La frase popular dicta que las personas esperan sentir el "Amor a primera vista" y sin embargo siempre tuve la pequeña sospecha de que había un error en esa afirmación. Una laguna legal que excluía a algunos desafortunados. Era aseverar que había gente sin derecho para encontrar el amor. Mi esposa por ejemplo (a quien espero en la cafetería para ir a su visita médica) esta ciega. Y eso de alguna manera la hacía sentir excluida de todos.
Recuerdo perfectamente la primera vez que pude observarla. Estaba atendiendo en la barra de la cafetería de sus padres, la única de toda la universidad donde habían logrado entenderme. Cualquier persona que la viera no adivinaría que aquella mujer carecía del sentido de la vista. Andaba con los pasos exactos y cuidaba su máquina registradora como un tesoro. Era la guardiana de su propio castillo y aquella cafetería era su propio reino.
Yo era nuevo en aquella ciudad debido a que estaba participando en un intercambio y día tras día de observarla fui tomándole cariño.
Comprendo amigo lector que quizá piense que me contradigo, Ya que yo encontré mi "amor, a primera vista" pero entiéndame que mi eje central en la historia (y en mi vida) es mi esposa. Tiene por nombre "Clara" Siendo un poco irónicos debido a que su piel es morena. Cabello largo y lacio que llegaba a la mitad de su cintura.
Formé una buena relación con la mesera de aquella cafetería, quien a la larga se volvió mi confidente. Y aunque en un principio tuvimos un par de problemas con la comunicación. Dayeli (la mesera) y yo nos volvimos muy buenos amigos. Ella era muy inteligente y en un par de meses ya podíamos tener largas pláticas mientras yo cumplía mis 3 alimentos en aquel lugar.
Nunca pasé a pagar a caja, siempre dejaba el monto de la cuenta y la propina sobre la mesa, el día que lo intenté me sentí aterrado. Solo acerté a caminar un par de metros hacía clara, quedé de pie frente a la barra y quieto sin hacer ruido la observé de cerca. Aquel día llevaba una blusa azul rey que ajustaba su figura y una falda apenas por arriba de la rodilla.
Caí en la cuenta de que ella seguía pendiente de su imagen, aunque no pudiera observarse a sí misma vestía de una manera tan pulcra y elegante que sentí admiración por su empeño.
Finalmente tras unos instantes retrocedí a pasos quietos. No me sentí en la capacidad de presentarme. Como si yo fuera una persona incompleta. Por lo tanto decidí marcharme en silencio.
Avanzaba la mitad del primer semestre de la universidad y un chico (director del club de radio) comenzó a frecuentar a clara durante el desayuno. Tenía una voz gruesa, elegante, de locutor. Esas voces matutinas que a uno le levantan el ánimo y le hacen creer que la vida no es tan horrible. Y clara sonreía. Parecía un niño siguiendo al flautista de hamelin. Jugaba con su pelo y comenzó a poner más atención en su manera de vestir.
Eso despertó mis celos. Como nunca había sentido. Tenía tantas ganas de levantarme de mi lugar, ser yo quien tuviera esa voz tan profunda y elegante; y ser yo quien hiciera sonreír a clara. Pero no me atrevía.
Fue duro aceptar que mis celos eran infundados. Simplemente era yo quien sentía perdido aquello que nunca fue mío. Así que, concluyendo que quien estorbaba era yo, dejé de presentarme a desayunar y solo cumplía con la comida y la cena en aquel lugar.
En Colombia (País donde había nacido) el día del amor y la amistad se celebra en el tercer sábado del mes de septiembre. Así que aquel sábado, rompiendo por primera vez mi timidez, me acerqué a la caja y como un pequeño roedor dejé un pastelito acompañado de una rosa. Me había asegurado que fuera en la hora en la que menos gente hubiera y pedí a Dayeli que no mencionara nada.
Cuando clara rozó con sus dedos la crema batida dio un pequeño respingo al encontrarse con aquel objeto extraño fuera de su habitual orden. Yo me senté en una mesa cercana y sujeté la carta.
Clara olisqueo sus dedos, acercó sus manos con cuidado al pastel y sus dedos rosaron los pétalos de la rosa a la cual había retirado las espinas con anterioridad.
–¿Hola? ¿Hay alguien ahí?... ¡Dayeli!–
La mesera salió de la cocina y preguntó a clara porque gritaba. Ella le pidió que echara un vistazo por si observaba algo raro.
