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Capítulo 40: Venganza dulce

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Un sentimiento,
demasiado difícil,
es la venganza.


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—¡¿Un basilisco en los terrenos del colegio?! —exclamó un hombre adulto en el despacho del director—. Albus, esto es inaceptable, ¿qué diremos a El Profeta?

—Y los padres, no tardarán en reclamar la seguridad de sus hijos —agregó otro hombre.

—Este podría ser el fin de Hogwarts —exclamó Minerva con nerviosismo.

—¡Silencio! —exigió el director callando a sus acompañantes—. ¿Usted pudo observar algo? —cuestionó el hombre dirigiéndose a una mujer.

—Como le dije, señor, yo no estaba ahí en el momento del ataque —respondió seriamente una mujer de cabello oscuro.

—¿Sabe de alguien con quien pudo haber estado la señorita Black en ese momento? —preguntó el anciano.

—Con el señor Longbottom, tal vez —mencionó la mujer encogiéndose de hombros.

—Gracias por la información, Justine —agradeció el hombre—. Profesora McGonagall, traiga al señor Longbottom de inmediato al despacho, por favor —ordenó el hombre desviando la mirada de la otra mujer.

—Enseguida, Albus. —Salió de la habitación mientras los presentes la miraban retirarse.
La profesora bajó las escaleras a toda prisa en dirección a la enfermería donde supondría que estaría Frank, seguramente visitando a su amiga, o al menos eso pensaba la profesora.
Antes de llegar al lugar comenzó a escuchar el escándalo que venía desde aquella enfermería que parecía más una sala común de Gryffindor.

—Ahí fue cuando lo noté en su antebrazo, la asquerosa calavera y serpiente asomaban por su túnica... —gritaba Frank Longbottom con arrogancia y un pequeño tono de asco.

—¿En verdad la tiene? ¿La Marca Tenebrosa? —interrumpió una chica de la misma casa.

—Compruébalo tú misma —añadió el niño—, al fin y al cabo, está petrificada —hizo una pausa y prosiguió—. Venganza dulce —terminó con una sonrisa burlona.
Ante estas palabras la profesora aceleró más el paso hasta llegar a la enfermería sin poder contener toda su furia.

—Pero ¿qué es todo este escándalo? —advirtió su presencia—. ¡Señorita Howell! —regañó a la chica que había interrumpido a Frank, la cual estaba a punto de bajar la túnica de su compañera que se encontraba inconsciente—. ¡Señor Longbottom! Acompáñeme —indicó Minerva fuertemente y con un gesto de enfado, uno que no había tenido hace mucho.
El chico se aproximó a la profesora con desdén y comenzaron a andar juntos por los pasillos.

—Un basilisco en el colegio, profesores defendiendo a mortífagos, ¿qué es lo que sigue? ¿Conjurar un Morsmordre en el cielo? —exclamó sorprendido el niño.

—Parece estar bastante informado, señor Longbottom —comentó Minerva con sospecha.

—Un auror debe conocer a sus enemigos —explicó Frank orgullosamente.

—Debo recordarle que aún no es ningún auror, señor Longbottom —agregó la profesora con satisfacción.

—Mis padres son aurores —comentó con una sonrisa arrogante.

—Lo cual no lo convierte en uno directamente —contestó McGonagall con una sonrisa de burla—. Mientras tanto puede hablar con el director para escuchar su castigo. El chico se quedó un rato callado sin saber qué contestar mientras Minerva decía la contraseña del despacho y las escaleras se elevaban lentamente—. Y, por cierto, señor Longbottom, actitudes como esta pueden hacerlo perder algunos títulos a los que usted aspira —terminó la profesora mientras se retiraba del pasillo dejando a Frank a mitad de los escalones de la oficina de Dumbledore.

Pensando en esas palabras y sin más remedio entró a la oficina del director.

Mientras tanto, la llegada de una pelirroja a la enfermería había logrado la huida de todos los amigos de Frank Longbottom. Lily iba directamente a donde se encontraba su amiga y al llegar la observó detalladamente. Su expresión era de asombro, con sus ojos azules tan grandes que ahora parecían apagados, una de sus manos parecía que hubiese estado sosteniendo algo y se dio cuenta que, en su mesita, justamente a lado de ella, estaba su varita, posiblemente eso era lo único que llevaba para defenderse aquella noche. Por un momento más la miró tristemente mientras por un instante pensó que estaba muerta, aquella falta de brillo en sus pupilas hacía verse más trágica. Lily se acercó más para quitarle algunos papeles que le habían dejado sobre su ropa con mensajes y comentarios horrendos y amenazadores para después ponerse a llorar, desconsoladamente. A unos metros de distancia, sin que la pelirroja se inmutara, la profesora McGonagall, quien acababa de llegar del despacho del director, y la enfermera la observaban mientras conversaban.

—¿Cómo es que no murió? —cuestionó la enfermera.

—Aún no lo sé con exactitud —respondió Minerva angustiada—. Aunque Dumbledore ha dicho que tal vez vio la criatura a través de algo —mencionó—. Pero no estamos seguros.

De repente unos pasos detrás de ellas las sorprendieron y observaron que tan solo se trataba de Meryl, a quien le dieron paso para alcanzar a su amiga, pero la rubia caminaba con una actitud más molesta que de tristeza o preocupación.
Las manos de Meryl sobre los hombros de la pelirroja fueron suficientes para atraer la atención de la chica que estaba envuelta en lágrimas, a quien consoló con un gran abrazo.
Cuando se separaron, la rubia se apresuró a preguntar.

—Entonces, ¿todo es cierto? —La expresión de la rubia era de sorpresa.
La pelirroja asintió con la cabeza mientras se levantaba del suelo y se dirigía a arremangar un poco la manga de la túnica de su amiga. Meryl comprendió el mensaje y se acercó más para poder ver ante sus ojos aquella calavera y serpiente tan polémicas.

—Calynn quería decírtelo, pero no encontraba la manera de explicarte las cosas —tartamudeó Lily secándose las lágrimas.

—Pero ¿cómo la ha conseguido? —cuestionó Meryl seriamente.


—Ya te lo había comentado, sus padres. Cygnus y Druella Black son de los más fieles seguidores del Señor Tenebroso, por eso le tuvieron que hacer la marca, ella no quería eso —susurró Lily lo suficientemente fuerte para que solo lo escucharan ambas—. No debes molestarte por eso —comentó Lily notando la actitud de su compañera.

—No estoy enojada por eso —se apresuró a decir mientras de su túnica sacaba un montón de papeles llenos de texto—. Esto es por lo que estoy molesta.
La rubia le mostró diferentes carteles que contenían palabras ofensivas contra Calynn, cada uno con algún diseño y diferentes frases—. No he recolectado todos, eran demasiados para que me cupieran en la túnica, podrían ser cientos. Ese maldito Longbottom se está saliendo con la suya y nosotras lo estamos permitiendo —señaló Meryl con un tono realmente molesto.

—Podríamos dedicarnos a quitar cada uno hasta acabar con todos —propuso Lily.

—¿Y las clases? Apuesto a que McGonagall no te dará los días libres —mencionó Meryl mientras la profesora, que observaba a la distancia, esbozaba una sonrisa.

—Aún tenemos el día de hoy y mañana libres, me preocuparé cuando llegue el lunes, ahora debemos empezar —ordenó Lily levantándose de la cama de su amiga.
La profesora y enfermera retrocedieron para no ser vistas mientras las chicas se despedían melancólicas.

—Todo saldrá bien —exclamó Lily observando a la pequeña Black—. Eso espero. —Dicho esto, la pelirroja aceleró el paso para salir de aquel lugar acompañada de Meryl quien también caminaba rápidamente.
Se encontraron con McGonagall y la enfermera al salir las cuales solo las saludaron con un movimiento de cabeza para que, posteriormente, Lily hiciera una pausa a su paso veloz.

—¿Cuándo podrá despertar? —interrogó con voz ronca.

Al escuchar su voz, Meryl cesó el paso y alcanzó a su compañera que se encontraba más atrás.

—Para la poción que sirve para despetrificar —comenzó la enfermera—, se necesitan de mandrágoras totalmente maduras, por lo que debemos esperar a que la profesora Sprout nos pueda conseguir algunas.

—Pero ¿cuánto tardará? —consultó la pelirroja.

—Tal vez un mes, aproximadamente —respondió la enfermera.
Ante estas palabras el rostro de Lily palideció y una expresión de desconcierto lo envolvió, dejando a la pelirroja sin saber qué decir.

—Ella estará bien aquí, señorita Evans —mencionó esta vez la profesora McGonagall—, no permitiremos la entrada del señor Longbottom ni de nadie más que solo quiera venir a molestar a la señorita Black.

Lily suspiró y posteriormente miró a las dos mujeres que trataban de consolarla.

—Gracias —confesó Lily mientras afirmaba con la cabeza. Se alejó con Meryl a su lado rápidamente mientras ambas mujeres las observaban caminar.

—Te digo, Dumbledore, durante el día hemos sacado a muchos alumnos que venían a molestar a la paciente a la enfermería, esto no solo se trata del señor Longbottom, se trata de todo el colegio, ¿cómo podemos detener a tantos alumnos? —exclamaba una Minerva nerviosa en el despacho de Dumbledore.
El anciano solo negaba con la cabeza mientras miraba fijamente su escritorio, totalmente frustrado—. ¿Qué le ha dicho al chico? —cuestionó McGonagall.

—Le he dado su castigo muy merecido —realizó una pausa—. Pasará bastante tiempo dentro de las cocinas de Hogwarts, hasta que la señorita Black despierte —terminó el director, triunfante.

—¿Y el basilisco? Tendremos que hacer algo al respecto —manifestó la profesora.

Dumbledore negó con la cabeza.

—No podemos, Minerva —comenzó el director—, no hasta que la señorita Black despierte. El señor Longbottom no estuvo presente cuando sucedió el ataque y aseguró que Calynn estaría sola en aquel momento por lo que había pasado anteriormente —hizo una pausa para observar que McGonagall entendiera a lo que se refería—. El basilisco tendrá que seguir allí y al menos que el Ministerio de Magia se presentara, nosotros trataremos de no alertar a nuestros alumnos.

Minerva guardó silencio antes de proseguir.

—¿Qué haremos con sus padres? ¿No piensa que ahora que se sabe su identidad acarreará un peligro para el colegio? —preguntó la profesora angustiada por los padres de Calynn.

—Por supuesto y tendremos que esperar alguna carta de los padres para tomar medidas más drásticas, por el momento he pensado en avisar a algunos de los aurores para que custodien el castillo —terminó Dumbledore.

—¿Piensa que el colegio puede estar en riesgo? —interrogó una vez más la profesora.

—Tan solo debemos de esperar lo mejor —ordenó el director mientras afirmaba con la cabeza.

—Ciento cincuenta —terminó de contar Meryl después de desprender el último cartel de una de las paredes del castillo.

—Eso solamente de una parte del castillo —indicó la pelirroja para después bostezar, mostrando su cansancio.

—Creo que es suficiente por hoy, solo debemos encontrar una papelera donde tirar estos últimos papeles y poder ir a cenar —propuso la rubia.

—Buena idea —respondió Lily y comenzaron a buscar un aula para poder deshacerse de esa basura.

Algunos pasillos estaban totalmente silenciosos, mientras otros estaban muy ajetreados, con todos apresurándose para bajar al Gran Comedor.

—Y allá van Evans y Johnson, las nuevas celebridades —dijo alguien detrás de ellas arrastrando las palabras—. De algo sirve tener una amiga mortífaga, lástima que ahora no pueda mover ni un dedo.

—¿Tienes algún problema, Malfoy? —cuestionó Lily.

—Ninguno, pequeña sangre sucia, solo les estoy dando mi más sentido pésame —agregó el rubio. Las chicas se quedaron un instante desconcertadas—. No creerán que el maravilloso Dumbledore permitirá la presencia de mortífagos en el castillo, ¿o sí? —se burló Lucius de nuevo.

—Claro, pues aquí sigues —soltó Lily fuertemente.

Lucius no pudo evitar ese gesto de asombro y por unos segundos este se quedó en silencio tratando de pensar lo que diría en su defensa.

—No sé a qué te refieres, Evans —empezó tartamudeando—. Además, esos asuntos no son de tu incumbencia —continuó aún más nervioso, comiéndose las palabras—. Ahora debo de irme, tengo mejores asuntos en los que ocuparme —exclamó volviendo a su tomo arrogante.
El chico siguió su camino sin antes pegarle con el omóplato a Lily mientras se alejaba ondeando la larga túnica de las serpientes.
Las chicas continuaron andando hasta que llegaron al Gran Comedor donde buscaron un lugar en su mesa justamente junto al grupo de Potter. Meryl y Lily comenzaron a servirse un poco de las delicias que ofrecía el menú de Hogwarts.

—¡Mira! —exclamó Meryl señalando la silla donde se encontraba Dumbledore junto a los otros profesores cenando—. No es muy común que Dumbledore nos acompañe durante la cena, al menos no durante estos días, seguro que tiene una fiesta sabatina —bromeó la rubia con su sentido de humor característico de ella, pero Lily solo se encogió de hombros mientras únicamente movía con su tenedor los pedazos de pollo que tenía en su plato—. ¡Alégrate! —exclamó la rubia mientras esbozaba una sonrisa.

—No, no puedo Meryl, ella necesitaba a alguien y yo no estuve ahí para consolarla —sollozó la pelirroja.

—Creo que si alguien debiera de sentirse culpable es Frank, no te sientas mal porque yo para consolar soy tan buena como en las clases. —Rio por un momento hasta que observó que su compañera no la imitaba.

—Esa noche estuve con Severus, desde antes de entrar a Hogwarts no habíamos podido hablar a solas —comentó recordando aquella noche.

Era de noche y el aire movía las hojas de los árboles que se observaban desde el interior de la biblioteca, Severus y Lily hacían los deberes de Historia de la Magia mientras la biblioteca estaba cada vez más desierta.

—Solo me faltan tres renglones de la tarea de Binns —comentó Lily a su amigo, quien solo asintió con la cabeza.

—Sabes, había pasado mucho tiempo desde que no nos habíamos dirigido la palabra a solas —reflexionó la pelirroja, pero sin obtener respuesta de Severus—. Ya te extrañaba, Severus —expresó Lily mientras veía que su amigo estaba cada vez más cerca de ella.

—Yo también te extrañé mucho, Lily —comentó esta vez el chico mientras se aproximaba más a su compañera, quien solo lo miraba tiernamente a los ojos y por primera vez el chico había ganado una gran valentía al acercarse más al rostro de Lily y besar sus pequeños labios durante un minuto, un minuto lleno de amor y amistad combinados en una sola sensación que ambos habían escondido por bastante tiempo.
Al separarse, ambos abrieron sus ojos a la par para después reírse levemente por lo que acababa de pasar.

—Gracias, Severus —agradeció la pelirroja totalmente sonrojada. Esto solo hizo que el chico se pusiera más rojo de lo que ya estaba.

Ambos estuvieron un rato más en la biblioteca para terminar los deberes hasta que decidieron salir de aquel lugar que estaba más solitario que las mazmorras.
Caminaban lentamente mientras la luna los iluminaba evitando ser vistos por algún maestro cuando escucharon la voz de la profesora McGonagall.

—¡Debemos llevarla a la enfermería ahora! gritó—. ¡Rápido!
Ambos chicos corrieron a ver lo que pasaba y Lily lanzó un grito, horrorizada, advirtiendo su presencia. Frente a ella estaba el profesor Dumbledore y la profesora McGonagall con una camilla donde descansaba la pequeña Black quien no se movía ni un poco.

—¡Señorita Evans! No es lo que usted piensa, compruébelo por sí misma —explicó el director tratando de guardar la calma, tratando de tranquilizar a la pelirroja.
Lily se despidió rápidamente de Severus y corrió a alcanzar a su amiga.

—Nunca había visto a alguien petrificado, es muy impresionante ver a alguien así, es tan parecido a la muerte —recordó la pelirroja mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.

—Pero ella está bien realmente, McGonagall lo dijo, está en buenas manos —trató de consolar Meryl a su amiga.

—Pero será duro para ella el saber todo lo que Longbottom ha hecho —exclamó Lily antes de comer el primer pedazo de pollo.

—Ese Longbottom necesitará una lección —comentó Meryl con un tono de odio en la voz.

—¿A qué te refieres? —interrogó Lily mientras cortaba más carne.

—Longbottom se merece una buena broma pesada —propuso la rubia—. ¿Sabes de alguien que nos pueda ayudar con eso?

Lily pensó por un momento hasta que volteó a ver a James, quien se encontraba a lado de ella y Meryl comprendió el mensaje al instante.

—Oye, James, ¿te gustaría ayudarnos con una broma pesada? —cuestionó la pelirroja al chico que sonrió al oír la voz de Lily.

—¿Dónde firmo? —bromeó James mientras Sirius y Peter reían en grupo—. ¿Y quién será el afortunado?

—Frank Longbottom —respondió esta vez Meryl con una sonrisa maliciosa.

Casi todo el grupo rio fuertemente a excepción de Sirius, quien permanecía serio y pensativo.

—Esperen un momento —agregó Black—, ¿esto es para ayudar a mi prima?

El silencio reinó en la habitación y el grupo entero abandonó aquellas sonrisas cambiándolas a gestos serios, con la única persona con la que todavía el grupo se llevaba bien era Lily, ya que desde que Meryl había revelado el secreto de Lupin, todos los chicos se habían distanciado. Las chicas asintieron con la cabeza en completo silencio mientras observaban la reacción de sus amigos.

—No nos agradan los mortífagos —comentó James tratando de esconder aquel tono de repugnancia.
Lily suspiró desesperada, estaba cansada de que juzgaran a su amiga sin saber la verdadera razón.

—James, tú no comprendes lo que ha pasado, ella... —Pero fue interrumpida por el mismo chico de anteojos.

—Lo haremos, ¿está bien? —buscó la aprobación de sus amigos—. Pero no queremos defender a ningún otro seguidor del Señor Tenebroso en otra ocasión, ¿les parece? —cuestionó el chico esta vez a ambas chicas.
Lily y Meryl asintieron con una sonrisa en el rostro, al menos habían conseguido lo que buscaban.

—Mañana a medio día nos vemos en la sala común de Gryffindor para discutir esto, mientras Canuto y yo pensaremos qué inocente travesura podremos hacerle a Longbottom —ordenó James mientras terminaba con una risa junto con sus amigos.

—Perfecto —susurró Lily a Meryl, tal vez esa broma no podría compensar todo el daño que Frank había provocado en Calynn, pero al menos le enseñaría a no rebasar sus límites.
Ambas siguieron comiendo rápidamente cuando de la nada todos los platillos desaparecieron a la vez, dejando el plato reluciente a pesar de todo. Todos guardaron silencio mientras dirigían la mirada a la mesa de profesores que estaba justamente frente a ellos; de la silla del director se levantó aquel hombre de barba y se dirigió, con todas las miradas de los estudiantes, a aquel atril dorado que le daba más superioridad. Por un momento el anciano solo se quedó allí por un momento mientras contemplaba a su alrededor hasta que detuvo la mirada en Lily y Meryl fijamente, enseguida se llevó un dedo a los labios indicándoles silencio, y antes de que todos pudieran voltear a ver a las chicas el director desvío la mirada hacia otro lado, dejando a ambas chicas desconcertadas.

—En Hogwarts no toleramos la violencia ni la humillación —comenzó el director evadiendo todos sus comentarios humorísticos con los que habitualmente comenzaba—, por tanto, queridos estudiantes, no permitiremos comportamientos de este tipo a cualquier otra persona, sin excepciones —terminó el director manteniendo aún a todos en silencio.
El hombre suspiró antes de atreverse a seguir hablando—. Hogwarts se ha destacado por la seguridad que les brinda a sus estudiantes —continuó—, y la presencia de cualquier alumno no evitará eso. Recientemente se ha sabido de las condiciones de la señorita Black. —Bastó con escuchar el apellido para que el alboroto comenzara en cada una de las mesas, mientras Lily y Meryl se miraban seriamente mientras la primera indicaba que siguieran guardando silencio, sin embargo, todos a su alrededor exclamaban quejas.

—¡Es una maldita mortífaga! —expresó un chico de la mesa de Gryffindor quien se había levantado de su asiento.

—¿Eso se supone que es nuestra seguridad? —externó un chico de Hufflepuff a quien se le veía ofendido.

Incluso algunos alumnos de Slytherin susurraban y estaban molestos por la presencia de la pequeña Black.

—¡Silencio! —gritó el director con la varita en el cuello, lo que hacía que su voz resonara por toda la habitación—. Ustedes serán recompensados en su bienestar con la presencia de un grupo de aurores custodiando el castillo durante todas las horas del día —comentó el director mientras algunos murmullos más se percibían en el Gran Comedor. Entre toda aquella multitud una mano levantada solicitaba la palabra, Dumbledore se la dio, extrañado.

—Perdone, señor director, ¿pero esto no podría ser el inicio de una guerra mágica? —interrogó un chico tímido de la casa Ravenclaw.

—No necesariamente, señor Quirrell —respondió el hombre—. La ayuda puede ser encontrada en Hogwarts por aquellos que la merezcan.

—¿No cree que esa mortífaga pudiera ser una espía del Señor Tenebroso? —cuestionó esta vez Mary McDonald desde la mesa de Gryffindor.

—Tenemos la suficiente información para poder permitir la presencia de la señorita Black en el colegio, señorita McDonald —contestó el anciano—. Ahora bien, como lo he mencionado anteriormente, no se tolerará ningún tipo de agresión a la señorita Black y la entrada de visitas a la enfermería será más estricta para el bienestar de todos nuestros estudiantes —mencionó observando a Lily y Meryl mientras negaba con la cabeza y ambas entendían a lo que se refería a la perfección—. Ahora, si no tienen algo mejor que hacer será mejor que regresen a sus dormitorios —terminó el profesor con un poco de desagrado en su voz.

—¿Creen que Dumbledore la conozca? —sospechó Alice quien hablaba con algunas de sus compañeras de casa.

—Tal vez, por eso la preferencia —agregó una de ellas—. Sería tan fácil tan solo sacarla a patadas de la escuela y olvidarse de ella.
Meryl y Lily escuchaban atentas a los comentarios de los demás al respecto, es allí donde se daban cuenta que ellas eran la única defensa de Calynn.

—Me alegra que Dumbledore defienda así a Calynn, eso es asegurar un lugar en el colegio —comentó Meryl quien se notaba bastante relajada.
Lily se quedó un momento reflexionando sobre lo que acababa de decir su amiga, tal vez no tuvieran un buen apoyo estudiantil, pero sí lo tenían con los profesores.

—Vamos, es hora de descansar, recuerda que mañana seguiremos quitando estos absurdos carteles —recordó la rubia mientras desprendía uno de la pared y lo arrugaba con todas sus fuerzas—. Esto es absurdo —terminó Meryl lanzando la bola de papel a la papelera más cercana que encontró durante el camino a la sala común.
Tan solo llegaron a los dormitorios y se durmieron, solo que esta vez Lily se sentía más solitaria sin su amiga en la cama de en frente.

Unos pisos más abajo, la enfermera se movía apresuradamente mientras buscaba una medicina hasta que salió de la habitación dejando a un chico que se había escondido entre las sombras para poder llegar hasta allá sin haber sido descubierto. Traía un presente sujetado con sus largas palmas que iba acompañado de una pequeña tarjeta.
El chico suspiró nervioso mientras daba el primer paso hacia la única petrificada de la enfermería.
No se había atrevido a mirarla directamente a los ojos, le rompía el corazón, tan solo quiso traerle algo que mostrara que él estuvo ahí, junto a ella. Colocó primero la tarjeta sobre la mesita de noche de la chica, pero estaba indeciso en dejar el otro regalo, el olor fresco de aquel presente lo delataba, pero decidió que prefería dárselo una vez que hubiese despertado por lo que lo descartó colocándolo en el suelo para poder moverse con mayor comodidad. Unos cuantos más papeles descansaban sobre ella y encima de su mesita de noche, seguramente la enfermera no se había inmutado de quién los había dejado allí.

—Te extraño mucho —susurró, aunque sabía que no podía escucharlo.
Y por un momento la habitación se hundió en silencio, donde solo se escuchaba el movimiento de los árboles con el aire hasta que unos pasos apresurados provenientes del pasillo estaban cada vez más cerca. El chico tomó el regalo que había descartado y se escondió justamente detrás de una cortina mientras esperaba que la enfermera se fuera para poder salir sin ser visto. Y, como él esperaba, la enfermera solo cruzó la sala y después volvió a retirarse sin mirar atrás. El chico aprovechó ese momento oportuno y salió del lugar con el regalo en dirección a su sala común que estaba bastante lejos.

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"Llévame a casa.
Siento la locura tomando el control.
Mientras descanso en un sueño congelado".

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⌞ Frozen Sleep - Malukah  ⌟

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