37 - 'Culpa'
— Llegamos — dijo de mala gana aquel taxista mientras me miraba por el retrovisor, me quedé un rato viendo a la nada mientras las lágrimas seguían bajando por mi rostro, ya no tenía fuerzas ni siquiera para detenerlas — ¡Llegamos! — repitió de forma tosca, asentí al segundo llamado, solo porque no quería que me siguiera viendo llorar.
Tomé uno de los billetes que Robert me dio y se lo entregué a ese odioso hombre para bajarme de su auto, me dejó frente a un pequeño suburbio de casas rústicas donde se supone que vivía mi dichoso profesor, ¿quién diría que la mañana que el día anterior creí que sería hermosa, acabaría siendo la peor de mi vida?
Avancé hacía la puerta con desgane y nulas ganas de ver clases ese día, la cabeza me dolía como nunca, mi cuerpo estaba demasiado débil, y ni hablemos de mi estado emocional, rezaba porque un autobús me atropellara y acabara con mi sufrimiento; sé que yo me lo busqué, sé que todo fue mi culpa, y sé que yo orillé a Robert a actuar de esa forma, todo eso lo sé, era por eso que me dolía tanto, porque yo me conocía, sabía que lo iba a arruinar, odiaba tanto tener la razón.
Al llegar a la puerta, toqué esta misma un par de veces, limpié de nuevo mi cara, seguramente estaba hinchada de tanto que estaba llorando, vaya forma de empezar tus clases particulares.
— ¡Un segundo! — escuché detrás de la puerta, el sol me daba en la espalda, era cálido, pero ni eso lograba reconfortarme, el único calor que quería sentir en mi cuerpo estaba arreglando sus cosas para irse, y yo ya no podía hacer nada, solo llorar y maldecir mi propia existencia inútil.
Al abrir la puerta, pude ver a un sujeto de cabello rojizo, un poco castaño, de ojos cafés y algunas pecas en su rostro, se veía mayor, no tanto para ser un anciano, diría que tenía la misma edad de Robert.
— Hola, tú debes ser Taylor Atwood — dijo él de forma amigable, lo notaba algo abrumado, seguramente era por ver mi rostro hinchado y mi expresión apagada y desganada.
— Así es — murmuré sutilmente mientras asentía, no quería ni esforzarme por alzar la mirada.
— Es un placer conocerte, soy el profesor Conrad — dijo estirando su mano hacía mí en señal de saludo, algo dudoso la tomé, no me sentía bien en ningún sentido posible, mi habilidad social era obvio que descendería al mínimo.
— Igualmente — murmuré mientras acomodaba mi mochila sobre mi hombro — ¿Me presta su baño por favor?
— Claro — dijo algo confundido para guiarme al interior de su hogar, era una casa pequeña, muchos libros adornaban la mesa, junto con una pequeña figura de un caballo tallado en madera, era todo muy bonito, he de admitir.
Me guió hasta una puerta no muy lejos del salón, entré cerrando la puerta con llave, me miré al espejo con los ojos entrecerrados, lucía horrible, mi cabello estaba revuelto, mi rostro hinchado, mis ojos enrojecidos, maldije tanto el nombre de ese inglés, pero también maldije el mío, mil veces más que el de Robert, porque él no tenía la culpa de nada, más que de haber logrado que yo me enamorara de él, el verdadero villano de nuestra historia era yo, el cobarde que no se animó a marcharse, ¿porqué? ¿una madre que olvidaba siempre que yo existía? ¿un hermano que apenas y me reconocía? ¿una universidad en la que yo no encajaba por más que me esforzaba? luchaba por entender porqué, y solo sentía miedo, confusión, frustración, emociones tan amargas que mi alma se sentía pesada, y mi corazón dolía terriblemente durante cada palpitar.
Lavé mi cara con agua y jabón, tratando de aligerar la hinchazón, suspiraba pesadamente mientras me repetía mentalmente "cálmate, cálmate" eran palabras vacías, porque mientras más lo repetía más quería enloquecer, gritar, sollozar; volví a verme al espejo, no me reconocía, era como ver una mancha en la pared, me daba asco, ¿cómo lloraba por algo que yo mismo me busqué, por algo que yo mismo predije, y algo que obviamente estaba consciente de que tarde o temprano iba a pasar? el señor Dawson tenía razón, era un manipulador, por más que sintiera que me engañaban, yo era el que jugaba con la gente, mi relación con Robert giraba entorno a mí, no a él, incluso durante el sexo, siempre fui el maldito protagonista, comprendía bien lo que Robert sentía, y ello dolía aún más.
Suspiré pesadamente para sacudir mis manos y salir del baño, no podía pasar el día encerrado viéndome al espejo, y honestamente, no quería hacerlo, siempre me odié, odié mi aspecto, mi personalidad, me era imposible no desear matarme luego de haber arruinado lo único bonito que me pasó en la vida, y ver mi propio reflejo, solo avivaba esa llama en mi pecho de querer causarme dolor físico, el más denso y horrible, lo merecía.
— Ah, llegaste — dijo el profesor al verme llegar al salón con él, me indicó que me sentara en un sofá frente a él, y como un zombie sin alma, hice lo que me pidió, agradezco que ese docente no fuera un loco o algo así, si hubiera querido hacerme algo, violarme, torturarme, matarme, lo que sea, se lo habría permitido gracias a lo desganado que me sentía — ¿Me permites tus apuntes para saber hasta qué punto te quedaste?
— Claro — respondí rebuscando en mi mochila, saqué una libreta de color verde y empecé a ojearla, mi corazón se detuvo cuando entre las páginas de la misma, vi una nota que reconocía perfectamente, fue la nota que el señor Dawson me dejó la mañana que amanecimos juntos en casa del viejo, esa nota que tanto aceleraba mi corazón, y justo en ese momento, casi me hizo infartarme.
Tomé dicho trozo de papel rápidamente, antes de si quiera leer lo que decía, sabía muy bien lo que decía, pero leerlo me afectaría más; entregué la libreta al profesor para guardar el papel en mi mochila, sin si quiera alzar la mirada, no me gustaba que me vieran llorar, y era justo lo que estaba por hacer.
— Gracias — murmuró el profesor en voz algo confundida, no lo culpo, le tocó atenderme en el que era probablemente el peor día de mi vida... o bueno, lo fue en ese momento — Mh, vas algo atrasado, ¿vas a cumplir dos años, no es así?
— Sí — respondí alzando un poco la mirada.
— Bueno, empecemos por aquí entonces — dijo para cerrar la libreta y tomar uno de los libros que tenía cerca, empezó a dictarme cosas sobre anatomía básica, yo solo asentía sin prestar mucha atención, no tenía cabeza para nada, cada palabra me hacía pensar en Robert, su anatomía, la fuerza con la que me cargaba, lo hermoso de su cuerpo, lo bello de sus ojos, era tan doloroso que todo me recordara a él, y no me dejara concentrarme en mi carrera.
-
— Bien, creo que con eso es suficiente por hoy — dijo aquel docente mientras veía la hora en su reloj de muñeca, asentí mientras cerraba mi libreta y me disponía a guardarla, aunque fue muy poco lo que puse atención en su clase — ¿Tienes alguna duda?
— No por ahora — respondí guardando mis cosas, aquel docente suspiró sutilmente inclinando un poco la cabeza.
— No eres muy conversador ¿verdad? — preguntó sonriendo amablemente.
— Perdóneme, tengo migraña — respondí mientras miraba a aquel docente con atención, él arqueó una ceja mientras volvía a sonreír con calma.
— Mh, Hugo me dijo que discutiste con Candace, me advirtió que podías ser un alumno difícil, pero no he visto nada de eso en ti todavía, ¿se habrá equivocado, o yo te juzgo de forma precipitada?
