Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 46: El libro

┏━━━━━━━🌙━━━━━━━┓

Todo el miedo
que logramos superar
nos hace fuertes.


┗━━━━━━━🌙━━━━━━━┛

—¿La maldición qué? —cuestionó la pequeña Black confundida.

Dumbledore comenzó a avanzar mientras la pequeña le seguía los pasos mientras tomaba sus pertenencias que había traído al bosque, se sentía demasiado debilitada para ir a paso veloz, lo que el anciano notó y bajó la velocidad. Calynn solo sentía cómo sus ojos querían cerrarse del cansancio y los ataques por parte de los dementores.

—Está demasiado cansada, ¿no es así, señorita Black? —mencionó Dumbledore.

—Tan cansada que puede leer mi mente rápidamente —contestó la niña antes de emitir un bostezo. Albus solo sonrió, sabía que detrás de aquella niña pequeña había una mente brillante y madura.

Siguieron caminando hacia el castillo, entre la oscuridad que le brindaba el mismo bosque con ayuda de la varita de ambos dando rayos de luz para iluminar el suelo.

Estaban a punto de salir del Bosque Prohibido cuando dos personas, una de cada lado, separaron a ambos con bastante fuerza, la pequeña Black se desconcertó rápidamente y comenzó a forcejear mientras sentía una varita pegada a su cuello, cuando escuchó una voz desconocida.

—Código —solicitó el extraño al director.

—Los enemigos de Hogwarts solo serán aquellos que no levanten la varita con un buen corazón —recitó el anciano para que después los soltaran a ambos y les devolvieran sus varitas.

—Lo sentimos, Dumbledore —mencionaron ambas personas.

—No tienen que disculparse, eso demuestra el buen trabajo que están realizando. Buenas noches —se despidió el director con un movimiento de cabeza mientras reanudaban el paso.

—¿Quiénes eran? —cuestionó la pequeña Black sin poder evitar la curiosidad.

—Aurores, los mejores aurores del mundo mágico si se puede decir de ese modo —explicó Dumbledore—. Ahora más que nunca es cuando debemos tener protegido el castillo, y no sería de extrañarse que algún mortífago intentase pasarse por mí para entrar sin problemas, especialmente en la noche que es cuando la profesora McGonagall y yo esperamos más el ataque —terminó Dumbledore mientras la pequeña observaba a su alrededor. Vio que los terrenos estaban rodeados totalmente por aurores que estaban en guardia, eran incluso más que durante el día y algunos cargaban ballestas o espadas con ellos, eso solo atemorizó más a la pequeña—. ¿Qué le dijo su madre, señorita Black? En la carta que recibió el día de hoy —curioseó Dumbledore con bastante preocupación.

La niña le contó el contenido de la carta mientras el anciano se preocupaba más de lo que ya estaba, pero sin dejar de pensar.

Llegaron a la entrada del colegio, el director realizó un conjuro y en seguida se escuchó un movimiento de cadenas y cerraduras que posiblemente resguardaran al castillo desde adentro. Después de unos segundos estas se abrieron y les dieron paso, a sus costados observaron a un par de aurores con varita en mano que los saludaron cordialmente. La pequeña se disponía a subir a su sala común cuando el anciano la llamó.

—¿Le importaría acompañarme al despacho? Me gustaría decir que esta situación puede esperar, pero no es así —explicó Dumbledore.

La pequeña observó el reloj que se encontraba en medio del vestíbulo, iban a dar las dos de la mañana. Calynn lo pensó unos momentos, pero después se decidió por seguir al director escaleras arriba.

El hombre cerró la puerta tras ella y esta se sentó frente al escritorio como durante todas las clases que habían tomado, el hombre abrió un cajón de su escritorio y sacó una enorme barra de chocolate y se la entregó a la pequeña Black.

—Cómalo, es bueno para recuperarse de los dementores —señaló Dumbledore.

—Gracias —contestó antes de dar el primer bocado. Dumbledore no mentía, era como si el vacío se llenara de nuevo, como si parte de su felicidad volviera rápidamente, siguió degustándolo como si nunca hubiese comido uno.

—La Maldición Moíra es un maleficio que contiene o contenía ese libro que nos impedía tomarlo, ya que hechizaba a aquel que lo tomaba. Este caía inconsciente y tardaba días en recuperarse —comenzó el director—. Lleva cerca de diez años en el colegio, o al menos desde que supimos de su existencia —explicó el anciano mientras que la pequeña Black se olvidaba del sueño que esta traía y escuchaba con atención lo que Dumbledore decía.

—Pero profesor, ¿nunca intentaron tomar el libro mediante un hechizo? —cuestionó Calynn confundida.

—Claro que lo intentamos, señorita Black —comenzó Dumbledore con una sonrisa melancólica—, sin embargo, al levantar el libro de su atril este comenzaba a arder mientras caía al suelo, se elevaba en el aire y volvía a colocarse en el atril de serpiente para después cesar el fuego —contó el director encogiéndose de hombros mientras movía una pluma entre sus dedos.

—¿Cómo es que yo pude levantarlo del atril? —preguntó la pequeña Black sospechando sobre las causas de ello.

—Porque usted es la única que podía hacerlo. El alrededor de aquella cámara es característico de la casa Slytherin; desde los colores verdosos y plateados hasta la frecuencia de figuras de serpientes, incluso el basilisco es un símbolo de la casa Slytherin, ¿cómo es que pudo vencerlo, señorita Black? —curioseó Dumbledore al final.

—Al principio creí que no podría salir de ahí, pero ha de ser una criatura entrenada, ya que le ordené que me dejara en paz y así lo hizo —relató la pequeña con indiferencia.

—¿Cómo dice? —preguntó el director, incrédulo.

—Solo le dije que me dejara en paz y así lo hizo —contestó Calynn.

—Parsel... —comentó Dumbledore en un susurro que apenas fue audible para la pequeña.

—¿Parsel? ¿Qué es eso? —curioseó Calynn bastante intrigada.

El director tardó un poco en contestar, se había levantado de su silla mientras comenzaba a dar vueltas en círculo dentro del despacho mientras asentía o negaba con la cabeza.

—Definitivamente debí haberte puesto en Slytherin —dijo una voz a espaldas de la pequeña. Esta volteó y en lo más alto del librero pudo observar el sombrero seleccionador que la miraba con desaprobación.

—El Parsel es la lengua de las serpientes, los poseedores naturales de esta generalmente son herederos legítimos del fundador de la casa, Salazar Slytherin. Creemos que ese libro puede revelarnos secretos sobre Lord Voldemort y que al saber que usted vendría al colegio decidieron dejarlo aquí, bajo la protección del mismo colegio —explicó Dumbledore.

La pequeña Black no dijo nada, no sabía qué decir. Primero intentaba entender a lo que se refería el director con el lenguaje de las serpientes, ¿cómo era que estas le entendían? Dumbledore solo la veía extrañado, ni el propio director era capaz de arreglar sus ideas en esos momentos. La pequeña intentaba asimilar la existencia de aquel libro, ¿qué no también le pudieron haber encomendado esa misión a sus hermanas, en aquellas donde Druella y Cygnus confiaban más?

—Pero... —Calynn iba a formular la pregunta que se le acababa de formar en la mente cuando Dumbledore habló.

—Tal vez no saben de la existencia de este libro —contestó Dumbledore en la realidad, quien había leído la mente de la pequeña sin problemas, aprovechándose del cansancio de esta—. Tal vez Lord Voldemort no confía demasiado en ellas por alguna razón —finalizó el director tratando de entender sus propias palabras.

—¡Pero eso no tendría sentido! —exclamó la pequeña levantándose de su silla, dejando el chocolate en el escritorio mientras trataba de ordenar lo que iba a decir—. ¡Bellatrix siempre ha estado de su lado, Narcissa le tiene respeto y Andrómeda ha simulado estar de acuerdo con aquellos ideales! —continuaba exasperada por los recientes comentarios del director—. ¡Yo he sido rebelde desde el principio, siempre he sido un problema! ¿Por qué confiar en alguien como yo? —terminó encogiéndose de hombros.

—Esta maldición se formó hace mucho tiempo, esta no fue reciente por lo que todo lo que es ahora, y la manera como ha actuado no han influido en la toma de decisiones de Lord Voldemort respecto este libro —confirmó Dumbledore, lo que hizo que la pequeña Black se diera cuenta de ello, todos aquellos preparaciones e iniciaciones tan insistentes eran a causa de este diario, porque el Señor Tenebroso había confiado en ella hace años, realizando un pacto para proteger algo, ¿algo que tal vez le costara la muerte? ¿Qué podría ser así de grave para que se protegiera de esa manera?

Hubo un momento de silencio, posiblemente ambos reflexionaban sobre lo que acababa de pasar, cada quién con pensamientos concretos, ¿qué estaría pensando Dumbledore sobre su situación en estos momentos? Calynn dudó por un momento, pero después trató de leer la mente del profesor, pero antes de poder ver con claridad el primer pensamiento que se estaba plasmando, el director la mandó fuera de su mente. Ambos se miraron, y aunque Dumbledore no se veía molesto solo se veía un poco disgustado.

—Creo que ha despertado un poco más, señorita Black —mencionó Dumbledore sin sonreír—. Será mejor que se vaya a su sala común a descansar un poco, después no podrá dormir —terminó. La chica un poco avergonzada avanzó al escritorio para tomar lo que aún restaba de chocolate de la barra que le había dado el director y estaba por salir del despacho cuando este la llamó—. No se preocupe por las clases de mañana, yo hablaré con el profesor Slughorn y una cosa más —agregó Dumbledore evitando que la pequeña se fuera—, me alegra encontrarme con una alumna mucho más madura que la de hace unos meses. Ha mejorado bastante, la felicito, pero recuerde, siempre hay que estar listos para lo que pueda venirse —mencionó el director lentamente—. Buenas noches —terminó mientras esbozaba una sonrisa. La pequeña imitó la sonrisa y comenzó a bajar los dorados escalones mientras comía un poco más de la barra que le habían dado. Al bajar las escaleras paró por un momento para colocarse la capa de invisibilidad y evitar los problemas con Filch. Caminaba por los pasillos mientras estaba atenta al subir los escalones cuando, del extremo del pasillo del cuarto piso la pequeña Black escuchó un conjunto de voces susurrando algo. Se acercó buscando la fuente de esta cuando al doblar una esquina y se paró en seco para evitar chocar, encontró a Bellatrix, Narcissa y Lucius hablando por lo bajo, todos con sus varitas en la mano y sus mangas arremangadas, la pequeña Black se agachó para poder escuchar mejor.

—¿Has visto cómo se mueve últimamente? —cuestionó Lucius sin abandonar el mismo tono de miedo de siempre.

—Es porque están cerca, la maldad va a llegar a Hogwarts pronto —respondió Bellatrix felizmente, disfrutando de solo imaginarse la idea.

—Pero Bella, ¿qué va a pasar con nosotras cuando ellos lleguen? —preguntó esta vez Cissy quien también se veía un poco alterada.

—¡Unirnos a ellos! —exclamó más fuerte de lo que debía mientras sus dos acompañantes le indicaban silencio con los dedos desesperadamente—. ¿No te acobardarás en medio del combate, cierto, Cissy?

—No... —contestó la rubia bastante insegura.

—¿Cómo seríamos unos buenos mortífagos si no peleamos por nuestro líder? Además, ¿quién no disfruta de ver sufrir al otro? Es como si pudieras tener su corazón en su mano y estrujarlo completamente —mencionó Bellatrix mientras reía por lo bajo. La pequeña Black no pudo evitar notar que incluso Cissy miraba a Bella de una manera extraña, con una mezcla de miedo e inseguridad.

