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21 - 'Paz Y Gusto'

— Buen día — dijimos al entrar en aquella tienda de ropa, lucía bastante lujosa, a pesar de estar cerca de la playa, aquella plaza tenía muchos sitios y locales a los que iba gente adinerada, se notaba en las estanterías que su público objetivo no eran universitarios que apenas y podían pagar su colegiatura.

— Buen día señores — saludó una mujer que sonreía y se nos acercaba mirándonos de arriba a abajo, yo me mantenía apegado a Robert, me abrumaba lo bella y cara que se veía la ropa en aquel sitio — ¿En qué puedo ayudarles?

— Venimos buscando algo de ropa para él — dijo tomándome del hombro sutilmente, yo sonreí nervioso mientras la mujer me detallaba de arriba a abajo de forma algo incrédula, mirada que me hizo tragar en seco.

— Creo que podremos encontrarle algo — dijo ella mientras se daba vuelta y empezaba a caminar rumbo al interior de dicha tienda, yo suspiré algo frustrado mientras sentía cómo Robert me jalaba para ir detrás de la chica.

— Anímate — me susurró al oído mientras se disponía a ver las opciones de ropa que le daba aquella chica, toda era asquerosa, colores crema que no iban en absoluto con mi tono de piel pálido. Robert notó mi semblante de desagrado, por lo que se dispuso a intervenir — Disculpe señorita, ¿no tiene otras opciones más casuales?

— ¿Disculpe?

— Toda esa ropa es muy encantadora, pero siento que no van con él — dijo calmada y elegantemente aquel inglés de ojos azules mientras me tomaba del hombro, yo me quedaba embobado viéndolo, era tan encantador hasta para cosas tan insignificantes.

— Con todo respeto señor, nosotros solo tenemos ropa de último modelo, de estilo impecable.

— Y eso lo comprendo, pero quisiera algo que fuera impecable, pero al mismo tiempo "casual" ¿me comprendes?

— Triny — habló una chica que llegó rápidamente a ayudarla, y menos mal que lo hizo, porque si seguía hablando en ese tono tan irritante yo mismo iba a mandarla al demonio — Creo que tenemos algo que puede servir — dijo la jóven para luego pedirme que la acompañara a los vestidores, yo fuí rápidamente, mientras Robert se quedaba paseando por la tienda y mirando ropa como si nada, algo me decía que me tendría ahí todo el día probandome trajes y prendas como si fuera un maniquí.

-

— Mierda — me quejé mientras ajustaba los incómodos botones de aquel saco color beige, que contrastaba con la camisa cuello de tortuga color vino que llevaba puesta debajo, todo en conjunto con unos pantalones color negro que remarcaban mis glúteos, cosa que me daba algo de gracia, pero al mismo tiempo, me incomodaba.

— ¿Todo bien? — preguntó él mientras se asomaba sutilmente por la puerta del probador, viéndome luchar con ese horrible saco que llevaba puesto.

— ¿Es muy necesario usar esto? creí que solo me comprarías ropa para la playa, ¡no ropa de simio! — me quejé totalmente frustrado, sacándole a Robert una cálida carcajada.

— Cálmate cariño, déjame ayudarte — dijo para entrar al probador y acercarse a mí, cosa que me puso muy nervioso.

— E-Espera, ¿puedes entrar?

— Creo que no — dijo cínicamente mientras me tomaba de la chaqueta y me jalaba para quedar pegados frente a frente — Pero me da igual — murmuró con esa encantadora voz ronca que tanto afectaba mi pantalón, todo mientras empezaba a abrochar mi chaqueta con tranquilidad — Esta noche iremos a cenar, por eso quiero que uses ropa de este tipo.

— ¿Cenar? ¿adónde? — cuestioné mirándole confuso.

— Es una sorpresa — dijo risueño mientras ojeaba el espejo detrás de mí, haciendo énfasis en mis glúteos — Mgh, miren nada más.

— ¿Qué? — dije algo angustiado de haber roto la ropa, y no era para menos, ese conjunto costaba casi lo mismo que mi colegiatura.

— Esto — gruñó mientras llevaba ambas manos a mis nalgas y las apretaba con fuerza, yo tragué en seco luchando por no gemir, aunque Robert me la ponía difícil, y muy dura — Vaya que tus jeans esconden muchos secretos.

— Robert no — murmuré en tono suplicante mientras él me apegaba más a su cuerpo, rozando mi bulto con el suyo.

— ¿Qué pasa? — dijo con voz ronca mientras seguía manoseándome.

— Estamos en un vestidor público — dije entre susurros ahogados.

— ¿Y? — respondió de lo más desinteresado mientras me hacía darme vuelta para verme al espejo, mientras seguía paseando por mi cuerpo con sus manos, sus suaves y pesadas manos, que tanto me encantaban — Te ves muy guapo.

— ... ¿Tú crees? — dije algo dudoso y nervioso, realmente se veía en sus ojos que le fascinaba cómo me veía, yo no comprendía porqué, ya que en aquel espejo, solo lograba ver al mismo vagabundo miserable de siempre, solo que disfrazado con ropa y atuendos prestados, no me sentía cómodo, de ninguna forma.

— ¿Que si lo creo? — preguntó en mi oído empezando a repartir besos dulces y sutiles, llevando su mano a mi pantalón para empezar a desabrocharlo.

— Robert no — gemí ahogadamente, pero él como siempre, hizo caso omiso a lo que le pedí.

— Shh, si sigues haciendo ruido van a oírnos — dijo mientras me empezaba a bajar el pantalón, sentir eso me erizó la piel, la idea del sexo en público me ponía muy nervioso, pero por alguna razón, me excitaba demasiado.

Mordí mis labios con fuerza al sentir cómo Robert golpeaba su bulto contra mis glúteos, y metía su mano en mi boxer para acariciar mis testículos, yo no dejaba de gritar y maldecir para mis adentros, era tan odioso, pero tan rico a la vez.

Me bajó el boxer para hacerlo él también con su ropa, haciéndome apoyarme de la pared para mantenerme firme, eso me daba muy mala espina.

— No hagas ruido, ¿entendido? — murmuró en mi oído mientras frotaba la punta de su miembro contra mi entrada, carajo que se sentía bien, ya quería tenerlo dentro, por lo que asentí y alcé un poco el trasero, vaya que Robert me hacía actuar como toda una zorra.

Mordí con fuerza mi muñeca al sentir cómo me penetraba, carajo que era delicioso sentir cómo Robert invadía mi cuerpo sin siquiera preguntarme si estaba listo o no, solo haciéndolo sin pedirme opinión, como la bestia que siempre fue.

— Taylor — empezó a gemir ronco en mi oído mientras empezaba un vaivén lento, yo luchaba por contenerme y no gemir, aunque estaba siendo sumamente complicado no hacerlo, con lo bien que se sentía tener al señor Dawson golpeando mi trasero con sus caderas.

Me ponía nervioso escuchar a algunas personas avanzando fuera de aquel estrecho sitio donde ambos estábamos follando, nunca creí que me harían el amor en un probador, pero al mismo tiempo nunca imaginé enamorarme de un británico que me llevara muchos años de ventaja, así como imagino que Robert nunca esperó salir con un chico mucho menor que él.

— Taylor — siguió gimiendo de forma ronca en mi oído, mientras sus embestidas se hacían más rápidas y toscas; moría por gemir, moría por gritar cualquier cosa para desahogar el increíble placer que sentía, mis piernas temblaban, era muy difícil e incómodo estar en dicha situación, sentía que en cualquier momento alguien entraría y nos encontraría en esa situación, pero por alguna razón, ese solo me excitaba más.

— ¡Agh! — solté un jadeo ronco de dolor de repente, Robert de inmediato cubrió mi boca con su mano para acelerar sus movimientos, ese infeliz me hacía sufrir de la forma más deliciosa posible.

— ¡Deja de gritar! — demandó en mi oído mientras aceleraba sus embestidas, juraría que estaba a punto de correrse, la forma en que su virilidad palpitaba en mi interior me lo decía.

Mordí con fuerza su mano mientras sentía cómo me llenaba de golpe, unos segundos después fui yo quien dejó escapar sus líquidos, los gemidos de Robert eran tan roncos, tan sutiles, pero al mismo tiempo tan excitantes, oírlos siempre ha sido música para mis oídos, y me causan un intenso placer que me cuesta mucho trabajo describir con palabras.

— Carajo — gruñó liberándome de su agarre, mi cuerpo temblaba, mi cuerpo no estaba acostumbrado a tantas sesiones sexuales en un periodo de tiempo tan corto, y algo me decía, que eso era solo el comienzo.

— Eres un imbécil — dije de mala gana mientras empezaba a arreglar mi ropa, me daba dolor ver aquella ropa carísima llena de semen, mi lado pobre casi sufrió un infarto, mientras que el señor Dawson reía cínicamente, como si poco o nada le importaba arruinar un traje tan caro.

— Eres más delicado de lo que creí — dijo arreglando su pantalón igualmente — Pensaba que querías extenderte.

— ¡No en un maldito probador Robert, por Dios santo! — dije entre susurros mientras terminaba de arreglar mi arrugada y manchada ropa, él volvió a reír mientras se acercaba hacía mí y acariciaba mis labios suavemente.

— Me gusta ser espontáneo, creo que es bueno que empieces a hacerte a la idea, de que esto podría repetirse pronto — susurró mientras me miraba de forma profunda, sus ojos me veían con cariño y deseo, mirada que cada día me encantaba más, y lograba hacerme bajar la guardia cuando la ira me consumía, como aquel incómodo, pero muy sensual momento en el probador.

— ... Si me avisaras, no sería tan incómodo — dije mientras agachaba levemente la mirada, él me tomó de las mejillas para besarme hambrientamente, besos a los que correspondí por supuesto.

— Prometo avisarte a partir de ahora — afirmó apartándose un poco para volver a verme de arriba a abajo — Vaya, el traje casi no se manchó, creí que lo llenarías todo de semen.

— Supongo que tanto sexo me está dejando seco — murmuré mientras me miraba al espejo, el boxer había quedado totalmente sucio, pero el pantalón afortunadamente solo tenía varias manchas regadas alrededor, fácilmente se podía limpiar, pero regresar, jamás.

— ¿Enserio? ¿ya estás seco? — dijo entre toscas risas que me hicieron gruñir por debajo, miré a otro lado mientras mis mejillas ardían de la vergüenza, Dawson podía llegar a ser muy odioso de vez en cuando — En ese caso, debes reponer líquidos, un trago te vendría bien.

— ¿Alcohol? — dije de mala gana.

— Pensaba en un batido de frutas, pero si quieres, podemos pedir que le pongan licor al tuyo — mencionó alzando sus hombros de forma incrédula para caminar a la salida de aquel probador — Cambiate, iré a pagar el traje, no tardes mucho o tendré que venir por ti — dicho esto, salió de aquel estrecho lugar, yo solté un pesado suspiro para sentarme estilo indio en uno de los bancos de aquel sitio, miraba mi propio reflejo en aquel espejo alargado, Robert podía llegar a ser casi tan impredecible como yo, y siendo honesto, muy en el fondo eso me llenaba de paz y gusto, de haber sido un sujeto normal, se habría alejado de mí el primer día.

-

Salí del probador sujetando entre mis brazos la ropa en cuestión, por una muy evidente razón, al salir de ahí, sentía que todo el mundo me miraba, cuando realmente no era así, la pena de haber tenido sexo en un lugar público hacía que mi rostro enrojeciera casi por completo, me sorprendía la forma tan natural en la que Robert actuaba, como si ya estuviera acostumbrado al sexo en público.

— Se lo agradezco — le dijo a la dama de la caja mientras esta le devolvía su tarjeta, yo me acercaba con la ropa entre mis brazos, él al verme, sonrió con ternura extendiendo su mano hacía mí.

— ¿Ya podemos irnos? — dije al acercarme a él y tomar su mano.

— Por supuesto, ¿tienes hambre?

— ¡Mucha! — admití entre pesados suspiros.

— Jeje, lo imaginaba. Muy bien, vamos a comer algo entonces — decía mientras tomaba una bolsa de compras que estaba en el mostrador, la colocó en frente mío para que guardara el traje, me extrañó ver algo doblado al fondo de la misma, tal vez se había comprado algo para él, eso fue lo que pensé, no crean que soy tan paranoico como para creer que él compraría ropa para alguien más estando conmigo, sé que soy patético, pero tengo límites.

