
VI- Astral
— ¿Que debo hacer y qué debo darte? —. Habías preguntado.
Me sorprendió a sobremanera la cuestión, y lo he pensado...
Me alegra que me preguntaras...
Si vas a regalarme una Luna que sea azul, azul como las de las sirenas. Un color azul triste como todos los azules que me ha dejado este amor al que ya no le creo nada, pero es un azul muy hermoso y sereno.
O quizás una Luna blanca y fría como la indiferencia desnuda con la que tratas la destrucción del esquema que habíamos tramado juntos.
Podrías darme una luna roja, una de eclipse de sangre, no roja pasión sino sangre, sangre coagulada y anaranjada como este tóxico amor que me afixiaba las entrañas sin que me percatara.
Eso sí, que sea una luna llena, porque me he fatigado ya de que me traigas las cosas a medias...
Acepto cualquier tipo de luna como verás, con tal de que sea llena puedes traerla hasta mi puerta y dejarla ahí. Sabré que es tuya tranquilo, no hace falta volvernos a ver el rostro.
Eso sí, si en cambio piensas regalarme el Sol, tendré que ser un poco más exquisita...
No busques darme un sol de verano de esos que traen calidez y broncean los pensamientos, porque tu sol de verano ha resultado ser un cáncer que me carcome y un sofoco que ya no acepto tener en mi vida.
No me des mucho menos un sol de primavera de esos que hacen felices a las personas, porque ya éramos felices antes y no es algo que me apetezca recordar.
Tampoco aceptaré un sol de invierno, y perdóname si me vuelvo quisquillosa en éste asunto, pero ¿para qué quiero yo un sol que brilla mucho y no calienta nada? Sería tan falso como todo lo que he obtenido de ti hasta ahora.
Que sea un sol de otoño. Sí. Uno acorde a esta ocasión de hojas muertas y viento helado, a este momento de lluvia fría y cielos grises... Un sol de otoño grande como una toronja y bien anaranjado y espectacular.
Ese sol quiero, ese que causa una rompiente loca y elocuente en el firmamento y te convence de que es el fin.
Porque ha llegado el ocaso de nuestro amor y no hay cómo retenerte más.
Porque no, no es que yo no quiera regalarte mis estrellas a cambio de tu sol...
Es que tú sabes que las quieres a cambio por nada.
Y no es que yo no me admire y me conforme en tus medias Lunas...
Es que podías dar más pero creíste que sólo tú debías sentirte lleno.
Y no es que no quiera perdonarte una y otra vez.
Es que ambos sabemos que nunca habrá una última.
Ambos sabemos que mi universo te quedó pequeño y no puedo atajar tu cometa.
Así pues ¿a qué estamos jugando?
Si un cometa tiene rumbo fijo y por mí no se detendrá, tampoco tú te detengas.
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