Lucius iba a agregar algo más cuando un gato dobló la esquina que daba hacia el grupo de mortífagos directamente mientras ellos se percataban.

—¡Es demasiado tarde! —exclamó Lucius mientras bajaba su túnica para esconder la serpiente, tomaba un pequeño libro que traía y salía del pasillo a toda velocidad; Bellatrix y Cissy lo imitaron tiempo después, justo a tiempo pues Filch, al escuchar los maullidos del gato, había llegado al pasillo en menos de dos minutos. Calynn aprovechó la situación de confusión por parte del celador para escabullirse y seguir subiendo hacia su sala común. Mencionó la contraseña, pasó el cuadro, subió los escalones bastante cansada, se sentó en la punta de su cama mientras se desataba las agujetas y veía el reloj marcando las tres con cuarto de la mañana, suspiró, se acostó en su cama sin quitarse la ropa y cerró los ojos deseando no tener ningún tipo de sueño para poder descansar completamente y sin despertar a los demás, pero desafortunadamente sus peticiones no fueron concedidas. Iba cayendo, lista para el impacto mientras iba reconociendo aquella sala por el característico verde que la cubría, se incorporaba y rápidamente antes de permitirle al basilisco salir de su escondite esta tomó el libro rápidamente con las lágrimas en los ojos a causa del dolor. Estaba a punto de llegar por donde había entrado cuando el suelo se volvió a desaparecer, soltó el libro gracias al impacto que no se esperaba del todo y observó a su alrededor. Era una habitación un poco oscura, y a pesar de que esta no era la misma que la de los dementores se parecía demasiado. Caminó un poco hasta que chocó con una persona, bastante más alta que ella, encendió su lámpara y observó a su madre frente de ella, con su varita en mano y a punto de torturarla mientras que al mismo tiempo la pequeña era despertada por la misma Meryl para intentar callarla en la habitación. Esta estaba totalmente desorientada, sin embargo, estaba bastante preocupada por su sueño, sabía que podía ocurrir tal cual como lo soñó, pero decidió volver a dormir pues el cansancio ahora sí le ganaba por mucho.

La chica se levantó cerca de las diez de la mañana, se había acostado tan rápido la noche anterior que olvidó quitarse el uniforme, por lo que ahora le molestaba bastante. Se bañó y se cambió para estar lista para ese viernes, sabía que no tenía que asistir a pociones, por lo que se tomó su tiempo para disfrutar del agua.

Una vez lista para bajar, se encontró con algunos de sus compañeros de casa que iban corriendo al aula de pociones para no llegar tarde cuando junto a ella pasó su antiguo amor mientras chocaban y los libros del chico se desparramaban por todo el pasillo; la chica bastante avergonzada y sin haber visto al niño comenzó a recoger los libros hasta que le dirigió una mirada rápida para entregárselos, cuando lo vio un impulso hizo que sus manos no se acercaran a aquel chico. A su lado observaba a Alice Howell, la chica de Gryffindor que también se llevaba muy bien con él mientras esta lo besaba continuamente en las mejillas. La pequeña se quedó perpleja al ver la escena mientras trataba de conservar su expresión neutra.

—¿Me los das? —cuestionó Frank seriamente. Calynn lo pensó un poco y luego sin decir una palabra volvió a dejar caer todos los libros del chico y se retiró del lugar—. Maldita mortífaga —susurró Frank lo bastante alto para que la pequeña lo escuchara, y aunque así fue, la pequeña no consideró su comentario y siguió caminando hacia el Gran Comedor sin decir una palabra.

Cuando encontró un lugar y comenzó a devorar el desayuno es cuando comenzó a preguntarse sobre sus acciones últimamente, ya que cada vez que sentía un poco de odio solo sentía que alimentaba más a aquella serpiente de la marca. El desayuno fue delicioso, la pequeña tomó varios vasos de su bebida favorita y los huevos revueltos con las salchichas habían sido deliciosos. La chica volteó a la mesa de los profesores, pero no encontró a nadie y lo que hizo fue levantarse para ir a buscar a Dumbledore a su despacho, tenía que contarle sobre el sueño que había tenido para que este le diera una explicación.

Llegó allí, dictó la contraseña que no habían cambiado desde hace mucho para permitirle el acceso a la pequeña libremente, subió las escaleras por donde había bajado hace solo unas horas y abrió la puerta, sorprendiendo al director quién se encontraba hablando con la profesora McGonagall seriamente.

—Señorita Black, me da gusto verla de nuevo —mencionó Dumbledore—, justamente estábamos hablando de usted —aseguró mientras veía a la profesora McGonagall—. Pase y tome asiento.

La chica avanzó directamente a la silla frente al escritorio mientras se sentaba junto a la profesora que estaba de pie, con una expresión de preocupación aún más notoria que la de Dumbledore.

—Profesor, he vuelto a tener una visión —confesó la chica con bastante seriedad.

Dumbledore le dirigió una mirada pensativa, como si hubiera entendido algo con esas palabras.

—Claro, tal vez pudiéramos conocer más acerca de su pasado y de su futuro gracias a su condición —expresó Dumbledore asintiendo con la cabeza—. ¿Qué ha visto esta vez?

—He caído de nuevo dentro de la habitación donde se encuentra el libro, pero al desmoronarse el suelo no he ido con los dementores, sino que me he encontrado con ella en persona —mencionó Calynn temerosa—. Mi madre, estaba allí frente a mí con su varita en mano y su sonrisa cínica —expresó la pequeña Black con mucho miedo.

Sin embargo, el profesor seguía sumido en sus pensamientos mientras trataba de analizar la situación.

—Es un Boggart —aseguró el anciano mientras que la pequeña no podía evitar mostrar una cara de confusión—. Son criaturas que no tienen una forma específica ya que adoptan la forma del miedo más grande de la persona que tiene en frente —explicó el director mientras se concentraba aún más—. Es por eso por lo que usted podía ver a su madre, ella no estaba realmente ahí, pero aquella criatura engañaba a su mente —terminó Dumbledore caminando por el despacho, con la mirada de Calynn y McGonagall sobre de él.

