12 - 'Orgullo'
— ¿Seguro que tu padre no está en casa? — preguntó mientras conducía con cuidado, yo miraba por la ventana con semblante indiferente, no dejaba de pensar en la dichosa cita que mi acompañante tenía para esa noche, en la tal "Yelena", ¿cómo era posible sentirme celoso si Robert y yo no éramos nada? no lograba comprenderlo, solo sabía que mi sangre estaba hirviendo de lo celoso que estaba, admitirlo me desagrada, pero jamás me caractericé por ser una persona de emociones frías o apagadas.
— Sí. A esta hora él y Roger se van a la oficina a inspeccionar que todo marche bien, y Marcela se va con sus amigas al centro comercial a gozar la vida tan "lujosa" que llevan — rodé mis ojos al pronunciar eso último, era tan ridícula la forma en que vivían esas personas, presumiendo lujos y viviendo en burbujas de cristal que solo ellos se creen, ojalá su humanidad valiera lo mismo que todas las baratijas que compran solo para decir "mírame, tengo más dinero que tú".
— ¿Entonces tomarás la mochila y nos iremos? — preguntó mirando la hora en su reloj de muñeca.
— Si quieres — dije alzando de forma despreocupada mis hombros, él me miraba de reojo con curiosidad, yo luchaba por no hacer contacto visual, sus ojos siempre me idiotizaban, y no quería que lo hicieran mientras yo intentaba aplicar la ley del hielo, él empezaba a verme débil, no podía permitir eso.
— ¿Te pasa algo? no has hablado desde que salimos del hotel. Empiezo a creer que algo te impide hablar conmigo después de pasar la noche juntos — me dijo en un ligero tono cínico que me hizo desear decirle un par de cosas para dejarlo en su lugar, pero preferí morderme la lengua, solo quería llegar rápido a clases sin más mortificaciones, ya tenía suficiente con saber que posiblemente me estaba dejando pervertir por un tipo que solo quería jugar conmigo.
— No — respondí en seco arreglando un poco mi cabello, logré ver que ya estábamos cerca de la casa del viejo, por lo que quité el seguro de la puerta para seguir con el cinturón de seguridad — Ya aquí me bajo.
— ¿Seguro? — preguntó mientras estacionaba el auto y me veía abrir la puerta.
— Sí. Espérame aquí — dije mientras me bajaba del auto y caminaba rumbo a un gran árbol que estaba junto a la ventana de mi habitación, sabía que ir por la puerta era buscar que las empleadas quisieran reclamarme o hacerme preguntas, por no decir que no me dejarían irme de nuevo para que el viejo me encuentre y me golpee, por ello entrar como una persona decente no era el plan.
Creerán que me volví loco, pero no era la primera vez que entraba de tal forma a mi cuarto,y dudaba mucho que esa fuera la última. Empecé a escalar el árbol con cuidado, afortunadamente la corteza era lo suficientemente gruesa para soportar mi peso corporal, por lo que escalé sin miedo a caerme.
Logré llegar hasta la ventana para sacar un clip que siempre llevaba en el borde de mis zapatos, lo usé como una llave para abrir la ventana e ingresar a mi habitación, noté que estaba mucho más desordenada de lo que yo la dejé, maldije entre dientes al saber de inmediato lo que había sucedido.
Fui hasta el clóset para tomar mi mochila, revisar que nada se me quedaba, y volver por donde vine, aunque escuchar unas voces aterradoramente conocidas en el pasillo de mi cuarto, me hizo quedarme helado.
— ¿Y qué haremos si Robert rechaza aliarse con nosotros? — reconocí rápidamente la voz de Roger, por lo que me quedé helado y mis movimientos se volvieron más ligeros, quería irme, pero el malicioso deseo de escuchar lo que decía ese sujeto, me hizo quedarme.
