Capítulo 9: Castigos
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¿Cómo escapar
de lo inevitable
sin riesgos, Lily?
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Esa mañana el sol radiaba, pero aun así Calynn no estaba de humor, dentro de unos minutos tendría que volver a casa y dar explicaciones de lo ocurrido y decir dónde había dormido. Calynn se levantó, no había descansado casi nada y vio a su amiga a lado de ella dormida, no quería despertarla así que tomó un papel y una pluma y le escribió una nota a la pelirroja que explicaba que ella debía irse de ahí, no quería que sus problemas se volvieran suyos. La pequeña Calynn se alejó sin hacer sonido, no iba con una gran motivación, pero decidió que al final era lo mejor que podía hacer para proteger a Lily. Salió de la casa, intentando que el cerrar de la puerta no se escuchara, se dio la vuelta y cruzó la calle para ir a su casa. La pequeña iba temblando de miedo, ¿qué le harían? ¿sería peor que aquel hechizo torturador?
Subió las escaleras, sentía cómo el corazón le latía al mil por hora, no era capaz de esconder su miedo. Tomó la perilla para ver si se encontraba abierta y para su sorpresa así fue; empujó la puerta con cautela y entró a su hogar dando pasos apenas audibles, mantenía la esperanza de poder llegar hasta su habitación sin ver a sus padres. No pudo evitar la respiración agitada, esperando que se encontrara con su madre y la sometieran a un interrogatorio. Se disponía a subir las escaleras cuando una voz de mujer la llamó.
—Calynn Black, ven aquí por favor —dijo su madre en un tono tan suave que no era creíble.
La niña no se movió, sus piernas no le respondieron, estaba paralizada de miedo.
Su padre apareció por el otro lado de la habitación, la tenían acorralada. La niña miró a su padre, en ese momento pudo detectar un ligero gesto extraño con el que nunca lo había visto, se le veía cansado o reflexivo, no tuvo el tiempo suficiente para resolver ese dilema. Su padre se acercó a ella y la apuntó con la varita y antes de que la pequeña pudiera correr su padre había gritado.
—¡Imperio!
La niña se paró en seco mientras trataba de correr hacia la puerta, pero simplemente su cuerpo se movió lentamente hacia donde estaba su madre. En ese preciso momento fue como si una sensación placentera la inundara en su totalidad, se sentía con gran felicidad, como si no tuviera preocupaciones, como si nada estuviera pasando, simplemente olvidó el lugar en el que se encontraba y se decidió por caminar hacia la habitación por la que se había escuchado la voz de su madre, incluso esbozó una sonrisa cuando doblo la esquina.
Llegó a la habitación donde estaba su madre, su padre cerró la puerta y dejó de apuntar a su hija con la varita. Druella traía una sonrisa burlona, ver a su hija con esa expresión en la cara le había causado bastante gracia.
—Sigues igual de manipulable. —En ese instante su padre bajó la varita y la niña regresó a la realidad. Calynn estaba ligeramente desorientada, no sabía en qué momento había llegado hasta esa habitación. En seguida, su padre la tomó con fuerza del brazo para evitar que escapara— ¿Se puede saber dónde has pasado la noche? —preguntó su madre.
—En el jardín —mintió la niña.
—¿Y por qué no estás mojada? Tal vez no te hayas dado cuenta, pero ayer llovió bastante fuerte —espetó la mujer con malicia.
Se le había escapado ese pequeño detalle al decir esa mentira. Evidentemente ayer se habían mojado bastante al escalar en aquel árbol, pero al llegar a casa de Lily su madre les había dado ropa para cambiarse e incluso la dejaron tomar una ducha, era una situación que debió de haber pensado antes. Comenzó a pensar en alguna excusa creíble para contar a su madre.
—Me escondí y me tapé de la lluvia —volvió a mentir la niña.
—Miente —dijo su madre—. Hazlo —le ordenó a su padre. Cygnus sacó la varita sin soltar a la niña de su agarre.
La pequeña lo miró con miedo, no sabía de qué era capaz de hacer. El hombre la volvió a apuntar con la varita.
—¡Legeremens! —musitó el hombre.