—¿Pero tiene los mismos poderes que ella? —cuestionó la pequeña Black con nerviosismo.

—Claro que sí, por eso para combatirlos debe tener una gran imaginación y voluntad para poder pensar algo gracioso y plasmarlo sobre su peor miedo sin temerle a lo que está frente a usted —explicó el anciano mientras la pequeña lo miraba bastante desesperada.

—¡Eso es imposible! —exclamó la pequeña—. ¿Qué puedo ver en Druella que sea divertido?

—Se lo debe inventar y, aunque sea difícil, con concentración podrá lograrlo —aseguró Dumbledore con seriedad.

—¿Y no tienen un Boggart en el colegio? —cuestionó la pequeña.

—Claro que sí, la profesora Galatea los utiliza en clases para tercer año por lo que tal vez nos lo preste por un momento —exclamó Dumbledore buscando el gesto aprobatorio de la maestra McGonagall—. Síganos, señorita Black —ordenó el anciano mientras emprendían la marcha, saliendo del despacho.

Caminaban a paso veloz, evitando algunos alumnos que realizaban bromas en los pasillos y eran regañados por la profesora McGonagall. Llegaron al aula de Defensa Contra las Artes Oscuras que se encontraba vacía, la profesora subió las escaleras rumbo al balcón que daba la bienvenida a la oficina de la maestra y McGonagall entró allí para hablar con ella. Dumbledore y la pequeña Black esperaban abajo mientras el anciano iba arrastrando un tipo de armario que se movía con bastante agresividad.

McGonagall salió de la oficina mientras seguía hablando con la profesora, al parecer se llevaban muy bien, mientras que la pequeña Black no la soportaba en lo absoluto. McGonagall bajó los escalones y afirmó con la cabeza a Dumbledore para que comenzara a hablar.

—Dentro de este armario hay un Boggart que está atrapado gracias a que está cerrado con llave, en el momento en que yo quite la llave saldrá su peor miedo por la puerta —explicó Dumbledore—. Mientras usted idea algo gracioso tiene que realizar un hechizo para que sus pensamientos tengan efecto —siguió explicando el director—. Repita después de mí: ¡Riddikulus! —ordenó el director sin haber sacado la varita.

La pequeña lo imitó después de haber guardado su varita tratando de que su dicción no le fallara en absoluto. Practicaron el hechizo verbalmente unos minutos hasta que ambos lo dijeron al mismo tiempo mientras la profesora lo escuchaba como si hubiese sido una sola voz.

—¿Estás seguro de esto, Albus? —cuestionó Minerva preocupada—. El poder de su madre estaría aquí presente —le recordó la profesora con nerviosismo.

—No se preocupe, profesora —comentó Dumbledore antes de desviar su mirada a la niña—. ¿Está lista, señorita Black?

La pequeña solo asintió un poco temerosa mientras sacaba la varita de su túnica, respiraba y exhalaba para relajarse. El seguro dorado del armario se levantó después de un movimiento rápido de varita del director y el silencio reinó en la habitación mientras las puertas se abrían. Un zapato marrón se mostraba a través de una túnica azabache característica de su madre, llevaba un vestido oscuro con mangas tres cuartos de donde podía verse un poco de sus manos, una de ellas, la que llevaba la misma marca en su antebrazo, sosteniendo una varita azabache e igualmente retorcida. Su cabello oscuro estaba ligeramente despeinado y sus ojos grises brillaron entre la oscuridad del interior del armario. Calynn la miraba con bastante temor, aunque intentaba ocultarlo mientras sostenía su varita fuertemente.

La mujer bajó del armario sin problemas y la pequeña pudo observar aquella sonrisa que tanto recordaba con bastante dolor, Calynn volvió su mirada a la realidad cuando observó la varita de la su madre apuntándola como hace mucho tiempo no lo hacía y en ese momento logró escuchar el hechizo que odiaba con todo su corazón.

¡Crucio! —resonó la voz de Druella en la habitación mientras el impacto mandaba a la pequeña al suelo mientras se retorcía totalmente, llenando la habitación de gritos de dolor, deseando poder defenderse. Ante esto, Dumbledore se interpuso entre el hechizo y la pequeña y, en vez de que Dumbledore recibiera el hechizo, la figura de Druella se desvaneció rápidamente para transformarse en otra que la pequeña apenas podía observar bien desde el suelo.

Era el cuerpo de una niña pequeña, tal vez unos trece años con cabellos rubios y mirada perdida, posiblemente estaba muerta. La pequeña observó al director desde el suelo como nunca lo había hecho, su rostro había palidecido, su mirada había cambiado a una de tristeza extrema y no podía apartarse de aquella niña, el director solo parpadeaba. McGonagall se acercó un poco más para traer al director de regreso a la realidad mientras unas lágrimas se escapaban de sus ojos y levantando su varita con bastante esfuerzo este mencionó:

¡Riddikulus! —El rayo de luz de la varita salió rápidamente mientras que el cuerpo inerte de la niña se elevó en el aire mientras una base de madera se colocaba bajo ella y la pequeña volvía a tener vida y bailaba como una bailarina alegremente hasta que el director logró encerrar a la chica en el armario y de esa forma no dejar salir al Boggart.

Un silencio llenó la habitación, la pequeña comenzó a levantarse con bastante esfuerzo pues el hechizo le había adolorido el cuerpo enormemente. Dumbledore solo veía a aquel armario calladamente hasta que volteó con su mirada hacia Calynn.

—Profesor... —titubeó la niña intentando saber qué es lo que le había causado esa tristeza, pero el hombre no la dejó continuar.

—¿Ahora sí está lista, señorita Black?

