Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

06| EUFORIA

Paso al interior de la taberna y el portón se cierra a mi espalda de manera sensorial. El clima gélido del exterior me abandona y se reemplaza por un entorno más térmico, envuelto de animación y colores vivos. Hay un gran repertorio y singularidad en cuanto a música: desde las más sencillas y armoniosas melodías, hasta los más improvisados e instrumentales de los Jazz. Es una hazaña por completo que te familiariza con las fragancias de ciertos cócteles del lugar.

Es un amplio sector con reflectores tornasol en cada esquina y al mirar hacia arriba, parece tener un vagón de escala hacia el mismísimo cielo; es un espectáculo en forma de laberinto.

Hay mesas incrustadas a la pared acompañadas de sillones esquineros y centros de mesas igual de folclóricos. También tiene dos barras de servicio, una retirada de la otra, y cada una cuenta con gran variedad de licor. Y, por último, una mesa para juegos y varios pasadizos hacia ascensor y el baño.

Veo mi reloj notando que me tardé casi 2 horas en llegar. Hago mi recorrido disimuladamente intentando localizar a la cumpleañera, la dueña de mi vida, y como no hay nada me siento en uno de los bancos a pedir un whisky.

Al menos eso me despejará.

El cantinero me sirve amistosamente y me lo zampo como si fuera agua.

Mi suerte es muy triste.

Se me antoja otro y el cantinero sigue la orden. Me bebo la mitad de la copa mientras la música me arrulla y la soledad me acompaña.

Este sitio es tan... alocado. Nada de lo que nosotros estamos acostumbrados habitualmente. Se me hace muy tumultuoso para mi gusto, sin mencionar desenfrenado.

Mientras tengo la copa en mano hago un análisis visual de toda la energía tan precipitada que tengo alrededor: viejos fumando tabaco en los juegos mientras morbosean a las mozas, el típico grupo de amigos drogándose, parejas alborotadas haciendo fajes, el trío de colegas cantando a todo pulmón despechadas, unos llorando y otros hasta dormidos.

La desastrosa escena me hace beberme el resto de mi trago, sin anestesia. Me quema la garganta pero más la existencia.

«No sé ni por dónde empezar a buscarla...

De pronto, la puerta del baño al fondo se abre y deja salir de su interior a una chica alta de tez canela con el cabello onduladamente largo. Ella viste sandalias de tacón extra alto color oro y un vestido negro ceñido al cuerpo de escote en corazón, su falda no llega hasta el medio muslo y tiene dos aberturas en ambos laterales de su cintura para destacar su silueta. Combina sus zapatos con su cartera y camina como si hubieran paparazzis tras ella, meneando la cola y espolvoreando el cabello.

Esa es Stephanie. Pretenciosa y egocéntrica. Ignora por completo que es inaguantable. Sus padres la soportan porque son eso: sus padres.

...Ahora sí».

No pierdo oportunidad y me le atravieso en su "pasarela".

Así que hago una mueca y trato de parecer asombrado:

—¡Hey! ¡Hey! con cuidado, señorita...

—¿Joseph? ¿Eres tú? —Cierra y abre sus ojos muy sorprendida.

—¿Stephanie? —pregunto sarcástico.

«Sabía que eras tú, víbora».

—Oh, rayos —titubea, mirándome de arriba abajo. Parece que vio a un fantasma—. Sí, eres tú jajaja —carraspea con sobreesfuerzo y no disimula su cara de fastidio— ¿Y no se suponía que estabas de viaje?

—¿Sí? —Ensancho mi sonrisa—. Y ya llegué. —«Para colmo de muchos»—. Supongo que no me esperabas.

—¿Q-qué haces aquí? —Intenta descifrar mis gestos y contener los suyos como en veces anteriores, pero, como siempre, fracasa. No soy tan evidente como ella—. Deberías estar en tu casa, con...

—¿Con Dafne? —interrumpo y mi tono burlón la ridiculiza—. Por favor, ahorremos la parte en donde no sabemos que es su cumpleaños y la tienes aquí.

—Haciendo lo que tú no hiciste, querrás decir —escupe defensora—. ¿Dime? ¿Cuánto tardaste en recordarlo? O tal vez ni siquiera lo hiciste y mis propias fotos te dieron la respuesta. —Sonríe socarrona y en su mirada afila una clara advertencia.

—¿Y qué hiciste? —cuestiono entre dientes, denigrando totalmente sus hazañas en mi ausencia—, ¿hacerla llorar?, ¿hablarle peste de mí?, ¿desocuparme el refrigerador?, ¿traerla a un maldito bar y emborracharla? —Se me revuelve el estómago y mis pupilas la acuchillan—. ¡¿No se te ocurrió algo mejor?!

Me mira con fascinación —porque le encanta verme jodido— y luego me pasa por un lado, haciendo una arcada.

—Mi amiga no podría estar mejor. A diferencia de tu olvido, aquí le sobra amor. —Camuflo mi espanto y ella me mira de soslayo, buscando algún quiebre. De repente se apoya tambaleada sobre la barra, como si perdiese el equilibrio—. Hhmm.

—¿Qué tienes?

—Nada. Lárgate.

Ella se aprieta la cabeza y al parecer no logra enfocar nada a su alrededor. Parpadea y se frota sin mucho éxito.

—Stephanie, será mejor que te sientes.

—¡Ya cállate! —se queja con desespero—. ¡No aguanto mi cabeza!

—¡Mírame, mírame! —La tomo y en medio de su agresividad me doy cuenta de que sus iris están opacados por la dilatación de sus pupilas. También puedo detectar a simple vista que tiene irritación en ambos globos oculares.

—¡Déjame, bastardo! —Retira su cara con urgencia y se aleja unos pasos.

—¿Qué te metiste? —expulso indignado mientras sus malestares son cada vez más evidentes.

—Unos vinitos —plantea risueña para alivianar la situación—, no te alteres.

El cantinero encargado de nuestra barra frunce su comisura labial con discreción.

«No puede ser más descarada porque su falda no es más corta».

—Pues como fuerte el vinito —comento sardónico—... ¿no te parece? —Mis ingeniosas palabras desarman su treta.

Me voltea a ver y casi puedo pronosticar que me está maldiciendo de mil maneras en su retorcida mente. El tic en su ojo izquierdo no sé cómo descifrarlo; ¿me está amenazando o es otro efecto del "vinito"?

—Quiero vomitar... —Bueno, me hubiera conformado con un ¿estúpido?, ¿bastardo?—. Quiero... Necesito vomit... —Sí, ya te escuché. Disculpa, es que estoy procesando este nuevo insulto. En mi vida me habían dicho que doy náuseas—. Oh Dios, Joseph... —Sube su cabeza a mi dirección y se viene hacia mí como un zombie.

«Esto no es bueno».

Se lanza a mis brazos como si fuese un salvavidas, pero con toda la dificultad y pena del mundo esquivo su proceloso impulso, dejándola a su suerte, junto a las sillas que se hallaban a mi espalda.

En cuanto cae sobre una de ellas comienza a trasbocar. Tanto el cantinero como yo desviamos la mirada con repulsión.

Me froto la cabeza con profunda incomodidad mientras se queja como si fuera a parir.

«A lo mejor sí está pariendo… el vinito…».

Stephanie continúa y no tengo más remedio que sostenerle el cabello en un intento de coleta. Ella se aprieta el estómago con persistencia y sus arcadas son exageradas, al parecer quiere seguir provocando lo que falta.

Suspiro y no bota una gota más, gracias al cielo. Por un momento llegué a pensar que inundaría el sitio.

Sinceramente me imaginé que lidiaría con Dafne y no con su tétrica amiga. Esto es realmente turbio.

«Dafne… cierto».

—Mmm, ¿te sientes mejor? —pregunto pasivo mientras la observo reincorporarse—. Si quieres te pido agua, una soda...

—O te vas para el baño —sugiere el cantinero por lo bajo y vuelve a limpiar las copas.

Se queda callada. Su imagen está totalmente hecha un despojo y lo sabe, se avergüenza.

—No te preocupes, no le diré a nadie. —Le guiño en un susurro cómplice—. Cantinero, por favor, una soda. —Este me mira cordial y de inmediato toma mi pedido.

—No neito tu lad-ladtima…

—¿Qué?

—¡Edso! ¡Maito Joss-Joosuee! —expulsa iracunda conforme se le traba la lengua patéticamente.

No sé si reír o darle una bofetada. Menos mal y todos andan perdidos en sus propias ruinas.

Comienza a acongojarse y hace una nueva arcada. Significa peligro.

Taconea torpemente mientras me persigue como si fuese un bebé lloricón y yo su mamita, quien le limpia el desastre.

«Maldita sea, ni siquiera estoy preparado para ver a mi novia borracha y me vienen con esto».

—¡Stephanie, cálmate ya! —rechino impaciente. No soporto su olor, sus berridos, su latosa presencia.

El cantinero deja la soda en la barra, nos observa con compasión y niega su rostro con levedad. Esto es bochornoso.

—¡Audamed, Joosuaa! —clama mientras me agarra del brazo inútilmente.

Pierde el equilibrio y la ayudo a tumbarse en un sillón donde suelen ir parejitas hormonales. Ella parece sentirse más cómoda allí y voy por su soda a la barra.

Al ir por la bebida, el cantinero me detiene con un comentario:

—Tu novia necesita más que una soda, ella no solamente está ebria —menciona alarmado.

—Mm ella no...

—...Y el maldito Janz le dió de su porquería. Se la está dando a todos. —Me señala con la vista hacia el lugar y me doy cuenta de que los únicos lúcidos podemos ser nosotros. El Jazz Pub dejó de ser bullicioso para marchitarse.

Decido seguirle la corriente.

—¿Quién es Janz?

—Un degenerado, hijo de alguien con poder. Cada que viene hace lo mismo.

—¿Lo mismo?

—Sí. Siento que hay un trasfondo en todo esto. —Tamborilea su dedos sobre la barra, analiza muy bien antes de soltar, pero sobre todo determina si soy apto para su declaración—. Supongo que no eres de por aquí y puedes hacer algo.

—Claro, lo que sea por mi novia.

Me sonríe de medio lado, ahora sí se soltará. Lástima que no hablemos de la misma chica.

—Las drogas de Janz no son normales. La mayoría de clientes que pasa por ellas no vuelve por aquí. —Se le nota franqueza y resentimiento en su voz—. Pero hay un detalle que me deja aún más inquieto, y es que no utiliza la misma con todos, suele adormecer más a las chicas y a algunas se las lleva. No sé adónde ni para qué.

Stephanie se comienza a reír desde el sillón.

Trato de mantener la compostura y no dejarme enturbiar por mis suposiciones. Me desequilibra considerar que Dafne esté cerca de ese sujeto.

—…De hecho es alucinante que todavía no se haya llevado a tu chica, ella nos frecuenta mucho —comenta aliviado y yo me limito a hacer una mueca. Escuchar que esa sangrona es mi chica me baja la moral, me eleva el colesterol y me da un nosequé en la punta del hígado.

—Sí, soy muy afortunado. —Toso. Mi saliva se desvía por la vía aérea y siento arder en mi propia mentira. —¿Y sabes si venía sola hoy?

—No, vino con otras chi…

—¡¡Jooossuueett!!

Respingamos sincronizados con su grito ensordecedor. Tan oportuna ella.

Tomo su bebida y se la llevo, dejando la plática a medias, pero también aprovecho para procesar la información. Si vino acompañada de otras chicas probablemente Dafne estaba ahí.

Me siento en la orilla del sillón, empujando sus piernas encogidas hacia el respaldo, y le ofrezco su soda. Ella se la absorbe en pocos segundos y me devuelve el recipiente para que se lo vuelva a llenar.

—Stephanie, ¿en dónde dejaste a Dafne?

—L-o dices como si fuera mih mascota… —Me responde un poco más sobria.

«Todos nos volvemos tus marionetas sin siquiera pretenderlo, cínica».

Me insiste con la bebida y voy de volada por otra. No sé en qué momento me convertí en su mandadero.

El cantinero me sirve y vuelvo a ella.

—Aquí tienes —digo exasperado mientras me siento nuevamente—. Ahora responde lo que pregunté.

Me mira satisfecha conforme sus labios rozan con la copa, también adoptó una postura diferente y hace relucir su cadera. ¿Trata de parecer sexy luego de que casi me vomita encima?

—Vine con Dafne, sí, pero como ves Dafne no se fue conmigo. —Y en otras palabras me está diciendo imbécil—... Te dije que aquí le sobraba amor y seguro se lo están dando. —El vinito te sentaba mejor, malnacida.

—No me digas. —Sonrío con hipocresía y ella me iguala—... ¿Y será del mismo amor que te dieron a ti? Porque te caló bastante —carraspeo con obviedad y ella disimula su desaprobación—, tanto que hasta el cantinero lo presenció...

Aprieta el puño con que sostiene la copa como si pretendiera derretirla entre su palma, y sus gestos faciales exponen su total desagrado. Técnicamente adiós Josua y hola Bastardo.

—Es muy probable —afirma resentida y pica mi atención—... Ella debe estar igual o más llena de amor justo ahora —asevera y sé que habla de las drogas. Su mirada tiene un brillo agridulce, esta vez prefería callar.

Mi ironía se ve derrumbada ante su insinuación. Mi novia en verdad peligra.

—Stephanie, ¿en dónde están las demás? —insisto preocupado y ella saborea gustosa cada grado de atención que le doy—. Esto puede salir muy mal, ¿comprendes? Tus amigas pueden estar en problemas.

Se comienza a reír a carcajadas. Su risa da tanto miedo como su apariencia.

No mueve un músculo para ayudarme.

—No me equivoqué, ¡en verdad estás loca! —Propino una sacudida a sus piernas que se encuentran a punto de sacarme del pequeño sillón, y ella me patea. La desgraciada me patea.

—¡Ya vete! —eleva el volumen de su voz con histeria.

—¡Pero si yo te traje!

—¡Eres un bastardo, déjame en paz!

—¡Pues claro que me voy! ¡Ni como enemiga vales la pena!

—¡¡¿¿Qué, quée??!! —expulsa ofendidísima y se me lanza encima como leona en celo—. ¡Eres un maldito gusano! ¡Te aplastaré!

—¡Cállate ya! —pido mareado con su horrible aliento—. Necesitas una menta, ¡te estás pudriendo!

Pésima idea.

—¡Qué pena que no te guste mi aliento, es soda con vómito mezclado! —pavonea con orgullo y me dan náuseas. No aguanto más a esa garrapata trepada en mí e intento bajarla, pero se aferra más—. ¡Te enseñaré lo que es bueno!

«No. ¡En mi cara no! ¡Noo!».

—¡No te atr...

No me deja reaccionar. Antes de estamparla en el suelo, Stephanie pega su asquerosa boca recién trasbocada en un forzoso beso a la mía.

Vomitarme hubiera sido más agradable.

El cantinero nos observa con suma curiosidad, en su cara gesticula de múltiples maneras "Qué pareja más extraña".

—...¡¡¡Aaaahhsss!!! —escupo en su hedionda y sofocante trompa, alejándola de mí, al fin—. ¡¡Qué puto asco, Stephanie!!

Me limpio con lo que me queda de dignidad, esto es humillante. Ni aunque estuviese menos drogada la soportaría.

Se vuelve a estallar en carcajadas y se desmorona hasta el suelo por falta de equilibrio, aire, neuronas.

La veo y ya no me interesa estar alimentando a mis lombrices con whisky, oler a pipí de perro o saborear vómito. En cualquiera de las circunstancias, Stephanie da más que lamentar.

«No sé adónde, pero me largo».

Me pongo de pie y no vacilo en dejar a mi novia postiza revolcándose en su miseria.

El cantinero me persigue con la mirada hasta que lo pierdo de vista disimulando ir al baño. Era buen tipo.

Encuentro unas escaleras que conducen a la segunda planta del sitio, luego un ascensor para llegar a la tercera. Mi cara de sorpresa es inmediata cuando las laminas de acero inoxidable me abren camino, pues parece que todo el mundo aquí vive y conserva el ambiente del bar.

Doy pasos reflexivos conforme me adentro al sitio folclórico. Esto es mucho más que uno de los tantos pisos del Jazz Pub. Es más elegante, selectivo, distinguido, reservado.

Es un espacio VIP.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro