31 - 'Inconscientemente'
Las horas pasaron casi volando, bien dicen que cuando la pasas bien el tiempo vuela, muy claro me ha quedado que ese dicho es cierto en varios aspectos, toda mi relación con Robert es prueba fiel de ello.
Estaba acostado con Robert en el sofá de la sala, ambos sin alguna prenda que impidiera que nuestra piel desnuda se rozara, no imagino la cara que pondría el viejo al saber que en su "hermoso sofá suizo" el hombre con el que quería asociarse me hizo el amor como un animal, me divertía pensar en la cara de Marcela al verme desnudo sobre ese dichoso sofá, donde a veces me impedían incluso sentarme para no ensuciarlo, admito que se sentía bien jugar a hacer de las mías en su casa mientras ellos no estaban.
— Taylor — susurró Robert entre besos mientras me acariciaba las caderas.
— ¿Sí Robert? — respondí mientras dejaba que su lengua y sus labios exploraran mi boca de arriba a abajo.
— Eres un encanto.
— Solo la mitad del día — respondí entre suaves risas.
— ¿Y la otra mitad?
— Un dolor de cabeza.
— Mgh, no diré que sí, pero... sí — mordí con fuerza su hombro cuando él dijo eso, cosa que le hizo reír a carcajadas — ¡Jajaja ya perdón!
— Mh, ¿sabes? tú siempre me dejas marcas, y yo no te he dejado ni una — mencioné de forma coqueta para volver a morder el cuello ajeno, Robert acariciaba el mío mientras disfrutaba de mis mordidas.
— ¿Enserio? vaya, ¿te gusta la idea de marcarme como tuyo?
— Admito que, soy un poco celoso — proseguí con mis mordidas y chupetones, me encantaba oír a Robert gruñir de placer, era fantástico.
— ¿Qué no te preocupa que mañana vaya a la oficina con el cuello lleno de marcas?
— No me importa, quiero que sepan que tu pareja te las hizo, y así sabrán que tienes dueño.
— Vaya que eres un pillo — me jaló del cabello con fuerza para verme fijamente a los ojos — ¿No te da vergüenza?
— ¿Porqué habría de hacerlo? — me relamí los labios con malicia, él volvió a besarme para seguir acariciando mi cuerpo con dulzura y pasión.
— ¿Te gusta remarcar que soy tuyo?
— Por supuesto — dije mientras me colocaba sobre él — Eres hermoso, no quiero que algún oportunista en tu trabajo quiera seducirte.
— ¿Quién podría hacerlo? Trabajo con muchos ancianos que necesitan tres viagras para sentir algo ahí abajo.
— ¿Y tu secretaria rubia de pechos enormes?
— ¿Enserio Taylor, hasta de ella quieres celarme?
— Es bonita, si yo fuera hetero querría invitarla a salir.
— Jaj, ¿y me dices eso en la cara? — me sobresalté al sentir cómo Robert me empujaba para ponerse encima mío y levantar mi piernas.
— ¿Prefiere que mienta, señor Dawson? — dije con tono sensual mientras alzaba más la pierna, Robert no dudó dos segundos en empezar a embestirme con fuerza, sacándome ahogados gemidos de dolor y placer.
La atmósfera era peculiar, pasión ligada con picardía y algo de cinismo, pero bañada de un extraño romance, como si hacerlo en una casa que no era nuestra fuerza un potente afrodisíaco, la idea de hacerlo en el sofá de la casa donde tanto me humillaban, para mí era un poco peculiar, pero no me extrañaría que eso excitase bastante al señor Dawson, puesto que él siempre fue fanático de la venganza y del karma humano, se preguntarán de qué va todo eso, descuiden, ya les explicaré más adelante.
— ¡Ah, Robert! — un ahogado gemido salió de mis labios al sentir una lengua húmeda explorando uno de mis pezones, era una sensación desesperante, aún me incomodaba un poco, sobre todo porque cuando Robert lo hacía, yo me venía más rápido.
— Salgamos mañana — dijo mientras alzaba la cabeza y seguía con su vaivén.
— ¿Salir? — dudé mientras seguía gimiendo de forma lenta.
— Sí, donde sea, quiero pasar tiempo contigo Ty.
— Tengo clase mañana — dije arqueando un poco la espalda — ¡Ah! ¡ay sí!
— ¿Vas a venirte? — asentí mordiendo mi labio inferior con fuerza. Me agité al sentir cómo Robert me daba vuelta para seguir embistiéndome mientras me hablaba en mi hombro — Ambos tenemos qué hacer, pero eso no quita el hecho de que quiero pasar tiempo contigo.
— Ah, R-Robert — tomé el brazo ajeno para morder con fuerza su muñeca mientras empezaba a venirme, un agudo quejido de parte del señor Dawson me hizo sonreír con malicia.
— ¡Ay carajo! eso dolió — se quejó cuando por fin le solté.
— A mano — dije entre suaves jadeos mientras me acomodaba debajo suyo para sujetar su cuello y besarlo hambrienta mente — Mañana salgo a las cinco, ¿a qué hora sales tú? — No estoy seguro, tal vez salga temprano si no hay mucho que hacer.
— Mh, pues... creo que puedo salir un rato, pero tendré tarea, así que no puedo tardar mucho.
— Hecho — volvió a besarme con deseo mientras se volvía a acomodar para penetrarme.
— Ah, ¿otra vez?
— Sepa Dios cuando podremos volver a coger, debemos aprovechar — susurró mientras continuaba con sus feroces embestidas, sus ojos estaban dilatados, se mordía el labio inferior de forma que juraría que iba a sangrar, era tan hermoso ver a Robert en su faceta más lujuriosa.
Después de un par de horas más llenas de gemidos y orgasmos, ambos caímos exhaustos en el sofá, nos acurrucamos juntos mientras Robert repartía algunos besos en mi hombro con dulzura, me fue imposible no sentirme pleno en ese momento, y al mismo tiempo, sentir cómo el sueño me golpeaba tan de repente.
— Taylor — susurró en mi oído.
— ¿Mh?
— ... Te amo — mi cuerpo entero se erizó al oír aquello, fue tan hermoso, tan espontáneo, tan bello, empecé a temblar al no saber de qué forma responder, no quería arruinar el momento al no decir nada, pero... tampoco me sentía listo para usar dicha palabra, ya dije que empezaba a enamorarme, pero... tenía miedo de decirlo todavía.
Dicen que un gesto dice más que mil palabras, por lo que me di vuelta y tomé las mejillas de Robert para besarlo lentamente con ternura, estaba casi dormido, eso me ayudaba a desviar la atención del señor Dawson, aunque igual mi pecho latía con mucha fuerza a causa de los nervios.
-
No me di cuenta de cuando finalmente me dormí, ni de cuando Robert lo hizo, solo sé que ambos estábamos acurrucados en el sofá, aferrados el uno del otro, no me di cuenta de esto hasta que repentinamente noté cómo el cuerpo de Robert empezaba a moverse.
— ¿Adónde vas? — pregunté adormilado mientras sujetaba el brazo de él, no quería que se apartara aún.
— Voy por café — respondió mientras se levantaba del sofá, yo seguía aferrado a su brazo.
— Noo, ¿café a media noche?
— Ya son las seis, Ty.
— Quédate conmigo igual — rogué con tono adormilado mientras abría de a poco los ojos, Robert me sonrió para besar mi frente con dulzura.
— Tomaré un café y luego regreso, pero mejor vamos a tu cuarto ¿sí? así dormirás mejor.
— Bueno — asentí más dormido que despierto para levantarme del sofá y caminar rumbo a mi cuarto, pero me sorprendió sentir cómo me tomaban del brazo y me jalaban para besarme con dulzura.
— Te alcanzo en un minuto — susurró él mientras se apartaba un poco de mí y caminaba a la cocina, yo asentí para irme a mi cuarto, el sueño apenas y me dejaba darme cuenta de lo que pasaba a mi alrededor.
Llegué a mi cuarto y me dejé caer en la cama, poco a poco me fui quedando dormido de nuevo, a pesar de que el olor del café alertaba un poco mis sentidos, el cansancio de una noche entera haciendo el amor era mayor que mis ganas de ingerir cafeína.
-
Me sobresalté al oír el ruido de la puerta de mi habitación ser tocada con insistencia, volteé hacía un reloj en mi mesa de noche, 09:40 de la mañana, estaba totalmente abrumado por el sueño, lo primero que noté, fue la evidente ausencia de Robert en la habitación.
— Este vago seguro ya se fue — escuché la horrenda voz del viejo al otro lado de la puerta, mi piel se erizó al escucharlo, era el sonido que me indicaba que había vuelto al horrible infierno de mi vida.
Me levanté de la cama estirando mi cuerpo con pereza, ¿cómo había logrado dormir tanto? ¿dónde estaba Robert? ¿habrá limpiado antes de irse? todo eso revotaba por mi mente, mientras yo bostezaba y caminaba descalzo y sin ropa por mi cuarto.
Pude ver de repente una nota en la mesa de noche junto a mi cama, al tomarla, el aroma de la colonia de Robert me indicaba que fue él quien me la dejó, cosa que me dio mucha curiosidad y algo de preocupación.
"Lamento irme sin avisar, pero se me hizo tarde para trabajar, te veías muy cansado por lo que no te quise despertar. No te preocupes, ya limpié y arreglé todo para cuando tu padre llegue, escríbeme cuando despiertes. Me encantó pasar este fin de semana contigo, te adoro" dictaba la nota, firmada con una R y un corazón dibujado al final. Un leve jadeo salió de mis labios al leerla, fue tan dulce que mi corazón no pudo evitar agitarse al leerla.
Pegué dicha nota a mi pecho mientras sonreía con ternura y timidez, me sentía extrañamente emocionado, pasé todo el fin de semana con él, y aún así me ponía nervioso saber que vería al hombre al atardecer, dicho sentimiento en mi pecho me hacía sentir un poco tonto, pero me encantaba.
Dejé la nota en mi mesa de noche para ir al baño a ducharme, recién me percataba de que era tardísimo, debía darme prisa para ir a la universidad, rogaba porque no se me hiciera tan tarde para llegar al menos a mi segunda clase.
-
Luego de ducharme y de salir por la ventana de mi habitación, tomé un autobús y me fui rumbo a la universidad; llevaba puestos unos jeans y un suéter azul de cuello de tortuga, mi cuerpo estaba lleno de mordidas y chupones, no quería que eso se reflejara de forma tan descarada, aunque era obvio que el calor me haría sufrir.
Llegué a la universidad a tiempo para entrar a mi primera clase, todos en el aula esperaban sentados a que el profesor Paxton llegara, rápidamente fui hasta mi asiento, miraba de reojo a mis demás compañeros, lucían intranquilos, eso me hizo fruncir el ceño algo confundido.
— Taylor — me llamó la atención oír cómo me llamaban. Al voltear, pude ver a la chica estrella de la clase acercarse hacía mí, lucía confundida y preocupada, eso me dio mala espina.
— Hola Courtney, ¿sucede algo?
— ¿Supiste que la profesora Mcallister asumirá la materia del profesor Paxton?
— ¡¿Qué?! ¡¿y-y eso porqué?!
— Al parecer le ofrecieron un mejor puesto en otra escuela, y ahora la señorita Mcallister dictará dos carreras.
— No puedes estar hablando enserio — un pesado gruñido salió de mis labios al escuchar aquello, lo que ella decía era horrible, ¿qué digo horrible? ¡espantoso! la señorita Mcallister era la peor profesora en esa universidad, odiosa, prepotente, con un maldito complejo de superioridad que solo me daba ganas de mandarla al demonio, apenas y podía tolerarla en una sola materia, verla dictando dos, era de lo peor.
— Eso me tiene muy preocupada, de por sí ella dijo que reprobaría a muchos de nosotros por el ensayo que nos mandó hacer la semana pasada.
— ¡¿Que ella qué?! — dije algo alterado, cuando esa anciana amenazaba con reprobar estudiantes, era obvio que yo estaría en la lista de principales víctimas.
— Ya sabes como es ella — admitió suspirando pesadamente — Cómo sea, solo te avisaba para que estés alerta, sé que ella te tiene en la mira desde hace tiempo al igual que a la mayoría.
— Te lo agradezco mucho Courtney.
— No te preocupes, mucha suerte — dicho esto, se apartó de mí para ir hacía su asiento, esas eran realmente malas noticias, que me hacían maldecir el simple hecho de haberme levantado de la cama ese día.
Repentinamente escuché el ruido de la puerta abrirse, se trataba de la señora "pechos puntiagudos" quien entró taconeando al aula mientras miraba a todos con desdén, a mí sobre todo, y no sé si era por el hecho de que iniciarme sexualmente me daba un aire de "fortaleza" muy extraño, pero verla entrar de esa forma me hizo sentir capáz de mandarla al demonio.
— Buen día clase. Como algunos ya debieron enterarse, el profesor Paxton se ha marchado porque le ofrecieron una mejor oportunidad de trabajo, así que me han pedido que dirija su materia, y les advierto que a diferencia de ese holgazán, yo no pienso pasar por alto sus evidentes errores — explicó con algo tono de voz casi tan irritante como el del viejo. Rodé mis ojos con molestia al oírla, no entendía cómo esa mujer podía ser tan odiosa
— Empezaremos con una clase que mezcle mi materia y la del profesor Paxton, tal vez algo sencillo para que ustedes, bola de holgazanes, no digan que soy una bruja tiránica, ¿no es así, señor Atwood? — me alertó escuchar cómo pronunciaba mi nombre, le miré algo confuso mientras arqueaba una ceja.
— ¿Disculpe?
— No quiera hacerse el inocente, señor Atwood, usted es uno de mis principales detractores, cosa que me causa mucha lástima, porque mi única intención es ayudarles a completar su educación, pero si tanto odio sienten hacía mi persona, veo que pierdo mi tiempo tratando de ser amable con ustedes.
— ¿Usted era amable señorita Mcallister? jaj, vaya, Dios nos proteja entonces, porque si usted era amargada "de buenas" de malas no me la quiero imaginar — dije desbordante de ácido cinismo, todos me miraron asombrados, la anciana casi perdió un ojo de la intensidad con la que me miraba, si las miradas mataran la suya me habría cortado la cabeza, pero me daba igual, una cosa era tolerarla, otra era aguantar que directamente quisiera tacharme de imbécil frente a todos.
— ¡¿Cómo se atreve usted a tratarme de esa forma?!
— Solo trato de darle el mismo respeto que usted nos da a nosotros, señorita.
— Jaj, ¿qué va a saber alguien como usted de respeto, señor Atwood? Es obvio que lo han criado como a un animal.
— Mh, un poco sí, pero hasta los animales saben que el respeto no se exige, profesora, ¡se gana! y si usted cree que ganará nuestro respeto llamándonos "holgazanes" solo por no poder con todas las absurdas tareas que nos impone, pues creo que tenemos un problema.
— Medicina es una carrera demandante, muchos alumnos están conscientes de ello, y hay muchos que sí pueden con todo lo que yo les impongo, ¡y más! y si usted no puede solo con algunas labores, creo que se equivocó de carrera, señor Atwood.
— ¡Y usted definitivamente se equivocó de carrera también, profesora Mcallister!
— Qué insolente, aún después de ser quien es, y estar consciente de su situación—
— ¡¿Mi situación?! — le interrumpí — Jaj, ¡¿a qué se refiere exactamente con "mi situación" profesora?! ¡¿cree que porque no soy un alumno con dinero no tengo derecho de estar en esta facultad?! ¡¿es ese el maldito sueño americano que tanto pregona el gobierno?!
— ¡¡Le exijo que se retire de mi salón de clases señor Atwood, me niego a seguir dándole clases a un neandertal como usted!!
— ¡¡Y yo me niego a que una anciana amargada y quejumbrosa me siga dando clases!! — grité mientras me levantaba de mi asiento, hubo un gran eco en el salón luego de que dije eso, seguido de un silencio ensordecedor, Mcallister me miraba como si estuviera a punto de sufrir un ataque de ansiedad, yo tomé mis cosas y salí como alma que llevaba el diablo de aquel sitio, debía ir con el rector para que me indicara qué debía hacer, presentía que iban a suspenderme, si no es que expulsarme, sé que todo eso fue culpa de mi gran bocota, pero, estaba harto de que esa anciana se creyera más que yo, y siento que me contuve bastante, al menos no hablé de su evidente falta de atención masculina, y de sus horrendos pechos que fácil le sacarían un ojo a cualquiera, ahora que lo pienso pues sí, bastante logré contener mi lengua.
-
— Y básicamente eso fue lo que pasó, señor Andrews — terminé de explicar lo sucedido en el aula mientras un suspiro pesado salía de los labios del rector, quien se levantó de su asiento para empezar a caminar alrededor de mí — Me van a expulsar, ¿verdad? — pregunté con la voz algo apagada, sentía un nudo en mi garganta bastante incómodo, el amargo sentimiento de que había arruinado mi vida, o al menos eso creía yo.
— Nada de eso, estoy consciente de que la señorita Mcallister puede llegar a ser un tanto—
— ¿Una bruja? — dije tratando de completar la oración ajena, ganándome solamente que el señor Andrews me mirara con severidad — Lo lamento, prosiga profesor.
— Como decía, estoy consciente de que la señorita Mcallister es de trato difícil, ya me han llegado varias quejas de ella, es por eso que he decidido no expulsarte ni nada por el estilo.
— Se lo agradezco mucho señor, sé que me excedí y que no estuvo bien.
— Ahora la cuestión es, que ella no querrá recibirte de nuevo en su clase.
— Y yo no quiero volver a ella, en realidad — admití mientras apoyaba mis brazos sobre el escritorio del señor Andrews, mientras él caminaba pensativo a mi alrededor.
— Mh, creo que sé lo que puedes hacer — dijo para caminar al escritorio y tomar un papel junto a un bolígrafo, empezando a anotar un nombre y una dirección — Conozco a un profesor que dicta las mismas materias que ella, lo llamaré para que te dé clases particulares.
— ¿Qué? ¿señor Andrews está usted seguro de esto?
— Bastante, es un excelente docente, sé que te ayudará bastante a no retrasarte, dio clases aquí y conoce a los demás docentes así que puede convencer a la señorita Mcallister de que te haga un exámen para aprobar legalmente las asignaturas — dicho esto, volteó hacía mí y me dio el papel con la dirección — Lo llamaré esta tarde para que te reciba, ve a esa dirección mañana temprano, dado que las primeras horas de clase son con la señorita Mcallister, fácil puedes ir primero con este profesor y luego venir a la universidad.
— Señor Andrews, esto es... muy generoso — dije algo abrumado mientras sujetaba dicho papel en mi mano — ¿Porqué está haciendo todo esto? yo me busqué ese pleito.
— Como ya te dije, Taylor, la señorita Mcallister es una profesora difícil, además, tú eres un alumno excepcional, pese a tus cortas capacidades sé que tienes mucho potencial, y es una lástima que todo eso se pierda solo por una leve discusión. Y bueno... creo que estás al tanto de que tu... pariente, el señor Dawson y yo, somos muy buenos amigos, y esto lo hice también como un favor hacía él, se ofreció a pagar tu colegiatura Taylor, creo que lo mínimo que puedes hacer, es esforzarte en la escuela, y de no seguir teniendo problemas con los docentes, ¿no crees?
Un sudor frío bajó por mi frente en aquel instante, el señor Andrews tenía razón, no era mi dinero el que derrochaba, era el de Robert, jugar a ser el alumno que defiende sus ideales solo iba a lograr que me expulsaran y el dinero de Robert se fuera al caño, esa vez me había salvado, pero si seguía haciendo enojar a mis profesores, no iban a dudar dos veces en correrme.
— Lo entiendo profesor, se lo agradezco mucho, lamento las molestias — dicho esto, me levanté de mi asiento para caminar a la puerta, hasta que la voz ajena llamó mi atención.
— Taylor.
— ¿Sí señor Andrews?
— Por favor trata de no pelear con más profesores, no tengo suficientes contactos para que te den clases particulares — sonreí de forma bastante penosa cuando dijo eso, más idiota no podía sentirme.
— No volverá a suceder profesor, lo prometo — mencioné para cerrar la puerta detrás de mí y salir de aquella oficina, mientras en mi mente rebotaba la frase "Robert me va a matar" y realmente estaba en todo su derecho de hacerlo, ¿quién me creía yo? en vez de evitar problemas los estaba buscando como el propio imbécil, ¿solo porque Robert era mi pareja garantizaba que él toleraría que yo actuara como un idiota en clases? y "así él quiere inscribirme en una escuela más costosa" pensé de repente, y de inmediato, sentí mi cuerpo helarse al meditar que, tal vez era eso lo que pasaba, tal vez, actuaba de esa forma porque en el fondo sentía que Robert me respaldaba, y que sin importar la idiotez que hiciera él me apoyaría, sin contar que, mi comportamiento también podía deberse a que yo en el fondo estaba buscando formas de desligarme de mi escuela actual, y así poder tener excusas suficientes para irme con Robert a Londres, arruinar mi vida en américa para no tener otra opción más que marcharme con el señor Dawson, sonaba una tremenda idiotez, pero realmente sonaba a algo que yo haría.
Continuará
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- Gema.
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