Capítulo 43: Visiones
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Esa mirada,
esos ojos azules...
Su leve risa.
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La chica siguió parpadeando antes de esbozar una sonrisa.
—Lily, Meryl —exclamó intentando levantarse, pero sin éxito.
Ambas chicas fueron a abrazar a su amiga que se encontraba aún acostada en la cama. La pequeña Black intentó sentarse para poder charlar más fácilmente, pero observó que no podía moverse como antes; la enfermera notó esto y se abrió paso entre Lily y Meryl.
—¿Hay alguna posibilidad de que se haya roto algo la noche en la que quedó petrificada, señorita Black? —cuestionó la enfermera.
Calynn se quedó un momento en silencio, intentaba recordar todo lo que había pasado antes de perder el conocimiento y se vio cayendo por aquella trampilla, recordando el dolor que le había producido en las piernas con la caída.
—Las piernas o la cadera —mencionó la pequeña Black encogiéndose de hombros.
—¿Te duele alguno de ellos? —preguntó la enfermera examinándola.
—La parte alta de la pierna derecha —respondió Calynn quejándose levemente del dolor, nada comparado con la manera en que Lucius se quejaba.
—Deberá quedarse una noche más, esta poción le servirá para acomodar sus huesos que se habían petrificado erróneamente —indicó la mujer mientras sacaba un frasco más pequeño de un almacén y lo servía en una pequeña cuchara para después dárselo a la pequeña Black la cual se lo tragó como si fuera de lo más asqueroso que hubiera probado, tratando de no escupirlo en el rostro de la enfermera. Al final Calynn le encargó un vaso con agua y una vez se lo había entregado las dejaron solas para que pudieran charlar.
—¿Petrificada? ¿Cuánto tiempo he estado así? —cuestionó la pequeña Black bastante confundida.
—Casi un mes —respondió Lily, quien estaba demasiado emocionada de tener a su amiga una vez más ante sus ojos y demostrando que estaba realmente viva.
Calynn se quedó un momento en silencio, para ella el tiempo no había sido tanto, parecía que solo había pasado una noche.
—¿Y qué ha pasado en mi ausencia? —palideció por un momento y continuó—. Longbottom, ¿ha estado aquí?
Lily y Meryl se miraron, el momento de contarle la verdad había llegado y ambas estaban preocupadas por la reacción de su amiga. Ambas se sentaron en la cama junto a Calynn.
—Hay algo que tienes que saber —comenzó Meryl con nerviosismo. La pequeña Black notó ese tono en las palabras y comenzó a preocuparse.
—Frank Longbottom ha revelado tu secreto a todo el colegio —exclamó Lily sin más preámbulos, era mejor soltarlo de esa forma que tratar de esconderlo.
—¡¿Que hizo qué?! —gritó Calynn furiosa.
—Lo ha anunciado a todos, ha hecho carteles con mensajes ofensivos, Lucius ha compuesto una canción —mencionó señalando al rubio con la cabeza—, por eso está aquí —se quedó pensativa antes de negar con la cabeza—. Pero ese es otro tema, lo importante es que todos en Hogwarts lo saben, ha salido en El Profeta, hay aurores custodiando el castillo... —Fue interrumpida por un movimiento de su amiga para intentar levantarse de la cama, lo que logró, pero cayendo al piso, lastimándose más el cuerpo.
—Ese Longbottom... —mencionó con voz entrecortada mientras intentaba levantarse—, necesita... su... merecido.
—Tú tienes que descansar —indicó Meryl tratando de sostener a su amiga que estaba casi de pie desplazándose por la enfermería.
—Además ya se lo hemos dado —agregó Lily que también se había levantado para evitar que su amiga fuera tras Longbottom.
—¿A qué te refieres? —cuestionó la pequeña Black mientras perdía el equilibrio y caía, Meryl aprovechó el momento para colocarla de nuevo en la cama con ayuda de Lily.
—James y sus amigos nos han ayudado, le hemos jugado una buena broma —contó Lily conteniéndose la risa, recordar aquel día donde Longbottom se había asustado tanto era bastante divertido y Meryl lo demostraba sin reprimirse ninguna carcajada.
Sin embargo, la pequeña Black no se le veía nada contenta, estaba realmente molesta y aún más decepcionada, en su mente no había nada más que lo que haría ahora.
—Y Druella y Cygnus, ¿no han escrito? —preguntó la pequeña Black terminado con un tono preocupado.
Lily y Meryl volvieron a mirarse, pero fue la rubia la primera en hablar esta vez.
—Sí, te han escrito. La carta la ha visto Dumbledore y McGonagall, pero también está enterada Andrómeda, Severus y nosotras —explicó Meryl con una expresión seria en su rostro.
—¿Y qué ha dicho? —cuestionó la pequeña mortífaga removiéndose en la cama de la enfermería.
—Que planeará la manera de vengar lo que hizo Longbottom, está furiosa por haberte enamorado de él. Sin embargo, no le ha preocupado que se sepa tu secreto, incluso dijo que deberías sentirte orgullosa —informó Lily confundida.
—Lo dijo con sarcasmo, Lily, es obvio —añadió Meryl con un tono serio y grave.
La pequeña Black se sentía abrumada, habían sido demasiadas confesiones en tan poco tiempo que le comenzaba a doler la cabeza.
—Me duele la cabeza —expresó Calynn tomándose la frente y juntando los párpados.
—Te dejaremos descansar, ahora que lo sabes sería bueno organizar un plan de ataque —contestó Meryl bastante seria, atrayendo la atención de Lily.
La pequeña Black tan solo asintió con la cabeza sin entender una sola palabra, ¿plan de ataque? ¿A quién? ¿Ataque? Pero todo le daba vueltas para contestar esas preguntas.
Su alrededor se iba haciendo más borroso hasta que sintió que cerró los ojos. Al instante, una habitación oscura se alzó ante sus ojos, sabía que se venía uno de sus sueños.
Un rayo de luz, el único en la habitación, iluminó un punto al que corrió la pequeña Black que se sentía con una menor estatura. Cuando llegó se dio cuenta que se trataba de la palma de una mano.
—Ven aquí —exclamó la voz de su madre bastante dulce.
Extrañamente, la pequeña Black le obedeció, parecía tenerle confianza.
Caminaron por un pasillo el cual no se veía muy bien, su alrededor parecía rodeado con una nube para no hacerlo visible.
—Es ella, mi señor —confirmó Druella soltándola con más fuerza de lo que hubiera deseado. El hombre que tenía frente a ella se fue acercando cada vez más hasta que posicionó sus manos sobre su rostro.
—Pero si no parece más que una niña squib —se quejó el hombre quien empujó a la niña que cayó al piso, riéndose de ella misma—. Además, ha crecido demasiado y ahora comenzará a guardar recuerdos, sabes que eso no puede pasar, Rosier.
—Lo tengo bien presente, señor —asintió Druella con una mirada seria—. ¿Quiere desmemorizarla desde ahora? —cuestionó bajando la mirada hacia Calynn que jugueteaba con sus zapatos pequeñitos.
—Por supuesto, no debimos haberla traído, pero ahora, esa será la condición —ordenó el hombre.
Druella solo hizo un movimiento con la cabeza mientras sacaba la varita de su bolsillo para apuntar directamente a su hija.
—Obliviate.
Las risas dejaron de sonar, la niña tanto en la realidad como en la visión perdió el conocimiento.
Tiempo después, aún no sabía cuánto, la niña comenzó a abrir los ojos, totalmente desorientada. Sentía que la cargaban dos personas, no tenía idea del porqué ni a dónde se dirigían.
—Señorita Black, es un gusto que despierte. —La voz de McGonagall resonó en sus oídos, ¿qué había hecho esta vez? ¿Dónde estaba? Hace unas horas estaba en la enfermería.
Cesaron el paso y dejaron que la niña se incorporara, colocara los pies en el piso y lograra quedarse de pie. La enfermera y la profesora McGonagall la observaban preocupadas.
—¿Se siente bien? —cuestionó esta vez la enfermera.
—Un poco mareada —contestó la chica—. ¿A dónde vamos?
—Con el profesor Dumbledore, nos parece que ha tenido una pesadilla porque ha estado diciendo nombres durante sus sueños —explicó Minerva. La chica asintió con la cabeza, aunque no podía esconder lo extrañada que estaba—. Entonces no hay tiempo que perder —indicó McGonagall avanzando a paso veloz. La chica intentó hacer lo mismo, pero cayó al piso, ya no recordaba que se había roto la pierna.
—No se preocupe, ya no falta mucho para llegar allá, vamos, la ayudaré —comentó la enfermera mientras la ayudaba a levantarse y a caminar por los extensos pasillos únicamente iluminados por la pequeña luz de las antorchas, la niña tan solo deseaba poder ver al director lo más pronto posible mientras trataba de recordar sus sueños.
Caminaron cerca de diez minutos más hasta que observaron aquella ave frente a ellas, la profesora dictó la contraseña y las escaleras comenzaban a moverse una vez más frente a ella. La ayudaron a subir lentamente hasta que tocaron a la puerta. El director las recibió, pero su sonrisa característica no era visible en ese momento, ¿realmente había sido tan preocupante?
La chica tomó asiento donde habitualmente lo hacía durante sus clases antes de quedar petrificada, la enfermera se retiró y dejó a ambos adultos con la pequeña mortífaga. El director no se sentó en ningún momento, lo que reflejaba su nerviosismo ante la situación.
—¿Puede recordar algo? —se dirigió el anciano a la niña sin rodeos.
La pequeña Black guardó silencio por un momento mientras cerraba los ojos y trataba fuertemente de recordar lo que había visto hace unos momentos.
Una palma frente a ella, un hombre frente a ella, sus manos sobre su rostro, era Voldemort.
—Vi a Voldemort —exclamó la chica, pero a falta de reacción de ambos profesores esta lo repitió con un poco de más intensidad. Esta vez Minerva no pudo evitar removerse incómoda.
—Sea más específica, por favor —rogó Dumbledore, a quien no le había causado tanta impresión.
—Mi madre me llevó con Voldemort —hizo una pausa mientras recordaba un poco más—. Y creo que... —el esfuerzo por recordar le impedía hablar rápidamente—, ...que yo era más pequeña porque jugueteaba con mis zapatos —terminó la niña totalmente confundida.
Minerva no entendía ni un poco, ¿qué no sus visiones eran sobre lo que pasaría?
—¿Y qué más logra recordar? —continuó Dumbledore.
—Un hechizo, mi madre portaba una varita que me apuntó antes de conjurarlo, era algo como olvídate o... —calló por un momento, suspiró pues no lograba recordar el conjuro.
—¿Obliviate? —preguntó Dumbledore como si lo hubiera sabido hace unos minutos.
—Sí —exclamó Calynn sorprendida, ¿cómo es que lo sabía?
Hubo un momento de silencio en la habitación, Dumbledore estaba meditando algo realmente serio.
—Dígame el primer recuerdo que tenga con sus hermanas, o la primera vez que entró a la mansión Malfoy —ordenó el director rápidamente mientras se movía aún más por el despacho.
—Nunca conocí a mis hermanas antes de unirme a ellos, los mortífagos y cuando me hicieron la marca fue la primera vez que entré a la mansión Malfoy —respondió la niña sin entender lo que sucedía, ¿qué tenían que ver esas preguntas?
El hombre volteó instantáneamente al escuchar la respuesta, afirmó con la cabeza varias veces, Minerva y la pequeña Black estaban totalmente confundidas hasta que Dumbledore agregó:
—Memoria Retardadamente Acelerada.
¿Qué era eso? ¿Por qué lo dijo tan seguro?
—Es verdad Dumbledore, pero son casos muy extraños —confirmó McGonagall.
—¿De qué hablan? —preguntó la niña adquiriendo la mirada de ambos profesores.
—La Memoria Retardadamente Acelerada es una enfermedad mágica que se da en escasas ocasiones. Es una condición de la mente o una consecuencia del uso constante del hechizo Obliviate, que causa presencia de visiones futuras con algunas limitaciones, pero también ocasiona algunas visiones del pasado donde ocuparon este hechizo desmemorizador, ocasionándole los mismos efectos que cuando los vivió —explicó el hombre.
La niña no sabía que decir, todo lo que había dicho Dumbledore era cierto, recordaba sus visiones anteriores y eran iguales a como lo acababa de describir el director; también recordó cuando se desmayó durante el partido de Quidditch, esta vez había sido de la misma manera.
—¿Entonces lo que soñé —hizo una pausa para corregir—, lo que observé no era un sueño ni una visión futura, ¿era mi pasado? —terminó la pequeña confundida y asombrada a la vez.
—Tiene toda la razón, señorita Black —respondió Dumbledore asintiendo con la cabeza.
Asimilarlo le era difícil a la pequeña mortífaga, sobre todo porque no era la primera vez que le sucedía, incluso antes de entrar a Hogwarts se presentaban, pero recordarlos todos le sería imposible.
—Ahora, señorita Black, nos sería de gran ayuda si pudiera recordar toda su visión de hoy para poder observarla en el pensadero —indicó el director mientras sacaba de un lugar una especie de bebedero, pero acto seguido tomó lo que parecía un cristal de aquel objeto y lo impulsó para que se fuera flotando hacia la mitad del despacho. La pequeña Black tan solo observaba maravillada.
—¿Ya lo tiene, señorita Black? —preguntó el anciano.
—No, lo siento profesor —contestó la niña con cierto tono de culpa. Comenzó a concentrarse con un gran esfuerzo hasta que estuvo totalmente lista.
—Ahora ponga su varita apuntando a su frente y saque ese recuerdo —explicó el director.
A la niña le pareció extraña cada palabra que decía, pero obedeció para observar lo que ocurriría, y con suma facilidad, un recuerdo salió de su cabeza y lo colocó sobre aquella especie de cristal. Justamente cuando colocó el recuerdo, este inmediatamente comenzó a moverse como si se expandiera, ambos profesores agacharon la cabeza para meterla en el pensadero y la chica no tardó en imitarlos, no sin antes aguantar la respiración pensando en que sería algo como el agua. Se sumergió y la visión que había tenido hace unos momentos volvía a estar frente a sus ojos. La mano de Druella, la presencia de Voldemort frente a ella y su término con aquel hechizo se hicieron visibles ante sus ojos. Cuando la visión finalizó, todos volvieron a la realidad para después mirarse ambos profesores confundidos.
—¿Squib? —cuestionó esta vez McGonagall a nadie en particular.
—¿Cuándo fue la primera vez que utilizó magia con una varita? —cuestionó Dumbledore.
—Un mes antes de llegar a Hogwarts con la varita de uno de mis padres para defenderme —contó la pequeña intentando no recordar mucho sobre esos momentos.
—Aun así, Dumbledore, sino recuerda su pasado no podrá saber si hizo magia anteriormente —agregó McGonagall. Dumbledore tan solo asintió ligeramente confundido—. Tal vez fueron algunos comportamientos lo que los llevó a pensar eso —comentó la profesora una vez más.
—Profesor, ¿por qué es que he recordado algunas cosas más frecuentemente desde que mis padres me forzaron a unirme al lado tenebroso que antes? —cuestionó Calynn con cierta confusión. Había notado que recordaba más cosas últimamente que cuando vivía en su casa de la calle de la Hilandera.
—Por las torturas de su madre —comentó Dumbledore bastante seguro—. La tortura es el único método para volver a recordar, el único contrahechizo para el Encantamiento del Olvido. —Las palabras del director tenían mucho sentido y era la mejor explicación que había obtenido.
—Quiere decir que, si me sometiera a una tortura frecuente, ¿podría recordar mi infancia? —preguntó Calynn con bastante temor.
—Sí, así es —comentó Dumbledore—. Pero tardaría varios años, ¿estaría dispuesta a soportar años de tortura para, tal vez, decepcionarse de su infancia? —preguntó el hombre con bastante pesar en la voz.
—No lo sé —se limitó a mencionar la pequeña Black porque en realidad no sabía si años de torturas valieran la pena para conocer su infancia perdida que tal vez no sería muy buena.
La habitación estuvo en silencio un momento, nadie sabía qué comentar. La pequeña Black suspiró llamando la atención de los presentes, ahora tenía una cosa más en la cual pensar, estaba segura de que encontraría otra manera de recuperar esos recuerdos. ¿De verdad no fue suficiente quitarle su infancia uniéndola al lado tenebroso? ¿Tenían que quitarle cualquier rastro de su pasado también? ¿Había algún encantamiento para recordar?
Una lágrima comenzó a resbalar por su mejilla, ella ya no quería llorar, pero tampoco era feliz, ¿qué sentía entonces? Un ardor en el estómago y la fuerza con la que apretaba los dientes le dieron la respuesta, ya no sentía tristeza, no sentía felicidad ni decepción, el enojo reinaba sobre ella ahora y se apoderaba con una fuerza increíble. Estaba cansada de soportar su destino, cansada de luchar por su vida cuando a su alrededor todos eran felices.
"No eres la única" las palabras de Severus resonaron en su cabeza. Era cierto, Severus era quien podía comprenderla de la mejor manera, iría a verlo justamente en ese momento.
—¿Algo más? —preguntó la niña a ambos adultos sonando más molesta de lo que quería.
—En cuanto salga de la enfermería me gustaría que retomáramos las clases —indicó el director consiguiendo que la pequeña asintiera con la cabeza—. Ahora puede irse.
La chica se levantó de la silla y caminó lo más rápido posible hasta bajar las escaleras y encontrarse con la enfermera que la esperaba para ayudarla con el regreso por los pasillos.
—Me gustaría ver a Severus, de la casa Slytherin —suplicó la chica.
—No, claro que no, ahora necesitas descansar, tal vez pueda decirle que él venga a verte. Después de esta noche posiblemente abandones la enfermería —contestó la mujer.
Pasó bastante tiempo mientras recorrían los pasillos que las separaban de su destino hasta que entraron por la puerta de la enfermería para comenzar a escuchar las quejas de dolor por parte de Lucius, aún se preguntaba qué había ocurrido.
La enfermera la recostó, le dio agua y un poco de fruta antes de salir de la habitación en busca de Severus, con pasos silenciosos. Cuando esta regresó, la pequeña Black se sintió realmente aliviada, Severus la podría apoyar en todo. El chico se aproximó a ella con cautela y con los brazos en su espalda cargando algo.
—Severus, ¿qué traes? —preguntó la pequeña.
—Son para ti —mencionó el chico mientras le mostraba un ramo de rosas rojas. La chica sonrió, pero no podía evitar estar ligeramente confundida. Esas flores, ¿representaban un rojo de amor o de amistad?
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"Recuerdo cuando un sueño era solo un sueño".
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