Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 11

Esa noche, la fogata chisporroteaba mientras la manada compartía risas y anécdotas. Paul disfrutaba de la compañía, pero su atención siempre volvía a Amore, quien, aún en su forma loba, absorbía cada detalle del entorno. La carne cruda y el aroma de hamburguesa llenaban el aire, pero para él, nada se comparaba con la esencia de su impronta.

Cuando la manada comenzó a dispersarse, Paul se sintió aliviado de que Amore decidiera quedarse. Con una mirada cómplice, la invitó a su cabaña.

Al entrar, Amore comenzó a curiosear, sus sentidos agudizados percibiendo todos los aromas. Sin embargo, muchos de ellos la hicieron arrugar el hocico, especialmente los olores ajenos que la mareaban. Paul notó su incomodidad y sintió una punzada de culpabilidad.

—Lo siento, no esperaba que esto fuera tan… intenso —dijo, intentando contener una sonrisa ante su expresión.

Amore se detuvo en una estantería llena de objetos, algunos relacionados con la caza. Su mirada se oscureció y un leve gruñido escapó de sus labios.

—¿Por qué hay tantos aromas de hembras aquí? —preguntó, su tono directo y desafiante.

Paul se sintió tenso, consciente de que era el momento de ser honesto. Se pasó una mano por el cabello, claramente incómodo, pero decidido a no ocultar la verdad.

—Antes de que llegaras, no era un santo. Era… de todo menos eso. —Sus ojos reflejaban sinceridad mientras se acercaba un poco más. —Hubo otras, sí. Pero ya no quiero nada de eso.

Amore lo miró fijamente, sus ojos llenos de desconfianza. Aunque le dolía, sabía que debía enfrentarlo.

—¿Lo prometes? —su voz era más suave, pero el desafío aún ardía en su mirada.

—Lo prometo —respondió Paul, acercándose aún más. —No habrá ninguna otra aquí. Solo tú serás mi dueña.

Ella sintió que su desconfianza comenzaba a desvanecerse, pero había algo más en su mente. Aunque el deseo de estar con él la envolvía, sabía que tenía una manada a la que volver.

—Paul, tengo que regresar al bosque. —Sus palabras eran firmes, pero llenas de tristeza. —No puedo quedarme aquí, tengo mi propia manada que cuidar.

Paul frunció el ceño, la preocupación surgiendo en su rostro.

—¿Y si no te dejo ir? —dijo, intentando ocultar su angustia.

Amore se quedó en silencio, sabiendo que no podía ser egoísta. Su corazón anhelaba a Paul, pero su lealtad hacia su manada era más fuerte.

—Te prometo que volveré —dijo, intentando calmar la tensión en el aire. —Pero necesito estar con ellos.

Paul la miró, la lucha interna visible en sus ojos. Sabía que era necesario dejarla ir, pero el miedo a perderla lo consumía.

—Solo… cuídate —susurró, casi como un ruego.

Amore se acercó y frotó su hocico contra su brazo, buscando consuelo.

—Siempre —respondió, sintiendo que la conexión entre ellos era más fuerte que cualquier distancia.

Esa noche, aunque el fuego comenzaba a apagarse, ambos sabían que la verdadera chispa de su relación aún ardía intensamente. Mientras se preparaban para separarse, la promesa de un reencuentro los mantenía unidos en espíritu, incluso en medio de la incertidumbre.

Al día siguiente, el sol brillaba con fuerza, y Paul se sentó en la orilla de la reserva, sus pensamientos consumidos por la conversación que había tenido la noche anterior con Amore. Sabía que su conexión con ella era única y poderosa, pero también comprendía que debía equilibrar eso con su lealtad a la manada.

Fue entonces cuando decidió buscar a Sam. Necesitaba consejo, una guía sobre cómo podría reconciliar sus sentimientos por Amore con su lugar en la tribu. Sam lo recibió con una mirada seria, como si ya supiera lo que venía.

