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63 - 'Nido'


— Debí imaginarlo — dijo él entre pesados suspiros, mirándome de arriba a abajo con decepción, odiaba esa mirada de decepción de su parte.


— Robert no es lo que tú crees, ¡Te lo juro!


— ¡¿Te atreves a jurarmelo?! ¡¡estás conmigo solo por mi dinero, eso me ha quedado claro ahora que vivimos juntos!!


— Robert por favor, te lo puedo explicar.


— Ahórrate tus explicaciones — dicho esto se dio vuelta y empezó a caminar lejos de mí — Empaca tus cosas y lárgate de mi casa, no quiero volver a verte.


Sentí un dolor horrible acentuarse en mi pecho, me dejé caer de rodillas al suelo abrazándome a mí mismo con fuerza, empecé a sentir mucho frío a mi alrededor, similar al frío que sentí cuando Robert me abandonó, lo miraba alejarse y desaparecer de golpe, y cómo de a poco mi pecho empezaba a latir de forma lenta, como si me estuviese muriendo.


Abrí de golpe mis ojos jadeando pesadamente, mi pecho latía con fuerza, y mis ojos se sentían cristalizados. Alcé un poco la mirada, notando que estaba envuelto en aquella manta rojiza en donde me hicieron el amor hasta la madrugada. Empecé a buscar con la mirada a Robert, sin encontrarlo por ningún lado, hasta que, la puerta del baño se abrió, y lo vi saliendo del mismo, tan elegante como siempre, con el cabello mojado y abrochándose una camisa blanca perfectamente planchada.


— Buenos días, cariño — me saludó sonriéndome calmadamente para ir hacía mí y darme un beso en la frente — Creí que dormirías hasta más tarde.


— Robert — susurré aún bastante abrumado por la imágen de mi sueño, él me miró un poco preocupado por mi obvia expresión de pesar y confusión.


— ¿Estás bien? ¿pasó algo? — preguntó tomándome de las mejillas, asentí tomando sus muñecas suavemente.


— Sí, solo... creo que tuve una pesadilla — admití mirándole apenado, él me tomó el cuello para volver a besarme suavemente la frente.


— Ya pasó, no te preocupes, solo fue un sueño.


— Lo sé, pero... se sintió tan real — murmuré mientras abrazaba el torso ajeno con fuerza, recordar ese frío y ese dolor en mi pecho, hacía que mi respiración se agitara horriblemente.


— Ty, amor, cálmate — dijo tomándome de los hombros para verme fijamente a los ojos de nuevo — Respira, aunque lo parecía, eso no fue real — tomó mi mano con ternura para besarla suavemente, haciéndome sonrojar ligeramente — Esto sí lo es.


Sonreí tímidamente para levantarme de la cama y besar con ternura los labios ajenos, amaba el calor que me brindaba el cuerpo de Robert, y volver a sentir al menos en sueños ese terrible frío que me dejó su abandono, me hacía atesorarlo muchísimo más.


— ¿Ya debes irte? — murmuré obsevándole con temor y pesadez.


— Así es, la reunión empezará en una hora, debo llegar con tiempo para hablar con Greene y con Yelena.


— Mh... — miré a otro lado sujetando todavía los brazos ajenos, Robert me miró dudoso cuando hice esto — No me agrada la idea de quedarme solo hoy.


— ¿Y eso porqué?


— No lo sé, no me siento bien — susurré mirando a otro lado, me apenaba admitir que era por culpa de la ansiedad que crecía en mi ser, producto de la conversación de esa chica castaña y de mi sueño anterior, sin contar que, me preocupaba quedarme solo con esa muchacha tan impertinente que admitió abiertamente odiarme, temía atreverme a mandarla al demonio, o alguna otra locura de las que yo sabía perfectamente, que era capaz — ¿Crees que pueda acompañarte a tu oficina hoy?


— Taylor... — me miró con pesadez y un poco de frustración.


— ¡Sé que estarás ocupado hoy, pero puedo quedarme esperando en el recibidor o en otro sitio mientras tú terminas tu reunión!


— No sé a qué hora vaya a terminar la reunión, no quiero tenerte esperándome en el lobby todo el día Taylor, además, si alguno de los socios te ven—


— ¿Te mirarán feo al saber que sales conmigo? — mi sangre se heló al ver la mirada de molestia e incredulidad que mi novio me dedicó.


— Si mis socios te ven, hermoso chico idiota e inseguro — dijo mientras carraspeaba de forma algo tosca — Y se enteran de que eres un Atwood, las cosas se pondrán muy incómodas, porque no dejarán de cuestionarme porqué si no quiero saber nada de tu padre, estoy acompañado por el hijo de él.


— Ah, bueno... ese es un buen punto — admití sonriendo de forma un poco apenada — Pero igual quiero ir contigo Robert, me aburriré mucho aquí solo.


— Date cuenta de que probablemente no volvamos sino hasta la tarde — amenazó mirándome con seriedad.


— Esperaré el tiempo que deba esperar — dije sonriendo tímidamente, él miró a los lados de forma pensativa, para después soltar un ligero gruñido de frustración y verme a los ojos.
— ¡Tú ganas! pero solo por hoy, Ty; no puedo llevarte conmigo siempre.


— Con ir hoy me conformo — dije alegremente para besar la mejilla de mi novio suavemente — Gracias amor.


— Bueno bueno, vé y dúchate rápido, debemos irnos ya, te compraré algo para comer en el camino.


— ¡No tardo nada! — afirmé yendo de inmediato a ducharme, quitándome ese suéter gris para meterme a la ducha de golpe, a parte del alivio que me causaba no tener que quedarme solo con la chica castaña que me odiaba, me emocionaba un poco conocer el sitio de trabajo de mi novio, cada detalle en la vida de Robert se me hacía fascinante, obviamente su trabajo iba a serlo igualmente.



-



Luego de ducharme, salimos de casa tomados de la mano, la chica castaña lavaba ropa o algo así, porque no la vimos al salir, hecho que me hizo empezar mi mañana de mejor forma.


Subimos al auto y fuimos rumbo al edificio donde Robert trabajaba, tardamos 20 minutos para llegar en el auto, ya que dicho edificio quedaba en una parte bastante céntrica, donde la gente transitaba agetreada sin detenerse si quiera para saludar al de al lado, Londres era una ciudad fría, no solo en términos climáticos.


— Demónios — bufó él mientras bajábamos de su auto y caminábamos al interior del lugar.


— ¿Pasa algo? — dudé mirándole atentamente mientras daba una mordida al pan que Robert me compró en el camino, un bollo relleno de crema dulce y espolvoreado de azúcar, demasiado bueno para rechazarlo.


— ¿Ves el auto gris de allá? — dijo señalándome un auto no muy lejos del lugar donde estábamos — Es el auto de Samuel Greene, fue el primer socio de mi padre, y es el socio más importante de la empresa, lo ha sido desde sus cimientos.


— Vaya, suena a que es muy importante.


— Lo es, Ty; si él decide que apoyarme en mi decisión es una buena opción, tendré al resto de la directiva obligada a ceder también, si dice que no, pues... estaré en aprietos — dijo sonriéndome de una forma un poco nerviosa, me sorprendió ver a Robert así, y el agarre de mi mano era una muestra de que esa dichosa reunión era más seria de lo que creí.


Entramos finalmente al edificio, era mucho más espacioso que el de Detroit, había mucha gente transitando, todos saludaban a Robert cuando lo veían llegar, él les saludó con aquella galantería tan típica de él, no obstante, lo notaba inquieto, eso me quebraba el alma.


— Buen día señor Dawson — dijo una chica pelirroja de anteojos y pechos grandes que tecleaba en una computadora de aquel recibidor — El señor Greene y la señorita Wilson ya llegaron, están arriba esperándolo.


— Gracias por la información Sophia — dijo Robert mientras se acercaba al escritorio de ella — ¿Y los demás?


— Aún no llegan, Vincent llamó para avisar que estaba en camino, pero tuvo que pasar a buscar unos papeles.


— ¿Qué tipo de papeles?


— No estoy segura — Robert gruñó con molestia al oírle, le miré preocupado tragando en seco, temía que dicha reunión provocase que mi novio sufriera un infarto o algo así.


— Bien, solo... terminemos con esto — dijo suspirando pesadamente, estuvo a punto de irse, hasta que volvió a ver a la chica chasqueando sus dedos sutilmente — Ah Sophia, casi lo olvido, él es Taylor Atwood, es mi pareja — me sonrojé totalmente al oírle decir eso, la chica me miró asombrada al escuchar las palabras de su jefe — Digo esto para que cuando lo veas por aquí le des acceso a mi oficina y le des cualquier cosa que necesite.


— Seguro señor Dawson — ella me miró amablemente con una cálida sonrisa en sus labios — Es un placer conocerlo, señor Atwood.


— Solo dime "Ty" es más simple y casual — dije sonriendo tímidamente.


— Debo irme ya, vamos Ty — dijo él para jalarme del brazo hacía un ascensor cerca de nosotros — Te llevaré a mi oficina para luego irme a la sala de juntas.


— Bien — asentí mientras entrábamos al ascensor. Di una mordida a mi postre sintiendo mi piel erizarse por el horrible silencio que hubo entre nosotros, aunque mi novio lo rompió en cuestión de segundos.


— Carajo — bufó aflojando un poco su corbata verde — ¿Cómo me veo, luzco muy tenso?


— Solo trata de sonreír más — dije dando otra mordida a mi bocadillo, Robert hizo lo que le pedí, para acto seguido, tomarme de la barbilla y pasar su dedo pulgar por mis labios.


— Dame un beso de buena suerte, mi vida, lo voy a necesitar — dicho esto, se acercó a mí para besarme de forma hambrienta, correspondí tratando de no soltar el bizcocho entre mis manos, aunque era difícil, sobre todo al querer sujetar a Robert con fuerza y no soltarlo.


Se apartó de mí para tomar aire, relamiéndose los labios de una forma tan malditamente lasciva que me hicieron desear arrancarle el pantalón ahí mismo, pero antes de que pudiera hacer algo, la puerta del ascensor se abrió, y pude distinguir una cara conocida paseando por el pasillo.


— Veo que madrugaste — dijo Robert mientras tomaba mi mano y salíamos juntos del ascensor para caminar hacía la dama de piel morena que estaba parada en el pasillo con semblante serio y receloso.


— Vaya Boby, ¿no lo dejas ni siquiera para venir a trabajar? — preguntó arqueando sutilmente la ceja al verme.


— ¿Y dejar a mi pareja solo en casa? ni loco — mencionó rodeando mi cuello con su brazo, yo agaché tímidamente la mirada volviendo a morder mi postre.


— ¿Qué te ha parecido Inglaterra, Taylor? — preguntó ella mirándome de forma menos hostil, yo la miré atentamente relamiendo el azúcar en mi labio.


— Bellísima, este lugar es espectacular — ella sonrió calmadamente para luego ver a Robert y empezar a hacerle preguntas de negocios, me sentí un poco aliviado al ver que ella ya no me miraba con odio, pero igual trataba de no llamar la atención o de tentar mi suerte.


— ¿Has visto las estupideces que está diciendo Vincent? — dijo ella — Me tiene harta ese infeliz, te dije que nos iba a traer problemas.


— Relájate Yel, enfoquémonos en no perder a Greene, lo que diga Vincent no es importante mientras no logre influenciar a Greene también.


— ¿Escuchaste que Greene planea dejar a su hijo a cargo de sus negocios ahora?


— Es obvio Yel, ese hombre es igual de viejo que mi padre, no es extraño que ya desee retirarse.


— Pero su hijo no tiene tu edad, creo que si tiene 29 es mucho — dijo ella haciendo algunos gestos incrédulos — A mí me da mala espina que deje a un chico tan inexperto como nuestro socio mayoritario, un error suyo podría desestabilizar todo y lo sabes — mi sangre se heló al escuchar aquello, Robert rodó sus ojos con cinismo, aunque noté un leve gesto con sus dedos que denotaba inquietud, fue muy sutil, y me sorprendió bastante haberme percatado de ello.


— Un problema a la vez, Yel, ya veremos qué hacer con su hijo, lo principal es que Dona no haga alguna tontería.


— "¿Dona?" — pregunté mirándoles con curiosidad, Robert me sonrió calmadamente al oírme.


— Así le decimos a nuestro socio, porque se llama Vincent Doughnut.


— Aunque cae más pesado que un kilo de pan viejo — dijo Yelena con recelo para sacar un cigarrillo junto a un encendedor de su bolso para hacer lo propio con ellos.


— Él es el más interesado en que nos asociemos con tu padre.


— Jaj, pues debe ser un perfecto imbécil — dije de mala gana mientras daba otra mordida a mi comida.


— Lo es, tesoro; un perfecto imbécil con complejo de señor, ni Robert se da las ínfulas que se da ese tipo, queriendo mandar siempre en patrimonio ajeno — bufó ella rodando sus ojos cínicamente, Robert la miró con severidad al oírle — Lo lamento cariño, pero no planeo fingir que esa plaguita me cae bien.


— Mejor trágate tu veneno y vamos ya a la sala de reuniones, Greene nos debe estar esperando — Robert volteó a verme para tomarme de la mano nuevamente — Vamos, te llevaré a mi oficina cielo.


— Vale — asentí dejando que él me guiara a su oficina, Yelena avanzó hacía una sala que quedaba al final de aquel largo pasillo, asumí que ese era el sitio donde iba a tener su reunión.


Al entrar a la oficina de Robert, abrí mis ojos totalmente asombrado por lo espectacular que era esta misma; un ventanal enorme como en Detroit, un largo escritorio de roble, varias fotos y cuadros en las paredes, y una mesa de licor pegada a la pared, entre otras cosas.


— Bien amor, espérame aquí ¿sí? — murmuró besandome la frente con ternura — En mi escritorio está el número que debes marcar en caso de que quieras llamar a Sophia para pedirle algo, hay licor por si quieres beber, solo no te excedas mucho, ¿de acuerdo?


— Tranquilo, estaré bien — murmuré tomándole de la mejilla para besarle suave y tímidamente — Vete ya, no hagas esperar a tu gente.


— Te amo.


— Y yo a ti — dicho esto, él se apartó de mí para caminar a la puerta y salir de la oficina, dejándome solo en aquel lugar impregnado de su esencia, de cierta forma, me gustaba estar en el lugar de trabajo de mi novio, me preocupaba romper o tomar algo que no debiera, pero de resto, era hermoso estar ahí.


Me senté en su escritorio sonriendo de forma tímida, mirando las fotografías que este tenía en el mismo, una foto era de él junto a un hombre muy parecido a él, y una mujer un poco robusta de corto cabello rubio, yo ya sabía que ellos eran sus padres, pero igual era tierno ver una foto de Robert con ellos, aunque en el fondo, me aterraba pensar en la reacción que esas personas podrían tener al conocerme, y mayor era mi inseguridad al pensar que podían ser capaces de alejar a Robert de mí, tal y como dijo Colette.


Vi otra foto de Robert junto a Yelena, ambos mucho más jóvenes, en lo que parecía ser un bar; me sonrojé bastante al ver la versión veinteañera del señor Dawson, lucía tan galante, tan apasionado, sus ojos deslumbraban una lujuria por la vida casi tan intensa como la que tenía su versión de treinta y cinco, me fue imposible no tomar dicha foto y pegarla a mi pecho, mientras sonreía sonrojado y me mordía levemente el labio inferior, maldiciendo no haber podido nacer mucho antes, para conocer a mi novio en su etapa de juventud, pero como yo mismo me dije, las cosas suceden por algo, tal vez de habernos conocido antes, Robert y yo no nos habríamos enamorado, ni estuviéramos juntos.


Me alertó sentir mi celular vibrando en mi pantalón, ¿quién podría ser? eran las 07:15 de la mañana en un viernes, dudaba mucho que fuera una llamada de Detroit, allá eran las dos de la mañana, ¿y quién iba a llamarme a esa hora? rápidamente mi duda se resolvió apenas vi el identificador y contesté dicha llamada.


— ¿Mónica? — dije algo dubitativo.


— ¡Ty! ¡holaa! ¿cómo has estado?


— ¿Mónica qué carajo haces despierta? ¡allá son las dos de la mañana!


— Puse la alarma para poder llamarte — fruncí receloso el ceño al oírla, no me tragaba esa mentira, mucho menos al oír un extraño tono de voz en ella, mucho más entusiasta y alegre de lo habitual, y dado que yo ya conocía las carreteras de la vida adulta, no dudé en preguntar.


— Estabas teniendo sexo, ¿verdad?


— ¡¿Cómo me preguntas eso, Taylor?!


— Mónica sé reconocer la voz de alguien que acaba de follar, o en nuestro caso que acaba de ser follada, no te hagas la santa conmigo — me dió la razón oír cómo ella empezaba a reír ligeramente.


— Me quedé con Spencer hoy — murmuró en un tono de voz suave y coqueto.


— ¿Enseriooo?¡no me digaaas! — dije en tono incrédulo y algo burlón.


— ¿Crees que hice mal? — preguntó con voz un tanto nerviosa, reconocía bien esa voz, me fue imposible no sentir un horrible deja vu al oírla.


— ¿Él te gusta?


— ¡Me encanta! es tan tierno, me trata tan bien, y es increíblemente apasionado.


— Entonces solo goza del momento y no pienses tanto, conozco a un imbécil que por pensar de más siempre acaba jodiendo su vida. Eso sí, cuídate ¿de acuerdo? no quiero enterarme que te dejaste embarazar o contagiar algo raro.


— Por supuesto que me cuido — dijo ella calmadamente — Me invitó a quedarme a ver una película, tomé mi celular un momento y al ver que estabas en línea me fue imposible no llamarte Ty.


— Aww, ¿dejas de coger por hablar conmigo? ay Moni, eres una amiga tan leal — dije entre sutiles risas.


— Cuéntame, ¿cómo has estado? ¿qué tal la vida de pareja?


— Increíble — dije recostándome en la silla giratoria del escritorio — Amo todo, Mónica; esta ciudad es bellísima, Robert se desvive por llenarme de atenciones, es un encanto.


— Me alegra muchísimo escuchar eso, Ty — dijo ella calmadamente.


— Aunque claro, han habido algunas cosas que... no me dejan disfrutar la experiencia por completo.


—¿Tú y Robert tienen problemas? — preguntó ella un tanto preocupada.


— No no, nosotros estamos bien, el problema es... que él tiene a una chica que trabaja en su casa limpiando y haciendo el quehacer, y la cuestión es que la chica me detesta.


— ¿Te detesta?


— Así es, me mira con asco cada que puede, intenta envenenarme con sal, y claramente me dijo que Robert me dejará al darse cuenta de que yo solo soy un prostituto oportunista que lo buscó por dinero, y que si Robert no se da cuenta, sus padres harán que lo haga.


— ¿Qué? ¿cómo que sus padres? ¡¿ya conociste a la familia de Robert?!


— No, pero están a punto de venir de visita, y esa es otra cosa que me tiene muy nervioso, me dijo que su familia es muy severa, sobre todo su hermana, para ella nadie es digno de salir con su hermano, ¡imagina la cara que pondrán cuando me vean!


— Ay Taylor, no es para tanto.


— ¡Mónica, Robert tiene un sobrino que es seis años menor que yo!


— Bueno, dicho así suena muy perturbador — dijo ella en un tono un tanto dudoso — Pero estás pensando de más las cosas, está bien que te preocupes Ty, pero como siempre estás exagerando de más las cosas.


— ¡¡Mónica, la tipa prácticamente me amenazó y perjuró que la familia de Robert barrerá el piso conmigo!! ¡¿qué carajo quieres, que actúe como si nada?!


—¿Y Robert qué dijo cuando le dijiste? — sentí mi piel erizarse en cuanto ella me dijo eso.


— Ehh... sobre eso... no he querido hablarle al respecto.


— ¿Qué? ¿y eso porqué?


— Es que — chasquee la lengua algo frustrado — Él está muy estresado, Mónica, está consciente de que su familia lo sermoneará y criticará cuando sepan que vive con otro hombre, ¡que ni siquiera es un hombre, porque apenas y tiene 21 años! — gruñí pasando mi mano por mi rostro — Y ni hablemos de los problemas en la empresa, te juro que jamás creí ver a Robert tan ansioso como lo ha estado estos dos días.


— ¿Enserio? — dijo ella abrumada.


— Así es — Solo por eso he intentado no mortificarlo con mis típicos "dramas inseguros", solo trato de ignorar lo que esa chica me dice, aunque me ha costado, sobre todo porque Robert se ha dado cuenta de que algo me pasa.


— ¡Si él se dio cuenta entonces díselo Ty! él sabe que algo malo te pasa, ten la confianza de decírselo abiertamente, no es bueno empezar la vida de pareja tragándote lo que sientes.


— Ya lo sé, solo... esperaré a que Robert se calme un poco, verlo tan estresado me mata.


— Vale, pero díselo Ty, trata de hacerlo antes de que sus padres lleguen, así no creerá que justo quieres discutir cuando llegan sus padres, podría creer que les das la razón.


— ¿Cómo así? — dudé un tanto curioso.


— Escucha Ty, ellos creen que tú eres un cazafortunas al que no le interesa en absoluto, su hijo, ¿qué crees que piensen cuando lleguen, y apenas le digan a Robert lo que sienten, tú empiezas a decir tus inquietudes? — un escalofrío recorrió mi cuerpo al darme cuenta de que, lo que Mónica decía tenía lógica, y mucha.


— Maldición, tienes razón — dije levantándome del asiento para caminar hacía ese enorme ventanal y ver el cielo nublado de Londres — No había pensado en eso.


— Por eso te lo digo Ty, habla con él antes de que lleguen sus padres.


— Sí, lo haré apenas acabe su reunión, el pobre estaba muy nervioso por esta maldita reunión.


— ¿Tiene problemas financieros?


— Necesita un socio americano para mejorar la exportación a dicho país, y no encuentra a alguien que encaje con el perfil que buscan, mi padre era la mejor opción, y él no quiere nada con mi padre, menos después de todo lo que pasó antes de irnos.


— Entendible a más no poder — dijo ella.


— Pero sus socios están encaprichados con la empresa Atwood, y quieren que Robert vuelva a negociar un acuerdo con el viejo.


— Dios Ty, ¿y si a la final accede, y debes volver a ver a tu padre, qué es lo que vas a hacer?


— No lo sé, y eso realmente me tiene angustiado, pero Robert insiste en que no dejará que eso ocurra, así que trato de estar tranquilo por él.


— Vaya, a ustedes les está lloviendo sobre mojado.


— Y que lo digas, lo bueno es que como pareja, no hemos tenido ningún inconveniente, mejor no podríamos encajar el uno con el otro — dije embobado mientras me acercaba a un sofá alargado para recostarme en este mismo mientras sonreía coquetamente.


— Alguien suena muy feliz ¿eh?


— No eres la única que ha tenido buen sexo — admití riendo y mordiéndome levemente el labio inferior — Si te dijera, Mónica, ¡Robert es un huracán de pasión! apenas y me suelta en la mañana.


— Uy, con una vida así hasta yo estaría feliz — murmuró coquetamente entre risas — Me alegro mucho por ti, Taylor, mereces toda la paz y tranquilidad del mundo.


— Gracias Mónica, amaría tanto que estés aquí, todo en esta ciudad es hermoso.


— Ya me lo imagino — dijo ella soltando un suave bostezo que me hizo sonreír de la ternura.


— Estás cansada ¿verdad?


— Solo un poco, pero eso no importa.


— Moni, vete a dormir, el sexo cansa, sobre todo si es sexo brusco y continuo.


— ¿Cómo sabes que fue sexo brusco y continuo?


— Si no lo fuera no estarías tan risueña — ella nuevamente volvió a darme la razón con una suave carcajada a la que no dudé en corresponder — Vé a dormir, linda, hablamos más tarde.


— ¿Seguro? es que a veces me avergüenza llamarte porque asumo que estás ocupado haciendo algo con Robert.


— Ay no seas tonta, tú llámame sin pena, si estoy haciendo algo te avisaré, pero de resto te dejo llamarme, ¡no sabes lo mucho que te extraño!


— Aww, yo también te extraño mucho, Ty — murmuró ella con voz somnolienta — Está bien, te llamaré más tarde.


— Gracias, y mejor cuelga ya, no quiero que Spencer piense mal al oírte hablando con un tipo a las dos de la mañana.


— Está aquí al lado mío escuchando cómo admitiste estar teniendo sexo como una coneja en celo — mis mejillas enrojecieron totalmente al oírla decir eso, y peor fue mi nerviosismo al escuchar una voz masculina igual de cansada y somnolienta.


— Hola Taylor.


— Hola Spenceer — dije sonriendo apenado — ¿Cuánto escuchaste?


— No mucho, estaba en el baño, acabo de llegar — murmuró bostezando — Es un placer conocerte, Mónica siempre habla de ti.


— Aw, igualmente. Y cuida mucho de mi amiga ¿sí? se ve cochina pero en el fondo es un venadito indefenso.


— ¿Venadito? el venadito me dejó seco.


— ¡¡Cállate!! — dijo ella repentinamente, sacándome varias carcajadas al escuchar cómo agitaban el celular.


— Bueno tienes razón, es un venadito a veces, pero otras es una leona adicta al sexo.


— ¿Lo dice el señor que me envió un mensaje diciendo " Ya llegué, perdón por no avisarte, es que Robert no quiere dejar de coger"? — dijo ella cínicamente, sacándome varias risas nuevamente.


— ¿Qué querías, que te mintiera? — sonreí nuevamente al oír a mi amiga reír — Bueno, los dejo, necesitan dormir.


— Adiós Ty, cuídate. Te llamo más tarde ¿sí?


— Sí, adiós Moni, ¡Adiós Spence! — dicho esto, colgué el teléfono y lo guardé en mi bolsillo, mirando el techo de aquella oficina, disfrutando del aroma de la colonia de mi novio junto con el ligero aroma a tabaco y licor, era como si dicho lugar fuera el "nido" del señor Dawson, su lugar seguro donde nadie entraba a perturbarlo, y ahí estaba yo, su pareja, inundando el espacio personal de él con mi aroma, suena muy peculiar, pero la idea me excitaba bastante.
Repentinamente, una idiotez cruzó por mi mente, y cuando digo que fue una estupidez, es porque realmente lo fue, de las cosas más locas que se me ocurrió hacer. 



Continuará


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- Gema


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