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75 - 'Carga Emocional'


— ¿Estás seguro de esto? — pregunté mirando cómo Robert tomaba un suéter rojo del clóset y se lo colocaba, no me dirigía la mirada, por alguna extraña razón que no me hacía sentir cómodo en absoluto.


— ¿Seguro de qué, de salir a tomar con mi hermano y mi padre? — preguntó de forma tosca mientras terminaba de arreglarse — Si voy o no voy eso no cambiará nada, no me queda de otra que seguirles la corriente.


— Lo sé, pero... me preocupa que puedas hacer algo—


— ¡¿Algo como qué?! — reclamó mirándome con seriedad e interrumpiendo mis palabras — ¡¿Como hablar de más sobre cosas que no le conciernen a nadie, como hizo alguien hace rato?!


— S-Solo lo hice para intentar ayudarte Robert.


— Me ayudas manteniendo la boca cerrada, Taylor — escupió de mala gana terminando de arreglarse para caminar a la puerta de la habitación — Trata de no decir algo más en frente de Alice mientras que no estoy, te lo suplico.


— ... Si quieres me quedo aquí encerrado — dije de mala gana mientras me cruzaba de brazos y miraba a otro lado, él se me acercó para abrazarme desde atrás y besar mi hombro sutilmente.


— Si te digo que te quedes encerrado no lo harás — murmuró mientras me mantenía pegado a su cuerpo — Solo trata de no provocarla Taylor, suficiente fue que le hayas gritado hace poco a Colette.


— Esa perra se lo merecía — bufé tratando de zafarme del agarre de Robert — Vete ya, te están esperando — murmuré caminando hacía la cama, odiaba que otra vez, estábamos al borde de una discusión, ¿porqué me extrañaba? él mismo me dijo que cuando su familia llegara todo se iba a complicar, el porqué yo igual actuaba como un bastardo berrinchudo, solo me dejaba claro que las palabras de Alice no estaban tan erradas.


— Espérame despierto, quiero hablar contigo al volver.


— ¿Me vas a regañar? — dije sentándome al borde de la cama de brazos cruzados, él me miró con molestia mientras un leve tic en su ojo se empezaba a distinguir.


— Si quisiera regañarte lo estaría haciendo justo ahora — mencionó entre pesados suspiros — No quiero que suceda esto precisamente, Ty, que mi familia nos haga pelear, ¡¿qué no lo ves?! ¡esto es lo que ellos quieren!


— No, ellos quieren que seas feliz, y les preocupa que yo no te haga feliz — murmuré agachando la mirada.


— Ellos quieren que sea parte de su circo de "familia modelo con esposa e hijos", y yo no quiero ser eso.


— Pero sí quieres una esposa, e hijos — dije alzando la mirada, choqué de repente con ese par de joyas azules, me reconfortaba mucho verlas, pero me dolía notarlas algo apagadas por culpa del enojo y la frustración, "¿a medida que pasen los años, su brillo empezará a apagarse?" fue lo que pensé en ese instante, cómo odio que mi mente solo sepa avivar la llama de mis nervios y mi depresión.


— Te quiero a ti, pequeño idiota — comentó tomando mis mejillas de forma un poco brusca para hacerme verle con detenimiento — Eres todo lo que quiero y necesito, no dejes que ellos te laven el cerebro.


— ... ¿Realmente estás dispuesto a esto? — dudé, él me miró confundido cuando dije eso — Pelearte con tu familia por mí... no me parece justo.


— ¿No notas algo curioso de todo esto, Ty? — preguntó un poco más calmado mientras se arodillaba frente a mí — Está toda mi familia, mi hermano, mi hermana, mi padre... pero falta alguien, alguien muy importante para mí.


— ... ¿Tu madre?


— Exactamente, ¿no te parece extraño que, la mujer que ellos perjuran que se va a espantar cuando sepa esto, y que tal vez podría ser la única que me haga entrar en razón, aparentemente está ausente en todo esto? — incliné la cabeza observando algo confundido a mi novio — No es coincidencia, Taylor, ellos no la llamaron, es posible que ni siquiera esté al tanto de todo esto.


— ¿Qué? ¿y porqué no lo hicieron?


— Seguramente porque ellos saben bien, que si mi madre dice que nos dejen en paz, a ellos no les quedará de otra más que aceptar mi decisión y tragarse su veneno, por ello no me extraña que ella no esté presente; no me importa lo que ellos piensen, total, mis hermanos viven sus vidas sin tomarme a mí en cuenta, con quien más hablo es con Alice, pero ella nunca dejaría su vida tirada por mí, y mi padre ni se diga, es por eso que ellos no me interesan, y discutir con ellos no será algo eterno, nuestra madre les haría ver que se equivocan, y listo.


— ... ¿Y si tu madre dice que el equivocado eres tú? — murmuré temeroso mientras tomaba las mejillas de mi novio, él me sonrió más calmado para tomar mis mejillas también.


— Cuando te conozca, sé que ella sabrá entender porqué me enamoré de ti — dicho esto, empezó a besarme con ternura, besos a los que no pude evitar corresponder, eran tan tiernos, tan suaves, me llenaban de paz aún en esa tormenta tan espantosa que estábamos viviendo — Vé afuera y demuéstrales que Taylor Atwood no se deja intimidar por nadie.


— ¿Seguro que es buena idea?


— Lo es — me sonrió con calma para tomarme de las manos y levantarse junto a mí para avanzar hacía la puerta de la habitación, seguía nervioso por tener que encarar a todas esas personas, pero Robert me reconfortaba bastante con sus palabras y sus acciones.


Al salir de la habitación, todos voltearon hacía nosotros, las ganas de ocultarme en el pecho de Robert me dominaban, pero debía controlarme y hacerle frente a la situación, ser fuerte por él.


— Bien — habló el mayor mientras se levantaba del sofá y sacudía su traje cuidadosamente — Vámonos ya, George nos está esperando abajo.


— De acuerdo — dijo mi novio para voltear hacía mí y darme un dulce beso en la frente, beso que me hizo sentir un hermoso calor que me reconfortaba como nunca, ignorando totalmente los gestos que hacían las personas que nos estaban viendo — Siéntanse como en casa, ya saben dónde quedan las habitaciones, tomen las que gusten, volveremos más tarde.


— ¿Quieres que te espere? — pregunté en un tono de voz algo bajo y apagado, Robert me sonrió al oírme, seguramente le dió ternura el tono sumiso con el que hablaba.


— Si quieres duerme cielo, ya hablaremos mañana — me guiñó el ojo para apartarse de mí y caminar a las escaleras junto a su padre, quien no dejaba de mirarme de arriba a abajo, su mirada y la de las demás personas me hacía sentir muy incómodo, pero luchaba por aferrarme a las palabras de mi novio para ignorar toda la incomodidad.


En cuanto ellos se fueron, el silencio reinó en el lugar, eran las 06:15 de la tarde si mal no recuerdo, el día avanzó de forma muy lenta, toda una tortura para Robert y para mí.


— Muero de hambre — habló la mujer con reflejos en el cabello — ¿Qué dices si empezamos a preparar la cena, Colette?


— De acuerdo Molly — dijo la de cabello castaño mientras caminaba hacía la cocina con ella, la hermana de Robert se sentó en uno de los sofás mientras su esposo servía un par de copas de vino, yo no sabía si irme o quedarme con ellos, esconderme y mantenerme en mi cuarto como un ermitaño solo les daría la razón sobre lo que creían de mí, pero realmente no me sentía cómodo con ellos.


Finalmente opté por mejor acercarme a uno de los sofás y sentarme allí estilo indio con ellos, sonreí algo nervioso mientras Alice y su esposo me miraban, él me sonrió apenado mientras ella me detallaba de arriba a abajo con recelo.


— Espero que no vuelvan tan tarde — habló la mujer que se preparaba para cocinar junto con Colette.


— Jaj, ¿mi padre y mis hermanos? beberán hasta que se les acabe el whisky — escupió Alice de mala gana mientras recibía el trago que su esposo le ofrecía — Por suerte el bar de George no está tan lejos, podemos ir a buscarlos si se emborrachan, así como pasó en Madrid.


— Ni me recuerdes eso que me da migraña — dijo el sujeto rubio sentándose junto a ella, yo les escuchaba atentamente sin opinar en absoluto, lo menos que quería era llamar la atención de todos nuevamente.


— ¡Oye chico americano! — exclamó una voz algo aguda y puberta que llegaba de repente a la sala, voltee rápidamente, viendo al chico de cabello negro acercándose hacía mí con un celular en mano — ¿Me das la contraseña del wifi?


— C-Claro — murmuré tomando el celular y empezando a revisarlo, apenas llegué Robert me encargó administrar el wifi de la casa, por alguna razón, ser el más jóven le hacía creer que yo sabía algo de tecnología, ¿qué le hacía creer eso? Yo apenas y sabía conectar el wifi al celular — Listo — dije al terminar y devolverle su celular, era una máquina de último modelo, el que Robert me obsequió era mejor, pero igual me sorprendía que un chiquillo tuviera algo así.


— Gracias — dijo para echarse en el sofá junto a mí y subir los piés en la mesa de centro, cosa que me sorprendió bastante, sus tíos le miraron algo recelosos.


— Baja los pies de la mesa, ¡muchachito mal educado! — reclamó Alice.


— Tío Robert no está, y a Madonna no parece molestarle ¿verdad Madonna? — preguntó mirándome de reojo, yo le miré confundido en cuanto me dijo eso.


— ¿Madonna? ¿porqué me dices así?


— Porque eres Americano, es obvio — comentó de forma incrédula alzando los hombros — ¿No te molesta que ponga los pies en la mesa, verdad?


— Él no es el dueño de esta casa, William — exclamó Alice mirando al chico con severidad, era como ver a una versión femenina de mi novio, solo que sin su característico encanto sin igual.Miré a otro lado con semblante incómodo, el chico rodó sus ojos con molestia y bajó los pies de la mesa, me sentía rodeado de leones que aguardaban a mi más mínimo error o equivocación para desmenuzar mi carne y usarme de alimento, sé que suena exagerado pero ¿qué reunión familiar de ese tipo no llega a ser excesivamente dramática?


Repentinamente, el ruido de unos tacones subiendo las escaleras llenó el silencio que reinaba en aquella habitación, todos volteamos de golpe, topándonos con un par de hermosos ojos verdes que me aliviaba mucho ver, más que todo por el hecho de no estar totalmente solo con desconocidos y poder gozar de la compañía de una persona familiar.


— Vaya, esto está tan animado como el funeral de un bebé — dijo ácidamente aquella alta mujer de piel morena que entraba cargando un bolso entre sus manos, la hermana de Robert se puso de pie para ir hacía ella y besarle las mejillas suavemente.


— Ay Yelena querida, qué gusto me da verte — dijo ella — Cuánto tiempo sin vernos.


— Lo mismo digo Alice, ¿qué te trae por aquí? supe que tienes un desfile muy importante pronto, no creí que viajarías a Londres con eso encima.


— Circunstancias de peso mayor me hicieron venir, Yelena — me miró de reojo con desagrado, Yelena mostró una cara de fastidio al oírle — Me parece desleal de tu parte no haberme dicho nada.


— "¿Desleal?" querida soy amiga tuya y de Robert, pero Boby y yo somos mucho más íntimos, me rogó que no regara su vida íntima, ¿querías que faltara a mi palabra con él?


— ¡Dadas las circunstancias sí, Yelena! ¡¿qué no eres consciente de las estupideces que ha hecho mi hermano?


— Ay por favor querida, te saldrán arrugas si sigues haciendo tantos gestos de desagrado — dijo ella posando su dedo índice en la frente ajena para empezar a caminar por el salón, pude notar cómo Colette la veía con recelo y molestia, ¿a ella también la odiaba? — ¿Cómo has estado Sandro?


— Bien Yelena, es un gusto saludarte — dijo el sujeto rubio mientras veía cómo Yelena se sentaba en uno de los sofás y se cruzaba de piernas, mirándome fijamente con esa encantadora sonrisa suya.


— Tienes cara de no saber dónde estás ,Ty — me dijo mientras me dedicaba una cálida sonrisa, sonreí igualmente aún con la mirada agachada.


— ¡¿Cómo puedes tomar esto con tanta naturalidad?! — reclamó Alice mirando a Yelena con detenimiento, pero esta solo rodó sutilmente sus ojos cruzándose de brazos.


— Alice, se metió con un chico menor que él, ¡eso todo el mundo lo ha hecho alguna vez! ¡¿cuál es el terrible pecado que cometió tu hermano?! creí que no te importaba el hecho de que fuera bisexual.


— ¡Que sea un hombre no me...— gruñó sutilmente mientras tomaba aire y trataba de hablar más calmada, su esposo le hizo unos gestos para que tomara todo con calma, por alguna razón, me daba la impresión de que ella le temía más a Yelena que a Robert, quizás era porque Robert no se atrevía a hacerle mucho por ser su consentida hermana menor, cosa que obviamente no tenía validez con el genio implacable de Yelena — Que sea un hombre no me importa, y tú lo sabes bien.


— ¿Entonces por qué te molesta tanto? — dijo cínicamente mientras se levantaba del sofá y avanzaba hacía el sitio donde yo estaba sentado, para sacar un cigarrillo de su bolso junto a un encendedor y entregármelos — Will aquí vamos a fumar, ¿porqué no vas a jugar con tus hermanitos?


— Bueno tía Yel — murmuró el chico con desgane para levantarse e irse, se me hizo curioso que le dijera "tía" a Yelena, aunque considerando lo amigos que eran ella y los hermanos Dawson, no le di mucha importancia.


Ella se sentó a mi lado haciéndome señas para que encendiera el cigarrillo, yo como todo un chico torpe que acababa de aprender a fumar, puse dicho objeto en mi boca para usar el encendedor, tosí un poco al sentir cómo el humo cancerígeno entraba por mi garganta, pero la tensa mirada de la hermana de Robert fue suficiente para que me dijera a mí mismo "no seas marica" y decidiera tragarme ese humo, prefería atragantarme con él a provocar que todos fijaran su mirada en mí.


— ¿Enserio quieres que me quede tranquila? — preguntó de forma incrédula señalándome de reojo, Yelena rió cínicamente quitándome el cigarrillo para darle una gran calada a este mismo.— Robert ha salido con personas peores en el pasado, y a ti nunca te molestó.


— ¡Porque sabía que eran relaciones pasajeras, pero esto es diferente! — me alertó sentir cómo Yelena posaba su mano sobre mi rodilla y la palmeaba sutilmente, seguramente trataba de que me calmara o no me sintiera tan incómodo por el hecho de que hablaran tan mal de mí en mi propia cara, realmente era desagradable, sí, pero ya estaba horriblemente acostumbrado a que la gente me dijera muchas cosas ofensivas, crecí con una madre alcohólica, un padrastro agresivo y un padre de mierda, ¿y aún la gente dudaba qué tan sociópata podía llegar a ser? — Por favor Yelena, tú misma deberías darte cuenta de que esto está mal, es decir ¿qué clase de futuro puede tener Robert con un chico que ni siquiera trabaja?


— Giselle tampoco trabajaba — dijo Yelena cínicamente mientras me devolvía el cigarrillo — Giselle le hizo mucho daño a tu hermano, y tú seguías perjurando que era lo mejor para él, esta vez Robert se siente bien, y tú estás furiosa, empiezo a creer que te disgusta que Boby sea feliz.


— ¡¡¿Yelena cómo puedes decir algo así?!! — reclamó furiosa, hasta que su esposo se levantó para tomarla de los hombros y mirarla con calma, como si le dijera "cálmate" con la mirada. Alice soltó un pesado suspiro para pasar su mano por su frente — Me duele la cabeza, creo que me iré a recostar.


— ¿No piensas cenar, Alice? — preguntó la mujer con reflejos en el cabello.


— Coman sin mí — dicho esto, movió su mano en señal de saludo para Yelena, esta la miró algo fastidiada mientras empezaba a juguetear con uno de mis mechones.


— Tu esposa sufrirá un infarto sin razón — dijo Yelena mirando de reojo al sujeto rubio, quien suspiró pesadamente metiéndose ambas manos en los bolsillos.


— Se nota que está preocupada, pero siento que se está tomando muy a pecho esta situación.— Todos lo hacen — dijo la mujer en la cocina.


— No hablan en serio — dijo incrédula la chica de cabello castaño — ¡¿Cómo pueden decir eso?!


— Colette, ¿podrías ir a ver a mi hijos y verificar que estén bien? — dijo la mujer junto a ella, la chica soltó un pesado suspiro de frustración para caminar hacía las escaleras, no sin antes dedicarme una severa mirada de odio que me hizo voltear hacía otro lado con molestia.


— Bien ammm, ¿porqué no nos hablas un poco de ti, Taylor? — dijo el sujeto rubio sentándose de nuevo en el sofá, le miré curioso cuando dijo eso.


— ¿En verdad quieren hablar conmigo? — dudé temeroso entregándole el cigarrillo a Yelena.


— Se nota que Yelena te tiene afecto, de ser así, debe ser porque no eres una mala persona.


— ¿De qué parte de Estados Unidos eres? — preguntó la mujer con reflejos en el cabello.


— Detroit.


— Vaya, yo soy de Arizona, tengo hermanas que todavía viven ahí.


— ¿Enserio? — dije algo asombrado.


— Conocí a George en un viaje que hizo para allá, nos enamoramos al instante, me rogó que viniera a vivir con él, y yo lo dudé mucho, porque no quería dejar tirada a mi familia y mis estudios — un amargo sentimiento de ironía inundó mi paladar al pensar en la extraña coincidencia en la historia ajena — Pero al final logramos ponernos de acuerdo, vinimos a vivir juntos y... empezamos una bella familia.


— ... Me alegra que hayan podido lograrlo — murmuré apenado mientras sonreía de lado, sonrisa que ella y el sujeto rubio me devolvieron, mientras Yelena rodeaba mi cuello con su brazo y me apretaba un poco la mejilla.


