Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

10| VENENO

Saco la tarjetilla insinuando a las muchachas que todavía no he ido a recepción para dejarla, que si me dejan un espacio, y todas aceptan.

Me voy a encararla y en cuanto me ve aproximándome, me lanza su veneno.

—La verdad fuiste hábil para encontrar más que un apellido. —Efectivamente es la chica del teléfono—. Dime, ¿te robaste la tarjeta o en dónde te la encontraste?, ¿y cómo te puedo llamar? porque tampoco te llamas Ronald. —Se va acercando más para que nadie intervenga—. Casi me engañas.

Sonrío con satisfacción.

—Lo hice. Sí te engañé. ¿O por qué estoy aquí? —Ahora me aproximo yo, bateando sus golpes con destreza—. Si me quisieras echar lo podrías hacer, pero es más grave lo que tú hiciste... tal vez te costaría el cargo. —Ella echa a rodar sus ojos con insolencia.

—Eres una lacra. Bien merecidas te tenías las trampas —admite.

—Y tú una ponzoñosa. —Revelo ante su ataque—... Te tocará pagar mi estadía, qué pena.

—No tengo ese dinero.

—James Wolts tampoco. —Mi mueca victoriosa se hace más grande.

Ella se muerde las uñas con impaciencia. Estoy rozando sus límites.

—Te vas a arrepentir. —Qué novedad, otra que se monta al carrusel OdiemosAJoseph—. No te durará mucho el disfraz...

—Pues por tu bien y el de tu lapicero —insinúo sarcásticamente, notando que tiene un muy probable tic en el dedo, y este es responsable de sacar y esconder la punta del bolígrafo repetidamente—, espero que sigas cerrando la boca. Tú queridísima jefa tiene cara de desemplear por cosas más mínimas. —Ella la ve con preocupación mientras está reprendiendo a las otras chicas.

Da miedo a decir verdad.

—Yo me encargo. Ahora retírate.

—Hay algo más —interrumpo y ella me ve resentida—. ¿Cómo te diste cuenta? Por llamada te convencí.

Algunos matices de ironía comienzan a contornear su rostro.

—Me convenciste porque tienen voces parecidas. Cuando entraste noté el cambio inmediatamente; el señor es blanco y tú casi... un carbón. —Me mira de reojo, intentando camuflar lo racista.

Pequeño detalle.

—Solamente tú me descubriste. No tiene sentido.

—Porque estás de suerte. —Pff... esa dirige el carrusel. Durante toda la noche me ha hecho zancadilla—. El turno de hoy es totalmente nuevo, al señor siempre le atiendo yo junto con el otro personal. De hecho, nunca viene en sus cumpleaños. —Al parecer la suerte sí me empezó a sonreír.

—¡Señor James! —Me llaman desde mi aposento, justo donde dejé mi banquete a la mitad—. ¡Venga! ¡Llegaron sus zapatos!

El alivio se impregna en los más profundos rincones de mi solitario y descuidado calzado.

—¡Ya voy! —Resuena mi confirmación alborozada mientras dejo la plática con la señorita y me dispongo a darle la tarjeta.

Ella la toma y cuando voy tras mi habitáculo, siento que alguien pronuncia a lo lejos: "no se puede partir el pudín sin Dafne".

El frenar de mis pasos se hace evidente ante los espectadores que me esperan adentro, y estos se escandalizan más cuando me ven girar en dirección contraria. Voy en busca de esa voz, y como al principio de todo, de mi novia.

Llego a la zona de pasteles de donde provienen las voces, hay varios conjuntos de personas celebrando, las conversaciones indistintas me confunden.

Me acerco al pastel rosa que dice Dafne Bennett y a su lado hay uno idéntico en tonalidades más oscuras con el nombre Mandy Menzel. El nombre de la otra chica se me hace familiar, pero me centro en el nudo que tengo incrustado en el estómago y amenaza con arrebatarme el aire. Una llaga de dolor se abre dentro de mí, me quema saber que esta es su torta de cumpleaños y no una de las que siempre le mando a preparar, su favorita de Milo.

Creo saber por qué no está aquí, comiéndose ese pudín tan desabrido. Ella prefiere los refrigerados, suavecitos, sin mucho dulce. Una gran gotera de agua salada se asoma en mi globo ocular, amagando su salida.

No me complace que otros hicieran el intento de animarla. No lo logran. No la conocen.

—Es una lástima que ninguna de esas dos estrellitas disfrute su pastelito. —Sonríe con convicción mientras se toma una copa de vino y brinda ante las ausentes, como si no fueran a regresar. Este chico se me hace familiar, tiene una sonrisa y cabellera parecida a... Miranda. Es su hermano.

—¿Y eso lo dices por qué?

—Tal vez porque no es el preferido de Dafne y Mandy nos ha dejado esperando el show. —Propina una carcajada en el último comentario. No sé si está ebrio o se hace.

Pues sí conoce a Dafne.

—Eh, sí. ¿Eres Steve? —Me limito a preguntar.

Me ve prevenido y después asiente relajado.

—¿Y tú qué? ¿Cumpleañero o invitado? —Se toma otro sorbo de vino.

—Mmm ninguna. —Me aproximo hasta su posición de manera cómplice—. Vine en busca de tu mejor amiga.

—Cielos, hermano. Te tardaste un poco —susurra, devolviéndome el gesto—. Esa presita ya se te escapó.

No me gusta como se refiere a ella.

—Pero pensé que estaría contigo —recalco, mostrándome menos pasivo.

—Para nada. En cuanto vio su pastel decidió irse para su casa. —Apunta hacia la mesa con su copa, nuevamente.

—¿¿Y la dejaste ir sola??

—No exactamente. —El sujeto se mantiene fijo en las tortas y se bebe su vino tinto paulatinamente. Se nota que cranea sus respuestas—... Mi hermana la acompañó.

Y ahí entiendo que él tampoco me ayudará. Tal vez es peor que su hermana Miranda, que Stephanie, que todo el jodido mundo aquí.

¿Qué clase de gente rodea a mi novia? ¿Ella al menos se lo imagina?

Ángeles con alas de murciélago. Ese sería el distintivo adecuado para esta horda de rufianes.

—Pero al final no me dijiste tu nombre. ¿Quién eres? —inquiere con curiosidad. El chico no se aprecia como un mentiroso en potencia, se ve hasta inofensivo. El suéter cuello tortuga pegado a su delgada complexión le da cierto toque de afeminado. Tampoco llega a mi estatura, considerando que no soy tan alto.

Por eso engañó a Dafne.

Se me revuelven la bronca y el coraje en una misma sinfonía, comprimiendo cualquier ruta esperanzadora hacia la humanidad.

No tengo porqué esconderme. Lo voy a hundir.

—Soy J...

—Señor James. —Me agarra del brazo afanosamente la niña Karla—. Lo estamos esperando.

—Así que James... —Alza sus cejas, enseñándome la hilera de sus dientes mientras soy delatado de manera absurda.

—Eh, no. Espera, es que...

—También ha llegado su pastel, señor. Es de almendras con cubierta de canela. —¿A quién le gustan las almendras con canela? A mí me traen chocolate, ¡chocolate!

—¿Y no tienen otro sabor?

—Pero si ese es su favorito. —La chica me mira confusa, todavía enganchada a mi brazo.

El hermano de Miranda nos mira con visible ternura.

—Mmm lo sé, pero es bueno variar de vez en cuando. Hazme el honor... —Me despego del enganche con astucia y ella se va muy servicial a conseguirme otro sabor.

Steve se termina su último trago mientras retrocede con sigilo, apartándose de nuestra posición. Da media vuelta pensando que yo seguiré a Karla y se centra en atender el teléfono guardado en su bolsillo. Lo saca y contesta una llamada donde alcanzo a escuchar:

—Pero ¿cómo que no está de viaje?, ¿hace cuánto le vieron? —Su tono va incrementando y se percibe turbado, pretende comerse viva a la persona que está al micrófono—. ¡¿Qué me estás diciendo, mocosa?!

Creo que habla con su hermana.

—Ese tipo no puede encontrarla antes que nosotros, ¡¿lo entiendes?!

Se refiere a mi Dafne.

Él comienza a caminar entre la gente, mira hacia todos lados paranoico, pero nunca me descubre tras suyo. La mayoría de la conversación se extravía y no logro escuchar entre el gentío, hasta que Steve se detiene en un rincón.

—Entonces seguramente está en el 5to, donde estábamos todos al principio. Sabes que ella se aburre con facilidad...

¿Hay una quinta planta?

—Pues todavía no le he visto, pero si lo hago le diré lo mismo que a todos sus admiradores: que ya se ha ido para su casita. —Hace otra de sus malintencionadas carcajadas y lanza la copa fuera del cesto de la basura conscientemente—. Y total, si la llegaste a ver primero que nosotros, no se encontrará nada de lo que espera.

Se burlan de mí a mis espaldas y me voy retirando hacia atrás, así me aventajo a sus fechorías.

No retorno hacia los pasteles, mi alojamiento ni mucho menos la salida de innumerables tretas. Me voy directamente hacia la malacarosa de la recepción.

Adiós zapatos nuevos, pastel, dignidad.

—Hola...

—No me molestes.

—Para nada. Es que venía de paso y sin más se me cruzó por la mente sincerarme contigo y decirte que tienes un muy bonito... —Se me tuesta la creatividad y el procesamiento de mi pensar es perezoso—... monitor. —Hago una mueca generosa.

—Sí. Un monitor que quedaría muy bien estampado contra tu cabeza. —Me devuelve la expresión con profundo recelo—. Al grano.

—Pero qué adorable. No te educaron como a las otras niñas.

—Nop.

—Pues qué bueno, porque ciertamente yo tampoco deseo verte más la cara —sostengo determinante.

Ella junta ambas palmas, aplaudiendo con satisfacción.

—Bravo, bravo, ¡bravísimo! —Lo hace casi levantándose de su puesto y yo veo con vergüenza hacia nuestro alrededor. Ojalá nadie se percate—. ¿Y qué piensas hacer para que se conceda ese milagrito? —dice, alojada en su prepotencia.

—Voy a cobrarte por un servicio.

—¿Qué? ¿Ahora te prostituyes? —interroga sarcástica.

Con gusto le daría a oler de mi zapato. Arribista.

—Pues vaya que a tu vida le hace falta un negro. —Mi presuntuosa sonrisa se vuelve una risotada ante su cara de espanto—. Pero nah, tengo negocios más importantes.

—¿Y qué negocio podría yo hacer con un... carbón como tú? —Que no se note su remarcación para referirse a mi color—. No estás en posición de proponer mucho. Eres un estafador, chantajista, mala sangre.

—Y negro, ¿no? Dilo de una vez. Tu rabieta nunca ha sido que yo no sea James, es mi piel. Para todos hay sonrisita menos para mí, el oscuro, el que no aceptas por prejuiciosa...

—Vete ahora mismo —responde conmocionada.

—Por supuesto que no. Antes de eso prefiero revelar quien soy y aplastarte. —Amenazo decidido, arrastrándola hacia su límite.

—¡Que te vayas! ¡No te quiero ver! —Le sube el volumen, atrayendo lo que estábamos evitando.

Se viene como un huracán sin frenos la jefe de todas ellas, alias tronchatoro. No da crédito a que uno de los más importantes invitados esté en una disputa con la recepcionista y mejor comportada de todas sus niñas.

Pone su mano dura contra el escritorio y exclama, haciéndola sobresaltar y luego levantarse como cualquier otra. Ella no parece un soldado, parece Matilda.

—¡¡¡Corinaaaaaaaa!!! —El estallido de su exorbitante grito hace eco. Hasta yo me veo acobardado—. ¡¿Cuántas veces te he dicho que esa no es forma de tratar a un invitado?! ¡Niña tontaaa!

—Señora Danthur, disculpe, pero... —En cuanto me va a delatar, ella le priva continuar.

—¡Señorita Danthur! —corrige de inmediato y el tono de su voz está al tope—. ¿O acaso te crees de mejor familia por estar detrás del escritorio? Porque con gusto te pongo a limpiar los baños... —Deja en claro su autoridad, humillándola cruelmente.

Todo el mundo echa de ver el circo que hemos formado. Pero parece algo trivial ante ellos, como que ya lo sabían.

—No, señorita, por favor no —susurra obediente como una más. Tiene sus manos en puño y la mirada anclada al suelo.

—Si fuera por mí ya estarías de patitas en la calle, no sirves para nada. —Corina le dedica una mirada más fúnebre de las que me ha dado a mí—. Lástima que yo no te contraté. Deberías estar agradecida con el señor.

«¿Cuál señor?».

—No es necesario mencionar eso. —Corina se avergüenza mientras me ve y pretende sellarle la boca a su superior por medio de señas.

—¡Tú no me mandas a callar, estúpidaaa! —Da inicio a su rebuznadera—. Gracias a la familia Wolts que se apiadó de ti estás bien colocada. —Y así es como la recepcionista más racista busca meterse en un profundo hueco terrestre y desaparecer.

Sorprendido, veo a mi alrededor y luego me auto señalo. Se refieren a "mi familia". Nosotros le damos de comer a esta mugrosa.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro