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16 - 'Saber Lo Que Quiero'

Estacionó el auto en el mismo sitio en el que me dejó la primera vez, una noche nada parecida a esa, donde un muy confundido Taylor bajaba del auto cojeando y con un horrible cóctel de emociones, esa vez no iba a bajar cojeando, pero aún conservaba algunas emociones revueltas en mi ser.

— Me encantó verte hoy, Ty — me dijo con ternura mientras tomaba mis mejillas y las acariciaba con ternura, yo suspiré suavemente sin saber qué responder.

— ... También me encantó verte — respondí casi como si me hubieran arrancado aquellas palabras de la boca en conjunto con un suave suspiro, suspiro que hizo sonreír al señor Dawson.

— Ah, y descuida, te perdono por haber ido hasta el restaurante a interrumpir mi cena con Yelena, no es tu culpa ser un novio obsesivo.

— ¡¿Disculpa?! — dije entre ácidas risas, mientras mis mejillas empezaban a arder, al mismo tiempo que la palabra "novio" taladraba mis oídos.

— Disculpa aceptada — me guiñó coquetamente el ojo mientras revisaba la hora en su reloj — Vaya, el tiempo vuela cuando te diviertes.

— Yo no fui a interrumpir tu cena como un... obsesivo — dije mientras lo observaba algo nervioso, él volvió a reír mientras arqueaba una ceja y me miraba juguetón.

— ¿Ah no? ¿entonces a qué fuiste, a disculparte por lo que pasó temprano? ay Taylor, tú no eres de pedir disculpas, lo sabes — un leve gruñido salió de mis labios al escucharlo, me giré para abrir la puerta del auto, hasta que escuché de nuevo como él murmuraba mi nombre — Taylor.

— ¡¿Qué?! — reclamé volteando de forma brusca hacía él, aunque me tomó desprevenido sentir cómo Robert me recibía con un hambriento beso que me dejó sin aire, beso al que, como ya seguro esperarán, no pude evitar corresponder.

Mis jadeos eran el único sonido que salía del auto en ese momento, tan solo con besos Robert sabía enloquecerme, creerán que soy un idiota hyper sensible, pero es que ese imbécil besa increíble.

— Ah — gemí al sentir cómo bajaba hasta mi cuello y lo besaba de forma muy provocativa — O-Oye, Robert.

— No te veré en un día, debo marcarte como mío entonces — me dijo con voz ronca mientras me sujetaba de las caderas y continuaba mordiéndome, tan solo pensar lo difícil que me sería ocultar dichas marcas, me empezaba a enojar, pero al mismo tiempo, a excitar.

Siguió besándome y mordiéndome como loco, yo solo jadeaba y gemía sin pena alguna, ¿cómo carajo no iba a sufrir una erección cada que pensaba en él? si el maldito cada que nos veíamos debía hacer algo que alterara mi líbido, me encantaba, bueno... aún me encanta.

— Vaya, alguien ya se animó — dijo mientras tomaba mi pantalón y apretaba mi erección, sacándome un gemido agudo.

— ¡Ah, maldito! — dije en cuanto me apretó sacándole a él una carcajada tan jodidamente ácida que me hizo enojar.

— Jajaj, qué sensible eres primor — murmuró para volver a besarme con deseo — ¿Te ayudo con eso antes de irte? — dudaba sobre qué responder, realmente quería bajarme la erección, pero era tarde, quería dormir, temprano tenía clases, no podía jugar al irresponsable.

— ...Debo madrugar — dije de forma penosa, realmente odiaba dejar las cosas así, sobre todo porque no era su pene el que iba a reventar de lo duro que estaba.

— Es una pena, odio dejarte con erecciones en el pantalón — murmuró para volver a besarme y abrazarme sensualmente, yo correspondí esos besos, hasta que, sentir su mano en mi trasero me alertó.

