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29

- Empujaste a mi madre- reclamaba el más alto a al exe.

- Él se lo merecía, no nos dejaba en paz- se justificó.

- ...- era incapaz de lastimar al pequeño, pero su paciencia estaba a prueba y sentía un tic en su ojo, no sabía cuánto aguantaría.

- Bueno, ya tenemos la última gema, ahora debemos recuperar a Hemels.

- Tienes razón.

El de vendas apareció en su mano a Lahr, para pedirle indicaciones, así que fueron a la sala de espejos para saber a qué dimensión ir.

- Quiero que nos señales dónde está la gema Hemels- apuntó a cada uno de los portales, no brilló con ninguno, cuando estaba por rendirse se dio la vuelta hacia la puerta y la joya comenzó a iluminarse.

- ...- el mayor entendió qué sucedía- ¿Estará en esta dimensión?

- Solo hay una manera de saberlo.

Subieron arriba del castillo y volvieron a hacer la prueba, obteniendo como resultado la dirección hacia el bosque maldito.

- Pensé que nadie había cruzado ese lugar- el de corona tenía más preguntas que respuestas.

- Tú querías cruzar el bosque juntos, es nuestro momento.

A pesar de que se suponía no había nadie más en ese mundo la joya seguía apuntando a ese lugar.

Alistaron sus cosas listos para partir, llenaron una mochila con provisiones y se cubrieron el cuerpo con sus capas, si alguien aparecía no los distinguirian.

Revisaron su equipaje, era comida, agua, un encendedor, cobijas, un libro de hechizos y el diamantito legendario.

Salieron hacia el bosque usando como guía y linterna a Lahr, el bosque era extenso y tardarían tres días en cruzarlo, el problema era que Mike.exe no conocía el lugar, así que no podía teletranportarse y también podían llegar a perderse.

Aprovecharon esos días conviviendo, el mayor había invitado al de ojos rubí a ir a su palacio a tener una cena amistosa con su familia, sonaba tentador, lamentablemente todo quedaría en planes después de lo que pasaría.

Ya habían pasado unos días, la comida se les empezaba a acabar, la joya parecía no llevarlos a ningún lado.

Hicieron un campamento para pasar la noche tendieron las cobijas y prendieron fuego, se juntaron para dormir juntos, pues hacía frío y se habían acostumbrado a la compañía del otro.

- La comida se está acabando- comentó el menor- puedo ir por más y volver, pero terminaré sin energías y puede que no aparezca en las mismas coordenadas.

- No lo hagas, es peligroso, caminemos hasta que se termine, lograremos aguantar unos días sin comer y si nos cansamos volveremos.

- Si estoy cansado no puedo usar mis poderes.

- Entonces guardaremos una reserva, para que recuperes energías luego de no tener que comer, así podrás sentirte mejor y llevarnos al castillo.

- Tienes razón.

Y así fue como lo hicieron, llegó un punto del camino en que se sintieron observados, así que decidieron no quitarse las capuchas y dejar de encender fuego.

En algunas partes del camino encontraron huesos de personas o cadáveres, al igual que animales salvajes, los últimos no representaban una amenaza con el exe presente.

Pasaron otros días, solo les quedaba comida para un día y la reserva, comenzaban a perder la esperanza.

- ¡Está gema no sirve!- se frustró el menor.

- No creo que nos lleve a ningún lado, pero debemos seguir, podemos soportar otros tres días, además, tu sola compañía me da la fuerza que necesito.

- ...- se sonrojó- Está bien, solo unos días más.

Y así continuaron avanzando, al día siguiente se detuvieron en un pantano a descansar, sacaron su última porción de alimento, antes de comenzar a comer el de capucha verde se percató de algo en el suelo.

- Eh... Mike.exe- lo llamó.

- ¿Qué?- preguntó molesto dándole un bocado a un sándwich, el hambre lo hacía enojar.

- Mira- apuntó a unas huellas en el suelo, lo más impresionante eran que estaban frescas y eran de humanos.

- Son... Huellas- envolvió su merienda y le arrebató la suya a Mikellino para guardarla u seguir las pisadas.

- ... Mi sándwich...- hacía un puchero el mayor, pues ni siquiera lo había mordido.

- Deja de quejarte y sígueme, debe haber personas cerca, ah, y también hay que guardar silencio.

A medida que avanzaban el bosque se veía más vivo y menos tenebroso, dentro de poco vieron a un grupo de personas, todos eran exes y parecían juntar frutas en canastas.

- ¿Qué no asesinaste a todos los exes?- susurró el azabache.

- Se supone que lo hice, no recuerdo bien, quizás algunos escaparon.

Siguieron al grupo, los exes no se dieron cuenta y los terminaron guiando a un pequeño pueblo rodeado de agua cristalina entre cascadas y ríos, decir que era hermoso sería poco.

Las casas eran humildes, hechas de ramas, troncos secos y paja, había una al final de un camino elevado más grande que las otras y mejor hecha, los canes supusieron que ahí vivía su líder.

Caminaron entre la gente tratando de pasar desapercibidos, estaban por subir a la montaña cuando una chica pasó corriendo y tiró al exe al río, el cual no era hondo, solo terminó mojado.

- Lo lamento- se disculpó- quitese la capa, yo la lavaré y secaré, si quieren pueden venir a mi casa, yo los atiendo.

El menor se limitó a alzar la vista sin dejar que su rostro se viera y quedar petrificado al ver a la joven frente a él... Era Macky.exe.

- Mmm... ¿Te he visto en algún lado?- preguntó Mikellino sin reconocerla y entrando al agua a levantar a su compañero.

- Puede ser, me llamo Macky.exe- les extendió la mano esperando estrecharla.

- ...- el peliamarillo recordó quien era- Me llamo, eh, Mino.exe, un gus...- quiso tomar su mano, pero se vio interrumpido por el de orbes rojas, quien le jaló el brazo.

- Vámonos- dijo frío.

Se alejaron de la chica a paso rápido regresando al bosque, debían hablar de algo.

Al de vendas le dolía en el fondo el hecho de que estuviera viva y no haya vuelto al reino con él, por otra parte, pensaba en luego conseguir respuestas, por ahora debía hacer un plan.

Ojalá y un plan le hubiera ayudado en vez de empeorarlo, aunque no se podía hacer nada si no sabían a qué se enfrentaban.

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