado venía su hija: Macky.exe.

- Quizás no te lo dije antes- llamó la atención el exe de cabellos azabaches- pero él es tu padre, y tiene todo el derecho de opinar al respecto.

- ¿Mi padre?... ¡No es justo! Él no estuvo conmigo, dejó a mi madre sola y a mí me dejó a mi suerte, no debería de tener alguna autoridad sobre mí.

- Pero la tiene.

- ¡No! ¡Me rehuso a que arruinen mi vida! Si tengo que asesinarlo para ser feliz ¡Lo haré!- su mirada expresaba rabia y creaba una esfera de energía en su mano derecha.

- Piénsalo bien, también es el padre de tu amiga, la dejarías huérfana y no te perdonaría, además de que te arrestarian, pues aseguraste haber cambiado.

El pelinaranja desvaneció la llama y se arrodilló en el suelo llorando, no podía hacer nada, su pareja lo abrazó tratando de consolarlo, solo lo ponía más triste al pensar en la soledad que sentiría al no volver a tener esas muestras de afecto.

Justo cuando el príncipe pensaba defenderlo se vio interrumpido por el adulto.

- El día que conocí a tu madre abusé de ella porque se parecía mucho a mi esposa, la cual había fallecido, mi hija era muy pequeña, no quería que se enterara de lo ocurrido, alguna vez pensé en cuidarte, pero no era tan fuerte, además de que te negarías a venir conmigo, huimos del pueblo por mi cobardía, ahora veo que me equivoqué, no debí dejarte solo.

- ¿Por qué me dice esto?- el menor sentía su corazón estrujarse al recordar sus experiencias de cachorro.

- Porque te dejé de a tu suerte todos estos años y volví cuando no me necesitas, no debería tener el derecho a decidir que harás, así que no me opondré a tu boda.

- ¿¡Qué!?- el pelinegro se enfadó.

- No tengo motivos para oponerme- se dirigió a su hijo- no quiero interrumpir más, nos iremos a nuestra casa.

- Aunque no me aceptes- hablaba la chica antes de irse- es genial ser tu hermana- partió siguiendo a su progenitor.

- ¡Vamos a casarnos!- gritó el cachorro volviendo a abrazar a su ahora prometido.

El azabache se fue de ahí refunfuñando, se sentía frustrado, pues el compromiso de su mascota le impediría llevárselo, además de que le dolía no ser él el que recibiera los besos del pequeño.

El menor al percatarse de que su dueño se había ido miró a su pareja.

- Mikellino, ¿Me dejas hablar con él?

- No lo sé- decía dudoso- se ve estresado ¿Y si te lastima?

- Entonces puedes vigilarme de lejos, pero solo por esta vez y haga lo que haga no interrumpas si no te digo.

- Está bien, seré sigiloso.

El de vendas caminó un salón donde se encontraba su amigo, se veía molesto y murmuraba cosas sin sentido, llamó su atención carraspeando y logró que lo mirara.

- ¿Estás bien?- preguntó.

- ¿Por qué no estás con el principito? ¿Acaso no lo quieres más que a mí?

- ¿Qué te hace decir eso? ¿Solo porque me casaré con él crees que te dejaré de lado?

- Agh, ¡Es que no lo entiendes!

- ¿¡Entender qué!?

Ante la pregunta recibió como respuesta un empujón, su dueño lo había acorralado a la pared para después tomarlo de la cintura, el can trató de separarse, pero le detuvo los brazos, a lo que reaccionó forcejeando, y antes de poder quejarse sintió una presión sobre sus labios... ¡Lo estaba besando!

No podía pensar en nada más que apartarse, por alguna razón le desagradaba ese contacto, no era como siempre lo imaginó.

Mientras tanto Mikellino sollozaba en silencio, tenía ganas de intervenir, sin embargo, confiaba en su exe, si decía amarlo se apartaría, si no él tendría que dejarlo ir.

Volviendo con el menor, apenas se separó quedó impactado, no sabía que hacer, por suerte no había correspondido.

El de cabellos negros miraba ligeramente embobado el rostro confundido del cachorro.

- Te amo, Mikel, nunca dejé de amarte- trató de volver a besarlo, un ardor en su mejilla lo detuvo, el pequeño lo había cacheteado.

- ¿¡Amarme!? ¡Eso no parecía cuando me abandonaste! ¡Cuando me partiste el corazón en mil pedazos!

- ... ¿No me amas?...- lloraba en silencio.

- ¡Claro que no! ¡No volveré a cometer el mismo error! ¡YO AMO A MIKELLINO!

- Ya veo, pensé que podía hacerte cambiar de opinión.

- ¿¡Cambiar de opinión!?- se tomó un respiro para tranquilizarse- Te quiero Trolli, pero no tanto como antes, solo eres y serás mi amigo, es lo único que te puedo ofrecer.

- ... Escúchame bien- lo tomó del mentón- Tú me perteneces quieras o no, y si es necesario te lo recordaré siempre.

El más alto trató de hacerlo suyo por las malas, o en otras palabras violarlo, sin importarle sus sentimientos o su embarazo.

Para suerte del cachorro solo bastó un grito para que Mikellino llegara a su rescate, luego de una pelea verbal y unos empujones lograron correr al rey, no sin antes recibir miles de amenazas, en su caso, el amor lo había cegado.

La pareja se limitó a abrazarse, agradecían tenerse cerca.

- Gracias por no abandonarme- susurró el de corona.

- ... ¿Viste todo?

- Si, pero confié en ti y me alegra haberlo hecho.

- Te amo Mikellino, y no dejaré de hacerlo.

Se dieron un beso, luego de eso volvieron a la fiesta, arreglaron asuntos con la recién descubierta familia del menor y abrieron regalos, entre ellos cosas para bebés y de parte de Douxalas algo de lencería, lo último hizo sonrojar al de orbes rubí.

Lamentablemente no querían usarla para no arriesgar al bebé, así que se limitaron a dormir entre caricias inocentes y llenas de cariño.

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