— ¡Ah, he-hey! ¡¿qué carajo estás— dije sintiendo cómo me apoyaba en su hombro, y me bajaba un poco el pantalón.

— Cálmate, será rápido — dijo mientras introducía uno de sus dedos en mi intimidad, empecé a gemir al sentir eso, se sentía tan bien, las manos de Robert estaban calientes, me fue imposible no venirme al sentirlo meter el dedo entero.

— ¡¡Ahh!! — gemí de forma ronca en cuanto me corrí, cuando pasaron esos catorce o quince segundos de placer, la imágen de mis pantalones llenos de semen me llenó de asco absoluto.

— Buen chico — me dijo mientras me subía el pantalón y me ayudaba a sentarme de nuevo — Lo siento, no podía dejarte ir con el puente arriba — le miré algo frustrado mientras jadeaba pesadamente, ¿cómo algo que no duró ni cinco minutos logró cansarme tanto? — ¿Crees poder caminar hasta tu casa?

— Supongo — dije algo frustrado mientras abría la puerta del auto, no sin antes voltearme para darle un último beso a ese odioso inglés, y bajarme del vehículo — Adiós pingüinito — le dije entre coquetas risas mientras seguía jadeando.

— Adiós tres segundos — respondió con esa sonrisa retadora que me fascina, yo cerré de golpe la puerta del auto y me dí vuelta para caminar rumbo a casa del viejo; ¿recuerdan que dije que no me fui cojeando esa vez? lo siento, mentí, dije que no iba cojeando tanto, por efectivamente, haberme venido de esa forma hizo que mis piernas flaquearan, la ventaja era, que ahora podría dormir el resto de la noche, ya dejaría para mañana el resto de mis males.

Miré de reojo el auto de Robert dejando la calle, mi pecho latió con melancolía, me habría encantado irme con él, pero debía cumplir la penitencia que yo mismo me impuse de alejarme por un tiempo, tiempo que no era mucho, pero considerando lo dependiente que me había vuelto de él, iba a ser eterno para mí.

-

Desperté como cualquier otro día, me levanté de la cama arrastrando los piés para ir a lavarme los dientes. Al llegar, encendí la luz, viendo de inmediato las marcas que quedaron en mi cuello a causa de los salvajes besos y arrebates de Robert, una sonrisa se dibujó en mi rostro de inmediato, al mismo tiempo que alzaba mi mano y la pasaba suavemente por encima de ellas, recordando los dulces besos y mordidas que el señor Dawson me dió, mientras pensaba "solo un día me hará falta para saber lo que quiero".

Me vestí y salí de mi habitación, el viejo estaba en el comedor leyendo el periódico, Marcela estaba junto a él texteando en su celular, posiblemente le escribía a uno de sus muchos amantes, yo caminaba hacía la puerta con intenciones de marcharme lo más pronto posible, no me gustaba salir con ellos afuera, amaban interrogarme sobre trivialidades, y yo odiaba que metieran la nariz en mi vida.

— ¡Taylor! — clamó de repente el viejo, haciéndome frenar de golpe y maldecir para mis adentros, es válido decir nuevamente, que la ironía es una maldita bravucona.

— ¿Sí? — dije dándome vuelta y caminando hacía ellos observandolos con fastidio, llevaba puesto un suéter color lima que impedía que las marcas en mi cuello se notasen, rezaba porque no hiciera calor esa tarde.

— ¿Se puede saber adónde vas? — dijo él mientras bajaba el periódico y daba un sorbo a su café.— A la escuela, ¿Qué no es obvio? — respondí de mala gana, sacándole a él y a Marcela unas ácidas carcajadas que me hicieron fruncir el ceño.

— Jaj, mira nada más cariño, a este bastardo ni siquiera le da pena admitir que se revuelca con hombres para pagar su colegiatura — exclamó Marcela desbordante de ego, arqueé una ceja mirándola con seriedad, al verla, solo podía preguntarme "¿Por cuántas horas rebotarían sus balones de silicona si yo decido darle una fuerte bofetada?" Dicha imágen mental me divertía, aunque de inmediato me alertó oír nuevamente la irritante voz del viejo balbuceando insultos hacía mi persona.

— No entiendo porqué te sorprende, Marcela, solo míralo — dijo mientras daba otro sorbo a su café, yo suspiré pesadamente luchando por contener las ganas de gritarles "pudranse ancianos infelices" — ¿Se puede saber quién es ese sujeto al que te le vendes por tan poco?

— ¿Porqué te importa tanto? — murmuré de mala gana cruzándome de brazos.

— Porque no quiero que luego de unos días venga un maldito drogadicto buscándote, porque le robaste su dinero y huiste, como hizo tu madre cuando eras un bastardo todavía — apreté mis brazos con fuerza mientras miraba con frialdad a ese anciano desgraciado, le encantaba llenarse la boca diciendo insultos hacía Teddy y hacía mí, pero lo que más le gustaba, era decirlos cuando yo no estaba de humor para aceptarlos.

— No — respondí de la forma más cortante y gélida posible, conocía mis alcances, y si soltaba mucho la lengua, iba a acabar durmiendo bajo un puente — No es drogadicto, solo eso te diré.

— Jaj, dudo que puedas conseguir que alguien decente se fije en ti — mencionó Marcela mientras continuaba mirando su celular.

— Qué coincidencia Marce, seguro escuchabas eso siempre en la universidad — mencioné para dar media vuelta y caminar rumbo a la puerta del lugar, escuchando la sarta de insultos que ese par de pechos postizos me estaban dedicando, yo solo me hice de oídos sordos y me fui antes de que me hicieran hablar de más, y acabara diciendo que quien me cogía, era el hombre al que tanto querían darle una mamada para que invirtiera en su empresa, como el mismo Robert dijo la noche anterior.

-

Llegué hasta la universidad, apretando mis puños y recordando con odio las palabras del viejo hacía mi madre, que bien no habrá sido la mejor, pero fue quien se hizo cargo de mí hasta que ya no pudo más, teniendo todo en contra, ¿quien se creía él viejo que era para hablar de nosotros? A ella la dejó desamparada con un enorme vientre de embarazo, y a mí me daba la espalda cada que tenía la oportunidad, él no tenía derecho alguno de hablar de nosotros, ni él ni nadie.

Avanzaba por el campus sintiendo la suave brisa golpear mi rostro, era relajante tener un par de segundos de paz, y esos eran los instantes en los que tocaba el césped del campus, el suave aroma a rocío en el aire era muy cautivadora, de mis olores favoritos a parte de la colonia Hugo Boss de Robert, y los bizcochos de mora que Teddy hacía cuando era niño.

Pude escuchar cómo una chica pronunciaba mi nombre en cuanto llegué, volteé y afortunadamente se trataba de Mónica, sonreí en cuanto la ví acercarse hacía mí, con un suéter celeste, unos jeans y esa horrible mochila de unicornio colgando de su hombro.

— ¡Hola Taylor!

— Hola Mónica, ¿cómo estás? — dije sonriendo mientras ella se acercaba hacía mí con ambas manos en sus bolsillos.

— ¡Muerta de la angustia! Tengo examen a primera hora, y aunque pasé la noche estudiando siento que no estoy lista.

— Relájate, seguro te irá bien — dije tratando de animarla.

— Si me va bien te invitaré unos hot dogs en el centro, ¿qué opinas?

— ¿Carne de perro y paloma envueltas en pan y grasa? no gracias, mejor comamos otra cosa — dije algo incrédulo entre sutiles risas, ella hizo algunos gestos de asco mientras caminaba conmigo por el campus.

— Jajaja, bien, comeremos lo que sea. Por cierto... ¿has sabido algo de Robert?

— Eh... — dudé pensando en todo lo que pasó ayer, desde mi incómodo encuentro con él y Yelena, hasta los besos en el auto y mi "bochornosa escena" que dió fin a la velada, ¿de qué forma podría resumir todo lo que sucedió en aproximadamente dos horas y media? — Ayer lo vi en la noche, estaba cenando con Yelena.

— ¡¿La chica de la reservación?! — dijo abriendo sus ojos por completo y mirándome abrumada.

— Sí sí, pero no es lo que crees, al parecer son mejores amigos, o eso me dieron a entender, porque ella incluso me dijo unas cosas que me dejaron claro que ella es consciente de lo mío con Robert.

— ¿Estás seguro Ty?

— Mónica, me dió un condón y me vió usando una camiseta de él, ¡¿cuántas jodidas señales crees que necesito?!

— Ay por Dios — dijo ella entre risas algo nerviosas — ¿Y-Y después qué pasó? imagino que Robert se enojó porque lo viste con su amiga.

— ¿Enojarse? Mónica, ¡el maldito estaba fascinado! incluso juraría que le excitaba el hecho de que yo haya ido a buscarlo — mencioné rodando mis ojos con molestia, mientras llegábamos a una banca y nos sentábamos a seguir charlando, aún era temprano, por lo que podíamos dialogar sin interrupción alguna.

— No lo dudo, por lo que me has dicho de él, se nota que ese Robert es todo un caso especial — admitió entre sutiles risas, era irónico como cualquier palabra de otra persona podía ofenderme sin más, pero Mónica empezaba a alcanzar un punto donde podía decirme "maldito maricón imbécil mal parido" y yo iba a seguir sintiendome a gusto con ella, era muy extraño.

— Y que lo digas — dije alzando las cejas y suspirando con pesadez — En el baño del restaurante hubo un... "forcejeo" que me hizo darme cuenta al 100% de ello.

— ¿Forcejeo? — dudó arqueando una ceja.

— Besos, manoseadas y casi un poco de sexo oral, nada muy relevante — admití como si fuera tan poca cosa, una semana de actitudes sexuales y ya me creía una maldita actriz porno presumiendo sus proesas frente a sus amigas, se notaba a kilómetros de Mónica tenía una vida íntima similar a la mía, porque no me miraba totalmente perturbada como una chiquilla virgen, pero tampoco ponía los ojos en blanco como toda una zorra con experiencia que miraba eso como solo un "jugueteo previo" de los más débiles.

— Lo imagino — dijo ella mientras llevaba uno de sus mechones rubios tras su oreja — Y dime, ¿qué sucedió cuando Yelena se fue?

— Pues... hablamos un poco, le dije que aún sigo sin saber de qué forma actuar con respecto a lo nuestro.

— ¿Y él qué te dijo?

— Hoy tendrá una junta, no nos veremos en todo el día, así que me dijo "si necesitas tiempo, lo tendrás; tómate este día para pensar, y luego hablaremos" — sonreí por inercia al recordar ese pequeño momento, en el que ambos nos besamos frente al restaurante donde casi me obligó a hacerle sexo oral, dicho así suena muy sucio, y la verdad es, que sí lo es, ¿a quién quiero yo engañar? Robert y yo fuimos un par de sucios indecentes desde el primer día, las anécdotas son innumerables, trataré de ir nombrando cada una, aunque mis favoritas sin duda, fueron las primeras.

— Wow, eso suena fuerte — dijo ella mientras se sentaba estilo indio frente a mí — ¿Y después qué pasó?

— Pues, ehh... — tosí un poco mientras tomaba el incómodo cuello largo de mi suéter y lo bajaba un poco, dejando expuestas las marcas de lujuria que Robert dejó sobre mi piel; al verlas, Mónica abrió por completo los ojos mientras empezaba a palmear mis piernas algo agitada.

— ¡¡Taylor por Dios santo!! ¡¿otra vez?!

— ¡Solo fueron unos besos, lo juro!

— Jaj, sí claro, eres un caso — dijo mientras me sonreía con picardía — Oye, y... ¿ya pensaste en lo que vas a decirle?

— Pues... un poco — admití, asombrado de no mentir; la verdad era, que el tema entre Robert y yo no dejaba de revolotear por mi cabeza, realmente quería estar con él, pero, saber que él se iría, y que probablemente no lo volvería a ver, sin contar de la otra vida que tenía en Londres, y que yo desconocía completamente, me hacía sentir un horrible nudo en mi garganta — No sé si darle una oportunidad, es decir, ¿qué tal si solo quiere jugar conmigo?

— Le habló a su amiga de ti, tal vez sí va en serio — dijo alzando sus hombros sutilmente.

— ¿Y si está casado, y su amiga siempre oculta dicho dato para que sus "conquistas" no huyan? — Mónica chasqueó la lengua mientras rodaba sus ojos algo frustrada, eso me dió a entender, que mis quejas empezaban a sonar excesivamente rebuscadas, todo por culpa de mi inseguridad.

— Ty, comprendo bien que tengas miedo y recelo de estar con alguien mayor que tú y que apenas conoces, cualquiera lo tendría, pero estás pensando demasiado las cosas, no digo que esté mal meditar, pero empiezas a tornar las cosas más complejas de lo que ya son de por sí, ¿qué tal si solo quiere estar contigo y ya? no creo que un hombre como él sea capaz de jugar contigo — me mordí el labio inferior mientras pensaba en las palabras de ella, hasta el momento no había tenido ningún indicio de algún matrimonio o pareja de parte de Robert, todo empezaba a ser mucho miedo ligado con fantasía de mi parte — Dime una cosa, ¿a ti realmente te atrae ese hombre, o solo buscas pretextos para alejarte de él?

— ¿Qué? n-no, yo... — me helé al oír a Mónica, ¿pretextos? en absoluto, sé que eso parecían, pero yo no lo sentía de tal forma, yo realmente tenía miedo de darle mi corazón a un hombre que estuviera casado, o que simplemente quisiera jugar conmigo. Me tomó por sorpresa sentir cómo Mónica me tomaba de las mejillas y me sonreía cariñosamente.

— Tranquilo, sé que no es fácil lo que sientes, mi intención no es agobiarte, al contrario, solo quiero apoyarte en esto — me sonrió de vuelta mientras palmeaba mis manos sutilmente — Olvida lo que dije, es obvio que a ti Robert te fascina.

— Hey hey, ¿porqué afirmas eso?

— Ay Taylor por favor, cada que lo ves llegas con el cuello lleno de marcas, sé perfectamente que si pudieras te volverías a acostar con él, es más, no sé cómo no lo has hecho aún — un sudor frío bajó por mi frente al oírle, y meditando sus palabras, me di cuenta de que, en ningún momento odié que Robert me tocara, al contrario, me encantaba, me llenaba de vida sentir sus tibias manos en mi cuerpo, y sus dientes afilados en mi cuello, vaya que Mónica me estaba desnudando como a una cebolla con un cuchillo filoso.

— ¡Taylor! — escuché nuevamente mi nombre, solo que esta vez, era un hombre quien lo pronunciaba, se trataba de cierto chico que estaba en clases junto a mí, y gracias al cual pude ponerme al corriente con las clases luego de haber faltado varios días gracias al viejo y a sus arrebates de egocentrismo.

— Al hola Julius, ¿qué tal has estado? — pregunté cordialmente, cosa que no era común en mí con mis compañeros de clases, pero a él le debía al menos una buena respuesta al saludarme, gracias a él no iba a quedar a la deriva en las materias, y en medicina eso es casi tan valioso como saber distribuir tus horarios y tus demás ocupaciones en tan solo 24 horas del día.

— Bien, ahh... ¿te sirvieron los apuntes?

— Ah sí, me ayudaron muchísimo — dije mientras tomaba mi mochila para abrirla, pero la voz ajena me interrumpió.

— Ahh no no, tranquilo, quédatelo, seguro tienes que seguir copiando. Sólo venía a preguntarte si estarás ocupado estos días.

— Am... — llevé uno de mis mechones tras mi oreja, mirando de reojo a Mónica, quien lucía igual de dudosa que yo — Pues, creo que estaré un poco desocupado, ¿porqué?

— Es que habrá una fiesta en mi casa y quería saber si te gustaría ir — el lenguaje corporal ajeno me daba mucha desconfianza, era el típico tonto que buscaba las formas de invitar a alguien a salir, eso no me agradaba en absoluto; no me malentiendan, el tipo era guapo, pero yo ya tenía suficientes dolores de cabeza con el Inglés que me hacía el amor, lo menos que quería era que otro sujeto se encaprichara conmigo, y luego quedar en un triángulo amoroso más desagradable que ver a Marcela haciendo ejercicio.

— ¿Una fiesta? — dije algo dudoso, lo mío no eran las fiestas, cualquier cosa donde pudiera haber alcohol y drogas, era en lo que menos quería estar involucrado — No lo sé.

— Por favor, pueden ir tú y tu amiga — dijo señalando a Mónica, quien dió un ligero brinco al notar que la nombraban — ¿Qué opinas?

— Julius, enserio es muy generoso de tu parte, pero no estoy seguro — dudé mientras llevaba uno de mis mechones tras mi oreja, no quería ir a una fiesta, las odiaba, y la expresión en el rostro de Mónica me indicaba que ella tampoco se sentía a gusto de tal forma.

— Bueno, la invitación sigue en pié por si deciden ir — dijo sonriendo tímidamente, como si de un cachorrito se tratase, me dió algo de ternura y pena verlo así, pero realmente quería abstenerme de asistir a reuniones donde el alcohol fuera el principal entretenimiento — En fin yo... los dejo solos ya, los veo luego.

— Adiós Julius — dije mientras lo veía irse, Mónica carraspeó un poco mirándome curiosa.

— Siento que le gustas.

— Yo también lo creo — admití mientras pasaba mi mano por mi rostro.

— Si Robert lo sabe ¿crees que se pueda enojar? — cuestionó riendo con picardia.

— ¿Enojar? me empezaría a morder el cuello frente al tipo — en ese preciso instante, sentí un baldazo de agua fría caer sobre mi cuerpo, al recordar que las marcas que Robert me hizo, eran precisamente para evitar este tipo de inconvenientes, y de forma demasiado irónica (como todo en mi vida) las veces que platiqué con Julius, fueron las únicas dos veces que yo me dispuse a ocultar las marcas de lujuria que el señor Dawson dejó en mi piel, no sabía cómo sentirme al respecto, no me gustaba tener dichos chupetones y mordidas al descubierto, pero usarlos como excusa para alejar a cualquier idiota de mí, sonaba demasiado bueno como para dejarlo de lado.

— Bien — dijo ella mientras sonreía y me palmeaba el hombro — Pues deberías decirle a Julius que tienes novio, así no te seguirá invitando a salir.

— ...Técnicamente no tengo novio — admití de la forma más cínica posible, logrando que Mónica me viera algo seria y confusa.

— ¿Taylor, en serio estás considerando-

— No estoy considerando nada — dije interrumpiendo sus palabras de golpe — Solo digo que Robert y yo no somos novios, y la verdad, es que eso no es mentira — alcé mis hombros de forma despreocupada, mientras Mónica me veía algo frustrada.

— ¿Y eso a qué se deberá, querido? — dijo ella mientras se cruzaba de brazos y me observaba algo divertida, Mónica me ayudaba a darme cuenta de algo que yo ya sospechaba desde hace mucho, que en cuestiones de caprichos e indecisión, yo era el rey indiscutible.

Continuará

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- Gema


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