Guardé la ropa para tomar la bolsa y, con mi mano libre, tomar la mano de Robert, me sujetaba con fuerza, como si temiera que alguien viniera corriendo y me arrebatara de su poder, de cierta forma, me encantaba ese lado posesivo suyo, nadie me había tratado de tal forma jamás, mi madre, que debería haber sido la persona más sobreprotectora conmigo, era fiel creyente de que los hijos cuando llegaban a cierta edad, debían aprender a cuidarse solos, ya con un hijo dependiente era suficiente para ella, tal vez por eso me adapté a no esperar ternura de los demás, y era esa misma la razón por la que las atenciones de Robert me caían tanto en gracia.

Salimos de aquella tienda sujetados de la mano, las personas alrededor nos miraban de reojo, yo les ignoraba sin más, me sentía pleno de estar con el hombre que me gustaba, y el agarre de Robert en mi mano hacía que mi pecho latiera lento, me encantaba esa sensación.

— ¿Qué gustas comer? — preguntó volteando a verme.

— No lo sé, cualquier cosa que no sea de la calle — admití llevando uno de mis mechones tras mi oreja. De repente paramos frente a un enorme aparador que llamó la atención de Robert.

— ¡Oh, mira! — exclamó mientras sacaba su celular de su bolsillo y se disponía a sacarle una foto a aquel hermoso vestido color celeste, sus ojos se iluminaron de inmediato al verlo, cosa que me confundió bastante.

— No sabía que eras aficionado a la moda — dije mientras le miraba guardando la foto.

— No mucho en realidad, pero ese es uno de los diseños de mi hermana Alice — le miré totalmente asombrado, a parte de los recurrentes chistes y comentarios sobre sus sobrinos, él jamás me había hablado de su familia hasta ese momento.

— Wow, ¿tu hermana es diseñadora de modas?

— De las mejores de Londres, tiene una boutique inmensa, le encanta diseñar ropa para varones en su mayoría, muchos de mis trajes son hechos por ella — comentó sonriendo desbordante de orgullo, se notaba que hablar sobre su hermana le era muy grato, cosa en la que él y yo diferimos en absoluto, ya que él ama a su hermana, y yo no tolero a la mía.

— Vaya, qué increíble — dije jugueteando con uno de sus dedos cuando él volvió a tomarme la mano parta seguir caminando — ¿Sabes? ahhh... creo que hasta ahora no me habías hablado de tu familia en absoluto.

— Ya te dije que no tengo esposa, Ty — dijo risueño mientras me sonreía coquetamente, yo le miré confuso para después sacudir un poco la cabeza.

— No, con familia me refiero a madre, padre, hermanos, y así... — él soltó una sutil carcajada apretando mi mano, se me hacía algo confuso notar cómo el señor Dawson era tan hábil y calculador para algunas cosas, pero para cosas simples a veces era bastante despistado, era confuso, pero me daba mucha ternura también.

— Jajaja, ahh... claro claro, creo que se me ha pasado esa parte — dijo mirándome de reojo con una larga sonrisa — Pues, tengo dos hermanos, de los cuales yo soy el mayor, después sigue mi hermano George que tiene treinta años, y luego Alice que tiene 27 — explicaba calmadamente mirándome con ternura — George vive en Londres, pero lo veo muy pocas veces por culpa de mi trabajo, en cambio Alice vive con su esposo en Venecia, viven allá desde hace un par de años, pero siempre hablo con ella por teléfono.

— Vaya — alcé algo curioso las cejas — ¿Tu hermano y tú no trabajan en la empresa de tu padre?

— No, Georgie nunca quiso ser un "perro corporativo", la idea de asumir el mando de una empresa tan grande le asfixiaba, así que prefirió ganarse la vida creando una cadena de bienes raíces con la parte de la empresa que le corresponde, su esposa la administra mientras él se dedica a la cocina, desde jóven ser chef le atraía mucho, está aspirando abrir su propio restaurante pronto.

