Capítulo 4
Advertencia: En este capítulo hay un intento de violación.
Un mes, un maldito mes había pasado sin ver a Yoongi y Jimin era muy consciente de ello. Sus intereses, planes, y bromas, no funcionaban sin la presencia del boxeador a su alrededor. Necesitaba su atención.
Trató de ser un adolescente normal, de concentrarse en el instituto, en sus pocos amigos y alguno de esos tantos hobbies que terminaba abandonando. Pero su cabeza, simplemente, estaba en otro lado. No escuchaba las clases, no entendía las conversaciones y con frecuencia olvidaba tomar su medicación en la mañana. Lo único tan importante como para afectar el resto del día. Y eso era extraño en él, dependía de estar drogado. No funcionaba si no la tomaba.
Ese día no había sido la excepción. Se sentía estúpido, con el desayuno amenazando por salir por el mismo lugar en el que había entrado y su pulso tembloroso. No entendía cómo todavía podía mantenerse de pie entre todos sus compañeros. El hecho de estar en una conmemoración tampoco ayudaba. No le interesaba estar allí, no escuchaba lo que decían desde el escenario y la sensación de asfixia que subía por su garganta mientras más y más estudiantes entraban amenazaba con darle un ataque de pánico.
Podría simplemente irse de allí. Del instituto.
Recordaría unos minutos más tarde por qué era mala idea.
Los profesores lo conocían. Sabían de su situación así que cuando Jimin les explicó que no se sentía bien, le permitieron escabullirse a la enfermería. Unos imbéciles, eso eran. Con esos segundos de ventaja salió por la puerta trasera y se apresuró hasta la única reja que lo separaba de la calle. Era flexible, cuando todavía podía entrenar como bailarín había aprendido a serlo, así que deslizarse entre los barrotes fue tan sencillo como hacer enojar a Yoongi.
Lo extrañaba.
Afuera tomó una profunda respiración, aferrándose a la verja en un intento de que el mundo dejara de girar a su alrededor y agarró el coraje que le quedaba. Tenía que volver a su casa de alguna manera. Mark o Bambam cuidarían de sus pertenencias cuando todos se enteraran de que él no estaba allí. Mientras antes se alejara del instituto, mejor.
Caminó como si supiera el camino. Y algo sabía, en realidad. Aunque jamás lo había hecho caminando, Hoseok era un increíble y muy puntual chofer, Jimin recordaba las calles, las esquinas y algunos edificios. Era cuestión de hacer memoria y poder mantenerse de pie.
No había contado, sin embargo, con que la mayoría de las veces el recorrido incluía ver a Yoongi. En los clubes de mala muerte de la ciudad. En calles poco amigables para un adolescente con abstinencia y cara de muñeca.
El primer rostro desconocido que le dedicó una sonrisa torcida le hizo saltar las alarmas.
En algún momento su cuerpo no aguantó más. No recordaría qué fue, pero terminó de rodillas en el suelo con los ojos llenos de lágrimas y arcadas que le rasgaban la garganta. No veía, la cabeza se le partía al medio con un dolor agudo y no sabia cuánto tiempo más aguantaría consciente. ¿Por qué había sido buena idea irse del instituto? No lo recordaba.
—¿Te perdiste, niño?
Oyó pasos. Muchos pasos para ser los de una única persona y cuando abrió la boca dispuesto a responder que no, una arcada le ganó la carrera. Escupió, cerrando los ojos cuando algunas lágrimas cayeron por su rostro. Sus brazos temblaban, sus manos sostenían todo el peso de su torso y sentía que ya no podía mantenerse despierto.
—¿De qué familia será? Mírale el uniforme.
—Familia con dinero, eso te lo aseguro.
—Venga, déjate ayudar.
Una mano sucia, asquerosa, con callos y cortes que podían mancharlo lo tomó por la cintura e intentó incorporarlo. O no. Se detuvo unos segundos, segundos eternos en los que Jimin tomó una bocanada de aire para decirles que se largaran, antes de que finalmente el tipo lo soltara y lo empujara, dejándolo caer totalmente al suelo
—Yo no desperdiciaría una muñequita como esta.
Su corazón latió con fuerza, las piernas le fallaron cuando luchó por incorporarse y vio dos botas detenerse frente suyo. Alguien tiró de su cabello pero estaba tan cansado, tan adolorido, que sus ojos no veían más allá de simples manchas grises, marrones, rojas.
—¡Luridi cobardi! ¡Quítame las manos de encima cane rognoso!— Gritó, arrancando de sí la poca fuerza que aún le quedaba y una bota aplastó su rostro contra el suelo. Sintió el gusto de la tierra y su propia sangre en los labios.
Las voces que antes entendía claramente ahora no eran más que ruido y manos, muchas manos, no podía contarlas, sobre su ropa. Sobre su cuerpo. Con rapidez, sobre la piel de su espalda. Otra arcada, esta vez más fuerte. ¿Alguien lo encontraría? ¿Alguien lo escucharía gritar, si aún lo intentaba? No podía ordenar sus pensamientos. Las palabras se le mezclaban. Sólo podía saber lo que sentía.
Y sentía mucho miedo.
¿Estaría muerto y sucio cuando por fin lo encontraran?
Una mano tocó el borde de su pantalón de vestir y la piel se le erizó, helada. ¿Podía ceder, su cuerpo? ¿Desmayarse de una vez?
Tenía que luchar, gritar, chillar, algo.
—¡Grassone bastardo!
El pie apretó más fuete. Sus dientes cortaron el interior de sus mejillas y fue rápidamente despojado de su ropa. Si su cuerpo se rindiera, si tan sólo perdiera el conocimiento...
En algún momento dejaron de tocarlo. Cada vez que podía abrir sus ojos, veía pies a su alrededor. Escuchaba gritos, insultos, algo romperse y un golpe seco a su lado. Gimió de dolor cuando el pie lo abandonó y corrió a su lado. Más golpes. Cerró los ojos, tratando de hacerse lo más pequeño posible. Su cuerpo a penas respondía.
Un silencio ensordecedor lo rodeó al cabo de unos minutos. Sólo un par de pasos sonaron a su alrededor, rodeándolo, observándolo. ¿Qué quería? ¿Quién era? ¿Dónde estaban sus atacantes? El sollozo que escapó de su boca lo tomó por sorpresa y se encontró llorando, un mar de lágrimas corriendo por su rostro.
Sólo quería volver a casa.
—Eres jodidamente débil.
Yoongi.
Una chaqueta cayó encima suyo antes de que las manos de su salvador lo incorporaran bruscamente. Jimin se tambaleó, inclinándose hacia delante para vomitar todo lo que había comido en el día. Yoongi lo sostuvo, quitando el cabello de su rostro y masajeando su espalda con cada arqueada hasta que lo único que Jimin pudo hacer fue recostarse en el calor a su lado.
Seguro se veía usado, sucio, asqueroso. La humillación no podía hacer más que arrancarle sollozos.
—Quiero ir a casa— susurró entre lágrimas, alzando la mirada.
A penas pudo reconocer la melena rubia de Yoongi y su ceño fruncido. Tenía una ceja sangrando y sus ojos fijos en él.
Un latido pasó y su mirada se suavizó. Por primera vez, Jimin vio algo parecido a miedo en él.
—Mi hermano está en camino. Ven conmigo.
Esperaron a Hoseok en la entrada a un club de boxeo. O, al menos, eso entendió Jimin de las conversaciones que tenia Yoongi con el guardia en la entrada. Él no había levantado la vista. A duras penas se sostenía apoyado contra el boxeador.
Le dieron algo de agua para que se lavara el rostro y la boca antes de subir al coche. Su tío no habló. Lo miraba de reojo a través del retrovisor y le decía, en ese silencio, "¿Qué has hecho?".
Yoongi no tenía tanto recaudo.
—Eres estúpido— Escupió, sentado a su lado, mientras encendía un cigarrillo. La ventanilla estaba lo suficientemente abierta como para que el humo saliera—No sabes tomar decisiones inteligentes, pero esta vez te superaste. Podrían haberte matado. ¿En qué momento eliges huir y caminar solo en la calle? ¿No eres consciente de lo llamativo que te ves?— Exhaló con fuerza apoyando un codo en la puerta para dejar descansar su rostro en la mano. Se veía cansado —Una cara bonita no compensa tu idiotez y ser una puta no va a salvarte el culo...
—Tu puta— Le susurró con algo que se asemejaba a una sonrisa, aunque las mejillas le dolían y no controlaba los músculos de su propio rostro —Sólo tuya.
Yoongi suspiró profundamente, tapando su boca con la mano en lo que el silencio se instalaba dentro del coche.
—Ahora no, Jimin. Eres un asco, no estás en condiciones de hacer el ridículo.
Jimin se encogió en el asiento, tapándose aún más con la chaqueta del boxeador. Estaba cansado, no sabía si podía con ese juego atroz en ese momento. Pero era lo único que tenia. Y quería tanto a Yoongi.
—¿Es porque soy muy joven para ti?¿Qué tiene tu novia que no tenga yo?— El cuestionamiento le rasgó un poco más la garganta, haciéndolo cerrar la boca bruscamente. Yoongi no parecía escucharlo. Fumaba como si quisiera desaparecer detrás de ess nube de humo—Cualquier cosa que ella te de, puedo dartelo y mejor. Lo sabes. Yoongi, mírame— Rogó, su voz temblando. Por una vez, necesitaba que Yoongi lo tratara bien. Lo necesitaba tanto —Préstame atención, por favor.
Tragó un sollozo y se apresuró a secar las lágrimas que caían por su rostro con las manos. Humillante. Esto si que era verdaderamente humillante.
Y ya no tenía voz.
—Estás enfermo— murmuró Yoongi. Apagó el cigarrillo, mirando de reojo a Hoseok por el retrovisor y Jimin no entendió el intercambio silencioso que hicieron sus miradas. Sólo entendió cuando Yoongi extendió su brazo, tirando de él para que se recostara a su lado—Ven aquí.
El calor de Yoongi quemaba.
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