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Capítulo 39: Frank

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El sentir amor,
es más que complicado,
es un ignoto.


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Era de noche, el viento soplaba a su alrededor mientras deseaba que no lloviese, siguió caminando con los ojos llenos de lágrimas mientras seguía a un ave azulada platinada que volaba a tan solo unos centímetros de ella, se fueron adentrando más en el bosque mientras tan solo se escuchaban los sollozos de la niña hasta que llegaron a un árbol donde el ave se posó en el suelo. La pequeña la imitó y se sentó a lado del pájaro, este comenzó a quitar hierba de donde estaban sentados y Calynn se unió para ayudarlo hasta que observó una trampilla llena de arañas, la abrió con bastante esfuerzo a causa del peso de la misma trampilla de donde salieron más arañas acompañadas de otros insectos, la pequeña mortífaga saltó los insectos horrorizada y después se asomó por la trampilla para observar qué había dentro, pero una larga oscuridad era lo único visible. Se despidió del ave que estaba junto a ella y se lanzó al vacío de la trampilla, sentía como caía y caía cuando de la nada vio el dosel característico de su cama del dormitorio de Gryffindor, a su lado estaba Lily, quien había despertado a su amiga para callar sus gritos.

—¿Qué hora es? —preguntó la chica somnolienta.

—Afortunadamente solo faltaban un par de minutos para que despertáramos así que no te preocupes —la tranquilizó la pelirroja con una sonrisa en el rostro.

Una vez que ambas chicas estaban entrando al comedor comenzaron a hablar como todos los días.

—Entonces —comenzó Lily—, ¿qué viste con Dumbledore ayer? —curioseó.

—Comenzamos a ver hechizos básicos, como Lumos, Rictusempra, repasamos Expelliarmus y al ver que esos pude dominarlos rápidamente comenzamos con algunos de más dificultad, el sábado veremos el encantamiento Expecto Patronum, uno de los más difíciles según el mismo Dumbledore —explicó la chica.

—Qué impresionante, antes le tenías miedo a las varitas...

Era cierto, hace solo unos meses que cada vez que observaba una varita esta se escondía, pero ahora había perdido ese miedo sin que se diera cuenta.

—Tienes razón, no lo había notado —respondió la chica.

—¿Y hoy se verán a la hora de siempre? —cuestionó la pelirroja.

—No, ayer me ha comentado que tenía unos asuntos pendientes con el Ministerio de Magia por lo que no podrá encontrarme a esa hora —se encogió de hombros mientras daba otro bocado. La pequeña Black observó al grupo de James que se había sentado unos lugares más apartados que sus antiguas amigas. Calynn se percató que Lily también los veía, pero decidió apartar la mirada negando la cabeza.

—¿Y Meryl? —preguntó la niña al notar la ausencia de su amiga.

—Se ha olvidado de los deberes de pociones, la única clase que tenemos hoy, ¿puedes creerlo? —comentó su amiga exasperada.

Y justamente unos pisos arriba había una Meryl despierta en la sala común de Gryffindor solitaria, pero no estaba haciendo ningún deber de pociones, sino que solo sujetaba su varita y leía un libro mientras repetía los hechizos.

Ahora, como nunca se había presentado, Slughorn les encargó cinco pergaminos de cada uno de los temas aprendidos en clase, todo por culpa de Potter y sus amigos quienes habían tomado un poco del material del profesor para agregarlo a la poción, provocando un estallido que salió acompañado de llamas que quemaron todo a su alrededor, aparte de que Alice Howell tuvo que ir rápidamente a la enfermería pues su túnica y parte de su cabello habían sido quemados durante la explosión. Tan solo se enteraron por medio de otros alumnos de Gryffindor que el castigo que les asignaron a Potter y sus amigos nunca se había observado en Hogwarts.

El descanso lo pasaron con Meryl quien, a pesar de bastante tiempo, aún no aceptaba del todo a Severus.

—Entonces, ¿por qué lo defendiste? —preguntaron ambas niñas al mismo tiempo.

—Una cosa es que pertenezca a Slytherin y otra querer verlo sufrir, hay una gran diferencia.

Hubo un silencio hasta que la pelirroja llamó emocionada a Calynn.

—¡Es hoy! ¿Cierto?

—Unos minutos después de que haya terminado el descanso nos veremos en el lago donde siempre —respondió la chica sonrojada.

—Qué bello —comentó Lily maravillada.

Siguieron bromeando sobre la cita de Calynn y Frank hasta que dieron la una y la pequeña tuvo que despedirse para encontrarse con su querido Frank en los bordes del lago, ese lago lleno de recuerdos, vivencias y experiencias. Emprendió el camino mientras se arreglaba el cabello pues el aire soplaba fuertemente.

Cruzaba los terrenos de Hogwarts mientras observaba el alto castillo desde la lejanía y esbozaba una sonrisa pues sabía que lo que estaba mirando no solo era el colegio, sino también su hogar.

Bajó una pequeña colina hasta llegar al borde del lago donde se podía oír el movimiento del agua a causa del viento, se sentó en el suelo que estaba bastante frío, pero no le importó.

Unos instantes más tarde la mortífaga escuchó un sonido proveniente de uno de sus extremos, volteó y lo vio allí, caminando con canastas de picnic en ambas manos, traía su túnica de Gryffindor igual que ella y caminaba con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro.

—¿Me tardé mucho? —cuestionó el chico avergonzado.

—Ni un poco —le respondió la pequeña Black mientras sonreía. El niño dejó las canastas a su lado mientras de su túnica sacaba un mantel de cuadros rojos y amarillos y lo colocó en el suelo para después sentarse sobre él y abrir una de las canastas.

—¿De dónde consigues tanta comida? —preguntó la niña.

—¿Esto? —cuestionó Frank señalando una de las canastas mientras la niña afirmaba con la cabeza—. Cada fin de semana me envían mis padres un poco de dulces y digamos que he estado guardándolos para este día —explicó el niño sin darle importancia.

El chico sacó una caja morada que la pequeña mortífaga reconoció al instante, eran grageas Bertie Bott; Frank tomó una pero no se la comió.

—Fresa —aseguró mientras se la acercaba a los labios de su amiga. La chica dudó por un momento y después tomó la gragea con sus labios y posteriormente saboreó ese sabor tan rico de esa fruta.

—Gracias —agradeció. Por un momento solo el movimiento del agua era lo único audible, la pequeña Black aprovechó para ver a su alrededor y es cuando se dio cuenta que la vista del castillo desde ahí era muy hermosa a pesar de las nubes grises que lo cubrían gracias a la tormenta que posiblemente se aproximaba.

—Calynn —la llamó—, me gustaría saber más sobre ti si no te molesta —comentó el chico. La niña aceptó, aunque muy dentro de ella sabía que tal vez habría preguntas donde no tendría que responder con toda la verdad.

—¿Y qué quieres saber? —interrogó antes de saborear otra gragea.

—Más acerca de tu infancia, nunca me has contado sobre eso —propuso Frank.

La pequeña no contestó enseguida porque trataba de recordar qué podría contarle, pero tan solo tenía unos vagos recuerdos de cuando jugaba con Lily y Severus en el jardín o los regaños que a veces recibía; pero extrañamente no podía recordar sus años escolares ni nada antes de los diez años, simplemente nunca se había dado cuenta de eso.

—Solía jugar en un jardín que hay en mi calle con Lily Evans y Severus Snape —recordó encogiéndose de hombros.

—¿En serio? ¿Desde cuándo los conoces? —preguntó Frank extrañado.

—Tal vez desde los ocho años, no lo sé —dijo sin poder recordar.

—A pesar de todos estos años, ¿no crees que Severus puede llegar a ser un poco extraño? —cuestionó el niño buscando las palabras.

La pequeña Black recordó lo que Severus le había dicho hace solo unos días, él estaba cansado de tanto escuchar todos esos pequeños insultos y buscó las palabras antes de contestar.

—No, no pienso eso, él ha sido un muy buen amigo, ¿por qué piensas eso? —preguntó la chica tratando de esconder su tono de molestia en su voz.

—Su comportamiento, pertenece a las serpientes... —susurró el chico como si Severus los pudiera escuchar.

—En el tren me habías dicho que no tenías ninguna preferencia de casas —comentó la chica.

—No la tengo, ¿pero sabías que la mayoría de los magos tenebrosos han salido de la casa Slytherin? —informó Frank y Calynn pudo identificar la indirecta que esas palabras suponían.

—No sé a qué viene ese dato —respondió Calynn cortante mientras negaba con la cabeza.

El lago se quedó un rato en silencio y al parecer Frank pudo notarlo porque enseguida agregó.

—¿Quieres jugar algo? —propuso el chico, la pequeña mortífaga asintió con la cabeza—. Acompáñame —mencionó mientras le ayudaba a ponerse de pie.

Caminaron unos cuantos pasos, alejándose del lago. Por un momento los chicos tan solo intercambiaron miradas amistosas hasta que el chico tomó el hombro de su acompañante y exclamó:

—¡Las traes tú! —Corrió dejando atrás a su amiga antes de que esta pudiera reaccionar.

Jugaron un rato mientras reían, en ningún momento se molestaron y tan solo siguieron disfrutando de esa diversión que la niña no tenía en otra parte más que en su hogar, en Hogwarts. Jugaron hasta que el cielo comenzó a cambiar a esos colores oscuros y fue cuando Frank sacó de otra canasta un par de sándwiches, le dio uno a su amiga y esperó su reacción.

—¿Te ha gustado? —cuestionó Frank mientras observaba a la niña que degustaba tranquilamente la comida que le había traído su amigo.

—¿Que si me ha gustado? Me ha fascinado, ¿qué contiene? —exclamó la pequeña Black entusiasmada.

—Es un sándwich dulce, mi abuela lo aprendió de su abuela y ella se lo ha enseñado a mi madre que me lo envía a veces —contó el chico—. Esta vez le ha puesto un poco de mermelada con grageas Bertie Bott, ranas de chocolate y algunas gomitas.

—Nunca lo había probado —confesó Calynn antes de darle otro bocado.

Por un instante ambos observaron el lago que tanto admiraban hasta que el chico habló.

—¿Qué te gustaría ser cuando seas mayor? A mí me encantaría ser un auror —comenzó Frank con un ligero tono de orgullo en la voz.

La pequeña no lo había pensado, estaba tan ocupada arreglando su presente que se olvidó de pensar en su futuro; simplemente desde que sabía que era bruja nunca le había pasado por la mente lo que le gustaría ser en el mundo mágico.

—Nunca lo he pensado, pero por curiosidad, ¿qué es un auror? —preguntó la pequeña Black.

—Son los mejores magos que van en busca del bien, combatiendo el mal mientras se enfrentan a arduas peleas con personas del lado tenebroso —explicó el chico.

Calynn tan solo se quedó en silencio pensando en cada palabra que acababa de decir Frank, un ligero sentimiento de incomodidad se creó en ella hasta que se acordó del pequeño presente que le había traído al niño.

—Te he traído esto —mencionó la pequeña mortífaga mientras sacaba de su túnica una rana de chocolate y se la daba al chico. Este la comenzó a abrir en ese instante y mientras veía el cromo que esta contenía, la rana saltó y comenzó a correr por el lugar mientras ambos trataban de atraparla.

—¡La tengo! —exclamó la chica mientras capturaba la rana y casi chocaba con el rostro de Frank, este la volteó a ver, estaban tan cerca, tan solo observándose el uno al otro. Lentamente Frank se fue acercando más a la pequeña Black mientras esta cerraba sus ojos, el chico tomó la iniciativa y dulcemente besó los labios de su querida amiga mientras Calynn sujetó a Frank del rostro con los ojos cerrados y este la tomó de los brazos. Ambos se fueron acercando más mientras la túnica de la pequeña Black se resbalaba por sus brazos, Frank que tenía los ojos abiertos se percató de esto y lo pudo observar, el chico miró esa calavera y serpiente que marcaban el antebrazo de la mortífaga. Al percatarse de eso, Frank separó sus labios de los de su amiga muy bruscamente mientras se limpiaba la boca con la mano.

—¡Maldita mortífaga! —gritó Frank furioso.

La niña estaba desconcertada hasta que observó que la marca ahora estaba a la vista.

—Frank, yo... puedo explicarlo —balbuceó la chica con voz ronca mientras se ponía de pie.

—No hay nada que explicar, esa marca lo dice todo, eres un ser tan... —Hizo una pausa buscando las palabras—, despreciable —terminó Frank mientras tomaba las canastas y doblaba el mantel que había traído.

—Tú no lo entiendes, yo no estoy ahí porque así lo deseé —trató de explicar la chica mientras comenzaba a seguir a Frank quien solo iba negando con la cabeza—. Tienes que creerme —rogó la niña con las lágrimas en sus ojos.

—Aléjate, ¿quieres? —dijo un Frank enfurecido, totalmente diferente al que ella había conocido—. Acabo de besar a una mortífaga —comentó con repugnancia mientras realizaba una ligera pausa—, solo recordarlo me da asco. —Y el chico siguió su camino sin mirar atrás.

—¡Frank! Por favor. —La chica seguía insistiendo mientras lo tomaba de la túnica.

¡Desmaius! —exclamó el chico volviéndose a su antigua amiga, pero esta esquivó el hechizo.

—Tú trataste de atacarme... —susurró la pequeña Black mientras cesaba el paso y veía a Frank seguir su camino sin voltear atrás.

Calynn se dio cuenta que habían caminado a paso veloz pues habían llegado a los límites del Bosque Prohibido y el castillo estaba justamente frente a ella.

Era de noche, el viento soplaba fuertemente y la pequeña andaba con las lágrimas en los ojos mientras deseaba que no lloviese, se disponía a ir al castillo cuando vio un ave azul platinado a tan solo unos pasos de ella. Ganándole la curiosidad fue hacia allá mientras seguía sollozando y fue cuando se acordó que esa ave ya la había visto en otra ocasión y lo que debía hacer era seguirla. La pequeña emprendió el viaje al Bosque Prohibido detrás de aquel pájaro que le brindaba luz en la oscuridad del bosque. Se limpiaba las lágrimas mientras caminaba, en esos momentos se sentía decepcionada, tanto que pensaba que eso no había podido suceder. Ambos llegaron a un árbol y el ave se colocó en el suelo junto a este, la chica lo imitó mientras recordaba cuando también ya había estado ahí y comenzó junto con el ave a quitar algunas ramas y hierbas de arriba del lugar. De repente comenzaron a salir arañas, todas en dirección a la pequeña que saltó para quitárselas de encima y fue cuando vio aquella trampilla de madera, con bastante esfuerzo la abrió completamente para después seguir secándose las lágrimas de las mejillas. La chica dudó por un momento el entrar a aquel lugar de donde no paraban de salir arañas, lo pensó unos minutos y posteriormente se despidió de aquella ave azulada ligeramente transparente con una caricia en su pico, se arrodilló y se dejó caer por la trampilla.

Cayó por un momento, pero este no fue tan largo como en su sueño, aunque aún así el impacto de sus piernas con el suelo duro le dolió bastante. Se quedó un momento en el suelo adolorida por el impacto ya que creía que tal vez se había roto algún hueso, mientras que el ave que se había quedado arriba ahora estaba junto a ella. La chica se logró poner de pie mientras contemplaba el lugar. Su color característico era el verde, en cada esquina se podía observar diferentes estatuas con serpientes más grandes o pequeñas, aunque la habitación no era muy grande. Había bastante que ver, pero lo que más atraía la atención era aquel libro que estaba en medio de la habitación, justamente sobre un atril decorado con diferentes acabados plateados y verdosos que formaban serpientes o el logo de la casa de Slytherin. Siguió viendo los diferentes diseños de las paredes cuando de la nada la marca comenzó a dolerle y arderle a horrores, se hincó de nuevo en el suelo mientras sujetaba su antebrazo, solamente no entendía el porqué de aquel dolor. Escuchó un pequeño sonido por detrás de ella, pero pensó que solo había sido el ave que estaba junto a ella y que le dificultaba la vista, pues solo podía ver a través de ella y en eso, justamente a donde había volteado pudo ver unos ojos amarillentos antes de perder el conocimiento.

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"Y mientras guardo mi silencio.
Estás corriendo con los tigres.
Estás corriendo solo para huir de mí".

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⌞ Forest Fires - Lauren Aquilina ⌟

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