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Capítulo 18.2

Al llegar las vacaciones de Semana Santa, los de segundo tuvimos algo nuevo en qué pensar. Porque sí, no era suficiente con tener que pensar en el heredero de Slytherin, el diario perdido de Riddle, cubrirse la espalda cada semana para que no te petrifiquen y convencerse a uno mismo que no tenía sentimientos hacia Harry Potter. 

Quizás lo último era más mío. 

Pero ese era mi punto, ahora nos daban algo más en qué pensar. Había llegado el momento de elegir las materias optativas para el siguiente año, decisión que Hermione se estaba tomando muy, muy en serio. 

—Podría afectar todo nuestro futuro— dijo Hermione, mientras repasábamos la lista de materias nuevas que teníamos que tomar. 

—Bueno, lo único que quiero es no tomar Pociones— demandó Harry. 

Mostré una mueca —No lo creo, Harry, aquí dice que es obligatorio seguir en Pociones—. 

—Tenía que ser— suspiró resignado. 

—Entiendo tu dolor— posé mi mano sobre su hombro. 

Harry volteó a verme y sonrió con una media sonrisa en señal de agradecimiento, gesto que le devolví sin pensarlo. 

En el lado positivo, las personas habían casi olvidado que Harry y yo estábamos juntos... ¡Quiero decir! ¡NO! Nunca estuvimos juntos, a lo que me refiero es que nos habían dejado de molestar con que estábamos juntos. Los cantos cesaron, al igual que los piropos y Harry y yo podíamos volver a estar los dos como los grandes amigos que somos.

Ahora lo diré sin que me duela. 

—Yo quería librarme de Defensa Contra las Artes Oscuras— soltó Ron con tristeza. 

—¡Pero si esa es muy importante!— exclamó Hermione sorprendida. 

—No como la da Lockhart. Lo único que me ha enseñado es que no hay que dejar sueltos a duendecillos—. 

Nunca más real. 

Volví mi atención de nuevo a la lista de materias, habían cinco optativas, todas diferentes como las otras: Aritmomancia, Adivinación, Estudio de Runas Antiguas, Cuidado de Criaturas Mágicas y Estudios Muggles. 

La única en la que podía tener algo de conocimiento. 

Según Neville, varios de sus familiares le mandaron cartas diciendo cuáles debía de elegir para poder dedicarse a lo que quería en un futuro, pero como yo crecí con muggles, no podía pedirle algún consejo a mi familia sobre qué hacer, tal era el caso de Harry, porque aunque sus padres fueron magos... bueno, sabemos la historia. 

Hermione escogió todas, sin dudarlo. Dean, también hijo de muggles, eligió con la varita al azar y Harry tampoco tenía la menor idea. 

—¿Esto es para luego escoger a lo que nos dedicaremos toda la vida?— pregunté. 

—Algo así— respondió Percy Weasley, quien estaba cerca de nosotros en la mesa de Gryffindor. —No depende exactamente de eso, es a donde quieren llegar. No es malo para ir pensando en el futuro, así que Adivinación no estaría mal. Estudios Muggles es una clase fácil para ti ____, no creo que valga mucho la pena, pero es bueno conocer sobre la comunidad no mágica si tu trabajo es desmemorizar en un futuro o trabajar con enfermedades muggles que, desafortunadamente podemos contraer, o si eres colega de mi padre. A mi hermano Charlie le gustaba al aire libre, por eso escogió Cuidado de Criaturas Mágicas y así podía estar al aire libre. Escojan algo por lo que valgan, ese es mi consejo—. 

Consejo que me confundió todavía más. 

¿Para qué se supone que sea buena?

Lo único para lo que podría ser buena era estudios Muggles, porque con eso crecí, y tal vez ayudar a las personas y ya. No era una perfecta estudiante como Hermione, pero tampoco era mala; estudiar un dialecto diferente, con las clases de francés en el mundo muggle me confundía; Aritmomancia, no me gustan los números. 

—¿Qué vas a elegir?— me preguntó Harry. 

Encogí mis hombros —Estamos en la mismas—. 

—Lo único que soy bueno es para el Quidditch—.

—Eres bueno para más cosas— le dediqué una sonrisa —. Creo que sería algo de trampa si escogemos Estudios Muggles, ¿no lo crees Bueno, no tanto?—. 

—¿Escogemos?— cuestionó extrañado. 

Asentí —Sí, escogemos— recalqué —. Ron, ¿que elegiste?—. 

—Um...— mi amigo me extendió su lista —: Adivinación y Cuidado de Criaturas Mágicas—. 

—Bien, tomaré esas dos...— dudé por unos segundos y viré mis ojos de un lado a otro —, y Estudios Muggles—. 

—Entonces yo tomaré Adivinación y Cuidado de Criaturas Mágicas— siguió Harry —. No te ofendas ____, pero no podría con Estudios Muggles, me recordaría demasiado a los Dursley...—. 

Reí divertida —No te preocupes, Harry, no esperaba que lo tomaras, yo lo haré por si en algún futuro, ya sabes, lo necesito. Además estaré ahí con Hermione y con... Dean—. 

Harry rió conmigo —Estoy seguro que vas a arrasar con todos en esa clase—. 

Solté una carcajada —Después de Hermione—. 

—No, no lo creo. Serás tú—. 

Bajé la cabeza sintiendo el calor subir por mis mejillas, no quería que me viera de esa manera por nada del mundo. No era la primera vez que me miraba de esa manera, ni tampoco que me sonrojara, sólo espero que no se dé cuenta que siempre trato de agachar la mirada cuando dice algo lindo sobre mí. 

El sol brillaba intenso esa mañana con una brisa ligera y refrescante. Día perfecto para jugar Quidditch, y si alguien pregunta yo jamás dije eso. Me levanté de buen humor, tomé mi uniforme, me vestí, y una vez que Hermione y yo estuviéramos listas, bajamos a la Sala Común donde nos encontramos con Ron y Harry. 

Este último traía ya su escoba, la Nimbus 12 y mitad vestido con el uniforme de Quidditch, faltaba la túnica, la cual ya la llevaba en la otra mano. 

—¿Tenían que tardarse tanto?— Ron nos entregó las nuevas banderas para apoyar a Gryffindor —Harry tiene que desayunar bien para tener fuerza—. 

Lo miré sorprendida —No es nuestro primer partido de quidditch, lo sabemos, y no nos tardamos tanto—. 

—Tardaron lo suficiente—. 

—¡Claro que no!— exclamó Hermione. 

—¡Claro que sí!—. 

—¡Que no!—. 

—¡Sí!—. 

—¡No!—. 

—¡Sí!—. 

—¡No!—. 

—¡Sí!—. 

—¡Cállense!— grité, haciendo que Ron y Hermione dejaran de hablarse, y los dos me vieron con el ceño fruncido —. ¡Gracias! Ya me callo, perdón, pero Harry tiene que bajar a desayunar, y ahora estamos aquí perdiendo el tiempo—. 

—Dile eso a Hermione—. 

—¡Yo que te he dicho, Ronald!—. 

Y esa manera, los dos se fueron hablando durante todo el camino, peleándose con frases que solamente ellos dos entendían, claro que Hermione ya había tratado de pararle los gritos por lo menos dos veces, pero al pelirrojo parecía que le gustaba pelear con Hermione y la molestaba todavía más. 

Harry y yo íbamos detrás de ambos, con expresiones resignadas y sonriéndole a cada persona que nos mirara raro, en forma de decirles: "Perdonen la actitud de nuestros amigos". 

—Y parece que volvemos a primer año— hablé cuando unos de quinto se burlaron de nosotros. 

—Déjalos, a veces necesitan pelearse para recordar que se quieren—. 

—A su manera— dije con una sonrisa. 

Me devolvió el gesto —Oye, nunca tuvimos tiempo de hablar de lo que pasó—. 

—¿Qué fue lo que pasó?— pregunté extrañada. 

—Ya sabes, lo de todos pensando que tú y yo...— hizo una pausa y suspiró —, ya sabes—. 

—Oh— murmuré como pude —, sí, no pudimos...—. 

—¿Crees que sea necesario?—. 

Negué lentamente —Honestamente, no. Digo, está claro que tú y yo, no... no—.

—No, exacto. Somos amigos—. 

—Muy buenos amigos— completé —. Entonces yo creo que está bien que nosotros entendamos eso, los demás pueden creer lo que quieran—.

Harry asintió —Tienes razón, y es más fácil que dar explicaciones, lo vimos con Hagrid—. 

—Exacto—. 

Él chico de ojos verdes y yo nos detuvimos en la entrada del Gran Comedor, por unos segundos nos quedamos haciendo un increíble contacto visual, compartiendo sonrisas que solamente entre los dos existían, y que desde que nos conocimos aparecieron. Sonrisas que expresaban en un gran grado: "Mejores amigos". 

Sí, auch. 

Es tiempo de darme cuenta que así quedará, y en verdad por más que trate no me puede gustar Harry. Así que fue ahí en ese preciso instante, cuando decidí suprimir cualquier sentimiento hacia él, para dejar simplemente amistad, amor de amigos. 

—¡Potter y Hughes! ¡SE BESAN, SE BESAN, SE BESAN!—. 

Cerré mis ojos con fuerza, dejando pasar por mis oídos las voces de Fred y George. 

"¡No estamos juntos!" gritamos Harry y yo al unísono. 

