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https://youtu.be/HtrKPsUlM0E

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Lo que callaba,
me quemaba el alma.
Guarda... oculta.

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La luz del sol que recibían mis ojos en la estación de King Cross quemaba mis pupilas. Tantos meses viviendo en la oscuridad del sótano habían conseguido que mi visión se viese afectada. Mi madre me tomaba del brazo mientras se despedía de mí con cariño, yo solo le correspondí con una sonrisa. Desde que hace menos de una semana habían marcado mi antebrazo con aquella serpiente negra y voraz, algo me impedía amar a mi madre. ¿A dónde me estaba llevando este camino de la oscuridad? ¿Aquella ceremonia donde marcaron mi antebrazo había sido la última oportunidad para alejarme de ahí?

Nos aproximábamos al andén 9 3/4 cuando, de un extremo, la voz de una mujer llamó a mi madre. Volteé instintivamente y lo que vi no era exactamente lo que me hubiera gustado.

—¡Eileen! —Druella Black se acercaba a nosotros, habían pasado varios meses desde que la había visto en persona. Desde que había secuestrado a Calynn y Lily no había vuelto a la Mansión Malfoy. Las dos mujeres se abrazaron con hipocresía, sonriéndose mientras seguían fingiendo haberse extrañado. Cuando vi que era un buen momento en que las dos adultas se habían distraído, caminé por detrás de Druella y las busqué, impaciente. Supe que las había encontrado cuando ambas me rodearon con los brazos y en seguida comenzaban a contarme sobre cómo habían sobrevivido a aquellos meses de tortura y secuestro de parte de tus padres, Calynn.

—¿Cómo es que tu madre conoce a mi madre? —preguntó Calynn viéndome a los ojos. No estaba listo para responder, no tan pronto. Contar la verdad en aquel momento hubiera sido como abrir una puerta de engaños y dudas, ¿cómo desilusionarte justo cuando nos volvemos a abrazar después de meses de ausencia? ¿Qué pensarías si te dijera que ahora soy un espía de tus acciones, un amigo y un enemigo, una floraina disfrazada de rareza?

No diré que haberte mentido en aquella ocasión haya sido lo mejor, pero sí lo fue para intentar no dañar más tu corazón. ¿Qué hubiera sido de nosotros si ese día no hubiéramos compartido el compartimento del tren? ¿En qué habríamos terminado si no hubiéramos conversado en aquellos terrenos de Hogwarts? ¿Seguiríamos vivos?

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Hogwarts fue y es, para nosotros, nuestro universo de libertad. Aquella escuela era el único lugar donde nos sentíamos libres y seguros, podíamos descasar de los temores y las preocupaciones, podíamos dejar de correr por una sola vez. Tal vez fue el momento en el que me sortearon a una casa diferente y rival a la tuya que sentí que nuestra amistad cada vez se rodeaba de barreras de hierro imposibles de traspasar.

Bellatrix y Lucius hablaban sobre ti, conocía secretos que no podía decirte, escuchaba críticas hacia tu persona que me gustaría no haberlo hecho. Me intentaba concentrar en los deberes o en cualquier libro que traía cargando de la biblioteca, la sala de las serpientes no era más que un calvario. Pertenecer a algo más de lo que Bellatrix y Lucius eran parte me hacía dudar de mis verdaderas intenciones, esa selección actuó en mí más como un recordatorio de mis verdaderos intereses en el lado oscuro, permití que mi casa marcara mi destino.

Los dormitorios eran, posiblemente, el único lugar donde podía meditar y darme cuenta de las cosas que acechaban mi cabeza. Solía sentarme, recargado en la cabecera de la cama con el dosel corrido y la oscuridad inundándome. Tomaba la varita y me brindaba un punto de luz para sacar un pequeño cuchillo de mi mesita de noche e intentar cortar aquella marca que buscaba definirme en silencio, aquella serpiente que se reía de mi debilidad. La sangre derramada me provocaba una catarsis, después de hacer aquel ritual cientos de veces me preguntaba realmente si lo hacía más como un acto de liberación mental, de intentar olvidar lo que realmente era. Fueron muchas noches donde mi antebrazo no solo estuvo lleno de sangre, quemado o golpeado; sino que también húmedo de mis constantes lágrimas, ¿cómo enmendar este enorme error que había cometido?

Aquel invierno donde regresamos a las fiestas decembrinas, sabía que sería el lugar donde finalmente te revelaría mi identidad. Despedirme de ti unos días antes podría ser también una mentira, otra más de mis obras teatrales. Pero en realidad, te estabas despidiendo del Severus que siempre conociste, mi verdadero yo estaba por revelarse por primera vez, serías la primera que escucharías mi voz, mis sentimientos y mi corazón. Calynn, fuiste y eres la única que conoce lo que verdaderamente soy.

Aún recuerdo el sonido de las puertas al abrirse. El eco de tus pisadas y tus lamentos por estar en la Mansión Malfoy aquella noche a la fuerza los recuerdo como si se tratara de ayer. Me veo, a mi yo con expresión triste e inefable, solo esperando a que tus ojos se cruzaran con los míos. Cuando lo hiciste, sentí cómo el aire abandonaba mi cuerpo, un sentimiento de arrebato de lo que más amaba es lo que me conmovió aquella noche. Y yo solo pude gesticular un: «Lo siento».

Mis pesadillas recurrentes siempre acontecen en aquel salón oscuro. Vuelvo a vivir aquel momento en el que Druella te sostuvo a la fuerza y gritabas mientras se quebraba tu alma. Vuelvo a ver aquel recuerdo en persona, escondido detrás de una columna mientras veo aquel Severus pequeño e inconsciente formando parte del círculo de mortífagos que ríen ante tus gritos y se burlan de tu sufrir. Finalmente me veo a mí mismo, finalmente puedo observar lo que siempre vivió dentro de mí. Al fin me daba cuenta de la verdad de mi corazón, aquel Severus de allí estaba sin una máscara por primera vez, pero nadie se inmutaba. Me logro acercar más a la escena y me siento como si pudiera detener el tiempo, paso con lentitud la mirada sobre cada uno de los mortífagos que acompaña la sala a tu alrededor, sintiendo cómo cada segundo viaja en cámara lenta. Todos ríen, aplauden, sonríen... pero había un pequeño niño desbordante de lágrimas y gesto de tristeza, veo como aquel pequeño es lo contario al grupo que me rodea. Incluso Lucius se ríe a mi lado, dándome codazos para imitarlo.

El tiempo vuelve a la normalidad cuando el salón se queda vacío y me jalas del cabello mientras intento taparte la boca, nos veo salir a aquel jardín para hablar acerca de aquello que había escondido por tanto tiempo. ¿Cómo podía ganarme tu compasión después de engañarte durante años? ¿Cómo podía ganar tu confianza después de apoyar al seguidor que te mantenía en aquella mansión? ¿Cómo amarme después de que yo hubiera podido evitar que te hicieran la marca tenebrosa? Incluso así, tú decidiste darme una oportunidad.

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Habían pasado semanas desde que se había realizado aquel Morsmordre en tu antebrazo, las batallas que se aproximaban nos aterrorizaban, pero realmente admiraba tu fortaleza. En los últimos meses habíamos compartido secretos, sentimientos, nos habíamos liberado el uno con el otro, ¿qué más podía pedir al universo que tu aceptación?

Las cosas en Hogwarts habían cambiado desde que nos habíamos aliado con Dumbledore para intentar salvarte de tu madre y el que te forzara a ser una mortífaga más. Descansábamos una noche en el Gran Comedor, ambos sentados en la mesa de las serpientes sin que te incomodara que el color rojo resaltara sobre el verde de mi túnica. Ambos sabíamos que aquella no era cualquier noche.

—¿Sabes qué es lo único que no podremos salvar mañana? —me dijo Calynn con melancolía mientras jugueteaba con sus dedos. Dejé que mi silencio fuera mi respuesta, quería que ella contestara esa pregunta, quería escucharla—. Nosotros —terminó la frase mientras acercaba sus dedos a los míos.

¿Qué sería de mí si me rebelara como Calynn? Lo que más admiraba de ella en ese momento era su fortaleza, su poder, se veía lista y fuerte. Sé que dentro de ella albergaba el miedo y el sentido de culpa, también vivía aquel dolor por aquella infancia perdida que tuvo de pequeña, pero, sobre todo, lo que latía con más fuerza en su corazón era el amor recién descubierto.

—¿Me concederías un último baile? —cuestioné tomando sus dedos y cerrando mi palma, tomándola de la mano. Aquella niña de ojos azules de mis sueños tan solo asintió con la cabeza y nos levantamos de la mesa para prepararnos para bailar la siguiente melodía.

Nuestras manos entrelazadas se movían al compás de las primeras guitarras que inundaban nuestros oídos. Sonrisas leves se escondían entre las sombras del salón mientras nuestra cercanía permitía sentir nuestra respiración. Aquella melodía nos definía, melancólica, triste y con un pequeño toque de esperanza. Nos seguíamos meciendo al ritmo de las voces de los coros que enmarcaban la canción, sabíamos que esa era nuestra última noche en Hogwarts para siempre. Indirectamente, esa inefable y entristecida canción se había convertido en nuestro tema de amor.

Los coros comenzaban a apagarse, nuestra separación se había hecho más corta y el silencio más presente. Nuestros labios se fundieron, por vez primera, en un ósculo, una caricia y un beso romántico que expresaba más de mil pensamientos. Aquel fue nuestro Juramento Inquebrantable de nuestro amor, era la conexión que faltaba para conseguir inundarnos de pasión. Incluso cuando nos diéramos cuenta de que era la última vez en que podríamos abrazarnos, la última vez para decirnos «te amo» y la última noche para amarnos.

Nos separamos después de un momento, las miradas sobre nosotros de todos los alumnos que observaban atentos a dos personas que detestaban más que a nada. No nos quedamos ahí para escucharlos, nos tomamos de la mano y corrimos escaleras arriba, justo afuera de tu sala común, Calynn. Mientras nos apresurábamos y corríamos con las manos entrelazadas, nos veíamos con una sonrisa inmensa, lo más evidente es que ese amor sería inmarcesible, solo que lo habíamos conocido demasiado tarde.

Nos sentamos en el suelo, escuchando aún un poco del ritmo de la música que sucedía pisos abajo. Nos acurrucamos junto a la pared, nuestras palmas entrelazadas albergaban los sentimientos nuevos, aquellas pasiones fuertes y efímeras. El silencio nos inundó, mientras un pequeño rayo de luz se colaba por el vitral del castillo. La forma en la que halo iluminaba tu rostro me hacía enamorarme más de ti, aquel lucero celeste resplandeciente y esa sonrisa inocente me hacía perderme en la felicidad. Cuando llegó la hora en la que yo me fuera del castillo para tu liberación del lado oscuro había llegado. Nos pusimos de pie para abrazarnos al instante. Finalmente, aquellas cadenas nos habían liberado; era la primera vez en la que nos permitíamos sentir y ser reales sin juicios.

Acariciaba tu pelo, aspirabas mi aroma; ese abrazo fue el más largo que nos dimos, nos fundimos por un momento en silencio, en deseos, en recuerdos... en amor.
La luna subía cada vez más para decorar la parte alta del cielo, eso me hizo separarme de tus brazos y dedicarte una última mirada mientras te dejaba atrás. Mientras caminaba por las escaleras tuve más de mil impulsos de volver, de regresar a tus brazos e implorarte perdón. Quería que me disculparas por ser tan flemático en el amor, de que me perdonaras por haber aguardado hasta ahora para sincerarme.

Pero tan solo seguí el camino a la salida del castillo, continué escapando de mi sombra y proseguí ondeando mi capa dándote la espalda. Esa había sido la última noche en que habías visto al verdadero Severus Snape.

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"Estaba encadenado, pero ahora soy libre".
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