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Capítulo 7- Jugando en el bosque

Seguíamos en el bosque, ella me miraba y abrazaba , —A mí me encantaba sentir sus caricias y su cálido abrazo—. 

Me dijo:

 —¡Me encantas ternurita!.—Me hizo sonrojar—.  

Me preguntó acariciando mi rostro:

—¿Qué te ocurre?.

No respondí, ella sabía mi debilidad, las cosquillas.

—¡Fernanda deja de hacerme cosquillas! ¡Recuerda que soy cosquilloso! ¡Ja, ja, ja! ¡Basta me rindo!.

 Siguió con su ataque y me dijo:

—No pararé hasta que tú también me hagas cosquillas.

La observé juguetonamente y le dije:

—Entendido. ¡Aquí voy!. 

—¡Qué! ¡No! ¡Ja, ja, ja, ja!.

—No pararé hasta que te rindas.

Me dijo casi llorando de la risa:

—¡Ok, ok me doy por vencida, ganaste!.

Dejé de hacerle cosquillas y guiñándole un ojo le dije:

—¡Por supuesto, yo siempre gano! —Ella me sonrío—.

 Acabamos besándonos, sentíamos gran cariño los dos. 

Fernanda me dijo:

—Eres el amor de mi vida. Lo sabes, ¿Cierto?.

Le sonreí y le dije:

—Por supuesto terroncito.

Contemplando esos tremendos ojos azules se acercó más a mi lado y me dijo:

—¿Estaría mal si te digo a los ojos que me he sentido enamorada de ti desde la infancia?. Siento que eres el hombre indicado para mí ¡Valiendo una mierda lo que digan los demás! ¿Sabías que quiero tener hijos algún día?.

—¿Conmigo?.

—No lo sé, puede ser... Sería hermoso, ¿No crees?.

Comenzaba a hacer frío, por suerte empaqué en la mochila un suéter y viendo que Fernanda tenía más frío que yo la abrigué, primero abrazándola fuertemente con mis brazos para que se le quitara el frío, después le coloqué mi suéter que era color vino y le quedaba muy bien, se veía muy provocativa y sexy.  Con sus jeans apretados, su pulsera del color del arcoíris, y una playera azul pastel donde se le marcaba muy bien el escote y sus tenis azules (se veía terriblemente bien). 

Ella mirándome la cara de bobo que puse me preguntó:

—Omar, ¿Te encuentras bien? Te veo raro.

—¡Me has hechizado! Brujita.

—¿Brujita? y eso por qué .

—Porque con tu varita mágica me hechizaste.

—¡Ja, ja, ja! tonto, ¡Cómo me haces reír!.

 Se acercó y mirándome provocativamente me preguntó:

—¿Acaso soy yo la que te pone así Omar?. 

Le dije:

—Sí bebé, tú eres la que me pones eléctrico.

Soltó una risa y un gemido muy sexy y dijo:

—¡Umm! ¡Que pillo te estas volviendo Omar!.

—Creo que sí, tú me prendes. 

 Ella me preguntó:

—¿Qué haces amor?.

 Le dije:

—Monto la casa de campaña. ¿Quieres ayudarme?.

—Por supuesto. 

Terminamos de colocar la casa de campaña y  dos Sleeping Bag  para dormir, Fernanda me dijo:

—Omar, desnúdate. Esta noche quiero hacer el amor contigo, bésame y juguemos un poco.

Sabía por dónde iba el asunto y le dije:

—Por eso compré condones cariño. 

Ella me quitó el paquete de preservativos y me dijo:

—¡Deja eso y ven aquí! Juguemos un poco. 

Insistió tanto que le dije tocándole sus caderas:

—¿A que quieres jugar? ¿Tienes algo en mente ó quieres que proponga algún juego?—Le decía recorriendo con mis manos su cintura y acariciándole su pelo negro. 

Entre risueña y coqueta me dijo acariciándome el pecho: 

—Juguemos al rey de la selva. ¡Anda!. 

Le pregunté:

—¿Al rey de la selva? No sé como se juega. 

—¡Je,je! Tranqui, deja mostrarte. 

Ella comenzó a maullar y ronronearme como una sexy leona.

—¡Miau! ¡Miau!¡Prrr! ¡Miau!.

Le dije:

—Fernanda, ¿Cómo que miau?.

Ella posicionándose arriba de mí me dijo:

—¡Anda, déjate llevar! ¿Dónde estas leoncito? ¿Donde?  ¡Miau! ¡Prrr!. 

Me dejé llevar y le dije:

—¡Aquí está tu León! ¡Roar!, riendo alegremente tocó mi cuerpo y jugando como una tierna gatita en celo, comenzó a darme un cálido masaje por todo mi cuerpo.

Mientras me masajeaba los hombros, girábamos en uno de los Sleeping Bag  riendo y jugando cómo si fuéramos niños. 

Me decía:  

—¡Oh mi querido Rey león dale a tú leoncita una noche de placer!.

Comencé por quitarle toda la ropa pieza por pieza hasta verla desnuda al cien, ella hizo lo mismo conmigo, desnudos comenzamos a no solo tener sexo, sino que iniciamos por vernos directo a los ojos y comenzar a hacer el amor.

—Te amo primo.

 —Igual mi primita.

—Me encanta todo de ti, eres el hombre del cual me enamoré desde niña.

—Y tú eres la mujer de la cual me enamoré desde siempre Fernanda.

—Ternurita.

Nos comenzamos a besar a pesar de la fría noche en el bosque, nuestros cuerpos desnudos comenzaban a entrar en calor conforme a los besos y las caricias, hasta que sentí que mi miembro comenzaba a ya no aguantar más las caricias y los chupetones que me daba pero antes de venirme en ella de nuevo olvidé colocarme preservativo mientras la penetraba, ella posicionada arriba de mí movía su cadera columpiándose encima de mi pene, ella gemía, a mí me volvía loco la manera de decirme la velocidad a la que quería sentirla adentro, me terminé viniendo dentro de ella, fue tan cálido y tan reconfortante sentir como nuestros fluidos  y bramidos se unieron en uno solo.








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