Capítulo 5
Había convencido a sus padres de viajar a pesar de los acontecimientos del día anterior.
Había, también, tomado su medicación y se encontraba mejor. Con algunos moretones, rasguños y el cuerpo adolorido, pero sin la constante sensación de estar muriendo y pudiendo caminar sin necesidad de mucha ayuda.
Las pastillas tenían un efecto gracioso en él. Lo volvían estúpido.
Podía hablar, a veces, y podía caminar, comer y dormir. Pero todo se sentía como si fuera extraño a él, como si su cuerpo estuviera, en realidad, lejos suyo y lo que sentía, lo sentía alguien más. Él no estaba en su piel cuando estaba medicado.
Y tenía esa cosa en la cabeza que conseguía que los sonidos se escucharan más lejos de lo que estaban. Con frecuencia, no entendía que le estaban hablando a él a menos que interactuaran con su cuerpo y lo arrancaran de su estupor.
No es que estuviera distraído. Es que no estaba allí.
Su mente se perdía en un colchón de plumas y vacío blanco, la absoluta nada acaparando cada rincón de su cabeza.
Era eso o la desesperación.
Prefería ser estúpido.
Yoongi era alguien que podía aparecer en su cabeza sin previo aviso. Tenía esa capacidad de tomar lugar en el vacío y volverlo todo sobre él.
Y después de haber sido su héroe, claro está, difícil era para Jimin empujar al boxeador lejos de su mente. Prefería regocijarse en la idea de ser rescatado una y otra vez, de encontrar los brazos de Yoongi para ser sostenido y cuidado.
Tocaron el timbre pasadas las nueve de la noche.
Él no recordaba qué había hecho a lo largo del dia. No recordaba comer, o levantarse del sofá. Algunos libros aún estaban en el suelo así que debió de haber leído. O no.
Abrió la puerta recostando todo su peso en ella. Se tambaleó, mirando a su visitante por debajo de sus pestañas y sonrió, con el corazón latiendo con fuerza.
—¿Siquiera viste a través de la ranura de la puerta, idiota?
Yoongi parecía más irritado que de costumbre. Con el ceño fruncido lo observó de arriba a abajo, sosteniendo en cada mano un par de bolsas. También se veía cansado.
—No— le respondió Jimin, sonriendo. Un ligero rubor vergonzoso subiendo por su rostro cuando se aferró a la chaqueta que llevaba puesta. No quería devolvérsela.
Se hizo a un lado para que Yoongi pudiera entrar. Llevaba la ropa de entrenamiento y un sweater que poco abrigaba, pero se veía bien.
Comió con sus ojos los brazos musculosos del boxeador y sus manos lastimadas. Le tomó lo mejor de si no fantasearlas sobre su cuello. Quería escuchar su voz.
—¿Tomaste tu medicación?— inquirió, haciendo sonar su cuello en el proceso.
Las piernas de Jimin eran gelatina en ese momento.
—Sí.
Yoongi avanzó, dejando en el suelo su bolso deportivo y algunas bolsas con compras que parecían comida. Un romántico. Jimin exhaló por su nariz, sonriendo. Yoongi, romántico. Una ridiculez.
El sonido llamó la atención del boxeador, consiguiendo que otra vez lo mirara con el ceño fruncido.
Abrió la boca tentativamente, pero nada salió de allí. Las palabras habían muerto en los labios de Yoongi y Jimin esperó, aun con la puerta abierta, y sus ojos bien abiertos.
Lo tenía allí, frente a él. Podia tirársele encima si quisiera.
—¿Por qué las pastillas?
Jimin suspiró, desviando la vista. Odiaba el curso de esa conversación. Una de sus manos seguía en el picaporte y la otra dibujaba figuras invisibles sobre la chaqueta que llevaba puesta.
—Me gusta cómo me siento cuando las tomo.
Yoongi avanzó hasta una distancia peligrosamente cerca de él y lo tomó por la cintura, tirando bruscamente de Jimin. El adolescente quedó apoyado contra su pecho y el aire trabado en su garganta, antes de sentir cómo Yoongi cerraba la puerta de entrada detrás suya.
Maldita sea.
—¿Te sientes como un estúpido, atontado e inconsciente? Porque eso es lo que pareces— su voz reptó como una serpiente por sus oidos, un escalofrío corriendo por su cuerpo y la respiración de Yoongi en su cuello, erizándole la piel.
Tócame, tócame.
—Me siento bien— susurró, alzando una de sus manos hasta el pecho del boxeador para tocar con los dedos la cadena que colgaba en su cuello —Mi cabeza duele. Todo mi cuerpo duele y hay mucho ruido aquí dentro. Es desesperante— la vergüenza de la confesión desaparecía con cada caricia que le daba a Yoongi. Sus ojos fijos en las clavículas del boxeador, fantaseando con su pecho desnudo y, por qué no, el resto de su cuerpo también. La cercanía mataba —Prefiero ser un estúpido.
Yoongi finalmente se alejó, volviéndose hacia la bolsa deportiva qué había dejado en el suelo para tomarla nuevamente, colgándosela al hombro.
No, no, no.
—¿Ya te vas?— la pregunta sonó desesperada y Jimin no fue consciente de la forma en la que se había parado en la puerta, ocupando el mayor espacio posible. Un obstáculo, para que el boxeador no se fuera.
—Te he traído para que comas hasta que mi hermano pueda venir a monitorearte. No soy tu niñera.
Yoongi no lo miraba.
No, no, no.
—Quédate— Rogó, interceptándolo cuando avanzó un par de pasos y se desesperó al ver que el hombre no planeaba detenerse. Con ambas manos tomó su rostro, buscando sus ojos. Los propios llenos de lágrimas y el pánico, silencioso, inundándolo—Yoongi, por favor. Quédate.
—¿Cuál es tu problema?— Lo hizo estallar. Yoongi lo empujó, alejándolo de la puerta pero ya ni siquiera la miraba. Sus ojos estaban fijos en él. Ahora el boxeador lucía desesperado. Aterrado —Entiendes cómo son las cosas, ¿Cierto? No soy tu príncipe, niño. No...— El agarre en su propia bolsa soltándose, dejándola caer al suelo otra vez. Jimin desvió la mirada, no le gustaba lo que veía en la de Yoongi—Voy a destrozarte. Voy a hacerte mucho daño.
Detesto que sientan lástima por mí.
Detesto no tener la libertar de elegir.
De elegirlo.
—Está bien.
—Mírame— Yoongi tomó su cuello, el agarre aún más suave de lo que recordaba, y con el pulgar lo obligó a alzar la mirada. ¿Cómo podía verse tan amenazador y asustado al mismo tiempo? Jimin sentía que había ganado, aunque no sabía que. Le había ganado, pero ¿Para qué? —Tu vida va a ser un infierno. No es una amenaza, es una promesa. No me quieres cerca.
—Te quiero.
El agarre de Yoongi se volvió más fuerte. Jimin respiró profundamente, tratando de que la falta de aire no lo hiciera entrar en pánico.
—Voy a hacerte daño.
Lo sé.
Jimin le dedicó una suave sonrisa. Él quería esto.
—Hazme daño.
Yoongi perdió los estribos, metiendo su lengua en la boca del chico, empujándolo contra la pared más cercana sólo para acorralarlo. Dios, cómo le encantaba reducir a ese niño, debilitarlo y dejarlo a su merced. Jimin chupó con desespero la lengua del boxeador, succionando como si de un bebé se tratase, amando los gruñidos que poco a poco se dejaban oír. Yoongi chocó sus caderas juntas, obligándolo a sentir su enorme erección a través de los pantalones deportivos.
El chico gimió, abriendo su boca aún más, dejando que Yoongi la explorara con su lengua, tirando de su cabello con fuerza provocando que más y más jadeos se escapasen de sus labios.
Jimin suspiró en el momento en que una de las manos de Yoongi abrió del todo la bata, metiendo su mano dentro de su ropa interior para agarrar su miembro con fuerza.
—Mierda— Masculló el adolescente, aferrándose a los brazos del boxeador en un intento de no caer de rodillas con sólo sentir la boca, la lengua y los dientes de Yoongi chupar por todas partes. Su cuello, su pecho, su estómago, joder, mordía consiguiendo que Jimin lloriquease del dolor, y luego chupaba y lamía, calmando el sufrimiento al instante.
Lo estaba marcando tanto, y tan bien.
Yoongi se alejó bruscamente, quitándose la ropa con movimientos espasmódicos, con la desesperación de poder enterrarse en el pequeño cuerpo que se hallaba a centímetros de él, sollozando.
Jimin jamás, en todas sus aventuras sexuales, había sentido tanto en tan poco tiempo. Y quería más.
Cuando finalmente Yoongi quedó desnudo frente a él, Jimin no pudo evitar gemir por la expectación. Su pene era jodidamente grande, dios, no encajaba para nada con su estatura.
Pero tampoco pudo reaccionar, el rubio lo tomó entre sus brazos para comerle la boca como bien quería hacerlo, acercándose al sofá entre choques de dientes y empujones torpes, eso no podía siquiera considerarse un beso.
—Mierda, Yoongi...Dios, por favor—Jimin no paraba de jurar y rogar, retorciéndose nada más sentir el cuero del sofá bajo su piel, quedando recostado a merced del hombre sobre él.
—Maldita puta— Gruñó el rubio, rasgando la ropa interior del chico bajo suyo, dejándolo finalmente desnudo con sólo su bata de boxeo puesta. Y, cómo le jodió, que entre todo el calor y la necesidad de enterrarse en ese culo tan bien formado, sintiese ternura de ver al chico tan pequeño con aquella bata podía taparlo sin problemas.
—Por favor...Por favor...E—Entra— Rogó Jimin, abriendo sus piernas tanto como podía, dejando a la vista su agujero si su pene erecto, enrojecido, y húmedo. Si Yoongi siquiera lo tocaba, Jimin se correría sin control alguno.
Yoongi buscó algo de control dentro suyo, cosa que jamás había hecho, y se acomodó entre las piernas abiertas de Jimin, relamiéndose los labios en el momento que su pene rozó con la entrada del adolescente.
—Mierda...Yoongi...Yoongi, por favor...—Jimin elevó una de sus manos, tocando el rostro de Yoongi sólo para conseguir que este lo mirase a los ojos. Se perdieron, por sólo unos segundos, en la oscuridad de la excitación del otro.
Y Yoongi entró, sin preparación alguna, sin protección, llenándolo hasta el final.
Jimin gritó, cerrando sus ojos con fuerza mientras las lágrimas caían de sus ojos entre los gemidos de dolor.
Yoongi se detuvo, posicionándose mejor aunque el chico bajo él le estuviese rogando que esperase, para apoyar sus antebrazos a los lados de la cabeza de Jimin.
—¿E—Estás limpio?— Gruñó entre jadeos. Joder, si ese niño no era virgen, no se podía explicar por qué mierda la estrechez dentro suyo le dolía tanto.
—Sí, yo sólo...ha pasado tanto...por favor— Jadeó el adolescente, abriendo sus ojos finalmente, mirándolo en un gemido silencioso –Fóllame— Rogó, lamiéndose sus propios labios.
Y eso hizo, Yoongi no tuvo recato alguno en el momento de embestirlo una y otra vez, entrando más y más en él, murmurando y gruñendo su nombre cada vez que Jimin se encogía bajo su cuerpo apretándolo aún más, aceptándolo tan dentro suyo que Yoongi no quería salir jamás.
Los ojos del boxeador se alejaron del rostro del chico, incorporándose entre cada arremetida, sólo para poner una de sus manos en su cuello apretando sólo lo suficiente, mientras que con la otra apretaba la base del miembro de Jimin, consiguiendo gritos tan agudos que parecía al borde del colapso.
Jimin sentía como las sensaciones se intensificaban más y más, mientras su vista se oscurecía y el aire poco a poco dejaba de pasar por su garganta. Dios, era el sexo más bestial que había tenido jamás. Nunca había tenido la necesidad de correrse tan rápido.
—Joder— Gruñó Yoongi, corriéndose finalmente dentro suyo, llenándolo tan bien, tanto, dándole un último apretón en su garganta para finalmente liberarlo, consiguiendo que Jimin gritase en un gemido armonioso, corriéndose tanto que sentía que no iba a parar jamás. Dios, oh dios.
—Yoongi— Susurró cuando el hombre lo tomó por debajo de la cintura, obligándolo a sentarse sobre él aún con su pene profundamente dentro suyo, aún torturando su próstata. Esos grandes brazos lo rodearon, calmando la nebulosa de placer que seguía rodeando a Jimin, impidiéndole recuperar la razón.
—Siempre he odiado tu cara bonita— Gruñó Yoongi, tapándolo con su bata, antes de que Jimin cayera profundamente dormido en sus brazos.
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