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Capítulo 3

"Confusión entre lobos"

Jacob no podía siquiera comprender el motivo por el cual Bella seguía rondando a su alrededor. Después de todo, ella estaba exponiendo su vida humana a seres peligrosos, seres que eran considerados como chupasangres. Corría peligro con ellos. No se perdonaría si algo malo le sucediera. Aunque los Cullen habían cumplido el tratado hasta el momento, eso no lo convencía en lo más mínimo. Más aún, el vampiro de cabello cobrizo, Edward, no hacía más que entrometerse en sus pensamientos, sin respetar siquiera su privacidad. Estaba seguro de que lo hacía con la intención de aumentar aún más sus conflictos internos.

Su mundo se había desmoronado al escuchar cómo ella, su Bells, decía aquellas palabras. A pesar del daño que ese maldito chupasangre le había causado al abandonarla, seguía prefiriéndolo a él por encima de todo. Parecía que siempre lo escogía, incluso por encima de su propia seguridad física. El daño estaba hecho, y aunque casi la habían matado, Jacob había sido el refugio, el apoyo y el cariño que ella necesitaba. Todo lo que él le había dado, el vampiro jamás podría igualarlo: calor humano, verdadero y puro.

El dolor que lo atravesó al ver la preferencia de Bella lo hizo retroceder. Aunque la miraba con lástima, ella, la que una vez había sido su compañera de juegos en el lodo, seguía prefiriendo al vampiro. Jacob no pudo soportarlo más. Decidió que era hora de marcharse. El ambiente era insoportable, pero antes de irse, algo captó su atención entre los árboles. De reojo vio una figura rojiza y unos ojos de colores llamativos, pero cuando quiso enfocarse en ellos, ya era tarde: la figura había desaparecido. Ni siquiera pudo rastrear su aroma; era como si todo hubiera sido una ilusión.

No tenía tiempo que perder. Se retiró bajo la mirada fija de Bella, aullando con todo el dolor que su alma podía expresar. Su único objetivo era regresar a la Reserva, con el corazón una vez más herido y sin poder comprender por qué ella no aceptaba los sentimientos que él había forjado con el tiempo, la amistad, y lo que ella realmente representaba para él. ¿Por qué Isabella Swan no deseaba aceptar sus sentimientos, cuando él siempre había estado allí para ella, mucho antes que el vampiro?

Punto de vista de Sam Uley

Ser el Alfa de la manada, haber sido el primero en despertar, conllevaba una responsabilidad inmensa. No solo por el liderazgo que debía ejercer, sino por la conexión mental que compartía con los demás. No había un momento de verdadera privacidad; las emociones y pensamientos de cada miembro fluían constantemente en esa red mental. Y era irritante, especialmente cuando, a diario, nos encontrábamos con los sentimientos no correspondidos de Jacob. Él debía entender que su destino no estaba atado a la hija del jefe Swan. Cuando su impronta llegara, ese triángulo tóxico finalmente se disolvería. Ya había causado suficiente daño.

Aquel día, la tensión creció al notar una figura rojiza rondando cerca del trío amoroso. Al instante, supimos quién era: la loba salvaje estaba cerca. Pero la pregunta era: ¿qué hacía ella allí?

«¿Qué vamos a hacer, Sam?», dijo Quil.
«No es la primera vez que la vemos», añadió Embry, curioso.
«Lo sé. Por eso, a partir de mañana la buscarán y la traerán», ordené con tono Alfa.

Después de esto, dejé que todos se marcharan a sus casas. Mañana sería un día agotador. Cambié rápidamente de forma tras unos árboles y me dirigí a casa, trote lento y relajado. Al llegar, la imagen de Emily, mi luz, cocinando, me llenó de paz. Me acerqué y la abracé por la espalda, besando nuestra marca en su cuello.

—Cariño, ¿cómo les fue? —preguntó, girando un poco el rostro para mirarme.

—Estresante. Los Cullen han vuelto y, por suerte, la hija del jefe Swan está bien —contesté, besándole la frente.

Emily era mi refugio. La amaba más de lo que podía expresar.

—Me alegra que todo esté bien. Pero noto algo más, ¿verdad?

Le acaricié la mejilla con suavidad, relajándome bajo su toque.

—Siempre has sido intuitiva. Sí, hay algo más. La loba salvaje ha vuelto a aparecer, esta vez cerca de los Cullen. Mañana lo investigaremos, pero ahora cenemos, amor.

Asintió comprensiva y me besó dulcemente antes de que nos sentáramos a cenar.

Primera semana... Encontramos a la intrusa cerca del sur del bosque, pero cuando estábamos a punto de atraparla, desapareció.

Segunda semana... Paul está cada vez más inquieto con su presencia. Hoy casi la atrapamos, pero algo salió mal. Su mal humor nos confundió, como si estuviera defendiéndola. Todo lo que rodea a esa loba es un misterio.

Tercera semana... ¡Maldita sea! Se nos escapó de nuevo. Es increíblemente escurridiza para su tamaño. Creo que es hora de hablar con el consejo de la tribu.

Finalmente, tuvimos una reunión con el consejo. Relaté la situación paso a paso, pero sus respuestas no fueron alentadoras. Solo dijeron: "Investigaremos, tranquilo, Sam. No es ninguna anomalía". Aunque no me convencieron. Había algo más, algo que no estaban compartiendo. Las miradas entre ellos lo decían todo. Algo estaba por suceder, y me preocupaba lo que pudiera significar para la manada.

Con los Cullen – Semanas atrás

Edward estaba pensativo desde que Bella dejó claro que nadie la forzaría a elegir entre su humanidad y la vida con los Cullen. Aunque la amaba, accedió a darle lo que pedía: su transformación. Pero justo cuando tomaban esa decisión, la presencia de Amore, una loba, los sorprendió.

Después de que Jacob se marchara, Edward se acercó a ella, levantándola entre sus brazos con delicadeza.

—¿Qué hace ella aquí, Edward? —preguntó Bella, extrañada.

—Eso también me gustaría saber —respondió él.

Amore bajó las orejas, suspirando. «Solo quería saber de ti, vampiro tonto. Me dejaste intrigada aquella vez».

—Al parecer, solo me extrañaba —tradujo Edward con una sonrisa divertida.

Mientras caminaban hacia la casa, Bella le preguntó a Edward cómo la conocía. Sorprendentemente, él le reveló que Amore había aparecido antes y que, gracias a ella, no había sido atacado por ningún animal salvaje aquella noche. Esta revelación dejó a Bella intrigada.

Cuando llegaron a la casa, Alice los recibió alegremente, informándoles que Carlisle los esperaba. Amore gruñó, visiblemente molesta y seguidamente su estómago gruñó hambriento, y Esme y Edward la miraron con reproche.

—Si quieres, ve a cazar y luego volvemos —sugirió Jasper, notando las emociones de la loba.

Amore negó con la cabeza, indicando que prefería esperar.

—Dice que puede esperar. El territorio es tranquilo —tradujo Edward, desconcertado.

Dentro de la casa, las risas no tardaron en llegar al ver cómo la loba resbalaba en el suelo pulido, rascando ligeramente la madera con sus garras.

—Me alegra que hayan regresado sanos y salvos —dijo Carlisle.

Amore hizo una leve reverencia y movió la cola, cómoda en su presencia. Carlisle sonrió.

—Estamos aquí porque Bella tiene algo que pedirnos —dijo Carlisle, mirando a Bella.

Edward, que había estado sonriendo, perdió su alegría de inmediato. Amore lo notó y le preguntó en su mente: «¿Qué te pasa? ¿Dónde está tu sonrisa?».

—Gracias, Carlisle. Quiero pedir su apoyo para convertirme en uno de ustedes. Sé que es una decisión que afecta a todos —dijo Bella.

Amore, acostada en el suelo, pensó: «Oh, quiere convertirse en uno de ellos. Interesante. No es tan inusual. Pero será especial, no te preocupes, Eddy».

Emmett no tardó en apoyar la decisión de Bella:

—Por mí no hay problema. Sería divertido ver si puedes ganarme en un juego.

Rosalie, en cambio, negó con la cabeza.

—Lo siento. Esta no es la vida que quise para mí, así que no la querría para ti.

Alice y Jasper, más relajados, apoyaron la decisión:

—Sería agradable no querer matarte —bromeó Jasper.

—¡Por supuesto que te apoyo! Ya sabes que te considero una hermana —añadió Alice.

Bella se sintió más tranquila, pero esperaba la respuesta de Esme.

—Ya eres parte de la familia, querida, así que sí, te apoyo si eso te hace feliz —dijo Esme con una sonrisa cálida.

Edward, sintiéndose traicionado, no pudo evitar preguntarse cómo su familia podía apoyar una decisión tan impensable.

«No eres un monstruo, Edward. Ella ha visto lo bueno en ti, como yo», pensó Amore, tratando de calmarlo.

—Hijo, Bella ha dejado claro que eres su compañero, y no soportaría verte sufrir sin ella —dijo Carlisle, mirando a Edward—. Bienvenida a la familia, querida —concluyó, dirigiéndose a Bella.

[...]

Punto de vista de Amore:

Hace semanas que he estado evitando a la manada de la reserva, movida por el miedo y la intriga. No sé realmente qué están pensando, pero siento que algo grande se aproxima. Madre Luna ha comenzado a visitarme en sueños, diciéndome que está orgullosa del tratado de paz que he logrado con los sangre fría. Siempre me recuerda que la paz debe prevalecer antes que la guerra.

Me ha revelado que, en dos días, debo presentarme ante un miembro del consejo de la tribu de la reserva. Ha llegado el momento de conocer a mi impronta; me asegura que ya estoy lista. Además, Madre Luna me advirtió que no puedo perder más tiempo, porque con la llegada de las crías será más difícil cuidar de la manada, del bosque y de los animales que habitan en él.

Me siento inquieta, una mezcla de felicidad y temor. La posibilidad del rechazo es dolorosa, pero trato de mantenerme positiva. Quiero creer que el lobo que será mi compañero me amará tanto como yo presiento que lo amaré a él.

Sin embargo, siendo sincera, lo he estado evitando. Sé que pertenece a la manada del lobo negro, pero solo espero que cuando llegue el momento todo salga bien. Deseo que me acepte y elija ser mío, tal como yo estoy lista para ser solo suya.

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