— ¿Y porqué no lo abrió con su parte de la empresa?

— No es tan simple Ty — dijo mientras la suave brisa movía su cabello al hablar — Nosotros fuimos criados bajo el pensamiento de que, si querías perseguir un sueño, primero debías enfocarte en trabajar para establecerte, sentar las bases adecuadas, ser económicamente pudiente, y solo entonces, poder tomar cualquier decisión "banal" — fruncí el ceño confundido, aún teniendo dinero de sobra, Robert y su familia se mataban trabajando, y no hacían lo que amaban sino cuando tuvieran dinero suficiente para mantenerse, ello me abrumaba, sobre todo porque crecí en un ambiente de carencias de parte de mi madre, y derroche de parte de mi padre, todo alejado de algún tipo de "prosperidad o seguridad económica", y ahí se presentaba otra evidente diferencia entre Robert y mi persona.

— Mgh, eso suena agotador — dije mientras un leve rubor se acentuaba en mis mejillas, empezaba a preocuparme oír que, sus hermanos eran artistas y económicamente independientes, Robert era un empresario exitoso, mientras que por mi parte, el mayor sueño que tenía era completar mi carrera y obtener mi título universitario, mi mayor aspiración en la vida era ser doctor, un esclavo eterno de un sistema demandante y de sueldos inestables, ello me hacía sentir muy miserable, e insignificante en comparación con la familia Dawson.

— Un poco, pero... te acostumbras — murmuró sonriendo de forma un poco forzada, lo pude notar, ya que los músculos alrededor de su quijada se tensaron, casi de igual forma en que lo hacen cuando Robert llega al orgasmo, ello me hizo tragar en seco, y pensar en que probablemente, el peso del trabajo no era tan poca cosa como él me hacía creer.

Llegamos hasta un pequeño restaurante de mariscos, yo no comía mucho dichos alimentos, pero al estar en la costa, era casi una obligación comer pescado.

— ¿Te gusta el bagre? — preguntó Robert mientras nos sentábamos juntos en una mesa cerca de la barra.

— No tengo idea ni a qué sabe — admití colocando la bolsa de compras junto a mí, para estirar mis manos y juntarlas con las de Robert — ¿Me creerías si te digo que muy pocas veces en mi vida he comido pescado?

— Mh, ¿en verdad? — murmuró algo risueño mientras me miraba con atención — Ya veo porqué no te gustan las mujeres.

— ¿Disculpa? — murmuré confundido inclinando la cabeza un poco, él sonrió pasando su dedo por encima de los míos en una suave caricia que me impedía inquietarme.

— Prefiero abstenerme de decírtelo por ahora, si te lo explico podrías perder el apetito — le miré incrédulo y algo receloso, esa risa depravada y burlona empezaba a hartarme, la forma en que me tomaba como su mono del cual burlarse, me hacía querer marcharme, pero, al ver sus ojos, las ganas de quedarme se reforzaban más que las de irme.

— Ja-ja — dije haciendo gestos de molestia, él besó mi mano para levantarse de la mesa y revisarse los bolsillos.

— Iré a pedir la comida — decía mientras sacaba su celular y su billetera, entregándome el celular sin más — "Scorpions", tengo Scrabble descargado, juegalo mientras vuelvo con la comida — explicó mientras se apartaba y se marchaba hacía el mostrador, yo me quedé helado ante eso, la forma tan despreocupada y serena en la que me dió su celular para utilizarlo, inevitablemente sentí un enorme rubor apoderarse de mis mejillas.

Sacudí la cabeza un poco para sujetar con cuidado aquella máquina de último modelo, de gruesa pantalla y tamaño considerable, era obvio que ese era un equipo poco o nada barato. Ingresé la contraseña que Robert me indicó, sonriendo algo apenado al ver que su fondo de pantalla era una foto de él con varias personas más, casi todos de cabello negro, a excepción de una mujer de avanzada edad, cuyo cabello era rubio y algo corto.

Observé el símbolo del juego que él me indicó, y juro que mi intención era solamente la de jugar, no revisar nada, pero, ver cómo llegó de repente un mensaje, me hizo pecar de chismoso.

Continuará

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- Gema


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