La niña lo pensó un poco, sabía que si no podía contra su madre de nuevo vendría aquel dolor, aquellas lágrimas y esos gritos que le provocaban. Tomó aire, intentó pensar algo gracioso y luego exclamó:

—Estoy lista —volvió a tomar su varita del suelo y se concentró mientras el armario comenzaba a abrirse.

La mujer volvió a bajar por el armario con la misma sonrisa y cuando esta apuntó a su hija con la varita la chica pronunció rápidamente:

¡Riddikulus! —El hechizo provocó que de la varita de la mujer salieran únicamente fuegos artificiales a la vez que esta se exasperaba tratando de conjurar un hechizo mientras agitaba su varita intentando detener los fuegos artificiales, fue retrocediendo hasta volver dentro del armario a la vez que la pequeña exclamaba una pequeña risa, las puertas del armario se cerraban de nuevo y el Boggart volvía a zarandear el armario tratando de salir una vez más. Calynn volvió la mirada a ambos profesores con una sonrisa en la cara con un sentimiento de alegría y orgullo a la vez.

—Bastante bien, señorita Black —exclamó Dumbledore, quien ya se encontraba más calmado y con una sonrisa en el rostro—. Creo que solo nos falta reforzar algunas Maldiciones Imperdonables —explicó Dumbledore y acto seguido la profesora McGonagall lo volteó a ver algo alterada y perpleja.

—¿Las Maldiciones Imperdonables? —preguntó Calynn bastante confundida.

—Eso lo hablaremos después, ahora en lo que debemos concentrarnos en conseguir aquel libro que está tan protegido —aseguró Dumbledore—. Es hora de irnos, señorita Black.

Los tres caminaron mientras salían del aula, cruzando los pasillos desiertos ya que todos los alumnos estaban dentro de alguna clase.

—Profesor, ¿puedo hacerle una pregunta? —cuestionó la pequeña Black al director, este solamente afirmó con la cabeza—. ¿Quién era la niña muerta que mostró su Boggart? —mencionó Calynn directamente.

El director adquirió una mirada de soslayo.

—Fue la persona que más quise, señorita Black, pero también con la que más cometí errores —terminó Dumbledore sin agregar nada más, la pequeña le hubiera gustado saber más acerca de ella, pero respetó la privacidad del director e incluso se abstuvo de intentar leerle la mente. Volvieron al lugar por el que habían venido, la profesora cerró la puerta tras ellos y la pequeña volvió a sentarse frente al escritorio—. Hoy a la medianoche volveremos al Bosque Prohibido en busca del libro, yo la acompañaré, pero no entraré a la habitación con usted, pero estaré protegiéndola desde afuera con el Patronus, sabrá que ya estoy ahí cuando se encuentre con el ave, ¿entendido? —terminó Dumbledore levantando amabas cejas.

La pequeña asintió al mismo tiempo que se levantaba de la silla y se despedía del director para salir de allí y dirigirse a su sala común a esperar a sus compañeras para contarles sobre estas revelaciones. Subió las escaleras con bastante velocidad, deseando que así estuviesen durante los cambios de clase y llegó al cuadro que le daba acceso a su sala común, decidió quedarse afuera a esperar a Lily y a Meryl para observar el momento en el que estas llegaran.

—¿No vas a pasar? —le preguntó la señora del cuadro que le daba entrada a su sala común.

—No, prefiero esperar aquí —comentó mientras se sentaba en el suelo y jugaba con su varita.

—Me gustaría tener tu juventud —le expresó la dama del recuadro.

—No sabe lo que dice —comenzó la pequeña—. Usted vive en ese cuadro sin ninguna preocupación, la vida real no es así, todo el tiempo sentirse en peligro llega a cansar, pero eso usted no lo entiende —exclamó Calynn negando con la cabeza mientras jugueteaba con la varita en el suelo.

—Yo creo que tú no comprendes lo inútil que es no poder salir de aquí —le respondió la señora gorda—. ¿O no es así, chicos? —llamó la atención de los cuadros del alrededor de ella mientras éstos exclamaban quejas y asentían con la cabeza—. Creemos que la vida es un conjunto de experiencias y que depende de tu resiliencia la manera en que saldrás adelante, eres joven y hermosa, tienes mucho por delante —terminó la mujer.

La pequeña Black dejó de juguetear y comenzó a reflexionar sobre las palabras de la mujer, sin embargo, no dijo ninguna palabra. Podía entender su punto de vista, aunque, también tenía un punto a su favor, ¿de qué le servía ser joven si no recordaba nada de su infancia? ¿De qué le servía la belleza si no la protegía de la muerte? Comprendía la vida de aquella mujer, sin embargo, pensaba que vivir en un cuadro no traía dificultades.

—Aun así, creo que ninguna de las dos opciones es buena —comentó la niña.

—Es momento de dejar de ver hacía lo fácil e incorrecto y ver hacia lo correcto —agregó la mujer mirando a la pequeña quien solo mantenía la vista fija mientras pensaba en aquellas palabras, le sorprendía la sabiduría de la mujer, a quien siempre subestimó.

—¡Calynn! —exclamó una voz a su lado—. Pasó bastante desde que te vimos ayer, ¿qué ha sucedido? —cuestionó Meryl al darse cuenta de la mirada perdida de la chica.

La pequeña Black volvió a la realidad mientras observaba a ambas amigas frente de ella, mientras Meryl lucía un poco preocupada, Lily solo mantenía una postura cabizbaja.

—No es nada, tengo que contarles algo —respondió volviendo su rostro serio mientras Meryl la imitaba y comenzaban a pasar por el cuadro hacia su sala común. Subieron las escaleras hacia el dormitorio de chicas en busca de menos personas, se sentaron las tres en la cama de la pequeña Black para poder escuchar mejor.

—¿Estás bien, Lily? —preguntó esta vez Calynn quien había estado observando a su amiga largo rato para tratar de saber si sus sospechas de su estado de humor eran ciertas. La pelirroja solo asintió levemente con la cabeza cuando Meryl habló.

—¿Qué querías contarnos? —cuestionó la rubia.