Dayeli me miró con complicidad, yo llevé mi dedo índice a la boca pidiendo que guardara silencio y después de unos instantes le dijo a clara que no, no había nada ni nadie sospechoso.
Debajo del plato encontró una postal que había escrito.
"Entré a tu corazón a mirar tu alma, y no he encontrado la salida"
Un cliente entró por la puerta principal y tanto clara como Dayeli volvieron a sus actividades. Antes de que la puerta cerrara yo me marché con el mayor silencio posible.
Terminó el semestre. Pude irme 4 semanas a mi país a pasar las vacaciones de fin de año.
Allá hablé a mi madre (entre otras cosas) sobre clara, ella me escuchó paciente y un tanto emocionada, ya que era la primera chica sobre quien le contaba.
Aunque mamá inicialmente tuvo sus dudas, bastó con observarme tan emocionado para que creyera que estaba tomando la decisión adecuada. En aquellas dos semanas nos pusimos al corriente.
Una mañana, un par de días antes de volver a México mamá preguntó si ya la había invitado a salir. Mi respuesta fue negativa y entonces comprendió que todo lo que sabía de ella lo había obtenido de maneras indirectas. Sonrío un tanto preocupada y tomó mis manos.
–Hijo, el amor es un sentimiento hermoso, tengo 60 años. Te tuve bastante grande porque a tu padre lo conocí cuando mi cuarta década se estaba acercando. Y sin embargo no es necesario estar viejo para amar verdaderamente, si permites creerle a tu madre, preséntate con ella–
Aunque sus palabras sonaban amables, no pude evitar notar un suave regaño.
–Hijo, este mundo carece de amor. No porque el amor no exista, sino porque los que verdaderamente aman no lo dicen, mientras que los patéticos que no sienten amor van por la vida hablando de un sentimiento que no conocen. Eso que sientes por ella es un cariño que merece ver la luz del sol–
Asentí con la cabeza, entendí mi error. Y agradecí a mi madre.
Volví a México a mediados de enero y aunque las palabras de mamá habían calado profundo en mi mente, mantuve mi rutina de la manera habitual. Yendo a comer y a cenar en la cafetería.
Fue a finales de enero cuando Dayeli se acercó a mí. Se notaba molesta. Después de charlar un poco (solo para disimular la intención de su plática) me dijo bajando la voz.
–Si solamente te vas a quedar mirando el río sin intentar nadar en él, entonces estás desperdiciando todo. Sabes muy bien a lo que me refiero y no puedes fingir que no me comprendes. O te decides a invitarla a salir o te haré la vida imposible–
Moví mi cabeza confundido y me encogí de hombros indicándole que no tenía idea de que hacer.
Ella sacó su libreta blanca de las comandas y escribió algo. "14 de febrero".
–En México el día del amor es en esa fecha, piensa en algo lindo–
Alineadas las estrellas (mi madre y mi amiga la mesera) decidí que era necesario poner manos a la obra. Busqué un buen traje, planeé una cena en la terraza de un importante restaurante de la ciudad e hice una pequeña carta de presentación donde con pocas palabras la invitaba a salir en aquella fecha esperada. Un día entre semana.
El 7 de febrero, repitiendo la mecánica de septiembre, me acerqué a la caja, dejé el dinero de la cuenta y fingí los pasos para que clara creyera que me alejaba de ahí.
Al escuchar que me marchaba clara tomó los billetes y contó mentalmente la cifra pagada.
–Señor, su cambio, ¡Dayeli! ¿Puedes venir un momento?, creo que alguien olvidó su cambio–
La mesera salió y me vio sentado en una mesa cercana a la salida. Nuevamente le pedí que guardara silencio. Y ella sonrío, un tanto victoriosa de que le había obedecido. Después de leer la carta Dayeli exclamó.
–Te están invitando a salir, ¡clara es tan romántico!, una cita a ciegas–
Dayeli tuvo un sobresalto al momento de darse cuenta de lo que había dicho en voz alta. Pero tanto clara como ella comenzaron a reír por lo irónico de la frase.
–¿Aceptarás? Hay un número telefónico–
–Pero, y ¿si es algún extraño? Tú sabes que no vivimos en el lugar más seguro del mundo, además todo esto es muy raro. No puedo imaginar quien podría ser–
Dayeli completamente emocionada la animaba a que aceptara, le agradecí con el alma mientras yo escuchaba desde la mesa en la que estaba.
–Mira, acepta, yo te acompaño. Si no te sientes cómoda o si está feo nos regresamos. ¿Qué te parece? Seré tu chaperona. Anda dile que SÍ, es algo tan dulce–
–Estás loca Dayeli, completamente loca–
–Mira, sé lo que hemos platicado, también sé que eres terca y no me harás caso sino quieres, pero antes de considerar ciertas opciones creo que deberías abrirte a la oportunidad de otras personas... Diferentes...–
Su última palabra se escapó con lentitud, como si se hubiera arrastrado contra su voluntad en su boca. Volteó a mirarme y me pregunté porque lo había dicho.
Clara permaneció sujetando la tarjeta unos instantes antes de arrojarlo a la basura.
Sentí que mi corazón sufrió el mismo destino. Quise salir de ahí pero no había nadie más en el restaurante y las campanas de la puerta de entrada me delatarían.
–Saldré con Erick, el director del club de radio–
Dayeli miró con ojos abiertos a clara y con una mirada de disculpa me volteó a ver a mí.
–Te he dicho que lo vi saliendo con otra chica. –
–No puedo creerlo, él es muy sincero conmigo y me ha platicado muchas cosas, a él lo siguen, deberías de darte la oportunidad de platicar con él–
–Clara, ha pasado muchas veces frente a la cafetería abrazando a esa chica. Lo hace porque sabe que no puedes verlo–
–¡Uy! Perdóname Dayeli la "Todos me invitan a salir" que lastima que yo no pueda escoger con cuál de todos mis pretendientes voy a salir este fin de semana. ¿Sabes cuándo fue la última vez que salí a pasear con un hombre? El año pasado, y era mi primo de doce años...–
–Tienes otra opción, el chico de la tarjeta–
–Es un desconocido Dayeli. A Erick lo he tratado desde el año pasado. Te puedo asegurar que él me conoce mucho mejor que alguien que solo escribió en un papel–
Salí de aquel lugar sin importarme que la puerta hiciera ruido con las campanas. Me sentía dolido y ridículo. Durante los siguientes días no me presenté en ningún momento a la cafetería.
El 12 de febrero recibí un correo del restaurante donde sería mi cita. Explicando y pidiendo disculpas. El lugar había sobrevendido los lugares y se iban a encontrar rebasados el día 14. El restaurante expedía un cupón especial de cortesía para usarse en cualquier fecha posterior a febrero; en caso contrario podía uno presentarse en el restaurante el día 13 para poder brindar una solución a sus clientes. No respondí al correo, tampoco lo borré, me quede congelado esos dos días y fue hasta el día 15 que salí de mi habitación y fui a la universidad evitando pasar frente a la cafetería.
El 20 de febrero recibí una llamada a mi celular, era extraño ya que mis conocidos sabían a detalle que no contestaba ninguna llamada, solo mensajes. Pensé que sería alguna venta de productos o del banco así que no contesté.
Fue por la llamada número 18 que decidí aceptar la llamada. La voz de Dayeli al otro lado del comunicador sonó como una orden.
–Te voy a ver en la fuente central de la universidad, no quiero ninguna objeción ni que llegues tarde. Repito, en la fuente, en una hora–
Colgó. Extrañado pero sin poder oponerme me dirigí al lugar citado.
Cuando llegué ella ya se encontraba esperándome. Dejó que llegara y quedé de pie enfrente a ella.
–¿Cuántos años tienes?–
Respondí que veinte encogiéndome de hombros. Y ella había aprendido a leer mis gestos a la perfección.
–Pues a ver si empiezas a comportarte como tal. Te encierras en tu casa y faltas a la escuela. Sí, no preguntes como pero lo averigüé. Ahora bien, te marqué porque necesito platicar las cosas en serio. Tú sientes algo muy sincero por clara. Yo puedo verlo y si te atrevieras a conocerla ella también lo vería. Pues bien jovencito, cuando sientes algo así por alguien vas y lo buscas, no te quedas encerrado auto lamentándote de la vida. No quiero pensar que eres alguien acostumbrado a alimentarte de la lastima de los demás. Pero con esa actitud que tomaste pareciera que es tu caso–
Quise responder pero Dayeli estaba fuera de sí misma y decidí escucharla atentamente.
– El tipo ese, el del radio. Dejo plantada a clara. Y le partió el alma. Esta desconsolada, aunque a diferencia de ti ella si se levantó a trabajar todos los días. Sus ojos no ven, pero si lloran, y han estado rojos estos 5 días. Mira, yo no sé qué quieras con ella. Yo no sé si se casarán, tendrán hijos y se morirán tomados de las manos. Yo no sé si solamente se querrán un tiempo y después se apartarán de sus caminos. Cosa que es muy normal y aceptable. Lo que sí sé es que tú la quieres y la quieres bien. Si tu cariño le dura toda la vida sería maravilloso, pero si tu cariño les dura solo un parpadeo también sería maravilloso, ¿sabes porque? – Descansó unos segundos para tomar aire y luego continuó – Porque es sincero, porque algo así de franco merece vivir una eternidad o un parpadeo, sepa Dios cuanto pero merece nacer. Puedo distinguir al amor cuando lo veo y yo quiero ese amor para mi amiga. ¿Entiendes?–
Asentí con la cabeza.
–Bueno. Pues dime, ¿que tenías pensado?. Aunque no sea en el día correcto, vamos a darle un lindo 14 de febrero–
Planeamos todo esa tarde. Cobramos el cupón del restaurante quienes sin chistar nos ofrecieron una ubicación y un trato VIP. Pedí el menú por anticipado, sabiendo que le gustaba de comer y cuál sería su postre favorito. Música en vivo y todo puesto como en una escena de película. Antes de que Dayeli se marchara le pedí un último favor "Háblale bien de mí. Por favor".
El último día de febrero clara llegó al lugar acompañada de Dayeli. Yo ya las esperaba sentado en la mesa que teníamos reservada (para tres), clara vestía un vestido largo hermoso. Azul marino que atenuaba con su piel morena, con pequeñas trenzas a los lados. Llegaron y tomaron asiento.
–Bueno– Dijo Dayeli a clara – Quiero presentarte tu cita a ciegas. El chico de quien te había platicado, Santiago, ella es clara. Clara, él es Santiago y antes de que empiece la velada tiene algo importante que decirte–
Y fue ahí donde dejando mis temores y timideces a un lado comencé a presentarme en la mejor de mis formas. Sin embargo, la voz que sonó no fue la mía, sino la de Dayeli, quien siguió con atención el movimiento de mis manos.
–Hola, clara. Sé que no hemos hablado mucho, y ¿sabes? Temo que no podremos hacerlo. Soy mudo. Sin embargo Dayeli no me dejaría mentir esta noche, ese no fue el motivo de que no me haya presentado antes. Siento algo que no puedo explicar.
No sé cómo expresarlo, no tengo palabras para decírtelo, literalmente. Y fue por esa imposibilidad que preferí hacer lo que siempre había hecho con otras mujeres. Alejarme y ahorrarme el esfuerzo que implica querer a alguien. Pero al final, obtuve cierta... Ayuda... de un par de personas que me hicieron ver que a veces; vale la pena apostar. Aunque al final no sabemos cuál será el resultado. No sabemos si seremos felices o no. Sé que pensarás que tengo un pensamiento muy pesimista sobre las relaciones de pareja y debo admitir que estás en lo correcto, es por eso que nunca he tenido una novia. Sin embargo por primera vez he comprendido que para el amor, solo basta un pequeño requisito, y que más allá de eso, el resto no importa mucho. Estar dispuestos a querer. Desde ambas partes.
Por eso estás aquí. En esta cita a ciegas que Dayeli me ayudó a preparar. Sé que no me conoces mucho pero quiero conocerte. ¿Tú, quieres?–
Y desde esa noche el tiempo pasó muy rápido.
Al final, descubrí la manera de comunicarme con clara a través de dibujar símbolos sobre sus manos. Siempre que platicábamos necesitábamos tocarnos con suavidad. Y claro, pasamos momentos difíciles; pero es complicado discutir entre un mudo y una invidente. Un espectáculo digno de ver.
Al final la vida quito a Erick sin problemas del camino. Tuvo que salir huyendo cuando fue acusado de estupro y la policía lo buscaba.
Dayeli fue dama de honor en la boda y ahora madrina de nuestro próximo hijo.
Finalmente he descubierto que el Amor a primera vista no nace. Se construye. Cosa en la que he trabajado desde entonces con mí ahora esposa.
La mujer que tiene ojos solo para mí y yo tengo voz solo para ella.
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