36| INVOCANDO EL KARMA
Un toque excéntrico se hace presente en la puerta, capturando la atención en ambos jóvenes ansiados. Stuart es quien abre, arrepintiéndose de inmediato al estrellarse con la explosión de una bomba de chicle que acababa de inflar el querido Jack.
—Buenasss. —Sostiene su peso contra el umbral, detectando el descontento de la chica.
—¿Qué... —resopla. Mejor se guarda los insultos, dejando pasar que le llovieron bacterias de un extraño con genes aberrantes—. ¿Qué quieres, Areleous?
El abogado se deleita masticando su goma.
—Lamento que mi bomba se asustara con tu rostro, yo también lo haría. —Jeremy, desde su asiento, logra escucharlo y se da vuelta con curiosidad—. Lo que hace el cansancio...
—Sí, gracias. —Presume la mejor de sus sonrisas—. Y también te consta lo mucho que puede hacer mi mano —amenaza, llevada por el impulso—. Creo que tu rostro no cuenta con "la misma resistencia de los Nokia".
—Uh, acepto el reto. No me vendría nada mal una rinoplastia, toda cubierta por "La secretaria más generosa". —Belinda se traba, nuevamente—. De paso, también me golpeas en el pie, a ver si me arreglan los juanetes. Esos siempre me han dado problemas. —Le da golpecitos en el hombro para que lo procese, adentrándose en la oficina.
«De acuerdo... Recuerda que no puedes matarlo porque te meterían aquí, junto a toda la chusma. Te calmas». Medita la chica a su espalda.
El joven griego se ríe para sí mismo. Echa un gran vistazo a la lujosa recámara, buscando algo pequeño pero crucial: una cámara de seguridad. Y finalmente la encuentra, hábilmente camuflada entre un adorno de cascabeles cristalinos, escondida en una esquina solitaria.
—Linda la oficina ¿no cree, abogado? —Sale de la nada, Brien.
—Muy cierto. —Reacciona de soslayo—. Lo más interesante es ese dispensador. Debe tener un buen chocolate —despista a la hiena.
—Toda la razón. Lástima que se acabó.
Beli se vuelve a integrar, exasperada. Rodea su escritorio y se redirige al visitante:
—Estás aquí porque ya nos podemos reunir todos en la habitación. ¿Es eso? —El hermano de Joseph asiente, su semblante relajado exacerba la irritación en ella—. De acuerdo. Entonces vamos.
Jack se adelanta, encontrándose en el camino con la guardia que presenció el comentario falso; la misma pide entrar un momento con el dúo a lo que él aguarda.
—Señora. Señor. —En reverencia para ambos, procede a mencionar—. Me dijeron que estuviera al pendiente del abogado y, si había algún dato de interés, les comentase.
—Al grano, mujer. —Tanto ella como Jeremy la presionan.
—Él y su hermano conversaban de la otra niña, Dafne. Luego dijo que ella le había contado que... tiene VIH. —Todos se quedan trémulos en la sala, un silencio incomprensible la invade. Jeremy siente un leve mareo, producto de la baja presión, y se desvanece.
—¡Jeremy! —Ambas mujeres corren a socorrerlo, Jack disfruta de lo que oye tras la puerta—. ¡Tú agárralo de las piernas y yo de aquí! —Lo arrastran como pueden hasta el sofá.
—¡Perdóneme! Yo también me sorprendí con la noticia, pero jamás pensé que se pondría así... —Está muy asustada.
—Ya... No tenías cómo saberlo. —Terminan de acostarlo.
—¿Llamará a emergencias?
—No creo que tarde mucho en regresar. —Lo contempla con desdicha, masajeando su pecho—. Igual, le haré chequeo.
—Ok, señora.
—Otra cosa. —La curiosidad habla por ella—. ¿Escuchaste algo más?, ¿por parte de James...? —Deja a su amigo para ir por el botiquín, justo en su escritorio.
—James no dijo mucho, en verdad. Pero su hermano sí quiso decirle que ojalá y no se hubiese acostado aún con Dafne por aquel "inconveniente".
—Entiendo. —Aprovecha y saca efectivo—. Toma. Y esto que nos has dicho no puede salir de acá, ¿entendido? —Le recompensa.
—Por supuesto, señora. —La guardiana recibe encantada.
Jack se esconde en cuanto ésta sale. Beli le toma la presión a Brien e intenta despertarlo con alcohol, lo cual funciona, pues se levanta de golpe.
—¡Dafne, noo! Beli, dime que no es cierto. —La zarandea de sus brazos, notando su mutismo—. Beli, tiene que ser mentira.
—No. No lo es —suspira triste.
—¿Eso quiere decir que no podré hacer vida con la única chica que me gusta? —Su mejor amiga vuelve a enmudecer—. Ni siquiera lo intenté... —Retrocede en su asiento.
—Querido, hay más chicas... no te cierres.
—Sí. —Con una mirada furtiva desecha la sugerencia—. Déjame decirte lo mismo: ya no te fijes en James, hay otras opciones.
—Realmente me tocará. Imagínate que... —Previene ante cualquier flaqueo que pueda tener el policía—. ¿Me aseguras que ya no te desmayas?
El joven hace una mueca divertida, asegurándole que está bien.
—Bueno... todo indica que, al parecer, los hermanos se comparten la mujer. —El patrullero hace un sobreesfuerzo por mantenerse consciente—. Y si te vuelves a desmayar, te juro que te llevo al hospital para que te llenen de agujetas.
—Oye... suenas tan terrorífica como Mandy.
—Sabes que ese nombre no me gusta.
—¿Por qué?
—No me acostumbro a la idea de compartir a mi mejor amigo. Yo no tengo otro como tú, ¿sabías?
—Ay, linda, no te desveles por eso. Las dos son especiales, a su manera. —Él toma la mano de su amiga amargada—. Inclusive, ella quiere conocerte; siéntete privilegiada porque es superselectiva.
—No me emociona la idea.
—¿Y si te dijera que es la opuesta de Dafne en todos los ámbitos? —Belinda se lo toma a juego—. De veras, parecen gemelas.
—Habría que verlo.
—Sí. Bueno, volviendo al tema: ¿de veras crees que ellos juegan con Dafne?
—Pues no me sorprendería. Lo que dudo es que ella le haga caso a James...
—No me des esperanzas.
—Esas ya se perdieron para los dos. A menos de que la idiotez sea contagiosa y terminen condenados de por vida —ironiza.
—Dicen que el amor es capaz de sanar, hace milagros...
—Jeremy, por Dios, ya hiciste de "El Mesías" muchísimo tiempo en un lugar donde te crucificaron. No permitiré que te suceda de nuevo. Necesitas una relación que te enseñe todo lo contrario.
El veinteañero se achicopala por revivir, sin querer, viejas tormentas.
—Solo no quiero que ella sufra. Estar enfermo es difícil. —Se identifica.
—Definitivamente tu corazón es una casa de puertas abiertas —refleja orgullosa, acomodando los cabellos rebeldes de su compañero—. Eso ya es tu decisión, no me opondré...
—Gracias, mi vida.
—Pero también cuida de tu salud. Eso va primero, siempre.
—Lo sé... Oye, ¿y el abogado?
—¡Maldición, lo olvidaba! —Se manda una mano a la cara, parándose—. Vamos. Seguro nos está esperando.
Cuando Jack se las ingenió para ocultarse de la escolta, fue a dar a un pasadizo que, probablemente, cualquiera ignoraría en la penitenciaría. Se trataba de los cuartos de servicio.
Un murmullo inquietó al abogado. Provenía del interior.
—Mi bicho te quiere, animala. —El sujeto de acento venezolano le dice a alguien más.
El joven se aproxima, previniendo a su alrededor.
—No te muevas.
Se escuchan pequeños ruidos lascivos e indeseables, Jack se fastidia y piensa en abandonar el espacio.
—Aileen, mírame —pide el mismo hombre—. Eres muy buena en esto. —Retrocede un paso fuera de la habitación, dejándose ver la espalda; ahí Areleous confirma que es un guardia.
—Basura. —Le escupe en la cara.
El venezolano se limpia con la mano, reflejando diversión. Un segundo después, su expresión se endurece y golpea a la prisionera en consecuencia.
Detrás del muro, la mirada de Jack se enturbia. Ninguno de sus semblantes antes vistos caracteriza el actual, pues aborrece las injusticias. La chispa que irradiaba en sus ojos una llama verde, ha sido reemplazada por un tono púrpura que arde con ira.
La española suelta un lamento. Se siente desprotegida, confundida, sin salida. ¿Por qué el mundo se empeña en señalarla de "loca" y no se fija en las personas que la metieron allí, sus compañeros de pabellón o este depravado?
El guardián se ajusta el pantalón, previamente todo en su lugar... excepto el revolver.
—Y recuerda que nada de abrir la boca. Nadie te va a creer... eres una loca, animala. —La toma del brazo con la intención de arrastrarla a su celda.
Pero la señora se queda atascada viendo un punto.
—Ah... Jorbis... —Su dedo le indica tembloroso.
Un "Sssss" apenas audible se patenta en el cuarto.
El chico sigue la dirección, dando un respingo casi que automático en resultado a la temible imagen que tiene enfrente: una cobra negra de dimensiones alarmantes (8,2 pies) bloqueando la salida, suspendida en un andén como una sombra ominosa. Sus ojos verdes, intensamente brillantes, parecen clavarse en él, mientras su lengua vibra con un movimiento hipnótico. La aparición de este reptil gigante es un misterio que nadie puede explicar.
«¡¿Y ahora este bicho de dónde salió?!». Busca la pistola que por descuido soltó.
La serpiente se acerca y ellos se escandalizan, sobre todo el tipo. Resuelve sacar su bolillo para espantarla.
—¡Shu, shu! ¡Sácate de acá!
La mamba, hace todo lo contrario a espantarse: se incita a obstaculizar su paso. Toma una postura más imparable y aguerrida, haciendo que aquel humano se vea insignificante ante ella.
—Jorbis... creo que la estás haciendo enojar.
—Cállate —grita a sus espaldas y continúa provocando a la fiera—. Solo vino en busca de algún ratón, aquí hay muchos.
«Qué tío más estúpido». Piensa Aileen.
La poderosa ejemplar abre la boca, mostrando la peligrosidad de su mandíbula con tan aniquilantes colmillos. Se cansa de ser pasiva y lanza un fluido, cuan lava verdosamente tóxica derrite en segundos el material del bolillo.
Por lo que el guardia descarta el artefacto, impresionado.
—Yo no creo que solo haya venido por ratones... —disfruta ella.
—No me convertiré en chicharrón para alimentar las lombrices de esa maldita cosa. ¿Me oístes? —asegura llevado por los nervios—. Mejor ayúdame a buscar algo para detenerla.
—¿Yo? ¿Ayudarte a ti? —Lo mira de pies a cabeza y termina en carcajada—. Venga, que te pueden dar por culo y a mí no me importa, gilipollas.
Cuando le quiere propinar otro golpe, sienten un temblor en seco. La cobra ha dejado de columpiarse para acompañarlos en el suelo.
Ambos buscan escapar. Ella lo consigue primero y él la sigue, sin embargo, es alcanzado rápidamente de una de sus piernas. La serpiente se enreda hasta lograr derrumbarlo.
—¡Aileen, pide ayuda! —Extiende la mano desesperado, su extremidad se queda sin circulación.
La reclusa que ya pasa los 30 años, madre de un hijo adolescente y tiene múltiples "antecedentes" por cortesía de su familia, traga saliva en cuanto nota a su agresor en aprietos. Aunque pudiera ayudarle, ¿por qué debería? ¿Por qué cuando a ella siempre la han inducido al lodo, a la miseria y al rechazo? Ni siquiera conoce lo que es el beneficio de la duda por parte de su hijo, lo que más ama en el mundo.
La serpiente inyecta su veneno en uno de los costados del muchacho. Él se desgarra en llanto.
Ella se inclina y, como si supiera que el reptil vino en su defensa, saca las llaves de la celda sin temor, huyendo con una mirada sentenciante.
«Nunca debiste tocarme». Pasa por un lado de Jack sin darse cuenta. Él la observa con empatía y orgullo.
Y allí se queda Jorbis, siendo presa de su nueva amiga. ¿Quién diría que, justamente su lugar secreto, del que nadie sospechaba para delinquir, fuese ahora el único testigo de su tragedia?
—¿Jack? —Lo buscan Belinda y Jeremy—. ¿En dónde se habrá metido? —Ella taconea con impaciencia.
—Capaz y se lo llevó un fantasma —bromea, gustoso por acertar—. ¿Qué? Este no estuvo tan mal. —El gesto de negación con respecto a su pésimo chiste, lo dice todo.
—Querido, no te lo conté, pero hace unas horas falleció Brisna... y en circunstancias bastante extrañas... No es momento para bromas.
—What? —Dicha mención lo confunde.
—Sí. Los investigadores llegaron hace poco, están revisando la escena e indagando.
—¿No deberías estar allí?
—Honestamente, no quiero verle la cara a James... menos escuchar lo que tenga por decir.
—¿Qué tiene que ver él en todo esto?
—Todo, como siempre. —Sus palabras son ásperas y resentidas—. Es el único testigo del incidente.
—Mierda. —Es lo único que se le ocurre pronunciar.
—Es más complejo de lo que piensas. James directamente no lo hizo, sin embargo, se me hace que oculta algo. Él miente y todos lo que lo acompañan.
Su amigo, mismo que hasta hace un segundo estaba aturdido con la novedad, ahora se muestra en desacuerdo.
—Beli, ¿insinúas que Dafne también?
—¿Por qué te sorprende? Llegaron juntos.
—Fue mi decisión traer a James. La orden inicial era ella.
—O eso te hicieron pensar.
—¿Qué... —Procesa la bomba, se detiene en retrospectiva y las señales son alarmantes—. Holly shit. Entonces ¡¿quería que lo arrestara?!
—Baja la voz. —Mira a sus lados con cautela—. Es muy probable. Y, tal vez, ella ha estado fingiendo que no lo soporta para despistarnos...
—¿Y por eso James se le inventó un novio? —Sigue la teoría.
—Exacto.
El policía sube la pierna en un pequeño escalón, flexionando la rodilla y dejando una mano relajada sobre esta. La mano contraria se encuentra en su bolsillo del pantalón y el mentón paralelo al piso, manteniendo una pose firme.
—Si eso es cierto, significa que en realidad buscaban estar juntos. —No se sabe para quién es más doloroso.
—Y lo estuvieron. —Recuerda 'El hueco' y se hace polvo con las suposiciones—. En nuestras narices lo estuvieron. ¡Dah! —Echa un manotazo al aire, cambiando su postura.
—Por eso no quiso nada conmigo. —Suena entusiasmada—. Si ella es su pareja, quizá se contuvo...
—El consuelo del bobo, cariño. —La mirada aguda y crítica de Stuart no tarda en enjuiciarlo—. Eso no le quita lo patán.
—Ya, bueno. —Sus manos alborozadas disuelven el tema—. ¿Te das cuenta de que Areleous podría ser un farsante?
—¿Que quién es un farsante? —Llega Jack a la mitad de su charla, aterrizando con las manos en sus hombros como si fueran "best friends"—. Eso suena terrible, chicos, hay mucha inseguridad últimamente.
El dúo cómplice se conserva inmóvil ante tal asalto. Un sudor frío los recorre, al convertirse en presas de la cobardía.
—Creo que me buscaban —carraspea, seguido de soltarlos para que pongan en marcha sus neuronas—. Me disculpo. Pasa y acontece que me perdí en sus laberínticas instalaciones en busca de un baño. —Con una sonrisa translúcida camufla el sarcasmo.
—Pero... si hay un baño enfrente de la oficina de Beli. —Jeremy y su cara de ¿?, contagiándole el mismo gesto a su amiga, para después irse directo a la expresión de Jack, quien parece más confundido que todos.
«Eso es poco conveniente... para ustedes». Se acaricia el mentón contemplativo, sus ojos brillan con una intensidad siniestra.
La toxicidad ambiental revela la verdadera naturaleza humana. Solo hay una certeza: el silencio es más letal que la lengua.
—¡¡¡JORBISSSSSSS, NOOOOOOO!!! —Un eco desgarrador se pasea por toda la penitenciaría, anunciando una segunda desgracia.
Nadie permanece ajeno al llamado, sobre todo el chico de cuestionables acciones, que muy bien aprovecha la distracción de todos para destilar verdosidad en su mirar e irse en busca de información clasificada.
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