Los dos nos miramos divertidos, y sin decir más, fuimos a sentarnos a la mesa con Ron y Hermione, que por un milagro ya habían dejado de gritarse. 

—¿Qué piensas de esto?— me preguntó mi amiga, al sentarme a lado de ella. 

Alcé una ceja —Hermione, ¿ya estás leyendo los libros de tercer año?—. 

—Son Runas Antiguas—. 

—¡Son los libros de tercer año!—. 

—No quiero atrasarme, ____—.

—¿Sabes qué? El año pasado también leías ya los libros de segundo, no te voy a discutir—. 

Alcancé uno de los platos que estaban sobre la mesa, vacío. Me serví huevos, avena, y un pedazo de tostada con mermelada, y en uno de los vasos le pedí a Harry que vertiera jugo de calabaza en este.

—¡Perfecto día para jugar quidditch!—. 

Gracias al enorme grito que dio Wood, escupí sin querer el jugo que estaba tomando y casi me ahogo con el. El capitán del equipo de Gryffindor se sentó a lado de Harry, y como era de costumbre traía demasiado entusiasmo para ganar. 

—¡Harry, toma esto!— Wood puso más platos de huevo revuelto frente a el —¡Necesitas toda la energía, ánimo, un buen desayuno!—. 

Pero Harry no dijo nada, miraba con atención a cada uno de todos los integrantes de la mesa de Gryffindor, que me dio un poco de escalofríos verlo de esa manera. Parecía que estaba inspeccionando hasta lo más profundo de su ser, pero sabía que buscaba al nuevo dueño del diario de Riddle. 

Sus ojos verdes pararon en mí, encontrándose con los míos, cuando de la nada sonrió de lado. 

Se dio cuenta de que lo estaba viendo. 

—¡____ va a seguir ahí, Harry!— exclamó Wood —Tu novia no se irá a ningún lado, de hecho mejor, vamos a necesitar mucho apoyo cuando le ganemos a Hufflepuff—. 

Maldije para mí misma y pronto el libro de Hermione se volvió interesante. Ninguno de los presentes dijo nada, y Wood no se dio cuenta, estaba demasiado emocionado por el partido que ni se preocupó por eso. 

Al terminar el desayuno, salimos del Gran Comedor, todavía veníamos con Harry antes de que fuera por su equipo completo de Quidditch. Cuando de un momento a otro, mi amigo soltó un grito ahogado, haciendo que nos separáramos de él y lo viéramos asustados. 

—¡La voz!— gritó él exaltado y moviendo la cabeza de un lado a otro —¡La voz! ¡Volví a escucharla! ¿Ustedes no la escucharon?—.

Ron y yo casi pálidos negamos con la cabeza, mientras que Hermione llevaba una mano a su frente. 

—¡Harry!— exclamó ella —¡Creo que acabo de entender! ¡Tengo que ir a la biblioteca!—. 

Y se fue corriendo sin decir más por las escaleras. 

—¿De qué estará hablando?— pregunté. 

—Mucho más que yo— respondió Ron. 

—Pero, ¿por qué habrá tenido que ir a la biblioteca?— ahora preguntó Harry, sin dejar de mover la cabeza de un lado a otro, como si estuviera buscando la voz. 

—Porque Hermione siempre hace eso— Ronald levantó los brazos en el aire —, si tiene que saber algo va a la biblioteca—. 

—Harry, ¿estás bien?— volví a preguntar. 

Observé a Harry con detenimiento y bastante preocupada. Mi amigo se movía de un lado a otro como si tratara de captar la voz; odiaba verlo de esa manera, desesperado y sin obtener respuestas. 

Caminé hacia a él y lo tomé por los hombros tratando de calmarlo. El chico paró por fin de moverse, me miró directamente a los ojos; reflejaban auxilio y dolor, algo que jamás miré en él, y como si de un niño pequeño se tratara, me abrazó de repente, pasando sus brazos por mi cintura y recargando su cabeza sobre mi hombro. 

Yo rodeé su cuerpo con mis brazos y lo atraje más hacia mí para calmarlo, lo poco que podía hacer. 

No, no estaba bien. 

—Harry— lo llamó Ron, pasando un poco de saliva —, es mejor que te apresures, casi son las 11, el partido—. 

El sonido de la multitud acercarse hizo que Harry y yo nos separáramos del abrazo. 

—Es mejor que me vaya—.

—Anda, ve, Hermione ya sabe donde encontrarnos— le dije. 

 Y justo cuando Harry se dio la vuelta para irse, mi mente recordó en ese momento lo que faltaba.

—¡Harry!—. 

Tal vez no era el mejor momento para hacerlo, pero si no luego me reclamaría por no dárselo. Harry comprendió a que me refería, con media sonrisa volvió a donde estábamos Ron y yo, se paró frente a mí, y sin necesidad de decir algo, le di el beso en la mejilla para la buena suerte. 

—Si yo no fuera su amigo, creería que ustedes dos sí están juntos— dijo Ron una vez que Harry se fuera. 

—Pero no estamos—. 

—Y también, así como se miran diría que están juntos—. 

—Pero no lo estamos, Ronald— salimos del castillo y comenzamos a caminar al campo —. No lo estamos—. 

—Qué mal—. 

Paré mi paso mirándolo extrañada —¿En serio estás diciendo eso?—. 

—No lo dije de esa manera, yo...— tragó en seco nervioso —, olvídalo—. 

Encogí mis hombros —De acuerdo...— no muy convencida —¿Crees que Hermione tarde mucho?—. 

—Y también— siguió Ron sin dejarme cambiar el tema —, cada vez que le das un beso...—. 

—Ron, ya te lo expliqué, Harry es mi amigo, y es la buena suerte, mis padres me enseñaron hacer eso. Si tú tuvieras un partido importante...—. 

—¿También lo harías?— preguntó interrumpiéndome. 

Asentí —Sí...—. 

Mi amigo pelirrojo quizás no era el más listo, sin embargo, por la forma en la que entrecerró los ojos me dio a entender que sabía que estaba mintiendo, cosa que era verdad. No me lo tomen a mal, quiero mucho a Ron como si fuera el hermano que nunca tuve, pero era claro que el amor que le tenía era diferente a Harry. 

Y los dos sabíamos que no haría lo mismo. 

—Claro— pasó su brazo alrededor de mis hombros —, vamos a buscar los asientos, ¿tienes la bandera?—. 

—Aquí está— la saqué de mi túnica —¿La tuya?—. 

—Aquí... ¿la varita?—. 

—No vamos a volver a ocupar la varita en un partido, Ron—. 

—Hay muchos que piensan que Harry es el heredero todavía—. 

—Sí, pero...— hice una pausa volviendo a analizar la situación —, sí, tienes razón, hay que tenerla por si acaso—. 

Ron y yo íbamos caminando felices y haciéndonos bromas durante todo el camino, el campo de quidditch no estaba lejos, pero tampoco demasiado cerca. Era más fácil ir en esta época del año por el clima, además de que estábamos en primavera y las nevadas invernales por fin habían terminado. 

Aunque esa felicidad fue interrumpida por él mismo chico que se había ido antes de nosotros. 

—¿Qué haces aquí, Harry?— le pregunté —¿No deberías estar en los vestidores?—. 

—Estaba ahí—.

Hice un ademán para que dijera más —Y luego...—.  

—¡Ah, que están!— la profesora McGonagall llegó a un costado de Harry —Hughes, Weasley, el partido fue cancelado—. 

Ron y yo volteamos a Harry para pedir explicaciones, a lo que él simplemente respondió encogiendo los hombros. 

—Ahora que están los tres— McGonagall tragó en seco y frunció los labios —, tienen que ver una cosa—. 

Sin saber que no tenía otra opción, pero muriéndome de la intriga, seguí detrás de la profesora junto con mis otros dos amigos. Entramos al castillo de nuevo y tomamos las escaleras hasta llegar a la enfermería. 

Los nervios recorrían todo mi cuerpo, al igual que una impresionante necesidad de morder el interior de mi mejilla para que la ansiedad no me consumiera. Al notar eso, sentí como Harry me tomó por la túnica, de la manera en la que lo hacía cuando queríamos darnos apoyo. 

—Les advierto, esto puede ser delicado— dijo la profesora con voz amable. 

Eso hacía que me preocupara más. 

Nos adentramos en la enfermería, fuimos hasta una de las camillas,  y justo cuando nos paramos frente a una, di un grito ahogado al mismo tiempo que cubría mi boca con una mano. 

Los ojos comenzaron a llenarse de lágrimas involuntarias, solté pequeños sollozos que no pude controlar, el dolor invadía mi cuerpo cada vez más fuerte, mi corazón dio un vuelco dándome un dolor en el pecho terrible, todo por tener a Hermione petrificada frente a mí. 

—Hermione...— soltó Ron con un hilo de voz. 

—La encontraron cerca de la biblioteca, junto con esto— McGonagall mostró un pequeño espejo —¿Significa algo para ustedes?—. 

—No— respondió Harry. 

La escena que deseé jamás experimentar estaba ocurriendo justo en mis narices, mi mejor amiga se encontraba completamente inmóvil, con los ojos tan abiertos, que si no supiera que seguí con vida juraría que había pasado al otro lado. 

Harry volvió a tomar mi muñeca por encima de la túnica, sólo que ahora comenzó a bajar su mano un poco cada vez más hasta llegar a mi mano y apretar esta con fuerza.                  

Porque no era ninguna mentira, que cuando pasó lo de Hermione, yo empecé a temer por mi vida. 


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