— Pues sencillo hijo, hablaremos con otra empresa Inglesa que nos ayude a expandirnos al mercado británico, Robert Dawson no es el único gran empresario inglés con el que podríamos firmar contratos — resonó la voz del viejo, yo me apegue a la puerta de la habitación para escucharles mejor.
— Pero es el mejor, sin duda alguna — dijo Roger — Sus números son envidiables, y los contactos que tiene nos ayudarían a evolucionar de mejor forma allá.
— Tú relájate hijo mío, es muy poco probable que Robert nos rechace, mucho menos después de que todos nuestros socios aboguen por nosotros y le den referencias muy buenas sobre nuestra empresa — escuché una ácida risa salir de los labios del viejo, risa que me hizo fruncir el ceño con desconfianza, no me gustaba para nada el tono en el que hablaban.
— ¿Y qué hay de Taylor? — mi sangre se heló al escuchar a Roger pronunciar mi nombre, ¿porqué me nombraban, acaso Roger logró distinguir el gemido de la otra noche? maldije para mis adentros sintiendo cómo estaba a punto de sufrir un ataque.
— ¿Qué hay con Taylor sobre qué, Roger? — preguntó el viejo con desagrado.
— Si firmamos con Robert, ¿qué sucederá con él? ¿en serio le darás una parte de la empresa para que la administre? — una estruendosa risa resonó en el pasillo, risa que me hizo apretar mis dientes con fuerza de la rabia.
— ¿Estás loco Roger? a ese vividor no le daría a administrar ni una fábrica de cartón, mira nada más la hora que es y ese desvergonzado ni siquiera aparece, no dudo que debe estar revolcándose como la propia perra por dinero, era eso lo que yo quería lograr, cuando dejas en la calle a la gente es que conoces su verdadera naturaleza, y tal como su madre, él solo es un pobre bastardo que prefiere dar su trasero antes que trabajar — un horrible nudo se formó en mi garganta al escuchar las malditas palabras de ese maldito anciano infeliz, no me sorprendía en absoluto lo que estaba escuchando, pero de igual forma, oírlo no era agradable.
Arreglé la mochila sobre mi hombro y me dispuse a irme por donde llegué, no quería seguir escuchando toda la porquería que estaban diciendo esos imbéciles, odiaba la forma en que decían ser mejores que los demás solo por tener dinero, y ni hablar de la forma en que me despreciaban, ¿realmente creen que nací por gusto entre esas familias tan asquerosas? Me habría encantado tener una familia decente, con una madre dedicada y un padre que realmente se sintiera orgulloso de mí, lamentablemente no me tocó ninguna de las dos.
Logré bajar sin llamar la atención de nadie, pero igual me apresuré por ir hasta el auto de Robert y decir que nos fuéramos, si el viejo veía el auto del señor Dawson en la calle, correría a él para rogarle que le deje hacerle sexo oral, ese anciano era asquerosamente lame-botas, y así se atrevían a hablar mal de mí.
— Vámonos — dije al abrir la puerta y subir al auto, dejé la mochila en la parte trasera mientras pasaba mi mano por mi rostro.
— ¿Estás bien? — preguntó él mientras me miraba con preocupación — ¿Taylor qué ocurre? — Mi padre está en casa, vámonos o te verá conmigo — dije intentando disimular algunas lágrimas de rabia y frustración que empezaban a escapar de mis ojos, odiaba tanto no poder controlar mis lágrimas, sobre todo cuando se trataba de las muy recurrentes situaciones en las que el viejo me insultaba a su gusto.
Robert no dijo ni media palabra, solo asintió para encender de nuevo el auto y disponerse a conducir rápidamente para salir de la calle, yo apoyaba mi brazo de la puerta mientras cubría mi rostro con mi mano, no podía parar el paso de aquellos cristales que bajaban por mi rostro, era tan odioso.
— Taylor — murmuró mirándome de reojo mientras conducía — ¿Qué te pasó?
— Nada — respondí en seco con la voz entrecortada, odiaba que él me viera así, y lo peor era, que aún faltaba algo de camino para llegar a la escuela.
— No luces bien, ¿tu padre te dijo algo?
— Él no me vió, ni siquiera sabía que yo estaba ahí — respondí mientras limpiaba las lágrimas que corrían por mi rostro.
— Taylor — murmuró llevando una de sus manos hacía mi rostro, pero yo rápidamente le impedí tocarme.
— No gracias — dije en seco mientras pasaba mi mano por mi rostro tratando de quitar las lágrimas que corrían en él — No quiero tu lástima ni nada por el estilo, suficiente tengo con mis propios problemas.
— No tienes que estar siempre a la defensiva conmigo ¿sabes? yo no soy tu enemigo Taylor, solo quiero ayudarte.
— ¡¿Ayudarme o cogerme?! — pregunté de forma ácida volteando a verlo de forma incrédula, él me miraba sin saber el porqué de mi actitud, me sentía ahogado, y sin duda las palabras del viejo fueron la gota que colmó mi vaso emocional.
— ¿Qué quieres decir con eso Taylor?
— No te hagas el inocente Robert, sé que ya me dijiste que no me pagaste la colegiatura por eso, pero tu forma de actuar, tu forma de referirte a mí, cómo apenas y me preguntas para que hagamos cosas indecentes— me quejé entre jadeos luchando con todas mis fuerzas por no llorar, hasta que la voz ajena me interrumpió.
— "Robert te deseo", "me encantó haber estado contigo, y definitivamente quiero repetirlo", "Robert tócame" esas palabras salieron de tu boca, no de la mía, ¿y te atreves a decir que yo soy el depravado que solo te ve como un trozo de carne?
— Yo no dije eso — traté inútilmente de excusarme mientras movía mi cabeza de un lado a otro.— Con palabras no, pero lo has pensado desde el principio, y creeme que lo he dejado pasar porque sé que fue tu primera vez y realmente me excedí, pero realmente me está cansando que siempre quieras juzgarme Taylor.
— ¡¿"Tú" te estás cansando?! — reclamé mirándole con una larga sonrisa ácida, mis ojos ardían de forma horrible, seguro era de tanto luchar inútilmente por no llorar — Qué lástima que el señor Dawson deba soportar a un maldito bastardo quejumbroso que solo sabe ocasionarle problemas — escupí de mala gana mientras me cruzaba de brazos, Robert apretaba el volante con rabia, eso se notaba por encima, la forma en que me miraba de reojo era una claro indicio de que mis palabras le desagradaban completamente — Si tanto te estás "cansando" debería entonces no seguir jodiéndote.
— ¡¿Porqué siempre quieres pelear sin razón, Taylor?! — reclamó volteando a verme con enojo — ¡¿Porqué debes volver todo tan malditamente dramático?!
— ¡¿Y porqué tú lo tomas todo como si no fuera la gran cosa?! "¡uy toma todo este dinero para pagar tu universidad! ¡descuida no hay problema, no hace falta que me lo pagues!" "¡¡ven vamos a pasar la noche juntos y al día siguiente nos bañaremos juntos, te pondrás mi ropa, te llevaré a la universidad como si fuera tu padre y después te iré buscar para volver a masturbarte aquí en el hotel sin importarme que tu familia podría dejarte en la calle por desaparecerte dos días seguidos conmigo!!" — reclamé apretando mis puños con fuerza, Robert frenó de golpe el auto y volteó a verme con frialdad, sentí mi sangre helarse en cuanto hizo eso.
— Llegamos — dijo casi entre dientes, se le notaba en los ojos la rabia que tenía, y las ganas que seguramente tenía de darme una bofetada muy fuerte, pero solo se limitó a verme con frialdad, frialdad que me hizo tragar en seco mientras el dolor en mi pecho se acentuaba.
Volteé la mirada, notando que ya estábamos frente a la universidad, "¿cómo llegamos tan rápido?" fue lo que me pregunté, me alegró no tener que continuar con aquella sarta de gritos y reclamos entre ambos, pero de cierta forma, me sentí extraño al tener que bajarme del auto de él.
— ¿Hasta nunca? — pregunté con seriedad arqueando una ceja, empecé a temblar de forma inevitable, Robert ni siquiera se inmutó, amo ese don innato que él tiene de no mostrar ni la más mínima emoción cuando está enojado, solo en casos muy extremos deja salir su verdadera naturaleza, no aprendí eso sino hasta tiempo después de convivir con él, pero ya les podré hablar de ello después.
— Es obvio que estás alterado, no tengo ni maldita idea de porqué, pero lo estás, así que lo mejor será que te vayas, y cuando te calmes, regreses para que hablemos como personas civilizadas — una ácida carcajada salió de mis labios mientras tomaba mi mochila y la acomodaba sobre mi hombro, estuve a punto de irme, hasta que noté cómo él hizo un movimiento para meter su mano en su bolsillo, noté como sacaba un fajo de billetes, y los colocó en mi regazo, yo los miré de forma incrédula, no comprendía a lo que se refería.
— ¿Esto qué? — pregunté de mala gana volteando a verle.
— A juzgar por como actúas, juraría que quieres que te traten igual que a una prostituta, y si eso quieres, pues yo fácilmente te puedo complacer — sentí un terrible nudo formarse en mi garganta al oírle, apreté mis puños con fuerza sin saber qué hacer, él me observaba incrédulo apoyando su espalda en el asiento donde estaba — ¿Con eso te alcanza o quieres más dinero?
— Eres un maldito — dije de mala gana para dejar de lado el dinero y bajar de aquel auto, azotando la puerta del mismo y caminando rumbo al edificio donde veía clases, era tardísimo, ni loco iba a poder entrar a la primera clase, no dudaba de que ya estuviese terminando incluso.
Escuché el ruido del auto de Robert irse rápidamente, le observé de reojo sintiendo cómo las lágrimas volvían a aglomerarse en mis ojos con intenciones de salir, tallé estos mismos con fuerza, tratando de tragarme y olvidar todo lo que me estaba haciendo llorar, pero realmente me costaba, la situación con mi padre, la actitud confusa y muy chocante de Robert, sé que gran parte de dicha discusión fue mi culpa, y que yo fui quien le hizo enojar en primer lugar con mis constantes cambios de humor y actitudes infantiles, pero, excusenme, la idea de enamorarme me aterraba, sobre todo de un hombre mayor que solo quisiera engañarme, me costaba decirle "sí Robert, te amo, hazme tuyo hasta que me muera", sobre todo luego de recordar la dichosa nota de la cita con la tal Yelena, a quien no conocía en lo más mínimo, pero añoraba tener enfrente para conocer el tipo de mujer con la que de cierta forma, estaba compitiendo por la atención del señor Dawson.
Dado que aún debía esperar a que acabase la primera clase, me senté en una de las bancas del campus a esperar que fuera hora de entrar a clases. Saqué mi teléfono junto con mis audífonos y me dispuse a escuchar música, empezaba a odiar el hecho de que las canciones que tanto amaba eran irritantemente certeras con los sentimientos de "agrio amor" que estaba sintiendo en esa época, cada canción de Luis Miguel me recordaba de cierta forma lo pesado que era estarse enamorando de la persona incorrecta, un amor no correspondido, un amor fallido, cualquier letra de ese tipo me hacía pensar de más en mi situación con el señor Dawson, que ustedes dirán, "es una estupidez" pero para mí no lo era, fue mi primera vez enamorándome, no podía dolerme más todo lo que estaba pasando.
— ¡Taylor! — de repente escuché algo mientras me acomodaba los audífonos en mis oídos, rápidamente distinguí la silueta de cierta chica rubia acercarse al sitio donde yo estaba, sonreí por inercia, cosa que se me hizo muy extraña a decir verdad, no lo suficiente para mortificarme, pero sí fue raro.
— Mónica — dije su nombre mientras la veía acercarse — ¡Hola!
— ¡Hasta que al fin te veo! ¿dónde estuviste estos días? — me preguntó con una cálida sonrisa que me hizo sonreírle de vuelta.
— Ah, e-enfermo — mentí mientras llevaba uno de mis mechones tras mi oreja, el porqué me disponía a mentir siempre cuando estaba con Mónica, no lo comprendía, pero me salía tan natural que ni me esforcé en corregirlo.
— ¿Enserio? Dios mío, ¿qué te pasó? ¿ya estás mejor?
— Sí sí, todo bien ya, no te preocupes, solo fue una alergia leve, nada de qué preocuparse — asentí viendo como ella se sentaba junto a mí en la banca, colocando su mochila sobre su regazo, al igual que yo hice con la mía — ¿Porque no estás en clase? — le pregunté volteando a verle.
— El profesor de primera hora está de reposo, al parecer se rompió una pierna patinando o algo así escuché yo — dijo entre suaves risas mientras me miraba con detenimiento — ¿Y tú, qué haces aquí afuera? deberías estar en clases.
— Sí pero... — me empecé a rascar la nuca con algo de nerviosismo — Se me hizo tarde hoy, apenas acabo de llegar.
— Oh, qué cosas — dijo en tono algo risueño mientras alzaba sus hombros cuidadosamente — Es una pena, yo llego tarde a veces también, así que te comprendo.
— Gracias — sonreí sutilmente mientras soltaba un ligero suspiro viendo cómo el cielo se tornaba algo gris, esos días el clima fue muy inestable, cualquiera creería que amo el clima gélido, y realmente no me molestaba, pero no era mi favorito en realidad.
— Y... ¿cómo has estado? — me preguntó sonriendo calmadamente — ¿Qué tal te ha ido estos días? claro, aparte de haber estado enfermo.
— Ehh... bien — murmuré rascándome la nuca, no quería tocar el tema de Robert, pero, el pecho me dolía mucho, y por alguna razón, sentía que no era mala idea hablar de ello con Mónica — Claro, con algunas excepciones.
— ¿Tiene que ver con el sujeto del otro día? — me preguntó con notoria vergüenza, al parecer ya estábamos adoptando confianza el uno del otro, o al menos así me sentía yo.
— Tiene todo que ver con él — admití entre pesados suspiros mientras miraba de reojo a Mónica, y sin más, empezaba a relatar lo que pasó con él, Mónica era la única con la que desahogaba mis frustraciones románticas, ella nunca me juzgaba, al contrario, luchaba por comprenderme y apoyarme, creo que fue eso lo que me hizo tomarle tanto cariño en tan poco tiempo.
— Ay Taylor... lo lamento tanto — me dijo cuando acabé de comentarle, soltó un ligero suspiro mientras me acariciaba el brazo suavemente — Comprendo cómo te debes estar sintiendo. — ¿Enserio? — pregunté mirándole algo curioso.
— ¡Enserio! yo también estaría muy confundida luego de pasar la noche con alguien, ¡y luego ver que tiene una cita con alguien más! — chasqueé mi lengua mientras miraba a los lados con seriedad.
— ¿Está mal sentirme celoso? es decir... no somos pareja, le dije que me gusta, pero nada más, ¿eso ya me da el derecho de celarlo de otras personas que no se van a quejar cuando él les haga el amor?
— Taylor, el amor no es tan sencillo como todo mundo piensa, muchas veces será tan brusco y complejo como el que sientes por Robert. Celar a alguien excesivamente no es bueno, pero sentir celos de vez en cuando no es un mal de morirse Taylor.
— ¿Y qué debo hacer? ¿ir a verlo después del espectáculo que hubo en su auto? ¿y de que él me hiciera esa mierda de los billetes?
— Tal vez solo lo hizo para provocarte Taylor, no porque realmente piense eso de ti — chasqueé mi lengua mientras movía la cabeza de un lado a otro con decepción.
— Lo dudo mucho Mónica, lucía muy serio cuando me lo dijo, y si algo he aprendido, es que una mirada puede decir más que mil palabras.
— Dime algo Taylor, ¿cuántas miradas tiernas te ha dedicado? — le observé curioso al escuchar el cuestionamiento ajeno, aunque después comprendí lo que ella me quería decir — ¿Muchas, verdad? ¿y cuántas miradas "frías" te ha dedicado también? — agaché la cabeza mientras me mordía levemente el labio inferior, comprendía el punto al que ella quería llegar — A veces nuestras miradas delatan lo que sentimos en un momento de debilidad, pero ello no significa que siempre sea así.
— ¡Taylor! — escuché una voz irritantemente conocida que se aproximaba hacía nosotros, solté un pesado suspiro al ver a esa chica de cabello castaño con semblante fúrico, algo en mi mente me decía que fue un error haber ido ese día a la universidad, y sin duda lo fue, aunque si me hubiera quedado con Robert, habríamos hecho el amor, y el golpe de la cita con Yelena iba a ser peor para mí.
— ¿Una amiga? — me preguntó Mónica al ver llegar a esa chica.
— Mi hermana — respondí con fastidio pasando mi mano por mi entrecejo.
— ¡Ahí estás! ¡¿dónde te has metido estos días?! — reclamó al acercarse hacía mí, mirando con seriedad mi semblante apagado, y a la chica rubia que me hacía compañía.
— Estuve ocupado por ahí, querida — dije cruzándome de brazos, esta vez sí fui precavido, por lo que maquillé mi cuello de forma que no se notaran las marcas de lujuria que Robert dejó en este mismo, no quería sermones, mucho menos de parte de Raquel.
— Mh — bufó mirándome con frialdad para luego ver a Mónica con recelo — ¿Y tú eres?
— Ah, s-soy amiga de Taylor — afirmó sonriendo apenada.
— Jaj, ¿"amiga"? ¿o eres un juguete con el que está explorando su sexualidad?
— Raquel, ¿qué no tienes otro sitio al que ir a joder? porque realmente tengo una maldita migraña taladrandome la cabeza, y lo que menos quiero es escuchar tus cizañas justo ahora — dije con seriedad mientras le miraba arqueando una ceja, ella me miraba indignada, pero era lo menos que debía hacer, estaba tan frustrado que le grité al hombre que pagaba mi colegiatura, ¿realmente creen que no le gritaría a la hermana que solo vive haciéndome la vida imposible?
— ¡¡¿Y tú quién carajo te has creído, sólo porque desapareces un día para irte a coger crees que ya puedes tratarme como se te pegue la gana?!! — reclamó mirándome con enojo.
— Hermanita, vé al grano en lo que sea que me quieras decir, ¡por favor! — dije cerrando los ojos y haciendo gestos incrédulos que obviamente la hicieron enojar, eso se notaba a kilómetros. Ví de reojo cómo mis compañeros empezaban a transitar por el lugar, seguro se trataba del cambio de turno, por lo que tomé mi mochila y me levanté, no sin antes acercarme a Mónica y besarle la mejilla en señal de despedida, y luego darme vuelta a hacer lo mismo con Raquel, aunque las ganas que tenía de hacerlo, eran nulas.
— Debo entrar a clase, las veo después — dije con seriedad para acomodar mi mochila sobre mi hombro e irme rumbo al lugar donde tenía clase, me apenaba dejar a Mónica de tal forma, pero Raquel siempre lograba incomodarme, aún cuando yo ya me encontraba muy alterado.
Continuará
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- Gema
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