La pequeña Black comenzó a narrar lo que había encontrado dentro de aquella habitación y la manera en la que logró haber salido de aquel lugar sana y salva, volvió a retomar el libro y de la nada Meryl la interrumpió.

—¿La Maldición Moíra? Como que el nombre es un poco extraño —bromeó Meryl provocando la risa de Calynn y la suya mientras que Lily se limitaba a sonreír ligeramente.

—El libro, ¿qué puede esconder? —preguntó esta vez la pelirroja, quien había hablado después de largo tiempo de escuchar a las demás.

—Tal vez secretos de los mortífagos —propuso esta vez Meryl—. Secretos valiosos.

Sin embargo, Calynn sabía que no solo podían ser secretos, tendría que haber algo de gran valor en aquel libro para protegerlo de aquella manera. Cuando la pequeña Black terminó de contar su anécdota el silencio reinó en la habitación sin nadie que se atreviera a hablar cuando Calynn fue quien tomó la iniciativa.

—¿Cómo te sientes por lo de Severus, Lily?

La pelirroja desvió su mirada a su amiga dejando ver sus ojos verdes y una expresión triste acompañándolos.

—No muy bien en realidad —comenzó—. Él no era cualquiera, él era mi mejor amigo y alguien con el que compartí mis sentimientos —expresó Lily mientras sus amigas la consolaban, sabían que la pérdida de la amistad de Severus no solo afectaba a Lily, sino que, a las tres, en especial a Lily y Calynn quienes compartían una amistad aún más larga. Después de un momento decidieron que era mejor bajar a comer y poder encontrar el comedor un poco más vacío. Salieron por el cuadro y se encontraron de frente con un chico de cabello grasiento y túnica verdosa.

—¡Lily! —exclamó Severus mientras el grupo de chicas no cesaba el paso—. Por favor escúchame —mencionaba al mismo tiempo que aceleraba el paso para alcanzarlas, sin embargo, Lily solamente lo ignoraba mientras bajaban los escalones—. Por favor, perdóname —rogó Severus cuando llegaron al Gran Comedor.

—Es demasiado tarde, Severus —contestó la pelirroja cortantemente mientras le daba la espalda al chico y se iba directamente a la mesa de su casa, con Meryl acompañándola.

—Lo siento, Severus —se despidió la pequeña Calynn mientras dejaba a Severus en medio del Gran Comedor mientras que la pequeña iba a sentarse a la mesa de los leones. Comenzaron a comer de todos los platillos que encontraban, era un misterio cómo no subían de peso si realmente comían como si fuera Navidad todos los días. Meryl se sentó frente a Lily y Calynn como era de costumbre mientras comenzaban a hablar sobre las materias del colegio hasta la llegada de más alumnos al comedor, desde la distancia la pequeña Black pudo observar a dos amigos que iban tomados de la mano e iban corriendo bastante feliz, Calynn los observó más detenidamente y encontró aquella mirada característica de Frank Longbottom, seguida de una chica de ojos oscuros de la misma casa del chico que reconoció como Alice Howell. Caminaban a través del comedor pasando la extensa mesa hasta que Frank observó a la pequeña y este guio a Alice justamente atrás de Meryl, allí se detuvieron enfrente de la pelirroja y la pequeña mortífaga mientras el chico tomaba de la cintura a la chica que se veía bastante enamorada de él y se daban un beso bastante apasionado; la chica había cerrado los ojos mientras que Frank los había abierto para voltear a ver a la pequeña que contenía las lágrimas. Meryl se dio cuenta de esto y cuando volteó Frank y Alice se separaron y siguieron su camino para sentarse bastante lejos de las chicas.

Lily veía con cautela a su amiga, no sabía si esta estaba llena de ira o simplemente estaba triste, iba a tratar de consolarla cuando Calynn la interrumpió.

—¿Alguien sabe algo de Frank Longbottom que nosotras no sepamos? —cuestionó a ambas.

—Recuerdo que Lucius le había mencionado algo sobre ser un traidor de sangre —respondió esta vez Meryl—. ¿Por qué?

Calynn se levantó de su asiento mientras caminaba directamente hacia la mesa verdosa de las serpientes y buscaba entre la multitud al chico rubio, encontró a Severus justo junto a él riéndose de algún chiste de Malfoy, pero al ver a Lily este volvió a su postura cotidiana.

—¿Vienes a rogar amor, comadreja? —preguntó Malfoy dirigiéndose a Lily quien comprendió que se refería a Severus, pero se limitó a ignorar al rubio—. Johnson, no te había visto hace mucho tiempo —agregó cuando Meryl llegó detrás de ambas niñas.

—No creo que me hayas extrañado —respondió la rubia seriamente.

—No, claro que no, ¿pero que las trae por aquí? —cuestionó Malfoy sospechando de las chicas—. Odio que me vean hablar con este tipo de personas.

—¿Qué sabes acerca de Frank Longbottom? —preguntó Calynn, pero esta no esperó respuesta, sacó su varita muy discretamente y comenzó a leer la mente de Malfoy con bastante facilidad. La pequeña había pensado que tal vez le costase más trabajo, pero esta había sido pan comido, comenzó a buscar lo que realmente le interesaba y esta vez observó detenidamente aquel recuerdo:

Malfoy y Longbottom se encontraban en medio de algún jardín, ambos con varita en mano practicaban hechizos básicos, los dos traían un libro en la otra mano; se divertían bastante agrandando cosas, haciendo levitar objetos, quemando hierba y mucho más. De la nada el chico rubio guardó el libro que era igual que al de Frank y sacó esta vez uno de bolsillo con una portada negra y antigua; Frank, bastante curioso, dejó caer al suelo una roca al interrumpir un hechizo de levitación y después se acercó a Malfoy para observar aquel libro. Malfoy se sorprendió y le comentó:

—Son hechizos de defensa, puedes someter y controlar a tu enemigo con esto —señaló moviendo el libro con las manos—. Se llaman Maldiciones Imperdonables y son tres, una sirve para torturar, otra para controlar y la otra para asesinar —continuó Malfoy y comenzó a leer el libro textualmente—. "Estas maldiciones están prohibidas para cualquier mago que no tenga una autorización de utilización por parte del Ministerio de Magia" —el chico se encogió de hombros y después agregó—. Esto es genial, mi líder las utiliza.

—¿Tu líder? —comentó bastante entusiasmado Frank.

—Lord Voldemort, él mismo —comenzó—. Él nos hace una marca en el antebrazo para reconocernos; dentro de un año será mi iniciación, ¿prometes que te unirás conmigo?

—¡Claro! —exclamó Frank con una sonrisa en el rostro.

La pequeña salió de la mente de Lucius mientras se despedía de este, quien estaba bastante indignado de haberle quitado su tiempo y esta vez se llevó a ambas amigas hacia la mesa de Gryffindor a paso veloz, pasó de largo sus asientos donde se encontraban sus platillos a medio comer, llegó junto a Frank y su novia y exclamó con la voz más alta que pudo:

—¿Con que querías pasarte al lado tenebroso? —preguntó la pequeña Black con bastante hipocresía, pues por dentro la pequeña estaba llorando silenciosamente.

—¿Qué? ¿Cómo lo supiste? ¡Yo no dije nada de eso! —exclamó esta vez una voz desde la mesa de Slytherin.

—¿Es eso cierto, Frankie? —cuestionó Alice quien lo miraba bastante preocupada y desorientada

—Cuéntale sobre el orgullo que te hubiera dado de llevar esta marca —comentó Calynn arremangándose la túnica—. ¿Cómo pudiste tener el descaro?

—¿Todo esto es cierto? —preguntó de nuevo la novia del chico, este solo asintió con la cabeza mientras se sonrojaba totalmente. La chica se levantó de su lugar y esta vez salió del comedor, Frank se puso de pie en el instante en que la chica se fue sin antes dirigirle una mirada amenazante a pequeña Black, quien ya no pudo contener las lágrimas y comenzar a llorar.

—No vale la pena —exclamó Meryl bastante segura de sí misma. La chica volvió a tomar los cubiertos para su comida y volvió a concentrarse en su platillo.

Terminaron de comer y salieron del Gran Comedor para ir a su sala común para que la pequeña Black pudiera descansar completamente. Llegaron a la entrada del comedor y de la nada comenzaron a ver como alumnos de diferentes casas se aproximaban con una escoba en mano, la pequeña quería seguir observando, pero la marca de su brazo comenzó a dolerle a horrores.

—¿Estás bien? —preguntó Meryl quien observaba a la pequeña Calynn tomando fuertemente su antebrazo sobre la túnica.

—No lo sé, es un ardor demasiado fuerte —exclamó antes de quejarse de dolor, a su lado pasaban alumnos de varias casas, frecuentemente de Slytherin. En eso pudo observar a sus tres hermanas, Bellatrix y Andrómeda con una escoba en la mano.

—Es hora de irnos Cissy, debemos salir de este asqueroso castillo para poder ir con él —exclamó Bellatrix apurando a la rubia.

—Váyanse sin mí, yo iré con Lucius —comentó para que Andrómeda y Bellatrix emprendieran el vuelo mientras salían del comedor.

—No, esa gallina no está segura de acompañarnos, así como la gallina de Snape —refutó Bellatrix—. Tú te vienes conmigo —terminó mientras esperaba a que Narcissa se montara en la escoba con ella—. ¿Vienes, Andy? —cuestionó a la castaña, pero esta no contestó en seguida.

—¿A dónde se dirigen? —cuestionó esta vez Lily.

—Creo que nos está llamando, quiere que nos reunamos con él —respondió Calynn tratando de aguantar el ardor del antebrazo.

Los profesores comenzaron a llegar rápidamente, pero fue demasiado tarde, incluso los aurores no podían realizar nada ya que al querer bajar la escoba podrán apuntar al alumno y generar un accidente. La profesora McGonagall salió a los jardines del colegio mientras veía el cielo, sosteniendo su sombre a causa del aire. Las tres chicas decidieron quedarse dentro del castillo intentando que la marca de Calynn dejara de arder, mientras que Dumbledore también comenzaba a bajar los escalones para alcanzar a la profesora.

—No podemos permitir esto, si el Ministerio se enterara... —expresó McGonagall con preocupación.

El profesor Dumbledore comenzó a calmarla mientras caminaban de regreso al interior del castillo; las tres chicas pudieron observar que ambos profesores se encontraban bastante consternados.

Lily, Meryl y Calynn comenzaron a subir los escalones mientras la pequeña Black seguía con su palma sobre su marca mientras respiraba y exhalaba para tranquilizarse y soportar mejor el ardor. Llegaron a la sala común, subieron los escalones para llegar al dormitorio que estaba desierto para que la pequeña Black se acostase sobre una de las acogedoras camas de dosel.

—Te dejaremos dormir —comentaron Meryl y Lily con una sonrisa.

—Gracias, tal vez las vea en la cena —se despidió la chica mientras veía alejarse a sus amigas a la vez que cerraba sus ojos y cesaba el dolor de su antebrazo de una vez por todas.

Esta vez pudo disfrutar de su descanso ya que ningún tipo de sueño logró despertarla hasta ya bien entrada la noche.

Cuando el reloj marcó las diez y media de la noche la pequeña se levantó de su cama intentando no emitir ningún sonido para no despertar a sus compañeras, tomó una rana de chocolate que tenía en su mesita de noche, pues era demasiado tarde para bajar a cenar, abrió el dulce que había sido un regalo de Frank, aunque intentó desviar su atención de él para no comenzar a preocuparse y comió el chocolate. Tomó su varita, la capa de invisibilidad y otra linterna de su mesita, bajó los escalones y después de hacer un tiempo de descanso en la sala común se dispuso a salir después de haberse colocado la capa sobre de ella. Comenzó a bajar los escalones mientras se sentía con la libertad de caminar por el colegio pues nadie podría verla.

Salió por las grandes puertas de roble que aún se encontraban un poco abiertas y se dirigió directamente al Bosque Prohibido, allí abrió más los ojos hasta que observó a la lejanía un ave azulada que reconoció al instante, caminó rápidamente sin pensarlo sin esperar a que esta la guiase y la alcanzó ágilmente para después seguirla unos cuantos metros, pues ya se sabía el camino de memoria. Se agachó para limpiar la tierra y las hojas de la trampilla, la levantó al mismo tiempo que se ponía de pie para evitar a las arañas, se quitó su capa que la hacía desaparecer entre la oscuridad y pasó por aquella trampilla. Comenzó a caer como las otras ocasiones y se encontró con la misma manta que Dumbledore le había dejado, se levantó del suelo con varita en mano y esperó un momento para lidiar con el basilisco, pero se dio cuenta que de algún modo este ya no volvió. Tomó aire y exhaló lentamente antes de comenzar a acercarse a aquel libro ya que ya sabía lo que le provocaba esa cercanía, al final decidió que lo mejor era correr y abalanzarse sobre este para conseguirlo de una manera fácil y menos torturadora. Una vez con el libro en las manos, la pequeña Black expresó su felicidad en una sonrisa y cuando esta iba a colocarse de pie el suelo comenzó a colisionarse mientras se desmoronaba y la pequeña Black no podía evitar su caída, sabía que tal vez debajo de aquel piso hubiera algún peligro con el que no podría lidiar.

Se incorporó después del golpe mientras se sacudía la ropa y trataba de encontrar dónde se encontraba, un sonido de una cerradura abriéndose llamó la atención de la pequeña quien en un movimiento rápido de varita encendió un pequeño punto de luz y es cundo observó un baúl frente de ella, retrocedió instintivamente y mientras el baúl se abría pudo observar primeramente un brazo de mujer con una marca de calavera, esta llevaba una varita, la pequeña chocó con ella torpemente al no poder observar bien a su alrededor en la oscuridad. La mujer comenzó a salir de aquel lugar mientras la pequeña Black se paralizaba de miedo e intentaba pensar la manera de hacer a su madre graciosa, y aunque ya lo había hecho con anterioridad no sabía si el mismo chiste funcionaría dos veces. Una vez que hubo salido Druella, esta la miró con una sonrisa en los labios y luego añadió:

—¡Cómo voy a disfrutar esto! ¡Crucio! —El rayo rojizo pasó cerca de su oreja mientras Calynn se agachaba, trataba de pensar algo gracioso mientras intentaba evitar los hechizos de la mortífaga. La pequeña se movía a través de la oscuridad tratando de evitar las maldiciones mientras se daba cuenta que esta siempre las mandaba al mismo lugar, una ventaja bastante buena. De la nada se le vino una idea graciosa y a la vez un poco descabellada, pero fue la única que pudo pensar. Colocó el baúl horizontalmente con sumo cuidado y después mencionó:

¡Riddikulus! —la mujer recibió el hechizo y de sus zapatos surgieron un grupo de ruedas, la mujer que no sabía patinar, por lo que se deslomó en el suelo mientras intentaba levantarse fallidamente, metiéndose al baúl por sí misma, la chica sonrió de orgullo mientras volvía a la realidad, tomaba su varita y linterna que habían caído al suelo, tomaba el preciado libro y lo aseguraba bien entre sus manos y exclamó su hechizo para salir de aquel lugar para ver a sus espaldas la manera en que se desplomaba el suelo del siguiente nivel. La chica respiró y exhaló mientras intentaba calmarse, únicamente para recabar fuerzas y recuperar la respiración.

Levantó la vista y observó a un hombre bastante alto, con la barba y cabellos blancos, con las ropas características del director.

—¿Esta vez sí lo ha conseguido? —cuestionó Dumbledore a la pequeña con bastante curiosidad

Esta le mostró el tomo para después dejarlo en la hierba y levantarse del suelo.

—Es hora de ir a mi despacho —respondió mientras ayudaba a la pequeña a levantarse del suelo. Comenzaron a andar por la oscuridad con solo dos puntos de luz alumbrando su alrededor, llegaron al extremo del Bosque Prohibido y es cuando pudieron escuchar algunos gritos.

—¡Ya se vienen! —exclamaron algunos aurores mientras corrían en algunas direcciones para poder ver mejor.

Dumbledore y Calynn aceleraron el paso para poder ver con mayor claridad cuando comenzaron a ver algunos destellos de hechizos desde el cielo, producidos por una especie de espectro negro que en realidad eran mortífagos volando alrededor del colegio.

—¡Ya están aquí! ¡Ahora! —exclamaron un grupo de aurores de una de las esquinas del colegio mientras comenzaban a dispersarse en distintas filas tratando de evitar hechizos, gritos, voces y destellos era lo único audible en ese momento.

—Póngase la capa de invisibilidad, ellos ya están aquí —ordenó el director a la pequeña mientras le dirigía al colegio una mirada de preocupación—. Cuide el libro como su propia vida y prepárese para desaparecer de aquí.

Calynn solo sentía como su corazón estaba a punto de salirse, sabía que, si estuviera frente a un Boggart, la situación frente a sus ojos sería la forma que tomaría.

┊┊┊┊☆┊*🌙*┊☆┊┊┊┊
From the playlist

╔═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════╗
"Los recuerdos pasan ante mis ojos, estoy perdiendo el tiempo.
El veneno me está matando, tomando el control.
La luz blanca se desvanece a rojo.
Mientras entro en la ciudad de los muertos".

╚═══════ ≪ •❈• ≫ ═══════╝

⌞ City of the Dead - Eurielle ⌟

2:09 ─────⊙───── 5:07

↻ ◁ II ▷ ↺



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro