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Capítulo 20: Un nuevo hogar

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Ese momento,
cuando vi el castillo,
fue felicidad.


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Esa noche Druella les había dado una condición para poder ir a Hogwarts, una que mantendría a Lily preocupada durante todo el curso pero que ella había aceptado por el deseo de la nueva escuela: Lily no podría volver a vivir en casa de Calynn lo que significaba que tenía que buscar un nuevo hogar.

—No te preocupes por mí ahora —le sugirió Lily a su amiga después de que esta le expresara su preocupación—. Ya será hasta vacaciones de verano cuando me ocupe de eso. Calynn no respondió porque no podía evitar preocuparse por su amiga, necesitaban encontrar un lugar en tan solo unos meses—. Además, mañana es el primer día de clases y debemos dormir —añadió Lily después de un momento.

—Tienes razón, hay que dormir —aseguró la pequeña Black para después caer dormida al igual que la pelirroja.

—¡Si quieren llegar al colegio tienen que levantarse ahora! —gritó la voz de Druella antes de oírse un portazo. Las niñas se levantaron de un sobresalto y se dirigieron hacia los platos que había dejado la madre de Calynn para desayunar, después se cambiaron con una ropa que les habían dejado y comenzaron a charlar.

—Estoy nerviosa —expresó Calynn mirando a Lily—. Solo espero que lleguemos a Hogwarts sanas y salvas.

—Yo también estoy nerviosa, pero, no te preocupes, solo es esta vez —la consoló la pelirroja intentando esconder el miedo de su voz.

Druella regresó a la habitación como si las hubiera oído hablar y en sus manos traía tres varitas.

—Es hora de irnos —les indicó la mujer empujándolas mientras salían de la habitación donde habían vivido un mes. Fuera de la habitación estaba Cygnus esperando.
La mujer tomó de la mano a las niñas con mucha fuerza y se volvió hacia ellas mostrando las varitas, Calynn quiso retroceder debido a su miedo, pero le fue inútil—. Les advierto —comenzó Druella—, una sola cosa extraña que hagan cuando salgamos de la casa y nunca podrán ver ese castillo, ¿comprendieron? —terminó la mortífaga.
Las pequeñas asintieron levemente mientras Druella guardaba las varitas bajo su ropa. Cygnus abrió la puerta y le cedió el paso a su esposa y a las niñas. Ambas pequeñas avanzaron detrás de su madre hasta que la luz solar iluminó sus rostros dándoles calor y la brisa agitaba su cabello, las niñas sonrieron mientras disfrutaban de la naturaleza que hace mucho no habían contemplado, con una enorme alegría.
Calynn volteó hacia la izquierda y pudo observar el jardín donde siempre se reunían y el majestuoso árbol alto que daba una gran sombra donde acostumbraban a sentarse; giró la cabeza un poco a la derecha y contempló la casa donde había vivido cuatro meses y lo que vio a continuación la sorprendió. La señora Evans estaba afuera de su morada regando unas cuantas flores que estaban en su jardín, la pequeña Black volteó a ver a Lily que también estaba observando lo mismo que ella con expresión triste. La mujer levantó la vista y saludó a los padres de Calynn que le devolvieron el saludo con hipocresía mientras las niñas se miraban.

—Suban al auto —les susurró Druella a los oídos de las pequeñas señalando el automóvil que tenían en frente.
Se dirigieron a él y se subieron a la parte trasera y miraron a Cygnus sacar sus cosas para Hogwarts, incluso sus lechuzas que aún seguían vivas.

—Al fin vamos a ir a Hogwarts, me alegra saber que al menos durante tres meses no debo volver aquí —comentó Calynn por lo bajo para asegurarse de que su madre no la escuchara.

—Es un alivio salir de ese lugar —contestó la pelirroja en el mismo tono con una leve sonrisa en los labios; la tristeza de ver a su antigua madre no se había eliminado por completo de su rostro.
Cygnus había terminado de guardar todo en el auto y se subió al lugar del conductor seguido de Druella que azotó la puerta al entrar.

—Odio los transportes muggles —expresó Druella después de los intentos fallidos intentos de Cygnus de arrancar el coche.
Después de mucho tiempo e innumerables quejas de la madre de Calynn, el automóvil arrancó y emprendieron la marcha.

—Calynn, espero quedes en Slytherin —dijo la mujer a su hija—, es una casa digna para una Black como tú —comentó con una sonrisa en el rostro. Calynn no contestó ya que ella prefería cualquier casa excepto Slytherin—. Les advierto a ambas —comenzó Druella—, si alguien les pregunta algo acerca de nosotros digan que trabajamos para el ministerio y nada más. Si alguna revela algo acerca de nuestra identidad tendrán peor suerte que tus padres muggles —terminó la mujer refiriéndose a los padres de Lily, ambas asistieron para evitar problemas.
Después de un largo rato que fue eterno para las niñas, los señores Black estacionaron el auto frente a un edificio rojo y descendieron del auto. Los padres les dieron sus cosas que habían guardado en baúles, su lechuza y su sobre de Hogwarts. Se dirigieron a la estación llamada King's Cross y caminaron hasta llegar a los andenes.

—Dentro del sobre encuentran su boleto para ir a Hogwarts —explicó Cygnus.
Las niñas abrieron rápidamente el sobre y sacaron un boleto dorado que tenía escrito "Andén nueve y tres cuartos", las pequeñas levantaron la vista y buscaron entre los andenes, pero solo encontraron el nueve y diez que eran los más cercanos al número.
Los padres arrastraron a las niñas de las manos y las guiaron entre los andenes nueve y diez.

—¿Qué se supone que hacemos para ir a Hogwarts? —preguntó Calynn con impaciencia, no entendía la razón por las que las habían guiado justo enfrente de aquel andén.

—Atravesar el muro —contestó Druella como si fuera obvio.

—¿Qué? —cuestionaron ambas niñas al mismo tiempo.

—Atravesar el muro —repitió la mujer perdiendo la paciencia y comenzando a avanzar hacia ellas cuando una voz la interrumpió.

—Druella... —susurró Cygnus con la mirada fija en alguien que se aproximaba a ellos.
Las niñas avanzaron un poco hacia delante para poder observar lo que sus padres contemplaban.

—¡Eileen! —gritó la madre de Calynn saludando a una mujer que se dirigía a ese andén, detrás de ella asomaba un niño de cabello negro y largo. Las niñas corrieron hacia él, incrédulas.

—¿Severus? —expresaron ambas al mismo tiempo.
El niño solo se abalanzó a Lily dándole un gran abrazo que ella le devolvió, el cual duró bastante tiempo.

—¿Dónde han estado? —susurró Severus. Calynn negó con la cabeza y los dirigió a ambos a un lugar más apartados de sus padres.

—Hemos pasado un mes como prisioneras —explicó Lily.
Severus abrió los ojos con gesto incrédulo y comenzó a hacerles preguntas al respecto, Calynn empezó a explicar lo sucedido cuando una voz la interrumpió.

—Severus, querido, vamos; no hay que perder el tren —llamó la madre de Severus con ternura mientras que Druella tan solo les hizo un gesto con la mano para que se acercaran.

—Tú primero, querido —ordenó Eileen a su hijo—, tan solo corre al muro.
Severus titubeó un poco y después corrió al muro con su baúl y lechuza arrastrando en un carro que también llevaban las niñas; cuando Snape tocó el muro inmediatamente desapareció, después lo siguió su madre que desapareció también al instante.
Druella se acercó a las niñas que inmediatamente se hicieron para atrás hasta que chocaron con el muro del andén anterior.

—Sus varitas —les espetó Druella lanzándoselas—. Y recuerden las advertencias. Nos vemos en Navidad, Calynn —terminó la mujer con tono de enfado.
Lily y Calynn se miraron y con un gesto corrieron hacia el muro para aparecer frente a un tren rojo escarlata. El andén estaba abarrotado de niños y adolescentes con baúles y lechuzas, en lo alto del andén se podía leer "Expreso de Hogwarts" en un gran cartel y a lado en un cartel más pequeño "9 3/4".

—Creo que deberíamos ir subiendo al tren —indicó la voz de Lily mientras veía la multitud de personas a su alrededor.

—Tienes razón —afirmó Calynn empujando su baúl.
Se acercaron al tren y dieron su boleto al hombre que estaba en la entrada que posteriormente ayudó a ambas chicas a subir sus cosas. Caminaron por el extenso pasillo buscando a Severus por todos los compartimentos hasta que lo encontraron en el último, tocaron la puerta y este les indicó que pasaran. Ambas entraron cerrando la puerta tras ellas, Lily se sentó junto a Severus y Calynn en frente de él.
Siguieron relatando lo que habían charlado en el andén contestando algunas preguntas de Severus y haciendo pausas para consolar a Lily.
Cuando terminaron hubo un momento de silencio en el que solo se escuchaban los sollozos de Lily que era abrazada por Severus para consolarla.

—¿Qué vas a hacer? —interrogó Severus dirigiéndose a Calynn.

—Según mi "sueño" no puedo hacer nada para evitar ir en vacaciones navideñas.
El alboroto de afuera del compartimiento se oía cada vez más fuerte, al parecer el tren estaba por partir y todos comenzaban a llegar.

—Yo espero que en eso te equivoques —comentó Severus, melancólico.

—¿Cómo es que mi madre conoce a tu madre? —lo cuestionó la pequeña con curiosidad, cambiando radicalmente de tema. Severus dudó un poco en como plantearle la respuesta.

—Tu familia, Black, y la de mi madre son sangre pura por lo que tienen fama que sus miembros prefieren la casa Slytherin.
Pero fue interrumpido por un niño de pelo azabache y gafas redondas que irrumpió en el compartimiento. Detrás de él había un chico de su edad.

—Slytherin... —dijo el chico con repugnancia—. ¿A qué casa quieren pertenecer? Por cierto, James Potter.

—¡Slytherin! —gritó Severus orgulloso—, es la casa donde habitan los astutos —dijo dirigiéndose a Lily, dedicándole una sonrisa.
El chico que estaba atrás de James entró y se detuvo junto a su amigo.

—La casa Slytherin apesta, si quedara en ella regresaría a mi casa ese mismo día —se burló James.

—Toda mi familia ha sido Slytherin y yo quiero ser diferente, sin preferencias de sangre que acostumbran a tener los de esa casa —agregó el amigo del niño con gafas.

—¡Eso no es cierto! —espetó Severus levantándose de su asiento.

—Calla, Quejicus —habló el acompañante de James, en tan solo unos segundos había creado un sobrenombre para el chico—. ¿En qué casa quieres quedar James?
El niño levantó una especie de espada invisible y se hincó en el suelo.

—¡En Gryffindor, donde residen los de corazón valiente! Como mi padre —expresó James.

—Y no buscan el poder —agregó Snape de manera desafiante.
James esbozó un gesto de enfado y en ese momento se levantó del suelo y se sentó junto a Lily, haciendo que esta se levantara.

—Creo que mejor hay que buscar otro lugar —indicó Lily saliendo del compartimiento seguida de sus dos amigos, dejando las risas de Potter detrás.
Buscaron un compartimiento vacío hasta que lo encontraron un poco más lejano al anterior y entraron.

—¿Qué importa la diferencia de casas? —exasperó Lily, aunque nadie contestó.
Los tres chicos contemplaban los paisajes que pasaban rápidamente por la ventana, habían estado discutiendo que no se dieron cuenta de cuándo había emprendido el tren.

—¿Quieren algo del carrito? —los interrumpió la voz de una mujer regordeta que llevaba un carrito lleno de dulces por el pasillo.

—Tres ranas de chocolate, por favor —indicó Severus dándole a la mujer unas cuantas monedas.
Severus les entregó una rana a Lily y otra a Calynn.

—¿Cómo se supone que se comen? —lo interrogó Lily mientras observaba la caja púrpura.

—Las abren y toman la rana, rápido porque saltan —explicó el niño mientras comenzaba a abrir su caja y tomaba el chocolate con gran facilidad, mientras las niñas lo miraban atentas.
Calynn fue la segunda en abrir la pequeña caja violeta, iba a agarrar la rana cuando vio algo brillante debajo de esta.

—¡Cuidado! —le advirtió Severus mientras la rana saltaba una sola vez y se movía por todas partes. Calynn se levantó para tratar de atraparla hasta que lo logró y la guardó de nuevo en su caja que apretaba fuertemente. Decidió que la guardaría para después.
Un silencio se hizo en el tren durante un rato, los chicos no sabían qué más decir, estaban ansiosos por conocer el colegio y también descubrir cuál sería su casa y cómo serían sus demás compañeros.

—Quisiera tener unos padres como los tuyos, es decir, que como somos sangre limpia podamos saber acerca del mundo mágico —comentó Calynn dirigiéndose a Severus, rompiendo aquel silencio.

—Yo no soy sangre limpia, soy mestizo —explicó el chico ligeramente confundido.

—Pero tu madre es sangre limpia —respondió la pequeña Black igualmente confundida.

—Mi padre es muggle —aclaró el niño.

—Pero tu padre te mostró el callejón Diagon, eso fue lo que dijiste un día en el callejón —replicó esta vez Lily sin saber exactamente lo que ocurría con el niño.
Severus palideció más de su color normal de piel y tardó un poco en contestar.
—Bueno... quise decir mi madre —balbuceó Severus con nerviosismo.
Las niñas no dijeron nada, al parecer no le habían creído. Pasó bastante tiempo sin que ninguno hablara, contemplaban el paisaje por el que rápidamente pasaban en silencio y con una sonrisa en el rostro, estaban impacientes por llegar. Estaban disfrutando de la vista cuando alguien tocó la puerta del compartimiento y todos se sobresaltaron.

—¡Frank! —saludó Calynn mientras le brillaban los ojos. La niña abrió la puerta y lo invitó a sentarse—. Él es Frank, Frank Longbottom —se apresuró a presentar la niña sin evitar ese brillo en los ojos al mencionar el nombre del niño.
Ambos se presentaron a Frank y después hubo un silencio incómodo.

—¿Cuánto falta de camino? —preguntó Frank después de un rato.

—Creo que vamos a la mitad, o al menos eso creo —comentó Severus.

—¿Por qué no solo podemos aparecernos en el colegio? —exasperó Calynn mientras se acomodaba en el asiento del compartimento, se le notaba bastante incómoda.

—Porque no está permitido hacer eso —contestó Lily muy segura.

—¿Cómo es que estas tan segura? —curioseó Frank, desafiante.

—Viene en uno de nuestros libros —afirmó la pelirroja—. ¿No los han comenzado a leer? —preguntó extrañada mirando a todos sus amigos, esperando por lo menos alguna respuesta aprobatoria.

—No —respondieron todos al unísono antes de echarse a reír; para su sorpresa Lily también se unió a las carcajadas con el mismo volumen que sus compañeros.
Estuvieron un gran rato riendo y hablando acerca de las materias de Hogwarts y cómo se imaginaba el colegio cada uno, todos estaban ilusionados con lo que aprenderían.
Siguieron charlando un momento hasta que una pregunta incómoda volvió a presentarse.

—¿A qué casa quieren pertenecer? —los interrogó Frank.
Los niños no respondieron y se cruzaron miradas, al parecer cada vez les disgustaba más ese tema. El chico notó la tensión por esa pregunta al instante.

—No tengo preferencias de casas —se apresuró a añadir Frank con nerviosismo.

—Slytherin —contestó Severus.

—No lo sé —respondieron ambas niñas al unísono.

—¿No lo sabes Calynn? Cuando nos encontramos en el callejón me dijiste que tal vez quedaras en Gryffindor porque odias la casa Slytherin —comentó Frank.
Calynn iba a contestar lo más rápido posible, pero fue interrumpida por Severus.

—¿Odias la casa Slytherin? Me lo podrías haber dicho —replicó Snape arrastrando las palabras.

—Yo... lo siento... ¡Estaba triste, no quería quedar en la casa en la que estuvieron mis padres! —gritó la pequeña Black saliendo del compartimiento.
Calynn llegó una esquina y pegó a la pared con todas sus fuerzas, estaba cansada de generar más problemas, no podían entender esa pequeña razón para no desear estar en Slytherin. De repente alguien la agarró por los brazos y la volteó.

—No estoy de humor, Frank —indicó Calynn fríamente, todavía con los ojos cerrados, suprimiendo las lágrimas.

—No era mi intención... —dijo quitándole el cabello de la cara.

—Frank... —comenzó la niña, pero no pudo continuar pues el niño la había abrazado con todas sus fuerzas permitiéndole recargar su cabeza en su hombro. Estuvieron un rato así hasta que decidieron separarse.

—¿Mejor? —cuestionó Frank.

—Mejor —respondió honestamente pues el abrazo de Frank la había hecho sentir demasiado bien, aunque era extraño porque apenas se conocían.
Regresaron al compartimiento y volvieron a sentarse en el mismo lugar.
Lily no quitaba los ojos de encima de su amiga como si esperara que esta comenzara a llorar en cualquier momento.

—Lo siento... —expresó Severus lentamente y con la cabeza gacha.
Calynn solamente asintió con la cabeza y el silencio inundó el lugar. Lily y Calynn que estaban junto a las ventanas contemplaban el paisaje mientras que Severus y Frank jugueteaban con los dedos en silencio.
A menudo pasaban niños de todas las edades y se detenían para observar quiénes había dentro. Calynn se interesó en ver a las personas que pasaran por ahí.
Una niña rubia que se le hacía familiar se detuvo frente al compartimento y observó a todos hasta que miró a Calynn, la niña cambió su gesto a uno de asombro y salió corriendo. No sabía dónde había visto a la rubia, pero su rostro se le hacía conocido.

—¿Quién era? —murmuró Lily con curiosidad y a la vez un poco de miedo y extrañeza, al parecer había notado que a Calynn se le hacía conocida aquella niña.

—No lo sé —respondió la pequeña negando con la cabeza, sabía que la había visto en algún lugar, pero no tenía la seguridad de saber quién era.
Lily iba a añadir algo más cuando la niña volvió, pero acompañada de dos niñas que murmuraban entre sí con la misma expresión de la rubia.
Todos adentro del compartimiento estaban desconcertados mirando a las niñas.
Después de un momento las niñas se fueron juntas mientras seguían murmurando.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Severus desconcertado y ligeramente enfadado, aunque no parecía tan sorprendido como los demás en el compartimento.
Nadie contestó, pero siguieron pensando en eso un rato.

—Creo que falta poco para llegar a Hogwarts, deberíamos ponernos las túnicas —comentó Lily.
Todos asintieron y Frank y Severus salieron para dejar que se cambiaran las niñas.

—No creas que no sé qué hablaste con Severus para que se disculpara —exclamó Calynn a Lily.
Lily esbozó una sonrisa de culpabilidad como gesto de respuesta.
Las niñas se cambiaron rápidamente mientras charlaban y reían.
Ya con la túnica puesta, las niñas salieron y les cedieron el paso a los chicos quedándose ellas afuera.

—A veces Severus puede ser un poco torpe —comentó Lily entre risas—, pero aun así es... —hizo una pequeña pausa y continuó—, buen amigo —terminó la pelirroja.
Calynn asintió con la cabeza antes de reír un poco. Se decidieron pasear por el extenso pasillo del tren que era de madera y tenía diversas puertas y ventanas que pertenecían a cada compartimiento. Observaron cada cubículo mirando las distintas edades de los niños, algunos leían libros mientras que con su pluma de tinta escribían en un pergamino, otros se dedicaban a comer dulces y charlar, algunos se divertían con artículos de broma y otros practicaban movimientos con sus varitas. Notaron que la mayoría de los estudiantes tenían ya puesta la túnica y dedujeron que estaban por llegar.

—Creo que deberíamos volver —propuso la pelirroja para después ponerse en marcha de regreso al compartimiento.

—¡Por las barbas de Merlín! Pensamos que se las había tragado un basilisco —bromeó Frank—. ¿Dónde se habían metido?

—Fuimos a dar un paseo en lo que se cambiaban —explicó Calynn.

—¿Saben que los chicos son más rápidos que las chicas cuando se visten? —aclaró Frank.

—¿Nos tardamos demasiado? —preguntó la pelirroja aguantando algunas risas.
Frank sonrió y asintió con la cabeza para después reír a carcajadas con sus dos amigas.

—¡Miren! —exclamó Severus entre las risas de sus amigos.
Todos voltearon a ver a Severus que señalaba la ventana, los chicos se acercaron un poco más y exclamaron un grito de asombro. Por la ventana se podía observar un gran castillo en alto con algunas luces encendidas, se le observaba con una gran majestuosidad y lleno de magia.

—¡Increíble! —volvió a expresar Calynn mientras un gesto de asombro se dibujaba en su rostro.
El tren comenzó a bajar de velocidad poco a poco hasta que quedó totalmente quieto.
Los niños comenzaron a tomar sus cosas y su mascota mientras que Frank salió del compartimento para ir a buscar sus pertenencias.
Lily se asomó al pasillo y observó a todos que comenzaban a descender.

—Es hora de irnos —afirmó la pelirroja poniéndose en marcha con Calynn y Severus pisándole los talones intentando pasar entre todos los compartimentos sin golpear a nadie con todas sus pertenencias, incluyendo a su lechuza.
Todos los alumnos de sus asientos y salieron al pasillo, siguieron a los demás y bajaron la escalera hacia la estación que se iba llenando cada vez más.
La estación estaba demasiado oscura, tan solo estaba iluminado donde descendían los estudiantes, se dirigieron al castillo hasta que llegaron a una fila que dividía a los alumnos de primer año de los demás.

—¡Los de primer año por aquí! —exclamó una persona junto a unos botes para poder cruzar el agua que rodeaba el castillo—. ¡Solo cuatro por bote! —añadió la persona junto a los botes.
Lily, Calynn, Severus y Frank consiguieron un bote para ellos solos.

—Es perfecto —comentó Lily contemplando el hermoso castillo que cada vez se hacía más grande al acercarse, era como finalmente lograr ver aquel sueño que tuvo por varios meses.
Los botes avanzaban lentamente, pero eso no molestó a ninguno, estaban demasiado concentrados observando su nuevo colegio, la sonrisa de todos delataba sus emociones.
Calynn sacó la mano del bote y tocó el agua con sus dedos mientras sonreía, hace mucho que no se sentía tan feliz, era como si el agua también fuera mágica.
Cuando llegaron a tierra, bajaron sus cosas y siguieron a un estudiante mayor que los estaba guiando, subieron una pequeña colina y después llegaron a una enorme puerta de roble. Antes de abrirlas los formaron en una fila para que estuvieran ordenados. Cuando todos estaban bien alineados, el chico abrió las puertas lentamente dejando ver un gran cuarto iluminado por candelabros, había unas enormes escaleras blancas que daba a los pisos superiores.

—Esperen aquí ordenadamente, en un momento los guiarán al Gran Comedor —ordenó el alumno para después salir por una puerta que estaba a la derecha.

—¿Calynn? —preguntó una voz a espaldas de los cuatro chicos.
La niña volteó a ver quién la había llamado y se quedó asombrada, tanto que Lily volteó y obtuvo la misma reacción que su amiga.

—¡Thana! —exclamó Calynn corriendo hacia su amiga con inmensa alegría.

—¡Debemos esperar ordenadamente! —le recordó Frank, aunque fue ignorado.

Lily y Calynn abrazaron a su antigua amiga con todas sus fuerzas que lograron levantarla del suelo, realmente habían extrañado a su amiga, no la habían visto en casi los últimos seis meses.

—¿Por qué no nos dijiste que eras bruja? —preguntó la pequeña Black.

—Tengo la misma pregunta —dijo Thana quitándose el pelo castaño de la cara.

—No era seguro revelar esa información —explicó Lily con cierta culpabilidad en la voz.

—Yo también por la misma razón no pude avisarles, además que no las vi un mes entero, pensé que se habían cambiado de ciudad, ¿dónde han estado? —curioseó la castaña con cierto pesar en la voz.

—Yo... Nosotras... —balbuceó Calynn, pero fue interrumpida por una bruja vestida con un vestido esmeralda.

—Bienvenidos —comenzó la mujer—, en seguida pasarán al Gran Comedor, donde serán seleccionados a una de las cuatro casas. Las casas son Gryffindor, —Frank le dirigió una mirada a Calynn con una sonrisa—, Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin —terminó sin poder evitar un tono de repugnancia—. Sus casas serán como sus familias, cuando participen en clase y tengan un buen comportamiento ganarán puntos que beneficiarán a sus casas, a la vez que si rompen alguna regla se les restarán puntos. La casa con más puntos al final del año ganará la copa de las casas. Les deseo mucha suerte a cada uno de ustedes. En un momento los paso —terminó la mujer saliendo de la habitación.
Los murmullos comenzaron de nuevo pero esta vez no duraron mucho porque la profesora llegó más rápido de lo esperado—. Síganme —les indicó a todos mientras abría las puertas de la habitación por donde había venido.
Entraron a una gran habitación con cinco mesas largas, cuatro paralelas repletas de alumnos con diferentes colores de túnicas y una perpendicular donde estaban sentados varios adultos.

—¡Mira el techo! —le indicó Lily asombrada. El techo estaba cubierto de estrellas demasiado brillantes para ser reales, parecía que estaba encantado. Llegaron al frente de la mesa del profesorado y la fila se detuvo.

—Cuando escuchen su nombre pasan al banco y se colocan el sombrero —ordenó la mujer extendiendo un gran pergamino.
Calynn estaba muy nerviosa, lo que más le preocupaba era quedar en Slytherin.

—Black, Sirius —expuso la profesora con una voz bastante alta.
A Calynn le dio un gran susto al escuchar su apellido, pero se tranquilizó al saber que no era ella. Observó quien era el niño pues le daba curiosidad que tuviera su mismo apellido, cuando pasó al frente pudo observar que era el acompañante del niño de gafas del tren. El chico se sentó en el banco y se colocó el sombrero raído y viejo.
La habitación quedó en silencio por un momento hasta que por una ranura del sombrero que ningún estudiante de primero había notado salió una palabra.

—¡Gryffindor!
Todos aplaudieron fuertemente hasta que el chico se sentó en su mesa con bastante entusiasmo.

—Black, Calynn —habló la profesora mientras la pequeña Black se sorprendía y se paralizaba del miedo.

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"Eres mi alma
y tú eres mi hogar.
Cántame una canción de una muchacha que se ha ido.
Dime, ¿podría ser yo esa muchacha?"

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