El hechizo la mandó al suelo. De la nada comenzaron a pasar ante ella varias de sus vivencias de los últimos días. Con esto se dio cuenta de cuál era el objetivo de su padre, querían conocer la verdad de lo que había pasado hace unas horas. ¿Cómo podía detenerlo? La niña también desconocía esa respuesta. Vio cuando Snape le dijo que era una bruja, cuando sus padres le enseñaron por primera vez lo que era la magia, cuando la torturaron y finalmente al recuerdo del día de ayer. Pasaron aquel momento en que logró salir corriendo de su hogar, cuando Lily la ayudó a escabullirse en el árbol, las charlas con Severus y finalmente la propuesta de su amiga de dormir en su casa, por lo menos por esa noche.
Las imágenes desaparecieron repentinamente y volvió al presente. Estaba tirada en el suelo a causa del hechizo y del esfuerzo fallido de cerrar su mente. Se dio cuenta de que tenía un raspón en la cara a causa del golpe, pero eso no era nada con lo que había sucedido el día de ayer en esa misma habitación. Intentó incorporarse, pero sin éxito alguno.
—Estuvo con la sangre sucia —mencionó su padre con repugnancia—, y se lo contó todo.
—¿A quiénes? —preguntó su madre llena de ira y preocupación, lo que más le importaba a la mujer era que nadie supiera acerca de sus planes.
—A sus dos amigos —dijo su padre mientras miraba a su hija con odio. La pequeña realmente se asustó con esa mirada, solo deseaba que la dejaran en paz.
—¡Traidora! —gritó su madre—. ¡Crucio!
La niña no vio en qué momento su madre había sacado su varita.
El mismo dolor de hace unas horas volvía a recorrer su cuerpo, los mismos efectos volvían a presentarse y la niña únicamente podía llorar con gran dolor. Llegó a sentir que, si ambos la iban a torturar a la vez, ella no iba a poder sobrevivir esta vez.
El dolor cesó, el hechizo no había durado mucho.
La niña abrió los ojos, no quería voltear a ver a sus padres.
—Débil —mencionó esta vez su padre sin piedad, esta vez no intentaría defender a su hija como lo hizo el día de ayer—. ¡Cru...
La niña cerró los ojos esperando el dolor, no estaba preparada, solo no la tomaría por sorpresa; pero fue interrumpido por alguien que tocó la puerta.
Sus padres se miraron y ambos guardaron sus varitas. Salieron de la habitación y la cerraron con llave.
Calynn se quedó tirada en el suelo, no tenía fuerzas para levantarse. Estaba completamente adolorida, no tenía casi energía, el color de su piel representaba su estado actual y los ojos rojos demostraban cuántas lágrimas había derramado durante ese momento de tortura, una vez más.
La niña se arrastró por la habitación para intentar llegar a la puerta, pero antes de que lo lograra escuchó los pasos de sus padres que venían a gran velocidad.
—¡Alohomora! —expresó el hombre y la puerta se abrió de golpe.
Sus padres entraron con la varita en alto como si su hija tuviera una con la cual defenderse. Calynn tan solo les dedicó una mirada que imploraba piedad, no necesitaba decir nada más para expresar su dolor físico, pero, sobre todo, su dolor emocional de saber que eran sus padres los mismos que disfrutaban de ver a su propia hija sufrir.
—¡Levántate! —le ordenó su madre.
La pequeña puso las manos en el suelo como apoyo para levantarse, sus brazos le temblaban y era entendible. Con todas sus fuerzas intentó aguantar su peso, pero uno de sus brazos se dobló hacia dentro, lo que ocasionó que volviera al suelo una vez más.
—¡Te dije que te levantaras, niña inútil! —gritó su madre—. ¡Imperio!
El hechizo lo recibió la pequeña y sintió que alguien la jalaba hacia arriba mientras todas las sensaciones de dolor que tenía un momento antes se desvanecían en un segundo, deseaba que esa sensación nunca se fuera, la necesitaba ahora más que nunca.
—Ya no podrás escapar, no tienes elección —comenzó Druella—. Deberás serle fiel al Señor Tenebroso y para eso debemos comenzar a practicar, tienes que desarrollar tus poderes a la perfección —comentó su madre mientras Calynn era agarrada por su padre, al parecer la maldición se había desvanecido una vez más ya que el dolor de hace unos segundos volvía a presentarse en todo su cuerpo, no estaba segura de cómo lograba mantenerse de pie. Lo único que sabía es que tenía tan poca energía que no ponía atención alguna a lo que decía su madre.
Su madre continuó hablándole, pero no la escuchó porque vio la puerta abierta, comenzó a pensar cómo podría llegar hasta allá cuando la idea completa se le vino a la mente. De la nada la niña le dio un golpe en el estómago a su padre, quien se retorció de dolor y con esto soltó a la niña instintivamente. Una vez libre, corrió hacia la puerta, cuando pasó el marco por poco recibe un hechizo que le pasó rozando el negro pelo y salió al umbral de la casa, se cayó en los escalones de la entrada pero se levantó rápido y siguió corriendo hacia el árbol del jardín donde encontró a la pelirroja que la jaló hacia una pila de rocas donde su amiga la ayudó a subir hacia el techo de las casas de la calle y ambas se quedaron quietas viendo a su padre buscar a su hija por todo el jardín, esta vez no se rindió tan fácil pues fue a revisar entre las hojas de aquel árbol. Fue hasta que se escuchó un portazo que las niñas sabían que ahora sí se encontraban solas.
—¿Ahora qué ha pasado? —comenzó—. ¿Por qué tienes sangre en la cara? —El rostro de Lily cambió a uno de mayor preocupación mientras le limpiaba a la pequeña un pequeño hilo de sangre ocasionado por los golpes con el suelo y los rasguños con este.
—No importa eso, es solo un rasguño —comentó la niña, intentando tranquilizar a la pelirroja.
—¿Ahora qué te han hecho? ¿Fue peor que ayer? —Las preguntas de Lily inundaban sus oídos.
—Me han castigado, otra vez me han torturado y me han tenido bajo su control, o al menos eso es lo que creo —comenzó mientras se tomaba el cuello con las manos, estaba bastante adolorida después de los hechizos—. Lo que más me preocupa es que ahora saben que pasé la noche contigo, no era mi intención, por favor perdóname, Lily.
La pelirroja se llevó las manos a la boca para evitar dar un grito de horror.
Calynn agregó que le habían lanzado un hechizo para ver sus recuerdos y así fue como lo supieron. Sin embargo, esa explicación no reconfortaba a la pequeña Black, sentía culpa sin poder evitarlo.
A Lily se le veía angustiada pero aun así consoló a su amiga
—Por suerte alguien tocó la puerta porque si no me hubieran seguido torturando —dijo la pequeña—, es lo único que logró detenerlos. —Calynn sollozó un poco— Fueron capaces de tratarme como una prisionera, como si yo les fuera a hacer algún daño. Me apuntaron con la varita como si yo supiera manejar la magia —comentó—, después de esto no estoy segura de querer aprender a manejar una varita —terminó con soslayo.
Calynn guardó silencio, estaba bastante angustiada y decepcionada de saber la verdad de sus padres.
—No te sientas mal, por lo que me ha contado Severus, la magia también puede ser hermosa —comentó la pelirroja intentando salvar la situación.
—En realidad me encantaría saber quién fue la persona que tocó la puerta, solo así pude evitar una tortura más larga —comentó mientras recordaba el rostro de su padre, malvado, malévolo y sin una pizca de piedad por su propia hija.
A Lily se le iluminó el rostro y dijo.
—Fui yo —dijo con voz suave—, yo fui quien tocó la puerta. En cuanto leí tu nota sabía que estarías ahí y no podía abandonarte, no estaba segura de qué te iban a hacer. —Hizo una pequeña pausa, su voz sonaba cada vez más ronca—. No estaba segura de poder verte una vez más.
Ante estas últimas palabras, Calynn la abrazó, la había ayudado. Seguía arriesgando su vida para cuidarla y protegerla, sabía que esa sí era una amistad verdadera. A pesar de la sonrisa de sus labios, no podía evitar preocuparse por lo que iba a pasar ahora que sus padres sabían de que su amiga le había ofrecido su hogar, aunque fuera solo por una noche.
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"La fe va y viene,
siempre y cuando las estaciones
estén cambiando".
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⌞ Grieve No More - Patty Gurdy ⌟
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