— No te sientas mal Ty, sé que pronto todo esto logrará resolverse.


— Ojalá, por el bien y la tranquilidad de todos — murmuró el rubio suspirando sutilmente.


— Oigan, ¿y Catherine dónde está? Es raro no verla aquí.


— Se quedó en Cambridge, decidió esperar a viajar en la fecha que estipularon, solo John quiso apresurarse, obviamente lo hizo por la llamada de George — admitió rascándose la nuca.


— Esa noche George llegó muy estresado, al parecer a Robert no le cayó nada en gracia que lo cuestionaran sobre su vida — dijo Molly mientras continuaba preparando todo para cocinar.


— Fue una pelea muy fuerte — murmuré agachando la mirada — Aunque imagino que no es un misterio para ninguno de ustedes, Robert es... de carácter difícil.


— Dilo sin pena Ty, tu novio tiene el genio de un león — dijo Yelena rodando sus ojos cínicamente — Sobre todo cuando se trata de ti.


— No digas eso — dije apenado dando otra calada al cigarrillo, sintiendo cómo me quemaba la garganta.


— ¿Siendo tan jóven y ya fumas? — preguntó el sujeto rubio, yo asentí relamiéndome los labios.— Robert me enseñó, no llevo mucho tiempo fumando.


— Intenta no fumar frente a Alice o a John, eso solo empeorará el concepto que tienen de ti — dijo la mujer en la cocina, yo solté un pesado suspiro pasando mi mano por mi rostro.


— Empiezo a creer que sería mejor meterme bajo una piedra.


— Conociendo al clan Dawson, cualquiera huiría bajo una piedra — dijo Yelena de forma incrédula mientras rodaba sutilmente sus ojos — Son excesivamente conservadores.


— Dejé de fumar cuando empecé a vivir con George.


— Yo solía teñirme un poco el cabello, pero Alice rápidamente me dijo que eso no le agradaba — murmuró soltando una risa cínica, sus afirmaciones empezaron a hacer eco en mí, todos ellos hacían sacrificios por sus parejas, y en mi caso, era Robert el que siempre daba su brazo a torcer por mí, era un contraste que solo me hacía sentir peor de lo que ya hacía de por sí — Por eso me sorprendí mucho cuando Alice me contó que Robert era bisexual, no dudé que todos iban a poner el grito en el cielo.


— Pero ella lo tomó bien, ¿no? — pregunté algo curioso, escuchando una risa sutil de parte de Yelena.


— Ella le hace creer que sí, pero en el fondo estoy segura de que le disgusta que a su hermano le gusten los hombres.


— Alice no es un ogro, Yelena — murmuró aquel sujeto un tanto serio — Tuvo una crianza estricta, es normal que sea tan severa.


— Como digas querido — suspiró quitándome el cigarrillo para darle una calada a este mismo — ¿Y dónde está Robert, por cierto?


— Salió con George y John a un bar — dijo la mujer con reflejos en el cabello.


— Ay Molly cielo, te van a dejar sin licor en el bar ¿sabías?


— Creeme, ya me los estoy imaginando — admitió suspirando pesadamente.


Pasé mis manos por mi rostro, una terrible migraña empezaba a aquejarme, por lo que me levanté del sofá con cuidado para ver a las personas que me acompañaban.


— No me siento bien — dije con la voz algo apagada.


— ¿Porqué no vas y te recuestas un rato? — me dijo Yelena.


— ¿Segura? no quiero dejarlos solos, no sería correcto.


— Estaremos bien Ty, ve y descansa, seguramente ha sido un día largo para ti — insistió sonriéndome con ternura, correspondí dicha mirada para despedirme de todos y avanzar rumbo a la habitación en la que dormía con mi novio.


Al entrar, me quité dicho suéter y me dejé caer de lleno en la cama, las sábanas estaban impregnadas al olor de mi novio, eso me hizo sentir mucha paz y calmada en mi ser, a pesar de que mi mente era todo un festival de angustia y pensamientos obsesivos, "¿qué pasará mañana?" "¿de qué hablarán Robert y su padre?" todo eso me llenaba de angustia e impotencia, odiaba el hecho de no sentirme suficiente para mi pareja.


Tomé el teléfono para intentar enviarle un mensaje, pero parecían no llegarle, como si tuviera el celular apagado. Suspiré frustrado enviando algunos mensajes a Mónica para detallarle mi situación, a ella tampoco le llegaban los mensajes, pero con dejarlos para que los leyera después, me bastaba, al menos para desahogarme un poco de toda la carga emocional en mi pecho. 



Continuará


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- Gema


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