—Paul, ¿qué sucede? —preguntó, gesticulando para que se sentara.

—Estoy pensando en Amore y en lo que significa para mí. —La voz de Paul temblaba un poco. —No sé cómo manejar esto. ¿Puedo estar con ella y seguir siendo parte de la manada?

Sam lo miró con comprensión, reconociendo la lucha interna de su amigo.

—Es un dilema complicado. —Sam suspiró, buscando las palabras adecuadas. —El viejo Quill me dijo algo importante: cuando llegue el momento, tú mismo preguntarás qué hacer, y la respuesta será esta: es tu destino elegir.

Paul se inclinó hacia adelante, intrigado.

—¿Elegir qué?

—Quedarte aquí con nosotros, sin tu impronta a tu lado, o ir al bosque y convertirte en el lobo macho que necesita la loba salvaje para cuidar de su manada. —La mirada de Sam era seria, como si cada palabra pesara una tonelada.

—¿De verdad crees que eso es lo que debo hacer? —preguntó Paul, sintiéndose abrumado por la idea.

—Escucha a tu corazón, Paul. La manada siempre será tu familia, pero si Amore es tu impronta, es un vínculo que no puedes ignorar. —Sam hizo una pausa, permitiendo que sus palabras resonaran. —Si decides irte, no es porque rechaces a la manada. Es porque eliges lo que es mejor para ti y para ella.

Paul sintió una mezcla de emoción y temor. La idea de dejar atrás a sus hermanos era dolorosa, pero la perspectiva de estar con Amore era aún más fuerte.

—¿Y si no puedo volver? —preguntó, su voz apenas un susurro.

—Siempre puedes volver. Las puertas de la manada estarán abiertas para ti. —Sam le puso una mano en el hombro. —Pero ahora es el momento de pensar en lo que realmente deseas.

Paul asintió, la decisión comenzando a formarse en su mente. Sabía que, aunque la manada siempre tendría un lugar especial en su corazón, su verdadero destino lo esperaba en el bosque, al lado de su impronta.

—Gracias, Sam. Necesitaba escuchar esto.

—Tómate tu tiempo. La decisión es tuya, y no hay prisa. Pero recuerda, el amor verdadero requiere valentía.

Con esas palabras, Paul se sintió más seguro. La lucha no estaba solo en su mente; ahora, también estaba en su corazón. Sabía que debía hablar con Amore de nuevo y, aunque el futuro era incierto, estaba listo para enfrentar lo que viniera, ya fuera en la tribu o en el bosque.

Mientras Paul caminaba por la orilla del río, su mente estaba llena de conflictos. La idea de dejar atrás su vida humana, su hogar, y todo lo que había conocido, lo llenaba de ansiedad. Había crecido en un mundo donde las reglas eran claras: trabajar, socializar, formar parte de la manada. Pero ahora, la posibilidad de vivir como un lobo en el bosque se presentaba ante él, y eso lo aterraba y emocionaba a la vez.

Recordó su vida antes de Amore, los días en los que se sentía atrapado en un papel que no quería interpretar. La sociedad humana había dictado su vida, pero con la llegada de su impronta, había comenzado a vislumbrar un camino diferente. Nunca se había sentido tan vivo como cuando estaba a su lado, y esa conexión le daba un sentido de libertad que nunca había experimentado.

—¿Soy realmente capaz de dejarlo todo atrás? —se preguntó en voz baja. El eco de su propia voz le respondió con un silencio abrumador.

No sabía nada sobre vivir como un lobo macho en el bosque. La idea de cazar, de vivir en armonía con la naturaleza, le resultaba alienante. Había pasado su vida rodeado de tecnología y comodidades, y ahora debía aprender a sobrevivir en un entorno salvaje. La idea de no tener un hogar fijo, de no tener la rutina familiar que conocía, lo llenaba de inquietud.