— Juzga usted mal, con todo respeto — comenté mientras terminaba de guardar mis cosas — Tengo más clases, ¿puedo irme ya?
— Desde luego — dijo él mientras se levantaba del sofá, yo hice lo mismo mientras acomodaba mi mochila sobre mi hombro, el profesor me extendió su mano nuevamente, por lo que la estreché observando atentamente sus ojos oscuros — Mañana continuaremos con la lección, por favor repasa las páginas que marqué en tu libro.
— Lo haré — dije mientras caminaba con él a la puerta.
— Si necesitas ayuda para estudiar, puedes venir cuando gustes.
— De acuerdo — respondí con desgane mientras caminaba hacía la puerta, me detuve un momento para ver de reojo al profesor, él me miró curioso cuando hice eso — Señor Conrad.
— ¿Sí hijo?
— ... ¿Cree que valga la pena? — dudé, me sentía abrumado, sin rumbo, por lo que empecé a cuestionarme muchas cosas, el mayor sueño de mi vida principalmente.
— ¿Qué cosa?
— Esta carrera — volteé a verlo — Todo esto, la señorita Mcallister dijo que yo no tenía madera para la medicina, ¿cree usted, que valga la pena aferrarme entonces a un sueño imposible? — pude notar que aquel hombre estaba muy confundido por mis palabras, no lo culpaba, ¿cuántas veces recibías a un chiquillo tonto llorando a tu casa y empezaba a preguntar cosas como si no supiera qué hacer con su vida?
— Bueno... la verdad, te mentiría si digo que esta carrera es sencilla, muchos renuncian a mitad de ella porque se sienten abrumados por lo exigente que puede llegar a ser, absorbe tu vida por completo — explicaba metiéndose ambas manos en los bolsillos y mirándome con atención — Pero, es una carrera que, si sabes soportarla, es maravillosa.
— ¿Usted es doctor?
— Me gradué, efectivamente, daba clases en Londres no hace mucho, pero tuve que venir porque mi madre enfermó gravemente y estuve cuidando de ella — un raro sentimiento llegó a mi pecho, otro hombre londinense en mi vida, la maldita ironía empezaba a hartarme — El punto es, que si realmente te apasiona, no deberías darte por vencido, sé que apenas te he dado una sola clase, pero Hugo dijo que eras un chico dedicado, que se compromete, y que está dispuesto a perseguir su sueño — suspiré sutilmente con cinismo cuando el profesor dijo "comprometido", "sí como no, tan comprometido que me dio miedo irme a Londres con mi novio" pensé, ignorando totalmente las palabras alentadoras de aquel docente, así de ensimismado estaba en mi situación con el señor Dawson, que poco o nada me importaba ahora mi carrera, ¿qué me estaba pasando?
— ... Comprendo — dije mientras extendía mi mano hacía él, la estrechó mirándome con amabilidad.
— Mañana a la misma hora.
— Aquí estaré — mentí, no estaba seguro de querer volver, no porque me desagradara el profesor, se me hacía un tanto similar a Mónica en su amabilidad e intento por animarme, solo no me sentía bien, sentía que no tenía sentido continuar con mi carrera, no tenía ni dinero ni paciencia, las palabras de Robert sobre no abandonar mis sueños rebotaban en mi mente, lamentaba romper otra de las promesas que le hice, pero no tenía fuerza alguna para seguir, vaya que era un hipócrita al quejarme por algo que yo mismo causé, todo lo malo que la gente dijo sobre mí alguna vez, sentía que era totalmente verdad.
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Me fui de aquel hogar, yendo rumbo a la universidad, me sentía muy tentado de ir al despacho de Robert, pero ¿para qué? ¿qué esperaba obtener, otra confrontación de la que no iba a sacar nada más aparte de más miseria y lágrimas? no, no era correcto, "no nos hagas esto más difícil" me pidió él, no valía la pena que siguiera jugando con él, no quería que siguiera pensando que lo manipulaba o que lo usaba, por más que mi pecho lo añorara, debía darle espacio.
Llegué a la universidad prácticamente arrastrando mis piés, no sé porqué fui, no me sentía concentrado, obviamente pasaría el día viendo a la nada, sin prestar atención alguna a las clases, siento que lo hice porque no quería ir a casa del viejo, y por más que quería un abrazo de mi madre, no quería mortificarla diciendo que el hombre que me advirtió que iba a abandonarme me abandonó, menos diciendo que fue por mi culpa que él se marchó.
Me senté en una de las bancas del campus, no sentía que fuera correcto entrar, podía romper en llanto en cualquier momento, y realmente no quería que los docentes y demás alumnos me vieran y se preocuparan, o ya de plano, hablaran a mis espaldas de lo patético que me veía.
Saqué mi celular y mis audífonos para ponerme estos últimos, empezando a escuchar esas canciones que hace mes y medio eran tan bellas, pero que ahora eran una maldita tortura para mí, hablándome de lo bello y horrible que era amar, y sí, definitvamente lo era.
Me senté abrazando mis propias piernas mientras miraba a las personas transitar, rápidamente recordé a la pareja de la biblioteca, pensando que, estuve muy cerca de tener un amor así de bonito, pero todo se cayó a pedazos por culpa de mi propio miedo, por culpa de mi propia estupidéz, y de mi evidente falta de empatía hacía lo que sienten lo demás, Teddy tenía razón, soy un maldito sociópata.
Repentinamente vi a un grupo de personas salir del edificio, entre ellos estaba una chica rubia con un suéter azul, quien lucía algo cabizbaja, seguramente le aquejaba un horrible dolor de cabeza al igual que a mí, causado por el alcohol, y no por problemas del corazón.
En cuanto ella me vió, alzó su mano en señal de saludo, copié su acción mientras sonreía con pesadez y dificultad, ella se acercó hacía mí arreglando su mochila sobre su hombro, la noté contenta, aunque su semblante se tornó algo preocupado cuando me vió de cerca.
— ¡Hola Ty! — me saludó sobándose al frente — Dios, dime por favor que no soy la única que tiene resaca.
— Me está matando — dije suspirando sutilmente y quitándome los audífonos.
— Qué alivio — dijo sentándose a mi lado — No lo tomas a mal, me alegra saber que no hice el ridículo sola.
— Descuida, no hiciste nada peor a lo que yo hice... en todo aspecto posible — susurré con algo de pesadez, ella me miró curiosa, pero al ver mi evidente expresión de malestar, se mostró preocupada.
— ¿Pasó algo? ¿porqué no estás en clases?
— Pues a decir verdad, sí pasó... pasó lo que tarde o temprano iba a pasar — admití alzando los hombros con pesadez — Lo arruiné, arruiné todo Mónica.
— Espera — vió la hora en su reloj de muñeca para tomar mi hombro — No tengo más clases, si quieres vámonos a otro lugar y me lo dices.
— No, enserio, seguro tienes algo mejor que hacer.
— Ty se nota que no estás bien, insisto — me miró con pena mientras me tomaba la mano, me fue imposible no ceder, sentía que si seguía callando moriría, al menos a ella quería decirle lo que me sucedía, porque nadie más iba a tomarse la molestia de preguntármelo, ella era la única que parecía interesarse por mis problemas emocionales, excluyendo obviamente, al hombre responsable de mi pesar.
-
Caminábamos por la acera mientras ella me miraba con pesar, nos acercábamos a un parque cercano, no al que fui co el señor Dawson, sino uno solitario que estaba cerca de la universidad; hacía ya varios minutos que Moni me había dicho que hablara, yo me quedé mirando a la nada mientras sonreía con pesadez, trataba de poner en orden mis ideas, sin empezar a llorar como un imbécil mientras relataba lo que ocurría.
Llegamos a unas banca algo caliente por el sol, me senté junto a ella subiendo mis piernas y abrazando estas mismas, mirando el cielo azul con cansancio, eran las 02:20 de la tarde, el sol era suave pero igual de caluroso, debido a ello no había mucha gente transitando.
— ¿Y bien? — preguntó observándome con pesadez, sonreí con ironía al pensar, que apenas anoche estaba eufórico y emocionado por la idea de tener novio, en menos de 16 horas había arruinado mi relación, era un nuevo record para mi persona.
— ... Ayer dije muchas cosas tontas por culpa del alcohol, una de ellas, fue decirle a Robert en su cara que no quería irme a Londres con él.
— Ay Taylor... — suspiró ella con pesar, yo luchaba por no derramar una lágrima, aunque empezaba a sentir cómo mi garganta se cerraba — S-Solo fue una tontería por el alcohol, sé que él lo va a entender.
— ... Se va mañana — murmuré mientras la volteaba a ver con tranquilidad, pude notar cómo ella se quedaba abrumada cuando dije eso — No dejaban de llamarlo de Inglaterra, necesitan que se vaya, él perdió mucho tiempo por mi culpa, le dije que lo mejor era que se fuera... no valía la pena que pusiera en riesgo la empresa de su familia por mi culpa. Él se enojó y... todo se acabó.
— Taylor... — susurró estirando su mano hacía mi hombro — S-Sé que es estúpido preguntar esto, pero... ¿cómo estás? — solté una ácida carcajada al oírle, hacía gestos incrédulos con mi rostro, pero no lograba pronunciar ni una sola palabra — Lo lamento tanto Ty.
— No tienes porqué — respondí arreglando un poco mi cabello — Es decir, no fue tu culpa, ni de él tampoco, toda la culpa es mía... yo soy el inútil que no pudo tomar una decisión seria, y también fui el maldito que jugó con Robert.
— No digas eso Taylor, ¿qué ganas con echarte la culpa de todo esto?
— Ponerme en el lugar de Robert, él me lo dijo, "ponte en mi lugar" y al hacerlo me doy cuenta, de que yo solo me dispuse a jugar con él, todo siempre se basó en mí, lo que yo quería, cuando yo lo quería — sonreí con dificultad mirando a Mónica de reojo — Creí que era modesto, pero siempre fui un imbécil que se aprovechó de la paciencia del señor Dawson, pues bien... ya recibí mi lección, todo se acabó.
— No te tortures de esa forma, Taylor.
— ¿Cómo esperas que no lo haga, Mónica? el simple hecho de que Robert me haya dejado me duele, me está matando, ¡pero es mi maldita culpa! — me quejé entre pesadas risas — Yo causé esto, sé que es idiota quejarme y llorar, pero merezco torturarme de esta forma, porque yo fui el responsable de que todo se acabara.
— No tiene que haber acabado aún.
— ¿En verdad crees que aún hay posibilidad de que él me perdone? — reí incrédulo mientras una lágrima bajaba por mi mejilla — No Mónica, no la hay, Robert me dejó muy claro que él sí tiene orgullo, ni loco volvería a meterse conmigo luego de todo lo que le hice. Solo me queda resignarme, afrontar que lo arruiné... y que nunca nadie volverá a amarme como lo hizo él, ni yo amaré a nadie como lo amo a él — un pesado suspiro salió de los labios de ella, mientras se acercaba hacía mí y me abrazaba con fuerza, abrazo al que correspondí como si fuera el último que iban a darme en mi vida, hundiendo mi cara en el hombro de ella, empezando a sollozar de forma sutil, mi pecho latía con fuerza de forma demasiado dolorosa, sabía muy bien que todo fue causado por mí, por mi indecisión, por mi estupidez, pero ni echarme toda la culpa aliviaba la horrible sensación dentro de mi ser.
Continuará
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- Gema
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