48 - 'Perfecto'
— Ustedes son unos cretinos — dije en cuanto Robert me bajó para disponerme a sentarme de nuevo en la mesa a seguir comiendo mi pastel, él y Mónica empezaron a reír nuevamente.
— Lo lamento Ty, iba a cancelarlo pero Robert dijo que deberíamos dejarte para que disfrutes un poco.
— Corrección, disfrutar nosotros mientras tú no sabes dónde meter la cara de la vergüenza — dijo Robert con esa malicia que ya era tan común en él, le miré con molestia para seguir comiendo mi pastel ignorando las palabras ajenas — Vamos amor, fue divertido — mencionó él mientras se sentaba de nuevo a mi lado, y Mónica se sentaba frente a nosotros.
— Para ti, no para mí.
— ¿Enserio? se veía que lo estabas disfrutando — mencionó en un tono de falsa inocencia que erizó mi piel.
— En absoluto — negué, sintiendo mis mejillas arder al recordar esa imágen que creó mi mente, en la que Robert era quien se desnudaba para mí, admito que eso sí me gustaba bastante.
— Oye Ty, olvidé decirte, me topé con tu hermana hoy en el centro, no dejaba de preguntarme por ti — dijo Mónica mientras daba un sorbo a su trago, rodé mis ojos con fastidio al oírle.
— Dah, ella solo quiere resolver el chisme de todo lo que le dije la última vez que hablamos, es mejor ignorarla.
— Mónica me dijo que la acompañaste a comprarse ropa para seducirme, ¿es eso cierto? — voltee a verlo frunciendo confundido el ceño.
— ¿Cuánto han hablado ustedes dos a mis espaldas? — pregunté de forma incrédula.
— Solo lo necesario, Robert quería percatarse de que no hiciste alguna tontería mientras él se fue.
— Y vaya que hiciste muchas, pero honestamente creí que harías algo peor.
— ¿Cómo qué? ¿saltar de un edificio? — bromeé.
— También, pero ya te imaginaba viviendo bajo un puente por haber discutido fuertemente con tu padre, también te imaginaba yendo a una de las oficinas de mi empresa a romper cosas y exigirle a alguien que me llamara.
— ¿Por quién carajo me tomas, por un maldito sociópata? — dije de mala gana haciéndome el ofendido — Habría roto algunas cosas, pero no iba a exigir que te llamaran, yo mismo lo habría hecho.
— Ya lo imagino — dijo él de forma juguetona mientras me miraba con detenimiento.
— Deja de verme así — le dije entre risas — Incomodas a Mónica.
— A ella no le importa, ¿es así Mónica, o en verdad te incomoda que sea demasiado meloso con Ty?
— Por mí no se preocupen — dijo ella sonriendo — Me alegra mucho que ambos estén juntos otra vez, y realmente verlos es tierno, porque ambos hacen una pareja muy bonita.
— ¿En verdad? pues con tu permiso querida — dijo él para tomarme de las mejillas y darme un hambriento beso, al que intenté resistirme, pero luego de un rato no pude evitar sucumbir ante los sensuales besos del señor Dawson.
Me aparté de dicho beso mientras mi rostro ardía de la vergüenza, Mónica nos miraba con ternura, pero aunque ella dijo que no le desagradaba, a mí me avergonzaba ponerme muy "atrevido" en frente de ella.
— ¿Qué opinan si jugamos un juego? — preguntó Robert con una sonrisa coqueta, le miré confuso al oírle.
— ¿Qué juego? — pregunté.
— Con Yelena siempre juego a algo llamado "yo jamás", se trata de que, yo debo decir algo, y si ustedes lo han hecho, deben dar un trago a su bebida, el primero en acabarse el vaso pierde y debemos imponerle una penitencia, ¿qué opinan? — la temática de ese juego me daba mala espina, sobre todo por la evidente cara de malicia que Dawson puso al hablarnos de él.
— Yo me apunto — dijo Mónica alzando su copa, pobre tonta, yo aprendí desde el principio a tener cuidado con las tretas del señor Dawson.
— Qué mas da — dije alzando los hombros y tomando mi copa igualmente — ¿Quién empieza?
— Que lo haga el cumpleañero — dijo Robert.
— Bien, ehh... — me quedé un rato pensando en qué decir — Amm, yo jamás me he besado con una mujer — en cuanto dije esto, Robert dio un sorbo a su trago, de una forma tan elegante que mis mejillas se ruborizaron, aunque me alertó ver cómo Mónica daba un sorbo a su trago igual — ¡¿Qué?! — dije entre risas de asombro.
— Fue en la fiesta de una amiga, es muy vergonzoso hablar de eso — dijo ella apenada tapándose la cara con una mano, yo no pude evitar reírme al oírle.
— Sigues tú, querida — dijo Robert.
— Muy bien, yo jamás he tenido sexo en un lugar público — maldije para mis adentros en cuanto ella dijo eso, tanto Robert como yo bebimos de nuestras copas al oírla, es irónico que bebiéramos al mismo tiempo ya que ambos lo hicimos en un lugar público, creo que no hace falta que les recuerde de qué momento estoy hablando — Caramba — respondió ella alzando las cejas con asombro.
— Las playas de Detroit esconden muchos secretos — dije suspirando sutilmente.
— Bien, me toca — dijo Robert pensativo, me preocupaba lo que pudiera decir — Veamos, yo jamás me embriagué en un bar con mi mejor amiga a tal punto de quedar actuando como un par de borrachos locos.
— ¡Oye eso no se vale! — reclamé con molestia mientras Mónica empezaba a reír avergonzada, para tomar su copa y dar un gran sorbo a esta misma.
— Todo se vale jugando esto — dijo Robert alzando sus hombros con malicia.
— Jaj, bien. ¡Yo jamás toqué y manosee a mi novio frente a un montón de universitarias pervertidas! — él sonrió con falsa inocencia alzando sus hombros para dar un gran sorbo a su trago, Mónica me miró confundida cuando dije eso — Después te cuento.
— Bien, emm... yo jamás he ido a un concierto y desperté al día siguiente sin ropa — dijo ella en un tono algo dudoso, obviamente ya no sabía qué responder, sin embargo, nuevamente me sorprendí de ver al señor Dawson beber.
— ¡¿Qué?!
— Concierto de Scorpions, fui con Yelena, tenía 22 años, desperté desnudo y solo en un cuarto de hotel, Yelena estaba en el cuarto de al lado con una rubia y uno de los de seguridad.
— Dios, este juego me está asustando — dije mientras suspiraba pesadamente y miraba a otro lado.
— Yo jamás le he rogado a mi novio que me lo siguiera haciendo aunque evidentemente mi cuerpo ya no puede más — dijo Robert sonriendo con malicia, le miré frustrado mientras un gran rubor inundaba mis mejillas.
— Te odio — murmuré dando un gran sorbo a mi trago, Mónica me miraba algo tímida y divertida — Yo jamás he ido a un concierto de Scorpions — ella empezó a reír mientras veíamos a Robert chasquear la lengua y dar un gran sorbo a su bebida.
— Eres un cretino — murmuró él mientras reía sutilmente, yo le lancé un beso al aire cuando dijo eso.
— Uy, esta es buena — dijo Mónica — Yo jamás he vomitado el pantalón de alguien por la borrachera.
— ¡¿Mónica tú también?! — reclamé con molestia mirándola fijamente, ella y Robert empezaron a reír a carcajadas, me preocupó ver cómo mi copa empezaba a quedarse vacía.
— A mí jamás me han robado un beso — murmuró Robert alzando los hombros, yo le miré con molestia arqueando una ceja.
— ¿Me quieren ver borracho, verdad? — dije mientras daba un gran sorbo a mi copa — Agh maldita sea. Bien, jugaré su jueguito, yo jamás organicé un stripper para alguien a sus espaldas y me reí de él mientras se lo hacían.
— Auch, eso duele — dijo Mónica mientras ella y Robert bebían al mismo tiempo.
— Ni eso te va a salvar y lo sabes — dijo el señor Dawson.
— ¿Quieres apostar?
— Yo jamás le he dicho a mi novio que iba a dormir para luego irme a beber con mi mejor amiga — dijo Mónica mirándome con falsa inocencia.
— ¡"Ex mejor amiga", perra! — escupí de mala gana para dar otro sorbo a mi trago, ya solo me quedaba un sorbo más de licor, y era el turno de Robert, era una confabulación de ambos en mi contra, par de cretinos.
— Yo jamás he hecho un alboroto en un hotel con mis gemidos — en cuanto dijo eso, lo patee debajo de la mesa para beber el último trago de licor que me quedaba, dejando la copa sobre la mesa y alzando mis manos, empezaba a sentirme mareado.
— ¡¡Bien imbéciles, ganaron, pueden jugar con su payasito cuanto gusten!!
— Ay no te enfades Ty — dijo Mónica haciendo un leve puchero — No es nuestra culpa que seas el más lokito de los tres.
— ¡¡¿Soy más lokito que el anciano que despertó desnudo en un cuarto de hotel?!! — reclamé señalando a Robert, quien empezó a reír para acercarse hacía mí y empezar a lamerme el cuello.
— Será un castigo suave, lo prometo — susurró en mi oído con voz sensual, haciéndome echar la cabeza hacía atrás, ya estaba perdido por el líbido, y el alcohol siempre me volvía más perra de lo que ya era, y el muy imbécil se aprovechaba de eso — ¿Ves esa tarima con un monitor? — dijo él señalando con su dedo índice — Hay karaoke libre.
— Y muchas canciones de Luis Miguel disponibles — dijo Mónica sonriendo coquetamente.
— ¡Ah no! — me negué — ¡Váyanse a la mierda, no voy a hacerles caso par de perros hijos de— mis reclamos se interrumpieron en cuanto yo me levanté y empecé a caminar hacía ese lugar, ya estaba ebrio, obviamente mi lado idiota estaba saliendo a flote.
Caminé hacía la tarima para subirme a esta con cuidado, había un sujeto guiando el karaoke, en cuanto me vió me preguntó qué iba a cantar.
— Vengo a cantar algo del rey Miguel, a ver cuáles tienes — dije empezando a leer la lista de canciones — Ah, esta — señalé con mi dedo la canción que quería, el sujeto me dió el micrófono para bajar de la tarima, yo sonreí embobado por el licor, viendo hacía el par de cretinos que me orillaron a hacer eso — Esta canción se la dedico al inglés de ojos azules que está por allá — dije señalando al lugar donde estaba Robert, la gente hizo gestos de ternura cuando dije eso — Eres un cretino — dije con la lengua algo trabada, él empezó a reír para luego guiñarme el ojo.
La música empezó a correr de repente, "El Reloj" fue la canción que elegí, realmente esa canción tenía un significado muy fuerte para mí, la letra daba justo en el clavo, la forma en que se relataba sobre un amor que tenía las horas contadas, y cuyo romance solo podía perdurar durante una última noche, me recordaba bastante al momento en el que Robert y yo estuvimos en la playa juntos, gozando de la calma antes de la tormenta, por ello aunque ya estaba algo mareado por el alcohol, en verdad canté esa canción con el corazón, y realmente no me considero un buen cantante, pero la forma en que Robert me sonreía con cariño y encanto, me hizo darme cuenta de que no lo estaba haciendo tan mal.
Era raro tener que decir "ella" mientras cantaba, puesto que era a un hombre al que le dedicaba esa canción, pero la letra va de esa forma, y era muy bella para cambiarla, por lo que solo seguí cantando de igual forma, igual parecía que a Robert no le molestaba, ya que él entendía muy bien el mensaje de mi canción.
"Deten el tiempo" era la frase de la letra que más rebotaba en mi mente, pese a que estaba haciendo el ridículo en cierta forma, esa noche era demasiado bella, y no quería que acabara nunca, porque aún tenía miedo del mañana, de que Robert volviera a irse, solo quería gozar del presente, e ignorar el aterrador mañana, pero era muy difícil, considerando que él aún tenía asuntos que resolver en su ciudad natal, de igual forma, no quería perderlo, así que sentía que debía dejar que Robert hiciera las cosas a su manera, eso evidentemente implicaba dejarlo que me llevara consigo a ese misterioso país de clima frío y hombres tan apasionados como el verano.
En cuanto terminé de cantar, sonreí algo apenado, la gente empezó a aplaudirme, cosa que me hizo pensar que al menos no lo hice tan mal.
— ¡Gracias! — dije alzando los brazos — ¡Que viva Luis Miguel carajo! — grité, logrando que la gente gritara también, pude ver como Robert se aproximaba al escenario, seguramente a bajarme antes de que hiciera o dijera algo estúpido — ¡Amo a ese hombre demonios! ¡y a este de aquí también! — dije señalando al recién llegado, quien me quitó el micrófono y se lo entregó al chico del karaoke para cargarme sobre su hombro y bajarme de la tarima — ¡¡Gracias Detroit, te quiero!! — grité mientras Robert me guiaba al lugar donde Mónica nos esperaba, tenía una caja de cartón entre sus manos, donde al parecer llevaba las sobras del pastel, parece que ya nos íbamos.
— ¿Ya nos vamos? — pregunté mientras Robert me bajaba y me sujetaba con cuidado.
— Sí cariño, ya es tarde.
— Ayy — me quejé haciendo un leve puchero.
— Tranquilo, la fiesta no ha terminado aún — dijo Mónica mientras me guiñaba el ojo, la miré confundido para luego ver a Robert, quien me sonrió de forma coqueta alzando sus hombros.
— ¿Ahora qué planean? — pregunté en tono amenazante.
— Nada corazón — dijo Robert para tomarme de las caderas y empezar a caminar juntos hacía la salida de aquel club, el cual seguía bastante animado y concurrido a pesar de haber pasado ya las doce.
-
El alcohol me tenía algo atontado, pero pude ver cómo llegábamos a casa de Mónica, ella se bajó del mismo para asomarse por la ventanilla y besarme la frente suavemente.
— ¿Ya te vas? — pregunté con pesar.
— Lo siento Ty, amaría quedarme, pero mañana tengo examen — dijo ella sonriendo con pena — Dime una cosa, ¿te pudiste divertir?
— ¿Divertirme? fue el mejor cumpleaños de mi vida, y se los debo a ambos.
— Dale gracias a Robert, si hubiéramos estado solos seguro no la pasas tan bien.
— No digas eso tonta — dije pellizcándole sutilmente la mejilla — Te llamo mañana entonces.
— Sí, tú ve y disfruta de lo que queda de tu cumpleaños, ¿de acuerdo? — dijo ella sonriendo de forma coqueta, sonrisa que me confundió bastante — Adiós Robert.
— Adiós Moni, gracias por venir.
— Los veo mañana — dicho esto, ella se apartó del auto y caminó hacía la puerta de su hogar.
En cuanto Robert empezó a conducir, voltee a verlo con confusión y algo de recelo.
— ¿Me quieres quitar a mi mejor amiga? — pregunté arqueando una ceja, él me miró divertido.
— ¿De qué hablas amorcito?
— ¡Tú ya tienes a Yelena, Mónica es mi mejor amiga! — dije cruzándome de brazos haciendo un leve puchero, él empezó a reír al oírme.
— Vaya que eres un caso cariño — dijo él para estirar la mano y encender el reproductor de música, dejando de inmediato que una suave canción de Luis Miguel nos envolviera en un aura aún más romántica de lo que ya era de por sí — Me gustó mucho tu presentación.
— ¿En verdad? seguro canté muy feo — dije apenado escuchando la letra de esa canción, era la misma que tanto me recordaba mi romance con Robert, que antes me deprimía, pero ahora se me hacía muy sexy.
— Para nada, o bueno, al menos para mí, eso fue muy bello — dijo él volteando a verme de reojo, sonreí con ternura en cuanto él me dijo eso.
— ¿Ahora qué haremos, dormir? — pregunté con pesar, como un niño haciendo un puchero, él empezó a reír sutilmente, negando con la cabeza.
— ¿Cuándo te has ido a dormir temprano al quedarte conmigo? — preguntó en un tono de voz que me erizó la piel por lo sensual que fue, mi miembro empezó a latir sutilmente, ¿realmente creen que es chiste cuando digo que el alcohol me pone caliente? mil cosas pasaban por mi mente, en todas Robert me follaba como un animal en la cama de su habitación.
Sonreí con emoción mientras veía el camino, moría por llegar ya al hotel, el camino se me hacía eterno, hasta que finalmente vi la entrada de ese bello palacio donde siempre me quitaban lo puro, y me volvían una perra en celo.
— ¡Voy subiendo! — dije en cuanto Robert estacionó y apagó el auto para bajarme casi corriendo del mismo, él copió mi acción empezando a reír mientras me seguía.
— ¡Amor, cuidado! — me advirtió entre risas al verme avanzar rápidamente hacía el lobby, obviamente tomé las escaleras, no tenía paciencia suficiente para tomar el ascensor.
Apenas llegué al pasillo, avancé a la puerta de la habitación, esperando a que Robert llegara, ya que yo aún no tenía llave de la misma. En cuanto él llegó, se paró frente a mí sonriendo con ternura.
— Eres un pequeño puerco, ¿lo sabías?
— Sí lo soy — dije para besarle la boca con deseo — Abre ya, por favor — le rogué acariciando sus mejillas, él me mordió levemente el labio para apartarse y disponerse a quitarle el cerrojo a la puerta, apenas la vi abierta, entré de golpe a la habitación, aunque mi corazón casi se detuvo al ver la habitación decorada y llena de globos azules y serpentina plateada, varios pétalos de rosa adornaban la cama, y una caja algo grande reposaba en medio de la misma.
— Sorpresa — susurró el señor Dawson en mi oído, voltee a verlo totalmente abrumado, mis ojos se cristalizaron de golpe, era demasiado hermoso para ser cierto.
— ¿Y-Y esto? — pregunté mirando a Robert con atención.
— Mi regalo — dijo él para tomar mis manos y besarlas con dulzura, y acto seguido, me guió a la cama para tomar esa enorme caja negra y ponerla en mis manos — Ábrelo.
— Robert — gimotee totalmente nervioso, no tenía idea de qué era, pero seguramente no era algo barato.
Me senté en la cama para poner la caja sobre mis piernas, rompí la envoltura azul, para después retirar la tapa de cartón, lo siguiente que vi, fueron varias cosas acomodadas con cuidado; una caja de un celular último modelo pegada a la esquina, un álbum edición limitada de Luis Miguel, un traje azul marino al fondo de la caja, unos audífonos inalámbricos nuevos, pero lo que me derritió el corazón, fue ver un marco bellísimo con una foto de Robert y mía, me dio ternura ver que yo estaba dormido en ella, acurrucado en el pecho de Robert mientras él sonreía con cara de cansancio, seguramente fue de la primera mañana que pasamos juntos en la playa; en la foto había algo escrito, reconocí perfectamente la letra de quien era, "lamento haber llegado tarde a tu vida, pero prometo que no volveré a dejarte solo" decía, esa frase me hizo sentir tantas cosas que me fue imposible no llorar como un imbécil.
— Robert... — gimotee tomando esa foto y abrazándola con fuerza, él me miró con ternura para sentarse a mi lado y tomar mi mejilla suavemente.
— ¿Te gustó tu regalo?
— Es hermoso — dije entre lágrimas para ver ese par de bellas gemas azules, que brillaban como nunca.
— Faltó uno que no viste — murmuró suavemente para meterse la mano en el bolsillo, sacando de este un anillo plateado un poco grueso, con varias piedras azules puestas de forma que parecía que eran un ramo de rosas azules; un jadeo salió de mis labios al verlo — Sé que es un poco raro que un hombre le regale un anillo a otro, pero... apenas lo vi, sentía que esta prenda debía ser para ti.
— Robert...
— De la misma forma en la que sentí apenas te vi, que tú debías estar conmigo, y viceversa — susurró con esa voz tan suave y tierna, mirándome a los ojos con atención — Me gustaría que este anillo fuera una promesa, Ty, una promesa de que pase lo que pase, estaremos juntos, y no volveremos a hacernos daño el uno al otro como lo hicimos hace poco — tomó mi mano para poner ese anillo en mi dedo anular, quedaba perfecto, como si hubiera sido hecho para mí, tal y como Robert decía — Seguimos siendo un par de extraños, Taylor, dos amantes que encajaron apenas sus caminos se cruzaron, aún no me explico como en tan poco tiempo ambos nos volvimos tan dependientes el uno del otro, pero solo sé una cosa, que sin importar lo que pase, quiero quedarme contigo, Taylor, solo si tú me lo permites; acéptame, por favor.
Su dulce voz era una caricia para el alma, me era imposible no sentir un gran amor hacía él en ese momento. Tomé sus mejillas para plantarle con cariñoso beso, mientras algunas lágrimas bajaban por mis mejillas.
— Eres todo lo que quiero en esta vida, Robert — susurré sonriéndole con ternura — Claro que te acepto, quiero quedarme contigo el resto de mi vida.
Dicho esto, ambos empezamos a besarnos con deseo, él acariciaba mi cuerpo con dulzura, pero poco a poco sus besos y arrebates se volvieron aún más lujuriosos, no les negaré, que eso me emocionó bastante.
— ¿Cómo te sientes? — preguntó mientras me mantenía apegado a su cuerpo, yo le miraba con deseo.
— Muy caliente — admití entre suspiros, él empezó a reír para morderme la mejilla.
— No Ty, me refiero a... ¿si aún te duele?
— Ya estoy bien — dije apartándome un poco para sonreírle coquetamente — Me enseñaste a aguantar el sexo brusco, me fue sencillo recuperarme.
— Qué bueno, porque enserio tengo unas ganas de follar tremendas — dijo sin un solo ápice de sutileza, como ya era costumbre en él.
— Yo también — dije para volver a besarlo de forma desesperada, él sujetaba mis caderas y me sentaba en su regazo para apretar mis glúteos con fuerza.
Seguimos revolcando nuestras lenguas hasta que Robert me recostó en la cama con cuidado, empezando a quitarme la ropa y repartir besos por mi cuerpo, erizando totalmente mi piel de lo caliente que me sentía.
— Por favor no te contengas — le rogué abriendo las piernas cuando finalmente me desnudó por completo, y él se disponía a desnudarse también.
— Dios Taylor, estás actuando como toda una puta — escupió de forma tosca, era raro oír a Robert decirme así, pero por alguna razón, eso me excitaba bastante.
Ver al señor Dawson desnudo me hizo perder la razón, empecé a tocarme mientras lo miraba, su miembro duro y grande esperando para entrar en mí, vaya que lo quería todo dentro.
— Hey — quitó mi mano de mi miembro rápidamente — No te di permiso de hacer eso.
— Perdón, estoy algo impaciente — me excusé mirando con deseo a Robert, él me sonrió para separar mis piernas y sin más, penetrarme de golpe, sacándome un fuerte gemido de dolor y placer — ¡¡Aggh, a-ay Diosito!!
— ¿Mejor? — preguntó agachándose para pegar su frente con la mía. Asentí rápidamente para aferrarme a su espalda — Iré lento.
— De acuerdo — susurré sintiendo cómo Robert se movía con cuidado de no dañarme, era muy sofocante, porque ya yo estaba acostumbrado al Robert salvaje que me devoraba como un animal, el Robert tierno era un encanto, pero extrañaba a mi semental.
— ¿Te gusta? — preguntó en mi oído — Te noto rígido.
— E-Es que... q-quiero más fuerte — dije en su oído con algo de pena — Me gusta más el tú habitual, ese que me folla como animal, que no me pregunta, solo me coge y ya.
— ¿Y quién dijo que no iba a serlo? solo soy paciente porque quería verificar que estabas bien, y ya veo que no te duele, así que— una fuerte estocada me hizo estremecerme, sintiendo cómo Robert apretaba mis piernas y empezaba a moverse con más fuerza.
— ¡¡¡Aghh, ay sí, Robert, D-Dios mío!!! — grité sacando la lengua.
— Mgh, Taylor — gimió mi nombre separando más mis piernas — Estás tan estrecho, Dios, ¿hace cuánto que no te cogía?
— ¡¡Ahh, n-no pares por favor!! — grité clavando mis uñas en la espalda ajena, mientras Robert empezaba a morderme el cuello como loco, ese momento era increíble, pasión condensada con amor y cariño, porque ya no sentía que éramos dos amantes jugando a ser lujuriosos, ya no me sentía como un chico tonto que jugaba a ser facilote con un hombre que le doblaba la edad, sentía que éramos un par de enamorados locos el uno por el otro, que se amaban a pesar de todas sus diferencias y dificultades, eso era increíblemente bello, y perfecto.
Continuará
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- Gema
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