Pero cada vez que pensaba en Amore, esa ansiedad comenzaba a desvanecerse. La imagen de su mirada dulce, su espíritu indomable, lo llenaba de un deseo inquebrantable. Con ella, había sentido una conexión profunda que le revelaba su verdadero yo, un lado salvaje que siempre había estado latente. Esa sensación de pertenencia, de ser parte de algo más grande que él mismo, lo empujaba a considerar dejar atrás su vida humana.

—¿Qué pasaría si realmente puedo ser feliz así? —se preguntó, sintiendo cómo su corazón se aceleraba al imaginar un futuro al lado de Amore, en el bosque. Su carácter temperamental, siempre a la defensiva y luchador, parecía encajar mejor con la vida salvaje que con las normas sociales que lo habían contenido.

Paul comenzó a imaginarse corriendo a través de los árboles, sintiendo la brisa fresca en su rostro, cazando junto a su impronta. La idea de ser parte de una manada de lobos, protegiendo a Amore y formando una nueva familia, le parecía cada vez más tentadora.

Pero el miedo seguía acechando. ¿Podría realmente adaptarse a una vida tan diferente? La posibilidad de fallar, de no ser el protector que Amore necesitaba, lo mantenía despierto por las noches. Había días en los que la duda lo envolvía, haciéndolo sentir que tal vez no era suficiente.

Sin embargo, cuando se acordaba de la calidez de su conexión con Amore, esos miedos se desvanecían. La libertad que sentía a su lado lo llenaba de valor. Su decisión se comenzaba a consolidar. La vida que había conocido no podía compararse con la promesa de una existencia auténtica junto a su impronta.

—No estoy solo en esto —se dijo a sí mismo. Amore estaba con él, y eso le daba la fuerza que necesitaba. Con cada pensamiento, se alejaba un poco más de su vida anterior y se acercaba a la idea de ser el lobo que ella necesitaba.

Así, mientras el sol se ponía en el horizonte, Paul sintió cómo su corazón comenzaba a aceptar el cambio. La vida salvaje le llamaba, y por primera vez, estaba dispuesto a responder.

[...]

En la cabaña, el ambiente era cálido y familiar. Paul, sentado a la mesa, observaba a Amore dormir plácidamente cerca del sillón, su hermoso pelaje brillando a la luz que entraba por la ventana. La imagen de su impronta lo llenaba de una paz indescriptible, y, a pesar de la intensa vigilancia que habían mantenido esa noche, sentía que todo valía la pena.

—Ya déjala dormir tranquila, hermano, que parece que te la quieres comer —bromeó Embry, interrumpiendo sus pensamientos.

Paul casi se atraganta con su comida y, sin pensarlo, le lanzó un golpe juguetón.

—¡Ya, ya! —se defendió, tratando de ocultar su sonrojo. No podía dejar de pensar en lo hermosa que era, y cómo su presencia lo hacía sentir.

—Pero si era verdad, ¿no, Jared? —agregó Embry, riéndose.

Jared sonrió, pero rápidamente negó con la cabeza.

—Ya, Embry, déjalo de molestar. Es mejor verlo tranquilo porque tiene a Amore, que no. Así que déjame comer en paz —dijo, mientras miraba ansioso hacia Kim, que lo esperaba en la entrada.

Quil y Seth se unieron a las risas, ambos aún asombrados por lo que sucedía. Nadie se esperaba ver a Paul tan tranquilo y contento junto a una loba, y eso era un indicativo de lo que el destino había preparado para ellos. Era un giro inesperado, pero todos estaban dispuestos a adaptarse a esta nueva realidad.

Amore despertó lentamente, abriendo los ojos y estirándose. Paul, al notar su movimiento, se acercó con ternura y comenzó a acariciar su suave pelaje. Cada caricia parecía relajala más, y él se sentía orgulloso de poder brindarle ese consuelo. Sin embargo, la cercanía de su impronta despertaba en él una necesidad creciente que no sabía cómo manejar.

Mientras su mente divagaba, se encontró atrapado entre dos mundos. La calor que sentía a su alrededor era abrumadora, y sabía que la única forma de aliviar ese deseo era transformándose en lobo. Pero eso lo llenaba de inquietud; tenía miedo de lastimarla, de perder el control. La idea de su fama de mujeriego y de sus antiguas aventuras lo perseguía, haciéndolo cuestionar su capacidad de ser el compañero que Amore necesitaba.

«¿Qué haré si esto se vuelve incontrolable?»pensó, mientras sus manos acariciaban el pelaje de Amore, quien parecía disfrutar de su compañía. La lucha entre sus instintos salvajes y sus deseos humanos se volvía cada vez más intensa.

Finalmente, decidió que tenía que hablar con Sam. Necesitaba consejo, un plan. La manada ya había estado hablando de su transformación y de lo que eso significaba, pero él aún no estaba seguro de si estaba listo para dar ese paso.

—¿Y si no soy lo suficientemente bueno para ella? —murmuró, mirando a Amore, quien cerró los ojos nuevamente y suspiró, como si supiera lo que él estaba pensando.

Paul respiró hondo, tratando de calmarse. La verdad era que, aunque temía lo que vendría, su conexión con Amore era demasiado fuerte como para ignorarla. Sabía que tendría que enfrentarse a sus miedos y transformarse, pero también comprendía que no estaba solo en este camino.

Amore era su impronta, y él estaba decidido a protegerla y cuidar de ella, sin importar el precio.

[...]

Los dos lobos corrían a través del bosque, la adrenalina fluyendo mientras Amore, más pequeña y ágil, se lanzaba tras un venado. La veía tan concentrada, tan viva, y no podía evitar sentirse orgulloso. Su agilidad era impresionante; cada paso que daba estaba lleno de gracia y determinación.

Cuando finalmente logró atrapar al venado, la admiración me invadió. La vi morder con precisión en la yugular y, al soltar el cuerpo, relamerse el hocico con hambre. Era un espectáculo que nunca me cansaría de presenciar.

«No te cansaste, ¿verdad?» me preguntó en su mente, y no pude evitar sonreír.

«Soy resistente, nena, además nunca me cansaría de verte en acción» pensé, intentando ser juguetón.

Ella, cohibida, bajó las orejas, y mi corazón se llenó de ternura. Me acerqué y acaricié su suave pelaje con mi hocico, disfrutando de ese contacto. «Te amo, mi bella loba» pensé, sintiéndome completamente conectado con ella.

Amore me devolvió el gesto, laméndome el hocico con dulzura. «Eres mi fuerza, Paul, te amo» me dijo, y su voz resonó en mi mente, llenándome de felicidad.

Pero el sonido de nuestros estómagos rompió ese momento. Amore, con un falso enojo, me mordió una oreja, y yo gruñí, sorprendido por su audacia.

«¿Y eso?» pregunté, todavía confundido.

«Por burlarte de tu... hmm... impronta» pensó, comenzando a comer al venado.

Mientras la observaba devorar su presa, me perdí en mis pensamientos. Sabía que, a pesar de nuestra conexión, aún no la había marcado como mía, y eso me inquietaba. La formalidad de hacerlo me aterraba. ¿Estaba realmente preparado para ese cambio en mi vida?

De repente, me di cuenta de que Amore ya no estaba a mi lado. El pánico me recorrió, y empecé a buscarla, inquieto. Pero en un instante, sentí un peso caer sobre mí. Al mirar hacia arriba, la vi; su aroma me tranquilizó al instante.

«Aprende a no pensar tan recto, hombre. Si de verdad te preocupa tu manada, no creo que ellos peligren. Pero si temes a una formalidad, a vivir un nuevo estilo de vida, y ser parte de tu naturaleza misma conmigo, entenderé si me dejas» me dijo, mirándome con seriedad.

Sentí una ola de culpa. Me acerqué y le lamí el hocico, pidiendo perdón, pero noté cómo sus orejas se bajaban, evidenciando su tristeza.

«Lo lamento, mi amor, esa no era mi intención...» supliqué, sintiéndome devastado.

Amore me miró con comprensión y me lamió suavemente el hocico. «Claro... No fuiste tú quien pensó eso, eres muy joven. Es una decisión muy difícil para ti... Lo comprendo» respondió, bajándose de mí, dejándome con una mezcla de confusión y deseo.

El peso de mis dudas me abrumaba. Sabía que debía elegir entre mi vida pasada y un futuro a su lado. Era aterrador, pero en lo más profundo de mi corazón, entendía que no podía dejarla ir.

Lo sentí antes de verlo: el vacío que dejaba su ausencia me atravesó como un rayo. Sin pensarlo, me lancé sobre Amore, acariciando su hocico con el mío. «No te alejes, por favor, Amore. Soy un idiota. Yo de verdad te amo, no te dejaría por nada del mundo, aunque me cueste entender esta unión», pensé, suplicando con cada fibra de mi ser.

Ella suspiró, dejándose mimar por mis caricias. Pero su mirada me decía que estaba consciente de lo que estaba en juego. Su naturaleza salvaje siempre sería un reto para mí, y sabía que la parte humana de mí podría fallar. Tenía solo dos días antes de regresar con su manada, y el peso de la decisión se hizo más pesado.

«Paul... Yo te necesito a ti como lobo. No soy humana, no soy lo que tu ser humano quiere. Pero, por favor, no lastimes mi inocencia en el amor si no te sientes seguro con nosotros. Si dejar la humanidad atrás te cuesta demasiado, lo mejor es que tomemos un tiempo. En dos días volveré con mi manada. Si decides quedarte con la tuya, lo aceptaré. Soy la alfa en mi manada y necesito a un lobo a mi lado. Soy débil sin ti, pero si tu fuerza está aquí, no te preocupes por mí. Lo entenderé y dejaré de molestarte», dijo, y sentí un dolor punzante en mi corazón.

Su declaración me dejó paralizado. Estaba ante la elección más difícil de mi vida: unirme a ella en el bosque, abrazar mi naturaleza salvaje, o quedarme en un mundo que me mataría lentamente sin su amor. Quería gritarle que la amaba, que la necesitaba, pero las palabras se atascaban en mi garganta.

Cuando finalmente quise responder, ya no estaba. La culpabilidad me golpeó como un puño en el estómago, y me dejé llevar por el dolor, aullando al vacío que había dejado. Jacob apareció primero, sus ojos oscuros llenos de furia.

«¡Tenías que ser idiota!» gruñó, y se lanzó en busca de la loba.

La desesperación me invadió, mientras Sam llegó detrás de Jacob, su mirada sorprendente al ver mi angustia. Buscó alguna herida en mí, pero solo encontró mi tristeza.

«Paul, te dije que debías ser maduro. Es tu impronta; sin ella, morirás. Búscala y arréglalo», ordenó Sam, y aunque sabía que tenía razón, el peso de mi dolor era abrumador.

Con cada paso que daba, el dolor en mi corazón aumentaba, como si estuvieran aplastando mi espíritu. Y luego, el aullido de Jacob rompió la noche. Un oso había atacado a Amore, y mi mundo se desmoronó. Sin pensarlo, corrí en su búsqueda, la urgencia de protegerla superando todo el miedo que había sentido antes. No podía perderla. No podía dejar que la oscuridad la reclamara.


La tensión en el aire era palpable mientras los murmullos se desvanecían, todos conscientes del dolor desgarrador de Paul. Su aullido resonaba en el bosque, un eco de angustia que sacudía a la manada. Yo mismo me sentía impotente, incapaz de ayudarlo. Cada quejido suyo me atravesaba, como si la herida no fuera solo suya, sino de todos nosotros.

Paul intentaba avanzar, pero sus patas flaqueaban, su fuerza desapareciendo con cada paso. El viento parecía llevarse su aliento, dejándolo más débil. En su mente, la conexión con Amore era todo, y ahora se sentía perdido sin ella.

Sam, con la voz firme y decidida, tomó el mando de la situación. «Llévenlo a casa. Yo iré a ver a Jake, llamen al Dr. Cullen», ordenó, desapareciendo rápidamente hacia donde se encontraba Jacob.

Los demás comenzaron a mover a Paul, pero su resistencia era palpable. «¡Amore!» gritaba en su mente, luchando contra el desvanecimiento que lo amenazaba. Sentí el dolor en su voz, una herida abierta que todos compartíamos. Sabía que, sin su impronta, había perdido parte de sí mismo, y su corazón estaba a punto de romperse.

Mientras la manada se movilizaba, un sentimiento de urgencia se apoderó de mí. No podía quedarme atrás. Tenía que encontrar a Amore, protegerla, y asegurarme de que Paul no estuviera solo en su sufrimiento. La imagen de ella, llena de vida y fuerza, iluminaba mis pensamientos. Tenía que asegurarme de que volviera a su lado, antes de que fuera demasiado tarde.

[...]

Las horas se arrastraban en la cabaña, y el aire pesado de preocupación y culpa se asentaba sobre Paul como una losa. Amore yacía en la cama, sedada y vulnerable, con tubos que la mantenían respirando. Cada vez que miraba su cuerpo inmóvil, el dolor en su pecho se intensificaba. Había fallado en protegerla, y la culpa lo devoraba por dentro.

Carlisle había sido claro: su recuperación tomaría tiempo. Una semana y media de incertidumbre, de miedo a perderla. Paul se sentía atrapado en un ciclo de autocompasión, incapaz de encontrar consuelo en las palabras de Sam. Su mente se llenaba de imágenes del ataque, del momento en que su impronta había estado en peligro y él, inmerso en sus dudas, no había estado a su lado.

Cuando Leah lo confrontó, su rabia era justa. —Eres un imbécil, le había gritado.

Paul no pudo evitar sentir que cada palabra era un golpe directo a su corazón. Sabía que la impronta era sagrada, un lazo que no debía romperse. Pero en su confusión, había dejado que el miedo dictara su comportamiento. No había tenido la valentía de aceptar su naturaleza, de dejarse llevar por el instinto que le decía que debía estar con Amore.

El recuerdo de los osos atacandola, de sus juegos y su fuerza convertidas en vulnerabilidad, lo atormentaba. ¿Cómo había podido dejar que eso sucediera? Cuando Leah se fue, su ausencia dejó un vacío que amplificaba su tristeza. Las palabras de Sam resonaban en su mente, pero no ofrecían alivio.

Se acercó a la cama de Amore, su corazón latiendo con desesperación.

—Lo siento —murmuró, acariciando suavemente su pelaje.— Nunca debí dejarte sola.

En su interior, una lucha se libraba. Tenía que decidir: continuar en su vida humana, alejado de ella, o aceptar su destino como lobo y estar a su lado. Pero ahora, lo único que quería era que despertara, que lo mirara con esos ojos llenos de vida.

La impotencia lo abrumaba. Solo podía esperar y aferrarse a la esperanza de que, al final de su recuperación, ambos encontrarían el camino de regreso el uno al otro.


Los días fueron pasando, en las noches se sentía el frío y quejidos de Amore.

Punto de vista de Paul.

No sé cómo sentirme. Mi mundo ha cambiado por completo desde que Amore llegó a mi vida. Nunca creí que el destino me daría a una loba pura y salvaje como impronta. La idea de dejar atrás mi vida como humano para cumplir con mi deber y seguir al amor de mi vida, al único que me han encomendado, me fastidia.

Debo elegir, y es cierto: mi impronta debería ser lo primero. Pero... ¿dejar de ser humano para convertirme en un lobo salvaje? Desde pequeño, me enseñaron las costumbres, a vivir como un humano, a cazar como uno. Apenas al llegar a la adolescencia descubrí mi lado lobuno, y ahora tengo que cazar y defender a la manada de los chupasangres. Cazar peces como humano no se compara con lo que implica ser lobo. No sé nada sobre la supervivencia básica. ¿Y si lo arruino? ¿Y si no soy lo suficientemente fuerte para liderar y protegerla a ella y a su manada?

Los días pasan, y al ver a Amore tan indefensa y herida, la impotencia me carcome el alma y el corazón. Mi lobo sabe cuál es la verdad, cuál debería ser la respuesta. Pero... ¿estoy realmente preparado para dejar de ser humano y ser como ella? La diferencia de costumbres y experiencias se siente abrumadora, y mientras evalúo mis ventajas y desventajas, una cosa queda clara: no puedo morir sin ella. No puedo dejarla. No quiero. Ella es mía, y si no la cuido, nadie lo hará.

Esa mañana, ya no aguanto más. Me acerco a ella, sumiso y preocupado. Me siento a su lado y acaricio suavemente su cabeza. Con el tiempo que he pasado a su lado, sus heridas van sanando un poco más, su respiración es más tranquila. Amore comienza a sentir que el dolor disminuye. Desde la cocina, Emily me observa en silencio, sabiendo que, tarde o temprano, yo sería el único capaz de ayudarla a sanar. El amor hacia mi impronta y el vínculo con mi lobo son un gran misterio que aún debo desentrañar.

[...]


El tiempo pasó, y Amore casi no sentía dolor. Después de cuatro meses de mejoría casi completa, sabía que era el momento de regresar. Había dejado a su beta al mando de su manada, y el peso de la espera empezaba a hacerse difícil. Pero no contaba con que yo apareciera.

La vi preparándose para despedirse de la manada de la reserva, y de repente, mi corazón se aceleró. Me acerqué, sintiendo una conexión profunda que me consumía de amor e intriga.

«¿Qué haces aquí, Paul?» me preguntó en su mente, su mirada llena de sorpresa.

—Vengo a... —comencé, pero las palabras se atascaban en mi garganta. Todo lo que quería era que supiera cuánto había estado pensando en ella, cuánto me había importado su ausencia.

«A... ¿a qué?»replicó, su expresión un poco confundida.

Tomé un respiro profundo. Tenía que ser honesto. —Vengo a decirte que no puedes irte. No sin mí.

Su mirada se suavizó, pero vi un destello de preocupación en sus ojos. Ella sabía lo que significaba esta unión, lo que implicaba dejar atrás mi humanidad.

«Paul, tienes que entender... »comenzó a decir, pero la interrumpí.

—No. Escúchame. He estado pensando en esto todos los días desde que volviste. No puedo seguir viviendo así, sintiendo que me falta algo. Eres mi impronta, y necesito estar contigo, no importa el precio.

Amore se quedó en silencio, su corazón latía con fuerza. Podía sentir la tensión en el aire, la mezcla de incertidumbre y deseo.

«No puedo permitir que te lastimen»dijo finalmente, sus ojos fijos en mí. «No estoy segura de que estés listo para esto.»

—¿Listo? He pasado cuatro meses pensando en ti, en nosotros. No puedo dejarte ir, Amore. Te amo. Y si eso significa dejar de ser humano, estoy dispuesto a intentarlo.

Un suspiro se escapó de sus labios, y pude ver la lucha en su interior. Pero había algo más, un destello de esperanza.

»Entonces... ¿estás seguro?»preguntó, su voz suave, llena de emoción.

—Más que nunca —respondí, sintiendo que por fin había encontrado mi camino.

Mientras nos mirábamos, todo lo demás desapareció. Era un momento de claridad en medio del caos, y supe que estaba listo para dar el siguiente paso.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro